1 JUAN 2:11
“Pero el que aborrece a su hermano está en
tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le
han cegado los ojos”
Este
texto es un pantuflazo a la cara de quienes instigados por el odio aborrecen a
quienes pertenecen a una raza distinta, hablan un idioma distinto, son de sexo
distinto, son homosexuales, pertenecen a una clase social distinta. En resumen,
odian a todos aquellos que no son como ellos. Por ser como son se creen
portadores de la verdad. Todo aquel que no piensa como ellos es basura que merece ser tirada al vertedero.
El
texto que comentamos del apóstol Juan pone en el lugar que le corresponde estar
a la persona que aborrece al hermano: andar en tinieblas. El narciso al ser un
engreído se considera estar por encima de los demás al considerar que es
poseedor de la verdad absoluta. El texto de Juan lo coloca en tinieblas, anda
en tinieblas y no sabe a dónde va porque las tinieblas le han cegado los ojos.
En resumidas cuentas quienes odian andan en tinieblas porque se encuentran
fuera de la órbita de Dios que es luz y en Él no hay ni un ápice de tiniebla.
Quien
aborrece a su hermano se le puede considerar ciego. El ciego anda en tinieblas
porque la luz no penetra en sus ojos y por tanto carecen de visibilidad. De ahí
que aborrezcan a todo aquel que no sea grato a sus ojos maliciosos.
Dios
que es el Creador ha dado leyes que gobiernan la creación. Al hombre también le
ha dado la Ley que le ilumina el camino la cual le permite ver los obstáculos
que aparecen en el sendero y así pueda evitarlos. Esta Ley dada por Dios para
su bien se resume en dos artículos: “Amarás
a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”. Por
nacimiento natural todo ser humano nace
en pecado y, debido a él, todos intentamos escamotear el amor que debemos al
prójimo con la excusa de la pregunta: “Quién
es mi prójimo?”, que un intérprete d la Ley le hizo a Jesús. El
Señor le responde con la parábola que conocemos como la del “Buen samaritano”.
Un hombre yace medio muerto junto al camino. Dos religiosos judíos se acercan
al herido y en vez de ayudarle pasan de largo. Jesús destaca que la tercera
persona que aparece en la escena es un samaritano, persona odiada por los
judíos por practicar una religión distinta a la suya. Éste atiende al herido
con el máximo esmero (Lucas 10: 25-33). Con esta parábola Jesús quiere
enseñarnos que nuestro prójimo lo es cualquier persona que esté a nuestro
alcance y que necesite ayuda. Por ser todos descendientes de Adán no tenemos
que discriminar a nadie. La aplicación de la enseñanza que Jesús transmite con
la parábola del Buen samaritano es de rabiosa actualidad. La infracción del
amor al prójimo se comete a velocidad supersónica. El Señor, cuando
comparezcamos ante su presencia para ser juzgados por lo que hayamos hecho nos
condenará por no haberle amado en
nuestro prójimo necesitado.
PROVERBIOS 24: 10
“Si flojeas en el día de la angustia
significa que tu fuerza es escasa”
La
flojedad en el día de la angustia se nos manifiesta a menudo lo cual pone de
manifiesto que nuestra fuerza espirituales muy escasa. Ello no debe
desanimarnos porque los días de angustia son instrumentos en las manos del
Señor que pueden impulsarnos a buscarte con más intensidad.
“Dice el Santo: ¿a qué, me haréis semejante o
me comparareis? (Isaías
40: 25). Acto seguido el profeta nos invita a alzar los ojos hacia el cielo y
contemplar la grandiosidad de la creación: ”Levantad
en alto vuestros ojos, y mirad quien
creó estas cosas, Él saca y cuenta su ejército, a todas llama por su nombre,
ninguna faltará, tal es la grandeza de su fuerza, y el poder de su dominio” (v.
26). El salmista expone que la materia inerte de la creación no es muda, con su
lenguaje silencioso habla al espectador que tiene ojos para ver y oídos para
oír: “Los cielos cuentan la gloria de
Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro
día, y una noche a otra noche declara sabiduría. No hay lenguaje, ni palabras,
ni es oída su voz. Por toda la tierra salió su voz, y hasta el extremo del
mundo sus palabras” (Salmo 19: 1-4).
“¿Por qué dices, oh Jacob, y hablas tú,
Israel: Mi camino está escondido del Señor, y de mi Dios pasó mi juicio?” (Isaías 40: 27). Una vez puesto de manifiesto
el omnipotente poder de Dios en la creación el Señor nos anima a buscarle para
que no flojeemos en el día de la angustia. “¿No
has sabido, no has oído que el Dios eterno es el Señor, el cual creó los
confines de la tierra? No desfallece ni se fatiga con cansancio, y su
entendimiento no hay quien lo alcance. Él da esfuerzo al cansado, y multiplica
las fuerzas a quien no tiene ninguna.
Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen, pero los que
esperan en el Señor tendrán nuevas fuerzas, levantarán alas como las águilas,
correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán” (vv. 28-31).
“Los que esperan en el Señor tendrán nuevas
fuerzas”.
Esperar en el Señor no consiste en buscarle en momentos puntuales, significa
que se vive en un permanente estado de espera. De la misma manera que
inconscientemente respiramos, la práctica de esperar en el Señor se convierte
en algo natural y espontáneo. Estas son las personas que en el día de la angustia no flojean.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada