1 SAMUEL 1: 18
“Y ella le dijo: Halle tu sierva gracia
delante de tus ojos. Y se fue la mujer por su camino, y comió, y no estuvo más
triste”
Tal vez
debido a la profecía que se encuentra en Génesis 3: 15 que anuncia que de la
simiente de la mujer nacería el Salvador que aplastaría la cabeza de la
serpiente y que liberaría al pueblo de Dios de sus pecados (Mateo 1: 21), es por lo
que las mujeres israelitas podían considerar la infertilidad como una maldición
porque todas deseaban ser la bendita de la que nacería el salvador. Tal vez por
este deseo la súplica ardiente de Ana “con
amargura del alma oró al Señor, y lloró abundantemente. E hizo voto, diciendo:
Señor de los ejércitos, si te dignas mirar a la aflicción de tu sierva, y te
acuerdas de mí, y no te olvidas de tu
sierva, sino que le das a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré al Señor
todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza” (vv. 10,
11). Ana en su oración tiene en
cuenta en su oración lo que Moisés dice sobre el nazareato (Números 6: 1-21).
Tal vez Ana en la súplica ardiente a Dios pidiéndole que le diese un hijo varón
esté penando en que sería el Mesías prometido. Si es así, Ana estaba
equivocada. Tuvo sí un hijo varón al que puso el nombre de Samuel que
significa: “Por cuanto lo pedí al Señor” (v.
20). El niño no fue el Mesías prometido pero sí fue un gran siervo de Dios que
fue de gran bendición para Israel. Dado que
el relato de la ferviente oración de Ana pidiéndole a Dios un hijo varón ha
quedado registrado en las páginas de la Biblia para instrucción nuestra. ¿Qué
sucedería si las mujeres embarazadas suplicasen ardientemente que el niño/niña
que llevan en el vientre fuese un siervo/sierva de Dios, no significa forzosamente que tenga que
convertirse en sacerdote católico o pastor evangélico. Significaría que sería
un niño o una niña a quien sus padres instruirían en los caminos del Señor, a
amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismos. De recibir de
los padres esta instrucción y haber calado hondo en el corazón del bebé, al
llegar a la niñez, adolescencia, ser universitario, trataría con respeto a sus
compañeros y no los discriminaría por su
físico, etnia, religión. Los vería como criaturas de Dios merecedores de un
amor incondicional. Una vez adulto huiría de todo tipo de corrupción con lo que
contribuiría a pacificar la sociedad tan necesitada de ver reflejado en sus
ciudadanos la luz de Cristo que alumbra al mundo.
LUCAS 12: 15
“Y les dijo (Jesús): Mirad y guardaos de la
avaricia, porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de bienes que posee.
Jesús,
encontrándose donde se encontrase siempre se veía rodeado de gente. Hoy las multitudes
que apretujaban a Jesús los eclesiásticos lo considerarían “fe popular” que se
considera como la manifestación de verdadera religiosidad. ¿Qué piensa Jesús de
la multitudinaria manifestación religiosa? Hace cuatro días Lisboa se vio
abarrotada de jóvenes de todo el mundo para encontrarse con el Papa. Para los
hombres que sólo ven lo externo
consideran la concentración una
muestra deautentica religiosidad. Pero ¿qué piensa Jesús de la religiosidad
multitudinaria? “Jesús mismo no se fiaba
de ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese
testimonio del hombre, pues Él sabía lo que había en el hombre” (Juan 2:
24, 25).
Las
palabras texto que comentamos están relacionadas con el tema de las herencias: “Uno de la multitud le dijo: Maestro di a mi
hermano que parta conmigo la herencia” (v. 13). Parece ser que el padre de la persona que acudió a Jesús para que
hiciese de mediador le había dejado a su hermano la herencia que le pertenecía
como primogénito. El individuo en cuestión no estaba conforme con el testamento. A
menudo las herencias se convierten en
luchas fratricidas. Los familiares se aborrecen. Las palabras de Jesús
que son la base de esta meditación confirman la avaricia enfermiza que se
escondía en el corazón de la persona que acudió a Él para hiciese de
intermediario.
Al
texto le acompaña la parábola del rico insensato (vv. 15-21). Los bienes del
rico insensato habían crecido mucho y no sabía dónde guardarlos. Tuvo una idea
luminosa que le disipó la duda: “Eso
haré: Derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos
mis frutos y mis bienes” (v. 18). La riqueza en sí es inocua. Según el
concepto que se tenga de ella puede ser una bendición o una maldición. Cuando
lo poco o lo mucho que se posea nos haga decir lo que el rico insensato dijo: “Alma, muchos bienes tienes guardados para
muchos años, repósate, come, bebe, regocíjate” (v. 19). Quienes se
consideran ricos como el necio de la parábola ignoran que las riquezas tienen
alas y que un imprevisible les puede arruinar. En el caso del hombre de la
parábola una revelación la anunció su muerte inminente. “Necio, esta noche vienen a pedir tu alma y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es
el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios” (vv. 20,21). La
Biblia nos dice que la sabiduría divina es más valiosa que el oro y la plata
que ningún ladrón puede hurtar ni ninguna revolución confiscar. Se puede ser
pobre en bienes materiales pero ser la persona más rica del mundo si posee a
Dios que es el bien más preciado. Cuando Dios venga a buscar su espíritu para
llevárselo consigo Dios irá con él.
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