MARCOS 5: 27
“Y cuando oyó hablar de Jesús, vino por
detrás entre la multitud y tocó su manto”
Como
siempre Jesús atrae multitudes que se amontonan a su alrededor. De entre la
muchedumbre destaca una mujer que voluntariamente toca a Jesús con la creencia
de “si toco solamente su manto seré
salva” (v. 28). La fe es lo que distingue a la mujer del resto de la
multitud que seguía a Jesús con el propósito de hacerle rey porque con Él se
acabarían los problemas materiales. No le reconocían como el Salvador de sus
almas. Lo único que le importaba a esta multitud amorfa era llenar la panza y
ponerse a descansar debajo de la higuera.
La
mujer anónima era consciente de que estaba enferma. Como dice Jesús: “Los sanos no tienen necesidad de médico,
sino los enfermos” (Mateo 9: 12). El contexto inmediato nos dice que se
refería a los enfermos del alma: “Id,
pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque
no he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (v13).
Volviendo
a la mujer, al decirle Jesús: “Hija, tu
fe te ha hecho salva, ve en paz y queda sana de tu azote” (v. 34), nos da a
entender que tenía fe en que Jesús la curaría no solo físicamente, también
perdonaría sus pecados. En otros casos a los curados Jesús les dice: “no peques más”. A la mujer no se lo
dice porque su enfermedad no era la consecuencia de un pecado concreto.
La
muerte es la consecuencia del pecado. Como todos sin excepción hemos pecado,
también todos sin excepción moriremos. Las enfermedades nos avisan que somos
mortales y que el jinete que lleva en la mano la guadaña con la que segará
nuestra vida viene a nuestro encuentro. Las enfermedades nos avisan de que
estemos preparados para que cuando la guadaña sigue nuestra vida estemos
preparados para entrar en la vida eterna.
Desearía
que el lector no fuese un número en medio de la multitud que envuelve a Jesús,
sino una persona con nombre y apellidos
que espiritualmente toque el manto de Jesús para que de Él salga el
poder curador que necesitas. Espiritualmente tu pecado que ocasiona que tengas
que morir te es perdonado en el acto. Puede ser que físicamente tengas que
seguir cargando con achaques. Si es así te dará la fuerza para
sobrellevarlos con la paz y la
tranquilidad que Jesús da quienes creen
en Él. En el día de la resurrección tu
cuerpo mortal y corruptible te será revestido de incorruptibilidad e
inmortalidad. Eternamente gozarás de plena salud porque en el Reino de Dios la
enfermedad, muerte y el dolor ya no
existen.
PROVERBIOS 24: 10
“Si flaqueas en el día de la angustia
significa que tu fuerza es poca”
Cuando
viento en popa y a toda vela sopla suavemente y nuestras vidas navegan
dulcemente, nos hace pensar que somos personas maravillosas, que los vientos
favorables que impulsan suavemente nuestras vidas son el resultado de nuestro
bien hacer. La vida es dulce, agradable, apacible, prospera, feliz. ¡Ay! De repente el mar
tranquilo se convierte en olas amenazadoras y los vientos adversos nos llevan a
chocar contra los arrecifes. Es en esta situación adversa cuando se pone de manifiesto la calidad de nuestras vidas.
Hemos
tenido años de bonanza económica. Hemos comprado segundas viviendas. Viajado a
paraísos remotos. Llenado nuestros hogares de objetos inservibles que son
molestia a la hora de hacer la limpieza doméstica. Ahí tenemos todo aquello que
significa la prosperidad que gozamos. Ahora los vientos favorables se han
girado en contra nuestra. Los bolsillos se han agujereado y nos hemos quedado
sin blanca. Muchos que gozaban de prosperidad ahora dependen de la beneficencia
pública o privada. La pandemia de la Covid-19 ha trastornado nuestra manera de
vivir. La invasión de Ucrania por Rusia toca de cerca a los europeos.
Nubarrones de penuria nos amenazan. Los años de vacas gordas dan paso a años de
vacas flacas. Es ahí donde tenemos que prestar atención al texto que sirve de
base a esta meditación. ¿Cómo reaccionamos ante los vientos adversos que con
ímpetu chocan contra nosotros y nos hacen tambalear?
El
hecho es que el tiempo adverso por el que navegamos hace incrementar los
trastornos emocionales que afecta a todas las edades obligando a solicitar cita
a los especialistas en trastornos mentales. Ello prueba que nuestra “fuerza es poca”. La adversidad pone de
manifiesto nuestra debilidad. Que no somos Sansón. Es bueno que la adversidad
ponga de manifiesto lo débiles que somos. El espejismo de un oasis de agua
fresca rodeado de palmeras que nos protegen del sol, ha desaparecido. La
realidad es que hemos estado en un desierto. Es bueno que nos demos cuenta de
la realidad tal como es porque pone de manifiesto que necesitamos a Jesús el
Médico del alma que nos puede proporcionar la medicina que nos dará la
fortaleza necesaria para que no andemos tambaleándonos como si estuviésemos
borrachos. La prosperidad nos ha engañado y nos ha hecho creer que podemos
vivir sin Dios. La adversidad nos descubre que le necesitamos. Dios en su
misericordia dice a quienes tienen oídos para oír: “¿No sabes que el Dios eterno que ha creado el mundo no se cansa ni se
fatiga? Este Dios es quien nos dice: “Él
da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas a quienes no tienen ninguna. Los muchachos se fatigan y se
cansan, los jóvenes flaquean y caen, pero los que esperan en el Señor (Jesús)
tendrán nuevas fuerzas, levantará alas como las águilas, correrán y no se
cansarán, caminarán y no se fatigarán” (Isaías
40: 28-31).
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada