APOCALIPSIS 3: 4
“Pero tienes unas
pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras, y andarán conmigo
en vestiduras blancas, porque son dignos”
El Señor a la iglesia en Sardis le hace una
advertencia y con ella a nosotros: “Acuérdate,
pues, de lo que has oído, y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré
sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti” (v.3). La
iglesia en Sardis en el momento de recibir el mensaje de Dios parece ser que lo
estaba pasando mal: “Yo conozco tus
obras, de que tienes nombre de que vives, y estás muerto” (v. 1). Si
contrastamos los versículos 1 y 3 nos damos cuenta de que en su momento la iglesia había
recibido sana enseñanza de sus pastores. Ahora no era así. La iglesia de hoy
que se encuentra en una situación parecida a la de Sardis, que no se duerma,
que vele, porque el Señor vendrá sobre ella como ladrón y no sabrá a qué hora
vendrá sobre ella. El refrán dice: Mientras hay vida hay esperanza, pero la
duración de la vida de alguien solamente lo sabe el Señor. Sigamos el ejemplo
de las cinco vírgenes prudentes que mientras estaban esperando la llegada del
esposo permanecían despiertas con las lámparas encendidas, con aceite de
repuesto para que en caso de que el esposo tardase en llegar no se encontrasen sin aceite.
A pesar que la iglesia en Sardis tenía nombre
que estaba viva, realmente estaba muerta. Tal vez fuese una iglesia
ceremonialmente muy activa y que cuidase primorosamente los detalles
ceremoniales. La apariencia externa es engañosa. Como los israelitas que
escogían a los reyes por su apariencia externa. El Señor tiene que advertirles:
Vosotros miráis lo externo, yo miro el
corazón.
A pesar que la iglesia en Sardis
aparentemente vivía cuando en realidad estaba muerta, “el Hijo de Dios, el que tiene ojos como llama de fuego, y pies
semejantes al broce bruñido” (2: 18), observa que en la iglesia en Sardis “se encuentran unas pocas personas que no han
manchado sus vestiduras, y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son
dignos. El que venza será vestido con vestiduras blancas, y no borraré su
nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante del Padre y delante
de sus ángeles. El que tiene oído, oiga, lo que el Espíritu dice a las
iglesias” (vv.4-6).
Si el lector asiste en una iglesia parecida a
la de Sardis y que no pertenece al pequeño grupo de creyentes que tienen sus
nombres escritos en el libro de la vida, todavía está a tiempo de arrepentirse
para que el Señor pueda escribir tu nombre en el libro de la vida. Si el Señor
escribe tu nombre en el libro de la vida
nadie podrá borrarlo de él.
ESDRAS 7: 10
“Porque Esdras
había preparado su corazón para inquirir la Ley del Señor y para cumplirla y
para enseñar en Israel sus estatutos y decretos”
Dios el Padre desde antes de la fundación del
mundo escoge a quienes tienen que ser su pueblo y los da a su Hijo para
salvarlos muriendo en la cruz. “De los
que me diste, yo los guardé y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de
perdición, para que la Escritura se
cumpliese” (Juan 17: 12). A lo largo de la historia los escogidos del Padre
entran a formar parte de su pueblo por medio de la predicación del Evangelio.
Reciben el don de la fe. Creen en Jesús y entran a formar parte del pueblo de
Dios.
Cuando una persona por la fe, que es don de
Dios, cree en Jesús “nace de nuevo. El apóstol Pablo escribiendo a la iglesia
en Corinto les dice que únicamente puede hablarles “como a niños en Cristo” (1 Corintios 3: 1). Los niños cristianos
tienen un conocimiento limitado de las Escrituras. De la misma manera que en la
vida la niñez da paso a la pubertad y de ahí a la adolescencia y de esta etapa
de la vida a la condición de adulto, en el campo spiritual sucede algo
parecido. Es aquí en donde interviene el texto que comentamos. ¿Cómo un niño en
la fe se convierte en un adulto? “Esdras
había preparado su corazón para inquirir la Ley del Señor”. Inquirir
significa: “Investigar, averiguar, examinar cuidadosamente una cosa”. No se
llega a ser sabio en las cosas que conciernen al Señor como por arte de magia.
Nos tumbamos en una hamaca debajo la sombra de un frondoso árbol, y nos
levantamos sabios. Nada de esto. La sabiduría se alcanza gracias al esfuerzo persistente. Los cultos
dominicales contribuyen a adquirir
sabiduría. ¿Verdad que el lector no alimenta a su cuerpo solo un día a
la semana? Asimismo ocurre en el campo del espíritu. Se tiene que desayunar,
comer y cenar los siete días de la semana. Tenemos que hacer un acto de
voluntad para inquirir en la Ley del Señor. El trabajo tiene su recompensa. El
esfuerzo en buscar sabiduría es gratificante. Se cumple la Ley del Señor. En la
obediencia Dios bendice, la bendición da gozo, y el gozo del Señor hace que los
inconvenientes de la vida se afronten con la seguridad de que el Señor está a
nuestro lado. Con Jesús en el corazón la vida es mucho más placentera.
“De la abundancia del corazón habla la boca”
(Mateo 12: 34).
La consecuencia de inquirir en la Ley del Señor para cumplirla es enseñar al
pueblo de Dios sus estatutos y decretos. ¡Cuánta falta hace que en las iglesias
se encuentren muchos hermanos y hermanas
con corazones deseosos de inquirir en le Ley del Señor para cumplirla y
enseñarla a los niños en la fe que hay en la iglesia. En una iglesia evangelizadora
siempre habrá niños en la fe que necesitan ser debidamente instruidos
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