CAUDILLOS FAMOSOS
<b>Los
caudillos famosos esclavizan a sus seguidores al robarles el derecho a la
crítica</b>
“Siembra
vientos y recogerás tempestades”. La ley de la siembra: “Lo que siembras
recoges”. En el año 1909 <b>Felippo Tomasso Marinetti</b> que fue
el ideólogo del fascismo italiano escribió el <i>El Manifiesto de la
mujer futurista</i>. Es un menosprecio a la mujer normal y un
exaltamiento a la <i>|heroína</i>. “Por esto la revolución no puede
hacerse sin ella. Por esto en vez de
menospreciarla hemos de ir a su encuentro. Ella es la conquista más
fructífera, la que, en lo que le atañe, incrementará los seguidores. Pero sin
Feminismo. El Feminismo es un error político. El Feminismo es un error cerebral
de la mujer, un error que su instinto acabará por reconocer. No hay que darle a
la mujer ninguno de los derechos que reclama el Feminismo. Concederle esos
derechos no produciría ninguno de los desórdenes anhelados por lo futuristas,
sino que por lo contrario, determinará un exceso de orden. La mujer se ha
dejado domesticar. Pero lánzale un nuevo mensaje, o un grito de guerra, y
entonces, retomando gozosamente su instinto, caminará delante de ti hacia
insospechadas conquistas. Cuando tengas que usar las armas ella las lustrará.
Te ayudará a escogerlas”. La mujer femenina no tiene lugar en los futuristas.
Para estos la mujer ideal es aquella “que en la próxima guerra nos traiga
heroínas como Catalina Sforza, la cual durante el saqueo de su ciudad, viendo
desde las almenas a sus enemigos amenazar la vida de su hijo para forzar así su
rendición, señalando heroicamente sus genitales, gritó: “¡Matadlo! ¡Aún tengo
un molde para hacer uno más!” Con esta filosofía de los futuristas no debe
extrañarnos que en 1914 empezase una devastadora guerra y que en 1940 comenzase otra tanto o más
destructora. En el momento que empiezo a redactar el borrador de este escrito,
la mañana del 24/02/2022 ha comenzado a caer las bombas sobre Ucrania. Bien
puede decirse que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la
misma piedra.
“Glorifiquemos
la guerra, única higiene/ del mundo, el militarismo, el patriotismo,/ el gesto destructivo portador de felicidad,/
las bellas ideas por las que vale la/ pena morir, y el desprecio a la mujer”
(<b>Felippo Tomasso Marinetti</b>).
El eje
Berlín, Roma, Tokio parecía que iba a comerse el mundo. Avances espectaculares
en los campos de batalla. La manzana estaba podrida por dentro. La corrupción y la injusticia los
condujo al desastre total. ¿De qué sirvió tanto dolor causado por la quimera de
querer ser los amos del mundo? Ningún imperio sobrevive a la corrupción
interna. “La justicia enaltece a la nación: pero el pecado es el oprobio de los
pueblos” (Proverbios 14: 34).
Cuando
el Nombre de Dios se borra de la faz de la Tierra entran en el escenario los
padres que engendran a “los poderosos, los hombres de fama de la antigüedad”
(Génesis 6: 4) que se van reproduciendo en todas las generaciones hasta llegar
a la nuestra. Caudillos que deslumbran a las masas con sus proclamas de
grandeza y de orgullo nacional. Seducen con palabras dulces que esconden veneno
de áspid para conducirlos inconscientemente hacia el matadero. Todo para
disfrutar de un fugaz segundo de gloria con el que se pretendía satisfacer el
insaciable deseo de poder. “Glorifiquemos la guerra, única higiene/ del mundo,
el militarismo, el patriotismo,/ el
gesto destructivo portador de felicidad,”. La filosofía del ideólogo del
fascismo italiano pervive con distintos nombres a lo largo de los siglos desde el
inicio de la historia cuando Adán en representación de toda su descendencia
cometió la insensatez de desobedecer el mandato divino creyendo que a él no lo
mandaba nadie, excepto él mismo. Tan
desatinada decisión dio origen a la guerra con todo el sufrimiento que le
acompaña. Su hijo Caín dio muerte a su hermano Abel. A partir de ahí el aumento
de muertes violentas ha sido considerable.
Los
caudillos de renombre y sus seguidores que se dejan seducir por sus proclamas
bélicas patrióticas son responsables de sus actos.
Todos
sin excepción llevamos el engendro del pecado y al ver los destrozos que
ocasiona, nos preguntamos: “Si Dios existe, ¿por qué permite tanto
sufrimiento?” No puedo dar una respuesta dogmática porque los pensamientos de
Dios son más altos que los de los hombres. Sí sé, que la aparente indiferencia
de Dios tiene el propósito de castigar a quienes hacen mal. Si no lo hace aquí
en la Tierra lo hará en la eternidad. Nadie dejará de comparecer ante el
tribunal de Cristo para dar cuenta de sus obras.
Quienes
dicen que Dios no existe, su negacionismo no hace desaparecer la realidad.
“¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas? Se
levantarán los reyes de la Tierra, y príncipes consultarán unidos contra el
Señor y contra su Ungido (Jesús), diciendo: Rompamos sus ligaduras, y echemos
de nosotros sus cuerdas. El que mora en los cielos se reirá, el Señor se
burlará de ellos. Luego hablará a ellos en su furor, y los turbará con su ira.
Pero yo he puesto mi Rey sobre Sión, mi santo monte. Yo publicaré el decreto,
el Señor me ha dicho: Mi Hijo eres tú, yo te engendré hoy. Pídeme y yo te daré
por herencia las naciones y como posesión los confines de la Tierra” (Salmo 2:
1-8).
El
salmo segundo es el anuncio profético de los sufrimientos de Jesús para
salvación del pueblo de Dios y su glorificación al final del tiempo. Hasta que
este día no llegue Dios muestra su paciencia porque desea que todos los hombres
se salven. Cuando el vaso colme y derrame su maldad entonces se cumplirá la sentencia,
sea aquí en la Tierra o más tarde después del fallecimiento. Nadie podrá eludir
tener que presentarse ante el tribunal presidido por Jesús.
Octavi Pereña i Cortina
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