ABDIAS 1: 12
“Pero no debiste
tú haber estado mirando en el día de tu hermano, en el día de su infortunio no
debiste haberte alegrado de los hijos de Judá, en el día que se perdieron, ni
debiste haberte jactado en el día de la angustia”
Con la destrucción de Jerusalén por el
ejército babilónico se pone fin al reino de Judá. Edom se alegra de ello. El texto que comentamos es una
denuncia contra la alegría que Edom
mostró al enterarse que Jerusalén había sido arrasada. El profeta Abdías expone la causa de la alegría de Edom. “La soberbia de tu corazón te ha engañado,
tú que moras en las hendiduras de las peñas, en tu altísima morada, que dices
en tu corazón: ¿Quién me derribará a tierra?” (v. 3).
Lo que escribe Abdías es una denuncia contra
la tendencia de alegrarnos del sufrimiento de las personas que nos son
desagradables. Solemos decir: “Se le está bien, se merece lo que le ocurre”.
Catalunya Ràdio que se presenta como la radio nacional de Cataluña, de lunes a
viernes presenta un programa de humor (?) titulado “el búnquer” (baluarte en
castellano) que consiste en relatos ambientados en distintos países y en épocas
diferentes. El programa tiene el propósito de hacer reír a los oyentes
basándose en las calamidades que
sobrellevan los protagonistas de cada capítulo. Lo triste del caso,
según tengo entendido, divierte a los escuchas. En vez de sentir lástima por
las desventuras de los personajes, se alegran de ellas.
En la vida real se narran chistes que tienen
que ver con las desgracias de personas. ¡Ay qué final les espera! “Aun en la risa tendrá dolor el corazón, y el
término de la alegría es la congoja” (Proverbios 14: 13). El baluarte radiofónico y
el chiste de cafetería ponen de manifiesto la necedad que muchas personas manifiestan ante el dolor
ajeno.
Cuando el Señor venga en su gloria para
juzgar a los hombres a los que estarán a su izquierda les dirá: “Apartaos de mí malditos, al fuego eterno,
preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer;
tuve sed, no me disteis de beber; fui
forastero, y no me recogisteis, enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis”.
Entonces le responderán diciéndole: “Señor,
¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo o en la
cárcel, y no te servimos? Entonces les responderá: De cierto os digo que en
cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis.
E irán éstos al castigo eterno” (Mateo 21: 41-46).
En lo que dependa de nosotros tenemos que
hacer el bien a las personas sin
discriminación alguna: “Cuando caiga tu
enemigo, no te regocijes, y cuando tropiece, no se alegre tu corazón” (Proverbios 24: 17).
GÉNESIS 45: 5
“Y ahora, pues, no os entristezcáis, ni os
pese haberme vendido acá, porque para preservación de vida me envió Dios
delante de vosotros”
El
salmista, refiriéndose a José, escribe: “Envió
un varón delante de ellos, a José que fue vendido como esclavo” (Salmo 105:
17). Cuando José se da a conocer a sus hermanos, refiriéndose a la fechoría que
cometieron vendiéndole como esclavo a unos mercaderes madianitas, les está
diciendo que el odio que sentían hacia él, odio que les impulso a venderle como
esclavo y simular su muerte manchando con sangre su túnica de colores para
engañar a su padre, haciéndole creer que una fiera salvaje había destrozado a
su querido hijo. Todas estas martingalas que los hijos de Jacob hicieron para
encubrir su pecado a los ojos de su padre, realmente fueron pasos guiados por
Dios, como reconoce José, para llevar a Israel a Egipto en donde había
abundancia de alimentos y no pereciesen de hambre en Canaán y, a su debido
tiempo, ser liberado de la esclavitud egipcia por el poder de Dios mediante un
vaso de barro como lo era Moisés.
Lo que
ocurre en el mundo no son casualidades. Son pasos ordenados por Dios para
alcanzar sus propósitos. El mundo no está dirigido por la casualidad ni por
accidentes fortuitos que no llevan a ninguna parte, sino por la voluntad de
Dios que sabe de antemano lo que sea más conveniente para sus propósitos. Para
el hombre sin Dios que desconoce qué es la providencia de Dios no tiene sentido
todo lo que le sucede. Dicha ignorancia, al estar desprovisto de la protección
divina le genera ansiedad, estrés, incremento espectacular de las dolencias
mentales como afirman los médicos. Al no creer en Dios, Padre de nuestro Señor
Jesucristo sus pies descansan sobre arenas movedizas que, cuanto más agitados
estén con más rapidez se hunden en la infernal ciénaga.
José
que fue vendido como esclavo a Egipto y
pasó unos años de mucho sufrimiento ocasionado por la maldad de los hombres
como nos enseña su historia guardada en
la Biblia, los pasos de los cuales
fueron guiados por Dios para alcanzar su propósito.
Demos
gracias a Dios por habernos dado el don de la fe que nos ha permitido creer que Él es el
Todopoderoso que con su sabiduría suprema guía el quehacer del mundo para que
se cumplan sus propósitos que no podemos entender aunque tenemos la mente de
Cristo. La Covid-19, la deforestación de Amazonas, la guerra de Ucrania, las graves
hambrunas en África, las tempestades devastadoras, el cambio climático y tantos
otros acontecimientos que causan dolor. Todo ello tiene un propósito que
nosotros desconocemos, que al final es para nuestro bien. Al incrédulo todo
ello le confunde y le desespera. Para el creyente en Cristo, plena confianza en
el Dios de amor que busca el bien de sus hijos. Al final del tiempo
comprenderemos lo que hoy es un jeroglífico indescifrable.
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