DEUTERONOMIO 10: 16
“Circuncidad, pues, el prepucio de vuestro
corazón, y no endurezcáis vuestra cerviz”
“Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades
son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien
el Señor no inculpa de pecado” (Romanos 4: 7, 8). ¿Cuándo le fue concedida a Abraham la
bendición de que Dios le inculpase de pecado? ¿Qué fue antes el huevo o la
gallina? “Porque decimos que a Abraham le
fue contada la fe por justicia”. ¿Cuándo le fue contada? “Estando en la circuncisión o
incircuncisión? No en la circuncisión, sino en la incircuncisión” (vv. 9,
10). La circuncisión no salva. Es la señal de que previamente había creído en
el Señor. Es cierto que los niños tenían que ser circuncidados en el octavo
día. Se circuncidaban porque pertenecían
al pueblo nacional de Dios, pero no al
pueblo espiritual de Dios al que se entra exclusivamente por la fe en Cristo.
Sólo hace falta echar una ojeada, aunque sea superficial, en la historia del
pueblo de Israel para darse cuenta de que la circuncisión no los había
convertido en pueblo de Dios.
El
texto que sirve de base a esta meditación nos enseña que la circuncisión física
no ejerce ningún efecto espiritual en el circuncidado. “Circuncidad, pues, el prepucio de vuestro corazón”, es decir, que
la sangre de Jesús que representa la circuncisión haya limpiado los pecados del
circuncidado. Así es como dejaréis de ser unos obstinados que continuamente os
rebeláis contra mí.
En el
campo cristiano cundo Jesús ya ha derramado la sangre que limpia los pe cados,
la circuncisión ha dejado de ser vigente para ser substituida por el bautismo
de inmersión. Su significado es muy instructivo. Enseña que cuando el bautizado
se sumerge bajo el agua muere con Cristo y que cuando sale del agua que ha
resucitado con Cristo. No fue hasta el año1311 cuando el Concilio de Ravena
legalizó el bautismo por rociamiento. El libro de Hechos que es la historia de
la iglesia apostólica enseña sin lugar a dudas que se bautizaba por inmersión a
las personas que habían creído en Cristo como Salvador. Cuando se pierde de
vista el sentido bíblico del bautismo éste deja de simbolizar la fe en Cristo
del bautizado, para convertirse en sacramento
eclesiástico al que se le
atribuye al agua el supuesto poder de limpiar los pecados.
“Y no endurezcáis vuestra cerviz” del texto de Deuteronomio puede
aplicarse perfectamente al bautismo. Quienes se han bautizado, sea por
inmersión o por rociamiento sin haber recibido la fe salvadora, ¿dan muestras
de haber abandonado su pasada manera de vivir para andar en la novedad de vida
que Jesús exige a quienes han creído en Él?
DEUTERONOMIO 29: 29
“Las cosas secretas pertenecen al Señor
nuestro Dios, mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para
siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley”
Este
texto nos alerta del peligro de la especulación religiosa. Todo lo que el Padre
de nuestro Señor Jesucristo quiere que
los hombres sepan lo ha dado a conocer por medio de los profetas y apóstoles
inspirados por el Espíritu Santo y que ha quedado registrado en las páginas de
la Biblia
“Las cosas secretas pertenecen al Señor
nuestro Dios”.
Nadie está autorizado a meter a nariz en estas cosas. Quienes lo hacen lo hacen
por instigación satánica que lleva a conclusiones desastrosas. La investigación
se lleva a cabo por el espíritu de rebeldía que hace creer que los
investigadores son lo suficiente sabios como para descubrirlas. “Mas
las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que
cumplamos todas las palabras de esta ley”. Aquí se encuentra el espíritu
humilde que se daba en el adolescente Samuel que se dirige a Dios diciéndole: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”.
Las cosas reveladas son muy profundas y no se puede llegar a comprenderlas del
todo porque tratan del Dios infinito y que tienen que discernirse
espiritualmente. La vida cristiana tiene un parecido con la natural. Se empieza
como un recién nacido y se va ascendiendo hasta llegar a adulto. “De manera que yo hermanos, no pude hablaros
como espirituales, sino como a carnales, como niños en Cristo. Os di a beber
leche, y no vianda, porque aún no eráis
capaces, ni sois capaces todavía, porque sois carnales, pues habiendo entre
vosotros, celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales y andáis como
hombres?”(1 Corintios 3: 1-3). Si somos sinceros con nosotros mismos, a
pesar del tiempo que llevamos como cristianos siguen apareciendo muestras de
carnalidad. Todavía no hemos alcanzado la perfección del Padre que es el deseo
de Jesús. (Mateo 5. 48).
Para no
caer en el error de los sectarios sigamos la instrucción del escritor inspirado
por el Espíritu Santo: “acerca de esto
tenemos mucho que decir, y difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho
tardos para oír. Porque debiendo ser ya maestros después de tanto tiempo,
tenéis necesidad de que os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos
de las palabras de Dios, y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de
leche, y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño, pero el alimento
sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen
los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal” (Hebreos
5: 11-14). Tenemos mucho camino que
andar todavía, pero la recompensa será
nuestra si no desfallecemos.