diumenge, 20 d’agost del 2023

 

1 SAMUEL 1: 18

“Y ella le dijo: Halle tu sierva gracia delante de tus ojos. Y se fue la mujer por su camino, y comió, y no estuvo más triste”

Tal vez debido a la profecía que se encuentra en Génesis 3: 15 que anuncia que de la simiente de la mujer nacería el Salvador que aplastaría la cabeza de la serpiente y que liberaría al pueblo de Dios  de sus pecados (Mateo 1: 21), es por lo que las mujeres israelitas podían considerar la infertilidad como una maldición porque todas deseaban ser la bendita de la que nacería el salvador. Tal vez por este deseo la súplica ardiente de Ana “con amargura del alma oró al Señor, y lloró abundantemente. E hizo voto, diciendo: Señor de los ejércitos, si te dignas mirar a la aflicción de tu sierva, y te acuerdas de mí,  y no te olvidas de tu sierva, sino que le das a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré al Señor todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza” (vv. 10, 11). Ana en su oración tiene en cuenta en su oración lo que Moisés dice sobre el nazareato (Números 6: 1-21). Tal vez Ana en la súplica ardiente a Dios pidiéndole que le diese un hijo varón esté penando en que sería el Mesías prometido. Si es así, Ana estaba equivocada. Tuvo sí un hijo varón al que puso el nombre de Samuel que significa: “Por cuanto lo pedí al Señor” (v. 20). El niño no fue el Mesías prometido pero sí fue un gran siervo de Dios que fue de gran bendición para Israel. Dado que el relato de la ferviente oración de Ana pidiéndole a Dios un hijo varón ha quedado registrado en las páginas de la Biblia para instrucción nuestra. ¿Qué sucedería si las mujeres embarazadas suplicasen ardientemente que el niño/niña que llevan en el vientre fuese un siervo/sierva de Dios,  no significa forzosamente que tenga que convertirse en sacerdote católico o pastor evangélico. Significaría que sería un niño o una niña a quien sus padres instruirían en los caminos del Señor, a amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismos. De recibir de los padres esta instrucción y haber calado hondo en el corazón del bebé, al llegar a la niñez, adolescencia, ser universitario, trataría con respeto a sus compañeros  y no los discriminaría por su físico, etnia, religión. Los vería como criaturas de Dios merecedores de un amor incondicional. Una vez adulto huiría de todo tipo de corrupción con lo que contribuiría a pacificar la sociedad tan necesitada de ver reflejado en sus ciudadanos la luz de Cristo que alumbra al mundo.


 

LUCAS 12: 15

“Y les dijo (Jesús): Mirad y guardaos de la avaricia, porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de  bienes que posee.

Jesús, encontrándose donde se encontrase siempre se veía rodeado de gente. Hoy las multitudes que apretujaban a Jesús los eclesiásticos lo considerarían “fe popular” que se considera como la manifestación de verdadera religiosidad. ¿Qué piensa Jesús de la multitudinaria manifestación religiosa? Hace cuatro días Lisboa se vio abarrotada de jóvenes de todo el mundo para encontrarse con el Papa. Para los hombres que sólo ven lo externo  consideran la concentración  una muestra deautentica religiosidad. Pero ¿qué piensa Jesús de la religiosidad multitudinaria? “Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues Él sabía lo que había en el hombre” (Juan 2: 24, 25).

Las palabras texto que comentamos están relacionadas con el tema de las herencias: “Uno de la multitud le dijo: Maestro di a mi hermano que parta conmigo la herencia” (v. 13). Parece ser que el padre de la persona que acudió a Jesús para que hiciese de mediador le había dejado a su hermano la herencia que le pertenecía como primogénito. El individuo en cuestión  no estaba conforme con el testamento. A menudo las herencias se convierten en  luchas fratricidas. Los familiares se aborrecen. Las palabras de Jesús que son la base de esta meditación confirman la avaricia enfermiza que se escondía en el corazón de la persona que acudió a Él para hiciese de intermediario.

Al texto le acompaña la parábola del rico insensato (vv. 15-21). Los bienes del rico insensato habían crecido mucho y no sabía dónde guardarlos. Tuvo una idea luminosa que le disipó la duda: “Eso haré: Derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes” (v. 18). La riqueza en sí es inocua. Según el concepto que se tenga de ella puede ser una bendición o una maldición. Cuando lo poco o lo mucho que se posea nos haga decir lo que el rico insensato dijo: “Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años, repósate, come, bebe, regocíjate” (v. 19). Quienes se consideran ricos como el necio de la parábola ignoran que las riquezas tienen alas y que un imprevisible les puede arruinar. En el caso del hombre de la parábola una revelación la anunció su muerte inminente. “Necio, esta noche vienen a pedir tu alma  y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios” (vv. 20,21). La Biblia nos dice que la sabiduría divina es más valiosa que el oro y la plata que ningún ladrón puede hurtar ni ninguna revolución confiscar. Se puede ser pobre en bienes materiales pero ser la persona más rica del mundo si posee a Dios que es el bien más preciado. Cuando Dios venga a buscar su espíritu para llevárselo consigo Dios irá con él.

 

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada