PADRES TÓXICOS
<b>Más
vale una palabra a tiempo que cien a destiempo” (Miguel de Cervantes</b>
Montse
que fue testigo de los incidentes que ocurrieron durante el partido de futbol
de los cadetes del Lleida y del Balafia
celebrado el 22 de febrero en el campo del Gardeny en una carta publicada a
SEGRE explica sus impresiones: “Se produjeron unos hechos groseros y de muy mal
gusto por parte de los padres de los jugadores del Lleida. Durante el partido,
en vez de animar a los jugadores y
pasárselo bien, que de esto se trata, se dedicaron a proferir insultos
punzantes y groseros hacia los jugadores
del equipo contrario y al árbitro. No se conformaron con esto, esperaron la
salida de los jugadores para increparlos y le faltó bien poco que no se formase
un buen alboroto”. Montse termina la carta diciendo: “Deseo que esta queja
pueda llegar a alguien responsable y se tomen medidas al respecto”. Sí que
deben tomarse medidas sancionadoras respecto a los comportamientos incívicos que
se producen en el ámbito deportivo. Debe tenerse presente, no obstante, que
dichas conductas deplorables nacen de la toxicidad del corazón y que si
previamente no se le hace una limpieza a fondo, las sanciones se dan al fruto y
no afectan a la raíz que es la que produce los comportamientos deplorables y
condenables.
Se dice
que las parejas que desean casarse deberían hacer cursillos para aprender a ser
buenos padres. De hecho se convocan y se publican muchos libros que enseñan
cómo educar a los hijos. Las enseñanzas que imparten tienen buenas intenciones
pero al ser más bien de carácter sicológico no llegan a lo hondo del alma que
es en donde se generan los pensamientos tóxicos que se convierten en
comportamientos incívicos repudiables y que Montse denuncia en su carta a
SEGRE.
Todas
las personas se comportan como los antiguos israelitas que cometían hechos
detestables y abominables que repugnaban al Señor. Éste, en su misericordia
pretende hacerlos desaparecer. ¿Cómo lo hará? Lo hace de manera muy sencilla porque para Dios no existe nada imposible: “Y
les daré un corazón y un espíritu nuevo dentro de ellos, y quitaré el corazón
de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne” (Ezequiel
11: 19). Pero Dios no puede considerar justo quien es injusto. Como Dios no
puede cometer una injusticia en sus propios ojos, ¿cómo se las arreglará para cambiar el corazón de
piedra que es insensible al bien por otro de carne que se inclina hacia lo
justo?
Una
noche, para no ser visto, un fariseo llamado Nicodemo fue a ver a Jesús para
decirle: “Rabí, sabemos que has venido de Dios como Maestro, porque nadie puede
hacer estas señales que Tú haces, si no está Dios con él” (Juan 3: 2). Jesús le
da a su visitante una respuesta que bien seguro sorprendió a Nicodemo y es muy
posible que al lector también: “De cierto, de cierto te digo, que el que no
nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (v. 3). El fariseo que era corto
de vista porque todavía no había recibido el Espíritu Santo, le dice a Jesús:
“¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?” (v.
4). La duda de Nicodemo bien seguro que también la tiene el lector. Entre Jesús
y Nicodemo se inicia un diálogo que trata sobre qué es el nuevo nacimiento.
Israel después de la salida de Egipto para dirigirse a la Tierra Prometida
poseía un corazón de piedra que le impedía creer en el Señor que los guiaba a
su destino. A la más mínima dificultad se quejaban contra Él. Dios en respuesta
a su perenne rebeldía les envía una plaga de serpientes que mordía al pueblo.
Los mordiscados morían. El pueblo reconoce su pecado y acude a Moisés para que
interceda por ellos. Moisés lo hace. La respuesta que recibe de Dios es: “Hazte
una serpiente de bronce, y ponla sobre una asta. Y cualquiera que fuese mordido
y mire a ella, vivirá” (Números 21: 5-9). Jesús interpreta el significado que
tenía la serpiente de bronce que curaba
a quienes habiendo sido mordidos miraba hacia ella: “Y como Moisés levantó la
serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea
levantado, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida
eterna” (Juan 3: 14, 15). El nuevo nacimiento no se consigue afiliándose a una
secta religiosa aun cuando se apode cristiana, sino por la fe en Jesús
crucificado y resucitado. Este es el significado que tiene la serpiente de
bronce: Jesús salva de sus pecados al pueblo de Dios: “De manera que si alguno
está en Cristo, nueva criatura es, las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5: 17). En
Jesús se comienza a andar en novedad de vida a la vez que se deja atrás la
toxicidad del corazón.
En
Cristo los padres aprenden a ser padres como Dios manda. Los padres que tienen
que ser ejemplo para sus hijos tienen que ser modelos de buen comportamiento para ellos. Lo triste es
que muchos padres ven la mota en el ojo
de su vecino pero no ven la biga que hay en el propio. Los padres tóxicos que
desgraciadamente abundan, tendrían que hacer una sincera introspección para
darse cuenta de los numerosos pensamientos tóxicos que generan sus corazones.
Dicho descubrimiento debería motivarlos a orar como lo hizo el rey David:
“Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mis pecados. Porque yo reconozco
mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti
solo he pecado, y he hecho lo mal delante de tus ojos” (Salmo 51. 2-4). Si se
hace esta plegaria, la toxicidad que se esconde en lo más hondo del alma irá
desapareciendo para dar paso a pensamientos buenos que producirán actitudes
edificantes. La Montse no tendría que escribir más cartas denunciando conductas
incívicas de los padres en los campos de futbol.
Octavi Pereña i Cortina
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