LUCAS 24: 31
“Entonces les fueron abiertos los ojos, y le
reconocieron”
Los dos
discípulos que iban a Emaús como todos que formaban el grupo de íntimos de
Jesús no creían que el Señor hubiese resucitado. Esto nos tiene que hacer
entender que no todas las personas que forman las diversas iglesias locales
entienden el significado de las Escrituras. Mientras los dos discípulos iban
hablando por el camino de su regreso a su pueblo “de todas aquellas cosas que habían sucedido”. Jesús se acercó a
ellos “y caminaba con ellos, mas los ojos
de ellos estaban velados para que no le conociesen” ¡Cuántas personas que
se consideran cristianas hablan entre ellas temas bíblicos y sin embargo no
conocen a Jesús. Conocen de pe a pa la Escrituras y Jesús les sigue siendo un
desconocido. Cantan himnos, participan en la Cena del Señor, incluso predican,
pero Jesús sigue siendo un desconocido. A estos creyentes se les puede
considerar que han sido bautizados en el bautismo de Juan. El agua bautismal
puede haberles quitado suciedad corporal, pero no la del corazón. Les falta el
bautismo del Espíritu que es quien abre los ojos para que puedan reconocer que
Jesús ha resucitado. Estando ambos discípulos comiendo con Jesús “tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les
dio. Entonces (oh maravilla) les
fueron abiertos los ojos y le
reconocieron” (vv. 30, 31).
Mientras
los dos discípulos se dirigían a Emaús comentaban los sucesos del día. Al
acercarse a ellos Jesús les dice: “¿Y por
qué estáis tristes?” (v. 17). El conocimiento intelectual de la muerte y
resurrección de Jesús no llena de gozo el corazón. No fue hasta que les fueron
abiertos los ojos que se dijeron: “¿No
ardía nuestro corazón en nosotros mientras nos hablaba en el camino, y cuando
nos abría las Escrituras? (v. 32). Para ellos fue un gran gozo saber de
cierto que Jesús había resucitado. Ni cortos ni perezosos se levantaron de la
mesa y regresaron a Jerusalén para decir a los discípulos que había resucitado.
El
corazón de aquellos dos discípulos estaba lleno de gozo y como dice el
proverbio: de la abundancia del corazón
habla la boca”. No podían guardar para sí mismos el gran tesoro que
acababan de descubrir. ¡Cuántas personas se reúnen en las iglesias que no saben
decir con gozo. ¡Jesús ha resucitado!
GÉNESIS 42: 21
“Y decían el uno al otro: Verdaderamente
hemos pecado contra nuestro hermano, pues vimos la angustia de su alma cuando
nos rogaba, y no le escuchamos, por eso ha venido sobre nosotros esa angustia”
José
tuvo dos sueños en los que sus hermanos se inclinaban ante él (Génesis 37:
7-10), lo cual causó que sus hermanos lo aborreciesen. Al final sus hermanos lo
vendieron a unos mercaderes ismaelitas que lo vendieron como esclavo en Egipto.
Debido a que José interpreta el sueño del faraón, es encumbrado a primer
ministro con plenos poderes. La interpretación del sueño que José es que
vendrían siete años de gran abundancia seguidos de otros siete de una extrema
hambruna. La noticia de la abundancia de grano que hay en Egipto llega a oídos
de Jacob padre de José que envía a sus hijos a Egipto a comprar grano con que
alimentarse. Los hermanos de José llegan a Egipto y se presentan ante él, que
no reconocen: “y se inclinaron a él
rostro a tierra” (v.7). José que
persigue que sus hermanos reconozcan el pecado de haberle vendido como esclavo
a los ismaelitas, los acusa de ser espías. Es ahí en donde los hermanos de José
dicen las palabras del texto que comentamos. El humo por más profundo que se
haga más pronto o más tarde sale a la superficie. Lo mismo ocurre con el
pecado. El dicho que dice el tiempo lo cura todo no es verdad. Más pronto o más
tarde siempre sale a la luz del sol.
Más
tarde cuando regresaron de nuevo a buscar alimentos, “tuvieron temor cuando fueron llevados a la casa de José” (43: 18).
Fallecido Jacob “pensaron sus hermanos:
Quizás nos aborrecerá Jacob, y nos dará el pago de todo el mal que le
hicimos…Así diréis a José: te ruego que perdones ahora la maldad de tus
hermanos y su pecado, porque mal te tratamos, por tanto ahora te rogamos que
perdones la maldad de los siervos de
Dios de tu padre…Vinieron también sus hermanos y se postraron delante de él y
dijeron: henos aquí por siervos tuyos” (vv. 16-18). A pesar que José dijo a
sus hermanos: “No temáis, ¿Acaso esto yo
en lugar de Dios?” (v. 19). El perdón de José no significó que el pecado de
sus hermanos hubiese sido perdonado, expresaba que José no les guardaba rencor.
Solamente Dios puede perdonarlos. Cada pecador tiene que ir a Jesús a pedirle
perdón ya que su sangre derramada los limpia todos (1 Joan 1: 7).En tanto esta
limpieza no se produzca el pecado seguirá envenenando el corazón.
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