diumenge, 6 de febrer del 2022

 

2 REYES 17: 33

“Temían al Señor, y honraban a sus dioses, según las costumbres de las naciones de donde habían sido trasladados”

Se puede resumir la historia religiosa de Israel con estas palabras: “Porque los hijos de Israel pecaron contra el Señor su Dios que los sacó de la tierra de Egipto” (v. 7). Aun en los momentos más oscuros de la historia de Israel aparece un profeta de Dios invitando al pueblo al arrepentimiento. El profeta Jeremías una vez más invita a Israel a volver a sus Dios, diciéndoles: “Así dijo el Señor: Paraos en los caminos, y preguntad por las sendas antiguas, cual sea el buen camino y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma” (Jeremías 6. 16).

El profeta hace una invitación al pueblo de Dios a que haga un alto en el camino y sosegadamente pregunten: “por las sendas antiguas”. En las sendas antiguas aparecen muchos caminos que no conducen a la meta deseada. En la encrucijada el camino se bifurca en dos. El uno lleva a Reino de Dios y el otro al reino de Satanás. Ante la duda, ¿Qué camino escoger? El profeta nos dice: ”preguntad” ¿A quién? A Satanás no porque es el padre de mentira que nos llevará a la perdición. Tenemos que preguntar a Jesús que es el Camino que lleva al Padre que nos enseña a escogerle a Él que es el único camino que nos lleva al Dios eterno.

Agobiados por un deambular sin rumbo por el desierto de este mundo nuestra almas piden un descanso para recuperar fuerzas. Nos sentamos en una roca junto al camino y le pedimos  a Dios que nos guie por el buen camino. La petición tiene que ser honesta. Los israelitas nos dan el mal ejemplo de pedir ayuda a Dios y cuando la han recibido se olvidan de Él y vuelven a los antiguos senderos del pecado. Nuestra petición tiene que ser motivada por una genuina necesidad del agua viva y el pan de vida que es Jesús.

No cometamos el error en que cayeron los israelitas que ante la invitación del profeta Jeremías respondieron: “No andaremos por los caminos del Señor” Y así fue: su decadencia no paró en su descenso hasta que Jerusalén con el templo fueros arrasados por el ejército babilónico. Con ello despareció la presencia simbólica de Dios entre su pueblo. Pero Dios en su misericordia sigue tendiéndonos la mano e invitándonos para que nos volvamos a Él. ¿Seguiremos el necio ejemplo de los israelitas: “No andaremos por los caminos del Señor”?


 

LUCAS 14: 13, 14

“Mas cuando hagas  banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos, y será recompensado, porque ellos no pueden recompensarte, pero te serás recompensado en la resurrección de los justos”

El texto que comentamos forma parte de la parábola del banquete de bodas. La parábola denuncia lo que Jesús vio “cómo escogían los primeros asientos a la mesa” (v. 7), Jesús denuncia el orgullo de los comensales cuando dice: “Si eres convidado por alguien a bodas no te sientes en el primer lugar” (v. 8). Quien actúa de esta manera, sentándose en la mesa presidencial, pretende manifestar cuán importante persona es. La precipitación es una mala consejera porque puede ser el preludio del bochorno que hace enrojecer: “No sea que otro más distinguido que tú esté convidado por él, y viniendo el que le convidó a ti y a él, te diga: Da lugar a éste, y entonces comiences con vergüenza a ocupar el último lugar” (vv.8, 9)  ‘Qué  vergüenza tener que levantarse ante la mirada de todos los asistentes al banquete de bodas para tener que sentarse en el último rincón de la sala!

En un mundo de fanfarrones la humildad no se cotiza. Jesús que es “manso y humilde de corazón” (Mateo 11: 29), la elogia: “Mas cuando seas convidado, vé y siéntate en el último lugar, porque cuando venga el que te convidó, te diga: Amigo, sube más arriba, entonces tendrás gloria delante de los que se sientan contigo a la mesa” (v. 10).

Ahora es cuando Jesús pronuncia la gran sentencia sobre la humildad: “Porque cualquiera que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”  (v.11).

Jesús que siendo “manso y humilde de corazón” se despojó de su gloria divina haciéndose hombre humillándose hasta el punto de morir en la cruz como un vulgar malhechor para salvar al pueblo de Dios de sus pecados, recibió la gloria al ser resucitado de entre los muertos. Tal vez la humildad del creyente en Cristo no sea vista con buenos ojos porque se la considera un signo de debilidad. Dios le recompensará en la resurrección de los justos.

 

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