dissabte, 20 de maig del 2023

 

LUCAS 24: 31

“Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron”

Los dos discípulos que iban a Emaús como todos que formaban el grupo de íntimos de Jesús no creían que el Señor hubiese resucitado. Esto nos tiene que hacer entender que no todas las personas que forman las diversas iglesias locales entienden el significado de las Escrituras. Mientras los dos discípulos iban hablando por el camino de su regreso a su pueblo “de todas aquellas cosas que habían sucedido”. Jesús se acercó a ellos “y caminaba con ellos, mas los ojos de ellos estaban velados para que no le conociesen” ¡Cuántas personas que se consideran cristianas hablan entre ellas temas bíblicos y sin embargo no conocen a Jesús. Conocen de pe a pa la Escrituras y Jesús les sigue siendo un desconocido. Cantan himnos, participan en la Cena del Señor, incluso predican, pero Jesús sigue siendo un desconocido. A estos creyentes se les puede considerar que han sido bautizados en el bautismo de Juan. El agua bautismal puede haberles quitado suciedad corporal, pero no la del corazón. Les falta el bautismo del Espíritu que es quien abre los ojos para que puedan reconocer que Jesús ha resucitado. Estando ambos discípulos comiendo con Jesús “tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio. Entonces (oh maravilla) les fueron abiertos los ojos  y le reconocieron” (vv. 30, 31).

Mientras los dos discípulos se dirigían a Emaús comentaban los sucesos del día. Al acercarse a ellos Jesús les dice: “¿Y por qué estáis tristes?” (v. 17). El conocimiento intelectual de la muerte y resurrección de Jesús no llena de gozo el corazón. No fue hasta que les fueron abiertos los ojos que se dijeron: “¿No ardía nuestro corazón en nosotros mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras? (v. 32). Para ellos fue un gran gozo saber de cierto que Jesús había resucitado. Ni cortos ni perezosos se levantaron de la mesa y regresaron a Jerusalén para decir a los discípulos que había resucitado.

El corazón de aquellos dos discípulos estaba lleno de gozo y como dice el proverbio: de la abundancia del corazón habla la boca”. No podían guardar para sí mismos el gran tesoro que acababan de descubrir. ¡Cuántas personas se reúnen en las iglesias que no saben decir con gozo. ¡Jesús ha resucitado!


 

GÉNESIS 42: 21

“Y decían el uno al otro: Verdaderamente hemos pecado contra nuestro hermano, pues vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba, y no le escuchamos, por eso ha venido sobre nosotros esa angustia”

José tuvo dos sueños en los que sus hermanos se inclinaban ante él (Génesis 37: 7-10), lo cual causó que sus hermanos lo aborreciesen. Al final sus hermanos lo vendieron a unos mercaderes ismaelitas que lo vendieron como esclavo en Egipto. Debido a que José interpreta el sueño del faraón, es encumbrado a primer ministro con plenos poderes. La interpretación del sueño que José es que vendrían siete años de gran abundancia seguidos de otros siete de una extrema hambruna. La noticia de la abundancia de grano que hay en Egipto llega a oídos de Jacob padre de José que envía a sus hijos a Egipto a comprar grano con que alimentarse. Los hermanos de José llegan a Egipto y se presentan ante él, que no reconocen: “y se inclinaron a él rostro a tierra” (v.7).  José que persigue que sus hermanos reconozcan el pecado de haberle vendido como esclavo a los ismaelitas, los acusa de ser espías. Es ahí en donde los hermanos de José dicen las palabras del texto que comentamos. El humo por más profundo que se haga más pronto o más tarde sale a la superficie. Lo mismo ocurre con el pecado. El dicho que dice el tiempo lo cura todo no es verdad. Más pronto o más tarde siempre sale a la luz del sol.

Más tarde cuando regresaron de nuevo a buscar alimentos, “tuvieron temor cuando fueron llevados a la casa de José” (43: 18). Fallecido Jacob “pensaron sus hermanos: Quizás nos aborrecerá Jacob, y nos dará el pago de todo el mal que le hicimos…Así diréis a José: te ruego que perdones ahora la maldad de tus hermanos y su pecado, porque mal te tratamos, por tanto ahora te rogamos que perdones la maldad de los  siervos de Dios de tu padre…Vinieron también sus hermanos y se postraron delante de él y dijeron: henos aquí por siervos tuyos” (vv. 16-18). A pesar que José dijo a sus hermanos: “No temáis, ¿Acaso esto yo en lugar de Dios?” (v. 19). El perdón de José no significó que el pecado de sus hermanos hubiese sido perdonado, expresaba que José no les guardaba rencor. Solamente Dios puede perdonarlos. Cada pecador tiene que ir a Jesús a pedirle perdón ya que su sangre derramada los limpia todos (1 Joan 1: 7).En tanto esta limpieza no se produzca el pecado seguirá envenenando el corazón.

 

 

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