diumenge, 27 de novembre del 2022

 

GENESIS 50: 19

”Y les respondió José: No temáis, ¿acaso estoy yo en el lugar de Dios?”

Jacob el padre de José y de sus hermanos ha fallecido. Los hermanos piensan que ahora que su padre los ha dejado para irse a la presencia del Padre celestial José se vengará de ellos por el mal que le hicieron. Una patética escena entre los hermanos de José se presenta. Reunidos los hermanos se dicen ente ellos: “Quizás nos aborrecerá José, y nos dará el pago de todo el mal que le hicimos. Y enviaron a decirle a José: Tu padre mandó antes de su muerte, diciendo: Te ruego que perdones ahora la maldad de tus hermanos y su pecado porque mal te hicieron, por tanto ahora te rogamos que perdones la maldad de los siervos de Dios de tu padre. Y José lloró mientras hablaban”. José les respondió con las palabras el texto que da pie a esta meditación.

José, a pesar que no poseía todo el conocimiento que aportó Jesús se comportó con el espíritu de la enseñanza del Señor: “Pero a vosotros los que oís os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen, bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian” (Lucas 6: 27, 28).

“Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor” (Hebreos 10: 30). En el ámbito personal el hombre no está autorizado para tomarse la justicia en su mano. Pero los hombres  no son ciegos, ven las injusticias que se cometen a su alrededor y, por experiencia las que se cometen contra ellos. José nos da el ejemplo a seguir: “¿Acaso estoy yo en el lugar de Dios?” Unas palabras de Jesús que deberíamos tener siempre presentes en nuestra relaciones personales y que previenen de caer en la tentación de sentarnos en el trono desde donde Jesús juzga. “no juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O como dirás a tu hermano: déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano” (Mateo 7: 1-5).

Antes de juzgar, nos viene a decir Jesús, júzgate a ti mismo. Si lo haces contemplarás la negrura que se esconde en tu corazón. Al ser consciente de la realidad de quien eres verás de otra manera el ojo de tu hermano. Conociéndote caerás de rodillas y, como el cobrador de impuestos  que subió al templo a orar, dirás: “Señor, sé propicio a mí que soy pecador”. Ahora mirarás a tu prójimo con los ojos de Dios y el perdón por las ofensas recibidas brotará espontáneamente de tu corazón. En lo que depende de ti mirarás de estar a bien con tu prójimo que te haya ofendido. Si él no quiere hacer la paz contigo arrastrará consigo el peso del pecado no perdonado por Dios. Si estás en paz con Dios por haber recibido su perdón tu alma disfrutará del descanso  que el Señor da a quienes le obedecen.


 

SALMO 14: 1

“Dice el necio en su corazón: No hay Dios. Se han corrompido, hacen obras abominables, no hay quien haga el bien”

“Dice el necio en su corazón: No hay Dios. El diccionario define necio: “Ignorante de lo que  podía o debía saber”. Sin duda se refiere a conocimientos básicos que todos deberíamos tener. El texto no se refiere a alguien que teniendo que conocer la tabla de multiplicar, la desconoce. Claramente se refiere a quien deliberadamente niega la existencia de Dios. La necedad que el salmista expone puede aplicarse perfectamente a los científicos y a los escolarizados que tendrian que contemplar la creación desde el punto de vista de la existencia de Dios. Antaño, tal vez podría encontrar alguna excusa para defender la inexistencia de Dios. Hoy, con la divulgación científica de todo lo que tiene que ver con la exploración espacial, aún el más iletrado conoce la magnitud y complejidad del cosmos. “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra  toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad, porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de Él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la fundación del mundo, siendo entendidas por medio de las osas hechas, de modo que no tienen excusa” (Romanos 1. 18-20).

Hace más de 2000 años que el apóstol Pablo escribió el texto de  la carta a los romanos citado. Desconocía el avance científico de nuestros días. No existían ni telescopios ni sondas espaciales que investigan y analizan las profundidades del universo. Hoy los hombres no tienen excusa para decir: “Ho hay Dios”. Siglos antes del apóstol Pablo, David que fe rey de Israel cuando era un adolescente pastor de ovejas, en las vigilias de la noche, observando el firmamento, sin ayuda de ningún instrumento que lo aproximase, escribió: “Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo. ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre para que lo visites? (Salmo 8: 3, 4). En los versículos 5-8 del mismo poema el pastor-poeta reconoce la gloria que Dios da al hombre por haber puesto bajo su dominio la creación: “Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos, todo lo pusiste debajo de sus pies: ovejas y bueyes, todo ello, asimismo la bestias del campo, las aves de los cielos y los peces del mar, todo cuanto pasa por los senderos del mar”.

Al finalizar el poema David escribe: “¡Oh Dios, Señor nuestro, cuán grande es tu Nombre en toda la Tierra”. La escasa ciencia  de su época no convirtió a David en un necio que negase la existencia de Dios, tuvo suficiente con sus ojos para creer que la grandeza de la magnitud del espacio era obra de Dios.

 

 

 

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada