ESPIRITU BÁRBARO
<b>A
una buena educación no le puede faltar la enseñanza de la Biblia porque en ella
se encuentra el camino de la vida</b>
Cuando
vemos a un recién nacido durmiendo en la cama o en el cochecito,
espontáneamente exclamamos: ¡qué mono que es! Nos fijamos en el aspecto externo
pero nos olvidamos de aquello en que puede convertirse con el paso del
tiempo.<b>Albert Siegel</b> nos despierta del ensueño y nos
transporta a la realidad cuando escribe: “Por lo que hace a la crianza de los
hijos sólo se está a veinte años de la barbarie. Veinte años es el tiempo que
tenemos para completar la tarea de civilizar a los niños que nacen cada año.
Estos salvajes no saben nada de nuestra lengua, de nuestra cultura, de nuestra
religión, de nuestros valores, de nuestras costumbres en las relaciones
interpersonales…A los barbaros se les debe domar si la civilización tiene que
sobrevivir”
Puede
parecernos muy duro el concepto que <b>Siegel</b> tiene de los
bebés que son tan monos. Pero la realidad es la que es y no se la puede eludir.
El salmista nos da un destello del bárbaro que se esconde en los recién
nacidos, de aquellos angelitos tan monos, tan inocentes que duermen
plácidamente en la cunita, cuando escribe de sí mismo: “He aquí en maldad he sido
formado, y en pecado me concibió mi madre” (Salmo 51: 5). El autor de esta cita
no es otro que David, el rey de Israel de cuya descendencia nacería Jesús el
Rey de los judíos. La escribió después que el profeta Natán que encomendado por
Dios denunció el pecado de adulterio y asesinato que había cometido para
intentar esconder la fechoría que había cometido. La luz de Dios hurgó en su conciencia haciéndole ver la clase de
persona que se escondía debajo de la vestimenta real. Si no se ataca
debidamente al pecado que origina la barbarie que denuncia <b>Albert
Siegel</b> nuestra civilización será suplantada por la barbarie en las
próximas generaciones. Indicios de lo que nos espera se manifiestan por doquier. No sirve la excusa de
desentenderse del problema diciendo: “Como no me afecta, ya se apañarán”. Como
muy bien dice <b>Antonio Pau</b>. “Hoy, no mañana. Necesitamos
disidentes, personas con criterio propio”, que denuncien el peligro que nos
amenaza. Si no se trata debidamente el virus del pecado que es el causante de
la barbarie que nos acecha iremos de mal a peor. No dejemos para mañana lo que
podemos hacer hoy.
Lo que
dijo <b>Josep Lluís Rovira</b> refiriéndose el Covid-19 yo lo
aplico al pecado: “El mundo está mal. Si no encontramos una vacuna para el
virus será la hecatombe mundial”. Voces científicas nos previenen que después
del coronavirus otras pandemias seguirán que volverán locos a los epidemiólogos
buscando remedios. El virus que más estragos produce porque mata a todas las
personas de cada generación es el pecado. Para combatirlo ya hace más de dos
mil años que se posee la vacuna. Desgraciadamente no se administra a todas las
personas porque no están obligadas a
vacunarse. No hacerlo tiene dos consecuencias. Una, afecta a la eternidad:
Salvación o condena eterna. La otra tiene que ver con el día a día: La
barbarie. “Mientras eduquemos a nuestros hijos hemos de recordar que somos
guardianes del futuro. Cuando mejoramos la educación, mejoramos el futuro de la humanidad, el
futuro de este mundo” (<b>Immanuel Kant</b>). Mejorar la educación
de los hijos no consiste únicamente en atiborrarlos de conocimientos que los
hace <b>ready</b> para afrontar el futuro como anuncia una escuela
de económicas. Está demostrado que los distintos grados educativos por los que
pasan los hijos no destruyen el virus de la barbarie. En la educación de los
hijos debería ocupar un lugar preferente el estudio concienzudo de la Biblia
que es el instrumento que utiliza Dios para cambiar para bien la conducta de
los hombres. Mediante el poder del Espíritu Santo y la fe en Jesús los niños
pueden convertirse en hijos d Dios por adopción. El niño que por nacimiento
natural lleva inoculado el virus de la barbarie, por la fe en Jesús queda
latente y entra en acción el virus beneficioso de la civilización. Ello crea un
combate espiritual interno entre el viejo y el nuevo hombre, como lo llama la
Biblia. Con la ayuda del Espíritu Santo el nuevo hombre prevalece sobre el
viejo y aflora el hombre civilizado.
Vivimos
en una sociedad cristiana de nombre pero pagana de corazón. Para evitar la
barbarie de los hijos los padres tienen que criarlos en la disciplina del Señor
(Efesios 6: 4). La educación espiritual tendría que empezar a aplicarse cuanto
antes mejor. Diría que tiene que comenzar durante el noviazgo, implorando los
futuros esposos ayuda al Señor para que les ayude a mantenerse fieles el uno al
otro y, al ser padres, que les dé la sabiduría necesaria para inculcarles el
temor de Dios, lo cual los hará ciudadanos modélicos en los distintos estadios
de sus vidas. La fe en Jesús mantendrá a
raya en el corazón de los niños el espíritu bárbaro que tantos estragos produce
en la sociedad.
Octavi
Pereña i Cortina
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