INTELIGENCIA ARTIFICIAL Y PREDICACIÓN
<b>Convertir
la predicación en el resultado de la IA es divinizar lo humano</b>
El
sacerdote Benhard Piendl predicó en la catedral alemana de Ratisbona. Al
finalizar el sermón el predicador reveló a los feligreses que parte de la
homilía la había redactado la inteligencia artificial (IA). Con posteridad en
una entrevista a la televisión pública bávara, explicó: “La inteligencia
artificial aclaró estas frases del Evangelio que no son sencillas, con relativa
claridad. La inteligencia artificial no puede sustituir el mensaje que contiene
el Evangelio, la relación personal con Dios y la fe”. El sacerdote aseguró que
no descarta repetir la operación, ahora bien, nunca para escribir toda la
homilía. El virus ya está sembrado. Sólo es cuestión de tiempo que los sermones
los escriba la IA. Lo que hoy para algunos es un temor, dentro de poco será una
realidad la deificación de la IA.
El
mecanicismo no puede suplantar la relación personal con el Padre de nuestro
Señor Jesucristo sin el cual no puede predicarse tal como debe hacerse el
Evangelio de la salvación de Dios. Si los predicadores que se consideran
cristianos juegan con la IA como lo ha hecho Benhard Piendl, dada la condición
humana no tardará mucho en que se traspase por completo a la IA la preparación
de las homilías porque exige mucho tiempo. Los predicadores habrán abandonado
al Espíritu Santo a la hora de prepararlas.
Jesús
que es el modelo a seguir por los predicadores, dice. “Aprended de mí que soy
manso y humilde de corazón” (Mateo 11: 29). ¿Qué es lo que tienen que aprender
de Jesús los predicadores? El hábito de aislarse para que a solas a encontrarse
con el Padre. “Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte” (Mateo 14:
23). “I Él se retiraba a lugares desiertos y oraba” (Lucas 5: 16). Aislándose
del mundanal ruido el predicador aprende la docilidad y la humildad que debe
caracterizarle. El engreimiento no funciona porque es la manera de comportarse
el mundo alejado de Dios. En el aislamiento el predicador implora el favor del
Señor para que le dé la sabiduría necesaria para alimentar a los fieles con la
Palabra de Dios.
Un
padre desesperado se arrodilla ante Jesús, diciéndole: “Señor, ten
misericordia de mi hijo, que es
lunático, y padece muchísimo, porque muchas veces cae en el fuego, y muchas
veces en el agua. Y lo he traído a tus discípulos, pero no le han podido
curar…Traédmelo acá. Y reprendió al
demonio, el cual salió del muchacho, y éste quedó sano desde aquella hora”
(Mateo 17: 15-18). Más tarde los discípulos le preguntaron a Jesús en privado:
“¿Por qué nosotros no pudimos echarle fuera? Y les dijo: Este género con nada
puede salir, sino con oración y ayuno” (Marcos 9:28, 29).
La
predicación no es una competición entre catedrales y parroquias para premiar al
predicador más elocuente y que viste con más florituras las homilías. El
auditorio que asiste a os oficios divinos no lo hace para gratificar su
sensualidad ni para aplaudir a los predicadores exhibicionistas. Son personas
espiritualmente enfermas que necesitan curar las dolencias del alma.
Jesús
antes de ascender al cielo dio a sus discípulos un encargo muy claro que no da
lugar a la confusión: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones,
bautizándolos en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo,
enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado, y he aquí yo estoy
con vosotros todos los días hasta el final del mundo” (Mateo 28: 19, 29). Ser
heraldo de Jesús no es tarea insignificante. Quien asume una responsabilidad
tan grande no la puede descargar en un
instrumento sin alma como lo es la IA. Jesús envía a los suyos a
trabajar en campo enemigo que es este mundo controlado con limitaciones por
Satanás que “es el príncipe de este mundo (que) será echado fuera” (Juan 12:
31). Jesús con su muerte y resurrección ha despojado a Satanás de su autoridad.
Por las razones que únicamente conoce Dios el Padre permite con restricciones
actuar a satanás hasta el postrer día cuando será lanzado definitivamente al
infierno. En tanto este día no llegue la lucha contra el mal no es contra
personas “sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores
de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las
regiones celestes” (Efesios 6: 12).
Jesús
que es la Cabeza de la Iglesia no encarga la predicación del Evangelio a
personas indolentes que sin ser llamadas usurpan el encargo. Los realmente
llamados a predicar saben lo duro que es enfrentarse a un enemigo que a pesar
ya ha sido vencido aún posee mucha fuerza. Se preparan para ejercer el encargo
con la oración y el ayuno. Pienso que en la responsabilidad de predicar el
Evangelio le va como el anillo al dedo lo que escribe el periodista Marius
Carol: “El mejor consejo para ser un buen comentarista todavía es de José María
Pemán: “Creer en una o dos cosas fundamentales y burlarse de todas las otras”.
El predicador del Evangelio tiene que desprenderse de todas las sandeces que se
le han añadido al Evangelio a lo largo de los siglos y centrarse en la
autoridad suprema de la Biblia y, con la inspiración del Espíritu Santo
preparar las homilías. De ninguna de las maneras puede depositar en las manos
profanas de la IA la tarea de prepararlas.
Octavi Pereña i Cortina
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