diumenge, 28 de maig del 2023

 

GÉNESIS 45: 8

“Así pues no me enviasteis acá vosotros, sino Dios que me ha puesto por padre de faraón y por señor de toda su casa, y por gobernador en toda la tierra de Egipto”

Entonces el Señor dijo a Abram: ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida por cuatrocientos años” (Génesis 15: 13). El Señor anuncia que el pueblo de Israel será oprimido por cuatrocientos años en tierra ajena. No especifica el país, ni cuándo, ni cómo. El misterio se irá desvelando poco a poco. Isaac, hijo de Abraham  tiene dos hijos, el que nos importa es Jacob. De los doce hijos de Jacob sobresale José, el hijo preferido de su padre y aborrecido por sus hermanos que fingen que una bestia salvaje lo ha descuartizado. Lo venden a unos mercaderes ismaelitas que  a su vez lo venden como esclavo en Egipto a Potifar que es un oficial del faraón. La mujer de Potifar acusa falsamente a José de haber intentado violarla lo que hace que el marido ultrajado lo mande a la cárcel. Tanto en casa de Potifar como en la cárcel, José goza el favor de Dios. El copero y el panadero de faraón van de patitas a la cárcel. José que tiene el don de interpretar sueños interpreta los que ambos funcionarios han tenido. La interpretación se cumple. Pasan dos años y el Faraón tiene un sueño que le inquieta que ni sabios ni magos saben descifrarlo. Es entonces cuando el copero  se acuerda de José y le comunica al Faraón su experiencia. Corriendo sacan a José de la cárcel. Lo bañan, lo visten, lo perfuman y le llevan a la presencia de Faraón que le explica el sueño agitaba su espíritu. José lo interpreta y le convierte en la persona más importante de Egipto después de él.

El sueño del Faraón significa que vendrán siete años de gran abundancia seguidos de otros sietes de una gran hambruna. Jacob se entera de que en Egipto hay abundancia de grano y envía a diez de sus hijos a comprar. Después de una serie de situaciones José se da a conocer a sus hermanos y les dice: “Dios me envió delante de vosotros, para preservaros posteridad sobre la tierra y para daros vida por medio de gran liberación” (v.7), José hace venir de Canaán a su padre y a su familia para que se establezcan en Egipto en donde se multiplican y se convierten en un pueblo muy numeroso.

Llega una nueva estirpe faraónica que somete a esclavitud a los hebreos hasta que Moisés se convierte en el brazo de Dios que libera a su pueblo y lo conduce hasta la Tierra Prometida. Desde el anuncio de la profecía a Abram hasta su cumplimiento han pasado digamos 500 años. ¿Quién se podía imaginar que la historia hubiese sido tal como brevemente he descrito? Viene a cuento este relato porque los designios de Dios nos son velados. Sus propósitos no los conocemos. Saber que los pensamientos de Dios son más altos que nuestros pensamientos tendría que hacer que humildemente dijésemos: Sea hecha Tú voluntad tanto en el cielo como en la Tierra. Así es como  en un mundo tan conflictivo como lo es el que vivimos  con tanta desazón ,nuestras almas encontrarán el descanso que necesitan si creemos que las circunstancias en que nos movemos están bajo el control de Dios para nuestro bien.

ÉXODO 16: 21

“Y lo recogían cada mañana, y cada uno según lo que había de comer, y luego que el sol calentaba, se derretía”

La congregación de Israel murmuró contra Dios porque creyeron que no les atendía como se merecían. Recordaban “cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando  comíamos pan hasta saciarnos, pues nos habéis llevado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud”  (v.3). Dios atiende a esta irreverente petición y cada mañana antes de salir el sol “llovía pan del cielo” que tenían que recoger diariamente justo el que necesitaban. Lo que sobraba “criaba gusanos y hedía” (v.20). La bendición del maná tiene una lección que enseñarnos. Cada día antes que saliese el sol tenían que recoger la porción diaria. Según el apóstol Juan el maná es un símbolo de Jesús que es el Pan de Vida que sacia las necesidades del alma. (Juan 6: 25-59). El maná que caía del cielo cada día también ilustra lo que Jesús enseña en el Padrenuestro: “El pan nuestro de cada día dánoslo hoy” (Mateo 6: 11). En nuestras oraciones diarias le tenemos que pedir al Padre el alimento necesario para mantener sano nuestro cuerpo. El maná que se tenía que recoger antes de salir el sol nos enseña que se tiene que madrugar para implorar al Padre la bendición diaria. El apóstol Pablo nos enseña “Si alguien no quiere trabajar, tampoco coma”  (2 Tesalonicenses 3: 1). La Palabra de Dios denuncia la picaresca de las bajas laborales infundadas. Quienes se aprovechan de la bendición de la Seguridad Social no tienen derecho a la comida. La holgazanería no la bendice Dios. Antes de la entrada del pecado, Adán y Eva tenían que cuidar el jardín. Con la entrada del pecado tuvieron que seguir haciéndolo “"con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra”  (Génesis 3: 19).

La otra enseñanza que aporta el maná es que es un símbolo de Jesús que es el “Pan de vida”: “Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará, porque a Éste señaló Dios el Padre” (Juan 6: 27). El hombre no es como el animal que solo es carne. El ser humano es una dualidad: carne y espíritu. Se tiene que cultivar a ambos. El espíritu es el gran olvidado. A pesar que la carne es la gran privilegiada no podemos impedir que se degrade hasta morir. El espíritu es el que se tiene que nutrir con Jesús que es el pan y agua viva que concede vida eterna a quienes creen en Él. Al final del tiempo, en el día de la resurrección, los cuerpos mortales convertidos en inmortales e incorruptibles, juntos con sus correspondientes espíritus, toda la eternidad gozando la presencia de Dios. La mejor inversión que podemos hacer es dedicar tiempo en alimentar el espíritu, el gran olvidado.

 

 

 

 

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada