diumenge, 27 de febrer del 2022

 

SALMO 119: 9

“¿Con qué limpiará un joven su camino? Con guardar tu palabra”

El filósofo Francisco Rico, en una entrevista dijo: Un buen libro “tiene que servir más allá del entretenimiento y enseñar lo que es perdurable”. Pienso que el filósofo hace esta declaración como estudioso de la lengua en todas sus manifestaciones, especialmente en los clásicos de la literatura como formadores del lenguaje. Si es así, cuando dice que un buen libro es el que enseña lo que es perdurable, debe referirse a la instrucción ético-moral además calidad literaria.

El texto que comentamos además de la ética y la moral, un buen libro tiene que enseñar el camino de la vida. En este sentido solamente existe un libro que cumple con el requisito de enseñar el camino de la vida: la Biblia, el libro divino-humano. Humano porque lo escribieron hombres que conservaron sus peculiaridades individuales a la hora de redactar su participación. Divino, porque fue el Espíritu Santo quien inspiró a las personas escogidas a escribir la Verdad que Dios quiere que los hombres conozcan para que puedan encontrar el camino de la vida.

Todas las religiones tienen sus manuales que contienen el conjunto de creencias y prácticas que deben creer y practicar sus fieles. Todas las religiones sostienen que sus fundadores de alguna manera u otra fueron inspirados por Dios. Como quiera que sus enseñanzas son tan diversas y contradictorias nos tenemos que preguntar ¿cuál de estos dioses es el verdadero?

La diferencia entre el cristianismo y las otras religiones se encuentra en el hecho de que el Hijo de Dios encarnado en el hombre Jesús  es quien escoge e instruye personalmente a aquellos hombres que en el aspecto humano son los fundadores del cristianismo. En las otras religiones son los hombres que se autoproclaman representantes de Dios en la Tierra y capacitados para escribir los cánones con los que tienen que regirse cada una de ellas. Dejemos que las religiones discutan entre ellas para esclarecer cuál de ellas es la verdadera.

En nuestras manos tenemos la Biblia que declara que sus autores humanos fueron inspirados por el Espíritu Santo, esta peculiaridad hace que el Libro sea “útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3: 16, 17).

El texto que sirve de base a esta meditación pregunta. “¿Con qué limpiará un joven su camino?” ¿No nos preguntamos infinidad de veces qué vamos a hacer con esta juventud que comete tantas vilezas? No se encuentra respuesta sin tener la Biblia a mano y leída. El texto responde con absoluta certidumbre: “Con guardar tu Palabra”. Vuelvo a escribir el texto presentado anteriormente porque lo considero de trascendental importancia para el problema de la juventud alborotadora que ocupa amplios espacios en los medios de comunicación: “útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”. Lancemos la Biblia fuera de los hogares. Hagamos que los padres la detesten. Permitamos que los hijos la ignoren. El resultado será que los medios de comunicación seguirán informando de delitos de sangre cometidos por hijos cada vez más jóvenes.


LAMENTACIONES 3: 24

“Mi porción es el Señor, dijo mi alma, por tanto en Él esperaré”

Jeremías que es el autor de Lamentaciones se le apoda “el profeta llorón” porque se siente profundamente conmovido por la trágica situación en que se encuentra su pueblo. La gloria de Israel que era Jerusalén y el templo edificado en ella  habían sido arrasados por el ejército babilónico. El pecado de los judíos había sido el causante de la destrucción. Jeremías y con él todos los profetas que había enviado Dios llamaron al pueblo al arrepentimiento. Como que no querían escuchar sus oídos se hicieron sordos a las advertencias de los profetas. Cuando el vaso de la maldad colmó, llegó el castigo de Dios anunciado machacadamente.

En medio de la desolación en que se encontraba, Jeremías levanta los ojos al cielo y contempla el rostro misericordioso de Dios que resplandece por encima de su faz airada por haber sido su Nombre blasfemado por el pueblo.

Nos encontramos en situación parecida a la que se hallaba el antiguo Judá. Durante el siglo XX Europa sufrió dos devastadoras guerras. Hoy 24 de febrero de 2022, Rusia ha iniciado la invasión de Ucrania que no se sabe cómo va a acabar. Thomas Jefferson dijo: “Tengo bastante con haber visto una guerra como para desear ver otras”. Nos hartamos de ver por televisión los desastres y el sufrimiento que acompañan a las guerras y los gobernantes se sienten a gusto iniciando otras. Los hombres tenemos los corazones tan endurecidos que nos hemos hecho insensibles al amor de Dios que nos impulsa a amar a nuestro prójimo En medio de los espesos y amenazadores nubarrones un rayo de esperanza los atraviesa para llegar hasta nosotros. No todo está perdido. “Por la misericordia del Señor no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias” (v. 22). Durante el largo  asedio a que fue sometida Jerusalén y por las penalidades que padeció el profeta por no haber renunciado el profeta a anunciar el mensaje amenazador si Jerusalén no se arrepentía. Jeremías contempla la misericordia de Dios reflejada en su rostro.

La misericordia de Dios hacia los hombres no se cansa de manifestarse: “Nuevas  son cada mañana, grande es tu fidelidad”. Quienes aman al Señor tienen su recompensa. La fe le hace decir a Jeremías: “Mi porción es el Señor, dijo mi alma, por tanto en Él esperaré” (v.24). Sea bajo un sol abrasador o cubierto por nubes amenazadoras, el creyente tiene que reaccionar de la misma manera como lo hizo Jeremías: “En Él esperaré”. “Bueno es el Señor a los que en Él esperan, el alma que lo busca. Bueno es esperar en silencio la salvación del Señor” (vv. 25, 26).

 

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada