diumenge, 27 de març del 2022

 

LUCAS 1:79

“Para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte, para encaminar nuestros pies por camino de paz”

Al octavo día del nacimiento del hijo de Elisabet que había sido estéril hasta la vejez, se circuncidó al niño y se le puso Juan por nombre. Zacarías el padre del recién nacido, lleno del Espíritu Santo se dirigió a los asistentes al acto. ¡Asombroso! En vez de referirse al recién nacido, ni mencionar el milagro de que su esposa había concebido fuera de tiempo, se refiere al Niño que en aquel momento se encontraba en el vientre de María. El sacerdote dice: “Bendito el Señor Dios de Israel, que ha visitado y redimido a su pueblo, y nos levantó un poderoso Salvador, en la casa de David su siervo” (Lucas 1: 68,69).

Zacarías concluye su profecía diciendo: “Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, con que nos visitó desde lo alto de la aurora, para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte, para encaminar nuestros pies por camino de paz” (vv. 78, 79).

Tres meses después, cuando los ángeles que anuncian a los pastores que en Belén ha nacido el Mesías largamente esperado, les dicen: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz buena voluntad para con los hombres!” (Lucas 2: 14).

El profeta Isaías anunciando la venida del Mesías, escribe: “Porque un Niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro, y se llamará su Nombre…Príncipe de paz”                (9: 6). ¿Un Niño recién nacido incapaz de valerse por sí mismo, dependiendo totalmente del cuidado de sus padres? ¿llevará a los hombres por camino de paz? ¿Llenar la Tierra de paz y de buena voluntad para con los hombres? ¿Qué será llamado Príncipe de paz? Inaudito! Los hombres hablan mucho de paz. Isaías dice: “no hay paz dijo mi Dios para los impíos” (57: 21). Zacarías dice en su profecía que Dios ha levantado un poderoso Salvador, en la casa de David su siervo”. Son muchos quienes oyen las promesas de Dios y muy pocos quienes las creen. Tienen oídos para oír, pero no oyen. a estos incrédulos no les dice nada que Dios en Jesús haya levantado un poderoso Salvador. Únicamente necesitan un poderoso Salvador aquellos que están muertos en sus delitos y pecados.

En un mundo poblado de impíos no puede haber paz porque el Príncipe de paz no mora en sus corazones. El mundo impío quiere paz pero hace guerra. La fe en Jesús que había a quienes estaban muertos en sus delitos y pecados abrió sus oídos para que creyesen en el Príncipe de paz. La fe en el poderoso Salvador de quien nos habla Zacarías puede abrir los oídos del lector para que pueda hacerse suya la paz que ofrece el Príncipe de paz.


 

ISAÍAS 10: 1, 2

“¡Ay de quienes dictan leyes injustas y prescriben tiranía, para apartar del juicio a los pobres, y para quitar el derecho a los afligidos de mi pueblo, para despojar a las viudas, y robar a los huérfanos!”

Las  autoridades han sido establecidas por Dios para que en su Nombre legislen, juzguen y gobiernen. Siendo representantes de Dios en la Tierra deberían reflejar la justicia de Dios. Si los hombres y las mujeres que gobiernan aborrecen a Dios, su impiedad se reflejará a la hora de legislar, administrar justicia y gobernar.

El texto que comentamos comienza con un “¡Ay!” Es una señal de advertencia para quienes siendo representantes de Dios en la Tierra en sus decisiones legislativas, judiciales y de gobierno no reflejan el carácter de Dios.

“¡Ay!” dice el profeta de “quienes dictan leyes injustas y prescriben tiranía, para apartar del juicio a los pobres, y para quitar el derecho a los afligidos de mi pueblo, para despojar a las viudas, y robar a los huérfanos!”

La injusticia de los legisladores, de los jueces y de los gobernantes han sido las características de los poderes públicos durante todas las generaciones sin descuidar la presente. Los dirigentes político-judiciales en la antigüedad se les conocía como “varones de renombre”                        (Génesis 6: 4). Por el poder adquirido creen que no tienen que dar cuenta a nadie de sus actos. Se pueden colocar por encima de las leyes que ellos promulgan y que obligan a cumplir a quienes consideran chusma. Se colocan encima de un pedestal del que no están dispuestos a bajar. Harán las mil y una para permanecer inamovibles  en sus butacas. Se olvidan de algo muy importante: Por encima de ellos, sentado en su trono se encuentra Dios a quien representan de manera tan ignominiosa. Llegado el momento por Él establecido, les dirá: “Amigos, hasta aquí hemos llegado”.

Dios es paciente con los hombres. No se deja llevar por los impulsos. Con tiempo prepara poner fin a las tropelías que hacen los “varones de renombre” de cada época. A su debido tiempo pondrá fin a las tropelías de Asiria: “Oh Asiria, vara y báculo de mi furor, en su mano he puesto mi ira. Le mandaré contra una nación pérfida y sobre el pueblo de mi ira le enviaré…”(Isaías 10: 5, 6). Para todo hay un tiempo. También los hay para castigar a los malvados. Ante el tribunal de Cristo las amnistías ni los indultos sirven. Dios que conoce al dedillo las obras de quienes juzga dará a cada uno según sus obras.

 

 

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