dissabte, 22 de maig del 2021

 

LUCAS 11:8

“Y os digo que aunque no se levante a dárselos por ser amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará lo que necesita”

El ejemplo sirve para que los que ven lo que uno hace se interesen por lo que se está haciendo. ”Estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo. Señor, enséñanos a orar”. Viendo los discípulos la intensidad con que Jesús oraba, lo más probable en un lugar apartado, alejado del mundanal ruido, se interesaron por la oración, diciéndole: “Señor enséñanos a orar”. El resultado dicha petición  fue el Padrenuestro. Enseñó algo que con demasiada frecuencia no se tiene en cuenta. Nos enseña a ser inoportunos en nuestras oraciones. Lo hace enseñando la parábola del amigo inoportuno que se puede relacionar con la del juez injusto y la viuda (Lucas 18: 1-8).

En la parábola del amigo inoportuno, el amigo se presenta a medianoche para que le preste tres panes. Jesús nos ofrece la interpretación: “Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser amigo, sin embargo por su inoportunidad se levantará y le dará lo que necesite. Porque todo aquel que pide, recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abrirá” (vv.8-10). Jesús nos enseña a pedir, buscar, llamar. No de vez en cuando, cuando me acuerde, cuando me parezca bien, sino a medianoche, cuando es la hora más inoportuna para ir a la casa del amigo a pedirle tres panes. Es una manera muy clara de decirnos que tenemos que orar sin cesar. En momentos puntuales tenemos que recogernos en lo secreto de nuestra habitación y cerrada la puerta presentar nuestras súplicas al Señor. Cuando el rey Artajerjes le preguntó a Nehemías que actuaba como copero del rey: “¿Qué pides?” Nehemías no tuvo tiempo de retirarse a un lugar solitario. De pie ante el monarca: “Oró al Dios de los cielos” (Nehemías 2: 4). Una oración inoportuna que el Dios de los cielos escuchó.

La viuda que “venia al” (juez) diciendo: Hazme justicia de mi adversario” (Lucas 18: 3). Cansado el juez de que día sí y otro también se presentase ante él a que se le hiciese justicia, el juez injusto se dice: “Sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia” (v.5) ¿Qué dice  Jesús al respecto?: “Oíd lo que dijo el juez injusto. ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a Él día y noche? ¿Se tardará responderles? Os digo que pronto les hará justicia” (vv. 6-8). Tenemos que prestar atención a la pregunta que Jesús nos hace al final de la parábola: “Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (v.8). No creo que se refiera a la fe salvadora que es don de Dios, sino a la fe persistente que es responsabilidad humana poseerla y que enseñan las dos parábolas. ¿La posee el lector?


 

LUCAS 11: 1,2

“Y Jesús estaba orando en un lugar, y cuando terminó uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar…Y les dijo: Cuando oréis, decid: (Lucas11: 1,2).Les enseñó el Padrenuestro.

Quienes en la infancia vivimos el nacionalcatolicismo se nos enseñó a recitar el Padrenuestro de carretilla. Cuando nos confesábamos la penitencia que nos imponía el confesor era rezar un Padrenuestro y tres avemarías. Las avemarías dejémoslas a un lado porque es una superstición que tenemos que olvidar. Pero en el Padrenuestro sí que tenemos que detenernos y reflexionar porque es la oración que Jesús enseñó a sus discípulos en respuesta a su petición. “Señor enséñanos a orar”.

El Padrenuestro no es una oración que aprendida de memoria tengamos que recitar como papagayos, ignorando su significado. Jesús no lo enseñó para que sus discípulos la repitieran una y otra vez en sus oraciones, sino para darnos unos principios que deberían incluirse en las oraciones que regularmente tenemos que decir cuando nos encerramos en lo secreto de nuestra habitación lejos de las miradas de los hombres.

Lo primero que nos enseña la oración modelo es a dirigirnos a nuestro Padre que está en los cielos. Amarás a Dios sobre todas las cosas”. De nuestros labios no debe salir otro Nombre que el de Dios trino. El orante tiene que creer que Dios existe. Si no es así, ¿para qué sirve orar en alguien en quien no se cree?

Cuando dice: “Venga tu reino” nos dice que no estemos satisfechos en el reino terrenal en que vivimos. Que deseamos encontrarnos ya en el celestial en el que existe la justicia en toda su plenitud, en donde no se producen lágrimas que enjugar porque allí el dolor no existe.

“Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. Quien pronuncia esta petición está reconociendo que tiene que arrepentirse de ser desobediente a la voluntad de Dios, que en más de una ocasión la propia se antepone a la de Dios. Reconocida la desobediencia y pedido perdón por el pecado, aunque parezca contradictorio contribuye a que la tierra se vaya pareciendo más al cielo.

“El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”, nos enseña a depender de la providencia divina y reconocer que es Él quien provee todas nuestras necesidades. Si Él cuida de las aves y viste de belleza los lirios del campo, ¿cómo no va a cuidar de nosotros “¿hombres de poca fe?”?

“Y perdónanos nuestros pecados, porque también  nosotros perdonamos  a todos los que nos deben”. Acostumbramos a decir. “perdono pero no olvido”. El resentimiento por las ofensas recibidas corroe nuestras entrañas. Si Dios ha lanzado en lo profundo del mar nuestros pecados y no se acuerda de ellos perdonar a todos los que nos deben es la mejor medicina contra los trastornos mentales tan frecuentes hoy.

“Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal”. Algunas versiones traducen maligno. Creo que se ajusta más a la realidad porque es el maligno quien nos induce a hacer el mal. “Resistid al diablo y huirá de vosotros” (Santiago 4:7), para ello tenemos que ser revestidos con la armadura de Dios.

 

 

MANOS LIMPIAS

<b>El único detergente que deja las manos limpia como una patena es la sangre de Jesús que borra todos los pecados</b>

La Biblia es el libro que a la hora de escribirse participaron dos redactores: Los cronistas por  parte humana y el Espíritu Santo por la divina. A los primeros debe saberse poner en el lugar secundario que les corresponde. Al Espíritu Santo en el lugar preeminente que le corresponde. “Entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios  hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1: 20,21). El contenido de la Biblia no es casual. “Los santos hombres de Dios” inspirados por el Espíritu Santo escribieron el texto sagrado, no para distracción de los lectores sino para instruirlos a andar por los caminos de la ética positiva.

<b>Poncio Pilato</b>, gobernador en una lejana provincia romana no habría quedado su nombre registrado en los anales de la historia si no hubiese sido por su desafortunada participación en el juicio de Jesús. ¿Es casualidad que su nombre aparezca en el Libro sagrado de los cristianos? En absoluto. Tiene mucho que enseñar en la administración de justicia de las generaciones posteriores. ¿Aprenderemos algo de cómo Pilato condujo el juicio de Jesús?

Era Pascua “y por la fiesta el gobernador acostumbraba a librar al pueblo una persona, a que quisiesen” (Mateo 27: 15). A ser liberados había dos candidatos: Barrabás y Jesús. El candidato de <b>Pilato</b> era Jesús “porque sabía que” (el sumo sacerdote y sus secuaces) “lo habían entregado por envidia” (v. 18). El gobernador romano sabía que Jesús era inocente de los cargos que los sacerdotes presentaban contra Él. No necesitaba preguntar a la multitud a quien tenía que dejar en libertad. Barrabás tenía las manos manchadas de sangre. A primera vista parecía  que sería cosa de coser y cantar, pero, “los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a la multitud que pidiesen a Barrabás y matasen a Jesús” (v. 20). Se produjo un forcejeo entre <b>Pilato</b> y la multitud. Salió vencedora la muchedumbre que tenía sed  de contemplar un espectáculo sangriento.

Las autoridades que son establecidas por Dios, <b>Pilato</b>, lo era, lo son para administrar justicia. Deben ser imparciales y no recibir soborno “porque el soborno ciega a los que ven, y pervierte las palabras de los justos” (Éxodo 23: 8). <b>Pilato</b> no fue sobornado con denarios. Lo fue con poder. <b>Pilato</b> deseaba liberar a Jesús, “pero los judíos gritaban diciendo: “Si a este sueltas, no eres amigo del César, todo el que se hace rey, a César se opone” (Juan 19: 12). Al oír esto tuvo miedo. Tuvo que decidir entre ser justo y perder el cargo o ser injusto y conservar  la butaca. Optó por lo último. Quiso eludir su responsabilidad de la muerte de Jesús con una escenificación que no se cansa de dar vueltas por el mundo hasta nuestros días: “Tomó agua y s lavó las manos delante del pueblo diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo, allá vosotros” (Mateo 27: 24). La crucifixión de Jesús no fue un accidente desafortunado sino el propósito de Dios “ya destinado antes de la fundación del mundo pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros” (1 Pedro 1: 20). La teatralidad de <b>Pilato</b> no lo exime de su responsabilidad de acceder a la petición de la plebe que mandase a Jesús a la cruz.

Refiriéndose a <b>Judas</b> Jesús dice de él: “a la verdad el Hijo del Hombre va, según está escrito de Él, mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuere a este hombre no haber nacido”             (Marcos 14: 21). Tanto la casta sacerdotal que instigó a la multitud y ésta por dejarse manipular por los sacerdotes y <b>Pilato</b> que prefirió conservar el poder antes que ser justo, lo que les espera en la eternidad, como mínimo será lo mismo que lo que le aguarda a Judas.

El juicio de Jesús fue una parodia. De parodias judiciales se han realizado en todas las épocas. En nuestros días se siguen produciendo. Es mucha la responsabilidad de los jueces a la hora de sentarse ante la mesa del tribunal. “Dios” (en el Espíritu) “está en la reunión de los dioses” (jueces), “en medio de los dioses juzga. ¿Hasta cuándo juzgaréis injustamente, y aceptaréis las personas de los impíos? Defended al débil y al huérfano, haced justicia al afligido y al menesteroso. Librad al afligido y al necesitado, libradlo de mano de los impíos” (Salmo 82: 1-4). En muchos casos los jueces dictan sentencias sin tener en cuenta  lo que Dos les pide que hagan cuando se sientan ante la mesa del tribunal. Pueden escudarse en leyes que son injustas. La Ley de Dios debe prevalecer en los juicios porque es la única que es justa. Si las leyes que dictan los hombres son injustas se debe a que “han convertido el juicio en veneno, y el fruto de la justicia en ajenjo” (Amós 6: 12). Las leyes que son injustas deben anularse lo antes posible porque la injusticia es el derrumbe de las naciones. “Una cosa no es justa por el hecho de ser ley. Ha de ser ley porque es justa” (Montesquieu). ¿Cómo se sabe que una cosa es justa para que pueda convertirse en ley? La Ley de Dios, no hay otra, es donde el legislador tiene que tener puesta la mirada para que sean justas las leyes que dicte. Entre el poder político y el judicial debe haber una línea roja que ninguno de ellos se atreva a traspasar. “La política en manos de la magistratura es una desgracia. Pero si esta magistratura está infiltrada de poder político, resulta una catástrofe (<b>Indo Montinelli</b>.

Mucho trabajo queda por hacer en la justicia. Sus protagonistas pueden hacer como Pilato: lavarse las manos como queriendo decir que no se es culpable  de las sentencias injusta que dicta porque las leyes son injustas. Si el juez sabe lo que está mal y lo hace, es pecado. El agua con la que el juez injusto se limpia las manos, como la del bautismo, no tienen poder de limpiar las manos de los jueces injustos. Las noticias ponen de manifiesto que la sociedad, y los jueces forman parte de ella, se ha convertido en un estercolero. “¿Encontraremos suficiente gel desinfectante para limpiar tanta mierda?” se pregunta Ramon Camats.  No se encontrará porque no hay detergente alguno capaz de limpiar los pensamientos malvados que originan sentencias injustas. Únicamente la sangre de Cristo puede.

Octavi Pereña i Cortina

 

dissabte, 15 de maig del 2021

 

CONSUELO EN LA MUERTE

<b>”Cuanto más profunda sea la comprensión de la vida, menos duele la destrucción causada por la muerte” (Leon Tolstoi)</b>

<b>Pilar Rahola</b> escribe un artículo titulado <i>Un hijo</i> que considera que es  “una carta de amor al amigo Jani y a toda su familia. Su hijo Miquel ha muerto de súbito, lejos de su casa, engullido por la siniestra ruleta del azar”. Sin encontrar las palabras adecuadas para el consuelo de su amigo Jani, la periodista concluye su escrito que expresa su estima por el amigo que ha perdido el hijo, con estas palabras: “Derrotada la vida ante el absurdo impiadoso del destino. Y entonces cuáles son las palabras que podemos pronunciar, ¿dónde están los diccionarios que se necesitan, cuál es el lenguaje que puede mitigar el dolor? No lo hay, derrotadas las palabras cuando las emociones lo resquebrajan todo. Y entonces no podemos decir nada que sea profundo, excepto hacerle saber al amigo que estamos, que nos duele su dolor, y no sé cómo decírselo.

Querido Jani, estoy aquí, estamos aquí, somos legión los que te aman y te admiran, ser humano forjado en la pasta de la buena gente. ¿Sabes qué? He pensado alguna reflexión  luminosa para finalizar bien el artículo, alguna idea bonita…He buscado algún poema delicado de los grandes poetas…He pensado en un final dulce, y en la palabra mágica que todo lo culmina…Y nada me ha servido. Derrotada y desnuda, sólo me veo capaz de abrazarte, y, amigo, nunca un abrazo habrá dicho tanto”.

El artículo que <b>Pilar Rahola</b> escribe recordando el dolor que siente su amigo por la pérdida del hijo refleja el sentimiento generalizado de impotencia ante la muerte de un ser querido. La incredulidad y el ateísmo que no aceptan la existencia “del Dios y Padre de  nuestro Señor Jesucristo, el Padre misericordioso y Dios de toda consolación, que nos consuela en toda nuestra aflicción” (2 Corintios 1: 3), no pueden recibir el consuelo que les pueden ofrecer los cristianos que han recibido el consuelo en el sufrimiento para que “puedan consolar a los que se encuentran en cualquier aflicción con del consuelo que nosotros mismos somos consolaos por Dios” (v. 4).

Se puede creer en un dios brumoso como el “desconocido” de los atenienses. A este dios desconocido se le puede dar el nombre que se quiera. En nuestro contexto católico, con la multitud de nombres que registra el santoral y de las incontables vírgenes, si no es en el Padre de nuestro Señor Jesucristo que es el canal por el que la misericordia y consolación llega al hombre, no se encuentran palabras que sirvan para aliviar el dolor que produce la muerte de un ser querido.

Los cristianos pueden intentar consolar a familiares y amigos que sufren, pero si no creen en Jesús, son intentos fallidos. Si no creen en el “Padre de nuestro Señor Jesucristo, el Padre misericordioso y Dios de toda consolación”, ¿qué se les puede ofrecer? Buenas palabras, un abrazo y nada más. Sí se puede hacer algo positivo para consolar a los que sufren: Obedecer la última voluntad de Jesús: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosa que os he mandado, y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28: 19,20). A muchos,  el Evangelio de Dios misericordioso les entra por una oreja y les sale por la otra. Con este rechazo no van a encontrar consuelo en la hora  la aflicción. Si no se deshacen de los prejuicios contra Jesús y creen el Él que es el camino que conduce  al Padre misericordioso y consolador que con su presencia suaviza el dolor que causa la muerte de un ser querido, solamente le podemos ofrecer a quien sufre por la muerte de un ser amado el consuelo convencional y un abrazo que no sirven de consuelo.

Octavi Pereña i Cortina

 

SALMO 15: 1…3

“Señor, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¡Quién morará en tu monte santo?…El que no calumnia con su lengua, ni hace mal a su prójimo, ni admite reproche alguno contra su vecino”

El tabernáculo era la tienda en la que simbólicamente moraba Dios entre su pueblo durante la larga travesía por el desierto. El santo monte fue el lugar en donde Salomón construyó el templo en donde moraba la gloria de Dios.  Habitar en el tabernáculo así como morar en el monte santo significaba estar en la presencia de Dios. ¿Quiénes son las personas que se encuentran en la presencia de Dios? Lo son las que por la fe en Jesús se han convertido en templos del Espíritu. Cuando el velo que separaba el lugar santo del santísimo en el que únicamente el sumo sacerdote una vez al año entraba previo el sacrificio de un cordero. Tras el derramamiento de la sangre que significaba  la que Jesús derramó en la cruz, el sumo sacerdote podía entrar en el interior del lugar santísimo. Con la muerte de Jesús se rasgó el velo que separaba el lugar santo del santísimo permitiendo que todos los verdaderos creyente puedan presentarse ante Dios. Con ello ha dejado de ser un privilegio para un escaso número de personas para convertirse en un derecho que tienen todos los verdaderos cristianos.

Cuando el salmista escribe quiénes habitarán en el tabernáculo y morarán en el monte santo, se refiere a los “que no calumnian con su lengua, ni hacen mal a su prójimo, ni admiten reproche alguno contra su vecino”. No está diciendo que quienes cumplen con este requisito se ganan el derecho de estar en la presencia d Dios. Nos está diciendo que quienes gozan de la presencia de Dios aman a su prójimo como a sí mismos. Realizan las buenas obras que Dios ha preparado de antemano para que anden en ellas.

Cuando el salmista nos recuerda que podemos hacer un mal uso de la lengua para perjudicar al prójimo nos está diciendo que “la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!” Con nuestro lenguaje mordaz deshonramos a Dios y causamos grandes daños a nuestro prójimo. La sangre de Jesús nos limpia todos nuestros pecados, pero en nuestro caminar diario ensuciamos de pecado nuestros pies. Estos pecados que después de nuestra conversión se nos adhieren, son los que cuando somos conscientes de haberlos cometido tenemos que pedirle a Dios que nos los perdone. Si se pierde el hábito de pedir diariamente el perdón de nuestros pecados el corazón se insensibiliza, se ennegrece hasta el punto que perdemos conciencia de nuestra maldad.

Con nuestro lenguaje mordaz deshonramos a Dios y hacemos mucho daño al prójimo. Tenemos que pedirle a Dios que limpie nuestros corazones de los muchos pensamientos pecaminosos que se formen en ellos y que se convierten en palabras que hieren a nuestro prójimo. Nuestros labios no debemos ponerlos al servicio de Satanás para hacer el mal, sino a disposición del Señor para hacer bien a todas las personas, incluso aquellas que no nos gusten. Glorifiquemos a Dios con nuestros labios para no ser motivo de que algunos blasfemen el Nombre de Dios debido a nuestro necio hablar.


 

SALMO 64: 6

“Traman iniquidades. Han planeado un complot bien diseñado. Porque el interior del hombre, y el corazón es insondable”

David se encuentra rodeado de enemigos que intentan perjudicarle. ¿De dónde le vendrá el socorro que necesita? Cuando nos encontramos en aflicción, ¿a dónde vamos en busca de ayuda? David era un militar y describe a sus enemigos con  el lenguaje de un soldado: “Conspiración de los que hacen iniquidad”. ”Afilan como espada su lengua”. “Acechar a escondidas”. Creo que no tenemos que entender el salmo en el sentido de que luchamos contra enemigos de carne y huesos, sino como enemigos espirituales. Nuestro enemigo más temible es la muerte y, a la muerte solamente se la puede vencer por medio de nuestro Señor Jesucristo (1 Corintios 15: 55-57). La victoria definitiva sobre la muerte no será efectiva hasta el final del tiempo con la venida gloriosa de nuestro Señor Jesucristo. En tanto este día no llegue nos vemos obligados a pelear contra ella.

En tanto no llegue el día de la resurrección  y estemos en este mundo, la muerte nos hará ver que está viva con los múltiples achaques que nos ocasiona. La enfermedad en sus diversas variantes lo confirma. La paga del pecado es la muerte y tenemos que enfrentarnos a ella fortalecidos por la fe en Jesús.

El salmista nos da ejemplo de fe viva cuando escribe: “Escucha, oh Dios, la voz de mi queja, guarda mi vida del temor del enemigo” (v. 1). Aun cuando el creyente se fortalece en el Señor, la fragilidad de su humanidad se pone de manifiesto ante los achaques que presagian la muerte. Reconociendo su fragilidad el creyente en Cristo pide que “guarde su vida del temor del enemigo” .Se es fuerte y a la vez débil. El Señor es el castillo en el que el sufriente encuentra la protección que necesita.

Si nos detenemos ante el escaparate de la existencia humana nos daremos cuenta de cómo los incrédulos afrontan la muerte. Sus rostros reflejan el miedo que les produce la enfermedad que avisa que la muerte acecha en la vuelta de la esquina. Se rebelan acusándola de injusta. Yo no merezco lo que me ocurre. ¿Por qué a mí que soy una buena persona. Se intenta luchar contra la muerte con armas carnales que no pueden acabar con ella.

Jesús es el médico del alma que nos invita que vayamos a Él para darnos el descanso que el alma necesita. La presencia del Señor en el creyente le fortalece en la enfermedad y ante la muerte porque sabe que cuando el aliento cese, le espera Jesús con los brazos extendidos para darle la bienvenido en el reino celestial en donde no existirá ningún vestigio de lágrimas porque el dolor terrenal habrá desaparecido.

dissabte, 8 de maig del 2021

 

JEREMIAS 17: 1

“El pecado de Judá escrito está con cincel de hierro y con punta de diamante, esculpido está en la tabla de su corazón, y en los cuernos de sus altares”

No solo el pecado de Judá está escrito con cincel de hierro y con punta de diamante indicando la dureza del corazón. También lo está en los nuestros. Con este simbolismo el profeta nos está diciendo que el pecado está firmemente enraizado en nuestro corazón. Debido a ello la ética humana que pretende cambiar el comportamiento del hombre, fracasa estrepitosamente. Los escribas y los fariseos acusaban a Jesús de blasfemo porque decía que perdonaba los pecados. Creían, y era cierto que únicamente Dios tiene el poder de perdonar pecados. Pero erraban cuando acusaban a Jesús de blasfemo porque lo consideraban un hombre como todos los demás. Jesús acredita su divinidad cuando dice a los fariseos: “¿Qué es más fácil, decir, los pecados te son perdonados o decir: Levántate y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados, dice entonces al paralítico: Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa. Entonces él se levantó y se fue a su casa” (Mateo 9: 5-7). Como sólo Dios tiene poder de perdonar pecados, la acusación de blasfemo que los escribas hacen a Jesús bien se puede aplicar a los curas que siendo hombres mortales se atribuyen el poder de perdonarlos. Asimismo se puede atribuir que son blasfemos los filósofos que creen que sus enseñanzas éticas pueden cambiar el comportamiento humano.

Volviendo al pecado, el profeta dice: “Engañoso es el corazón, más que todas las cosas y perverso, ¿quién lo conocerá? (v. 9). El hombre sí que no. En general, a pesar de las tragedias que ocasionan las personas, la mentira que se extiende lozana por todas las capas sociales y que tanto desprestigio ocasiona a la clase política, la violencia en sus diversas manifestaciones, …A pesar de ello muchos son quienes consideran que el hombre es bueno y que la causa de su comportamiento indeseable se debe a factores externos. Bien dice el profeta: “Engañoso es el corazón, más que todas las cosas”, pero plantea una duda: “¿Quién lo conocerá?” El hombre no. Pero nos dice quien lo conoce: “Yo el Señor, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras” (v. 10). El conocimiento que Dios tiene del corazón no es para que diga: “Muy bien hijo mío. No te preocupes. Todos cometéis los mismos errores y tal vez peores. No tiene importancia susurra al oído”. Dios no es de este parecer: “Pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras”. Dios que conoce lo engañoso que es el corazón no nos da una palmadita en la espalda, diciéndonos: “no te preocupes, sigue por este camino. El conocimiento que Dios tiene de nuestro corazón sirve para “dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras”. Es una muestra de su amor que nos da la oportunidad de arrepentirnos y empecemos a caminar en novedad de vida.


 

MATEO 16: 11

“¿Cómo es que no entendéis que no fue por el pan que os dije que os guardéis de la levadura de los fariseos y de los saduceos”

Los hombres por naturaleza somos duros de entendimiento. Los apóstoles por ser hombres también eran obstinados. El texto nos dice que los discípulos se habían olvidado de traer pan consigo. Jesús aprovecha esta oportunidad para enseñarles: “Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos” (v.6). La versión de Marcos añade: “Y de la levadura de Herodes” (8: 15). En estos momentos a Jesús no le importaba la carencia de pan sino que sus discípulos “se guardasen de la doctrina de los fariseos y de los saduceos” (v. 12) y por añadidura la de Herodes.

Jesús quiere que abramos los ojos para que nos demos cuenta del veneno que amaga la Religión y el Estado. No por ser una Religión la oficial del Estado y que cuenta con su protección entre bastidores no quiere decir que esté libe de la levadura que denuncia Jesús. Herodes, el Estado, por ser el representante de toda la población no significa que tengamos que bajar la guardia y aceptar sin más ni más la levadura que fabrica con sus leyes.

La levadura es un símbolo del pecado. En el Antiguo Testamento no tenía que  presentarse en las ofrendas nada que estuviese leudado. La ausencia de levadura significaba purificación santidad. Cuando Jesús nos alerta de que nos guardemos de la levadura de la Religión y del Estado nos está diciendo que tenemos que ser conocedores de la doctrina que no es levadura para que sea ella que dé buen sabor a nuestra vida.

Satanás como padre de mentira se ha convertido en levadura personificada. Es el diablo quien convierte las doctrinas de la Religión y del Estado en la levadura de la que tenemos que protegernos. El diablo, muy astuto que es, se las ingenia para hacernos creer que las doctrinas religiosas y estatales no son levadura. Es responsabilidad nuestra resistir al diablo para que huya de nosotros. Recordemos que Jesús salió vencedor de las tentaciones del diablo y que se alejó de Él con el rabo entre las piernas en espera de una nueva oportunidad (Marcos 4: 13).

La misión del diablo es convertir en levadura las enseñanzas religiosas y políticas y hacernos creer que son pan ázimo. Jesús venció al diablo diciéndole: Escrito está” (Mateo 4: 6,7). Tenemos que recordar que el diablo empleó esta misma expresión con el intento de engañarle (v.6). Para protegernos de la levadura de la Religión y del Estado tenemos que conocer palmo a palmo toda la Escritura para desenmascarar las sutilezas que el diablo emplea para engañarnos.

 

 

EL CAMINO DE LA VIDA

<b>El camino que no conduce a Dios no lleva a la vida</b>

<b>Juan Planellas</b>, arzobispo de Tarragona en su escrito <i>El camino de la vida</b> que a la vez es el título de una obra de <b>Lev Tolstoi</b> es muy estimulante. ¿Quién no desea encontrar el camino de la vida? El arzobispo transcribe del libro del escritor ruso este texto: “Los pensamientos aquí reunidos pertenecen a los autores más diversos, empezando por la escritura brahmi, la confucionista, la budista, incluso los evangelios, las epístolas y a muchos pensadores tanto antiguos como modernos”. Es decir un popurrí de filosofías. El arzobispo comenta: “Tolstoi consideraba que el hombre puede aportar una vida de bien si sabe lo que tiene que hacer y lo que no debe hacer. Y para saberlo, tiene que entender qué es él mismo y lo que es el mundo en que convive. Esto es justamente lo que han enseñado a lo largo de todos los tiempos los hombres más sabios y más buenos de todos los pueblos. Todas las enseñanzas de estos sabios, dice Tolstoi, coinciden entre sí en aquello esencial, concuerdan también en  aquello que cada ser humano le dice su razón y su conciencia”. El pensamiento del arzobispo tarraconense pienso que estaría bien en un humanista no cristiano. No lo está en alguien del rango del arzobispo porque tendría que saber que debido a que todos somos descendientes de Adán y por tanto pecadores. Sin la conversión a Cristo todos los hombres, también los más sabios, andan en tinieblas y de ninguna manera sus pensamientos han de ser modelos a seguir ciegamente.

Juan Planellas sigue comentando: “A Tolstoi le hubiese gustado que esta obra llegase a convertirse en un libro de cabecera de millones de lectores y que tuviese una influencia benéfica en el destino del mundo. No iba equivocado en su objetivo, debido a que se trata de un libro en el que la gente más diversa se puede encontrar cómoda y puede encontrar elementos de reflexión”. El clérigo termina su escrito con esta perla: “Se trata sin duda de una buena guía para iluminar el camino de la vida de cualquier persona”. No señor arzobispo. Todos los caminos pueden llevar a Roma, pero no todos llevan al Padre celestial. Jesús es muy  claro en este sentido. “Yo soy el camino y la verdad y la  vida. Nadie  va al Padre si no es por mí” (Juan 14: 6). Si el hombre puede encontrar el camino de la vida prescindiendo de Jesús que derramó su “sangre preciosa, como de un cordero irreprensible y sin mancha, pre ordenado antes de la fundación del mundo” (1 Pedro1: 19,20), si existen otros caminos que conducen al Padre, Jesús miente cuando dice: “Nadie  va al Padre si no es por mí”. Precisamente porque Jesús es “el camino y la  verdad y la vida”, no es un Personaje con el que la gente se sienta cómoda con Él.

Cuando Jesús tenía ocho días  sus padres lo llevaron al templo para ser circuncidado. Simeón “un hombre justo y temeroso de Dios” (Lucas 2: 25) lo tomó en sus brazos y dijo a sus padres. “He aquí éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, <i>y para señal que será contradicha”</i> (v. 34). La profecía de Simeón empezó a cumplirse tan pronto como Jesús comenzó su ministerio público y se manifestó como quien era: el Hijo de Dios. Se encontraba en Nazaret en donde se había criado. Era sábado y entró en la sinagoga como era su costumbre.  Se le dio a leer el texto del profeta Isaías que hablaba de Él. Finalizada la lectura dijo: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros” (Lucas 4. 21). “Levantándose” (los asistentes), “le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobres el cual estaba edificada la ciudad, para despeñarle” (v. 29). A lo largo del ministerio de Jesús tanto por la predicación de la Palabra de Dios como por los milagros que hacía que certificaban que era el Mesías anunciado por los profetas, en diversas ocasiones intentaron matarle porque les incomodaba que considerase ser el Hijo de Dios, afirmación que los sacerdotes consideraban blasfema y por tanto merecía morir.

Acercándose el final y cercana su crucifixión, Jesús dijo a sus discípulos: “Estas cosas os he dicho, para que no tengáis tropiezo. Os expulsarán de las sinagogas, y aún viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde un servicio a Dios. Y harán esto porque no conocen al Padre ni a mí” (Juan 16: 1-3).

El arzobispo de Tarragona puede decir que <i>El camino de la vida</i>  de Lev Tolstoi “se trata de un libro en que gente muy diversa puede sentirse cómoda y que puede haber elementos de reflexión” pero, el  verdadero cristianismo no puede hacer que la gente se sienta cómoda con él porque denuncia la condición pecadora de las personas y su condena eterna si no se arrepienten de sus pecados y creen en Jesús que los perdona.

Han transcurrido poco más de cien años desde la muerte de Tolstoi y sigue vivo el humanismo que considera buenas a las personas  y que no importa qué religión practiquen porque todas conducen a Dios. En el viaje que el papa Francisco hizo a Irak, con el propósito que sus interlocutores musulmanes pudiesen sentirse cómodos  a su lado, tuvo mucho cuidado de no pronunciar el Nombre de Cristo que es “señal que será contradicha”. El cristianismo verdadero no es politiqueo y no renuncia a sus principios para conseguir consensos y que todos se  sientan cómodos con él. Tiene que inquietar a las personas. Tiene la obligación de hacerlas sentir incómodas  para que se den cuenta de que necesitan el perdón de Dios. Juan el Bautista denunciaba la relación adulterina que el rey Herodes mantenía con Herodías la esposa de su hermano Felipe y de todas las cosas que había hecho (Lucas 3: 19). Tanto Herodes como Herodías no se sentían cómodos ante la predicación del Bautista. En la lista de las maldades del monarca se añadió el encarcelamiento del Juan (v. 20). Aún faltaba ir más allá. El crimen que hizo colmar el vaso de la maldad de Herodes lo cometió cuando en su natalicio la hija de Herodías danzó ante los comensales asistentes al banquete. El espectáculo gustó tanto a Herodes que prometió darle a su hijastra hasta la mitad de su reino. La joven fue a pedir consejo a su madre y regresó pidiendo la cabeza de Juan el Bautista. Así se hizo. (Mateo 14: 3-12). La predicación de todo el consejo de Dios que se encuentra en la Biblia incomoda a los pecadores que se resisten a arrepentirse. Jesús incomodó a los sacerdotes porque la verdad debe prevalecer ante todo. Nos ha dado ejemplo de cómo debe manejarse la verdad.

Octavi Pereña i Cortina

 

diumenge, 2 de maig del 2021

 

EL GRANO DE TRIGO

<b>El sembrador salió a sembrar y la simiente cayó en cuatro tipos de suelo…</b>

Este año se celebra la 13ª convocatoria del Concurso de Relatos Escritos por Personas Mayores de 60 años. El tema: <i>”Este es el principio de una gran historia y tú eres el protagonista</i>. El tema incita al narcisismo en las personas mayores. No debe olvidarse que el narcisismo consiste en la complacencia de una persona en sus propias cualidades y logros. Ya que el tema de la convocatoria del Concurso de este año es: <i>”Este es el principio de una gran historia y tú eres el protagonista</i> da lugar a que la creatividad y la imaginación puedan llevar a que los relatos tengan un marcado sabor narcisista debido a que el instinto natural de las personas tiende a darse a conocer bajo la apariencia de lo que no se es realmente.

La gente mayor, con mayor o menor dificultad ha llegado a serlo porque Dios que da la vida y la muerte permite que algunas personas lleguen a la vejez. No considero adecuado que se estimule a las personas mayores a que sean protagonistas de una gran historia en la que se manipulen los hechos con el fin de presentarse ante el lector con la imagen retocada con el lápiz corrector.

A la vejez, con mayor o menor dificultad, se llega acompañada de la decadencia física lo cual debería evitar la exaltación de los hechos. La ancianidad en vez de favorecer el narcisismo innato en el ser humano, ante la realidad de las arrugas que surcan el rostro, señal externa de los cambios fisiológicos producidos, debería cerrar la puerta al autobombo y abrirla a la humildad para darle gracias a Dios porque “hasta aquí me has ayudado”, que ha estado a mi lado en todas las vicisitudes durante la travesía por el “valle de sombra de muerte” (Salmo 23: 4). La incredulidad impide reconocer que el peregrinaje por el “valle de sombra de muerte” ha ido acompañado de la misericordia y bondad divina. La misericordia de Dios ha permitido llegar a la vejez. Ahora comienza la cuenta atrás.

He citado el salmo 23. El poeta finaliza su poema con estas palabras. “Y en la casa del Señor moraré por largos días” (v.6). El rey David autor del salmo fue un hombre de Dios. Su tránsito por el “valle de sombra de muerte” fue muy tenebroso. Perseguido a muerte por los celos de su rey, problemas domésticos a manta. “Y” (David) murió de buena vejez, lleno de días, de riquezas y de gloria” (2 Crónicas 29: 28). David dejó la gloria de este mundo para ir a morar “en la casa del Señor por largos días”. Lo que había deseado estando en la carne. De manera parecida al Lázaro ulceroso de la parábola que cuando murió “fue llevado por ángeles al seno de Abraham” (Lucas 16: 22), David dejando su cuerpo descansando en la oscuridad gélida del sepulcro esperando el día de la resurrección. Su alma fue llevada directamente a la mansión celestial (Juan 14: 2) en espera de reunirse con el cuerpo en el día de la resurrección.

Los creyentes que tienen a su disposición el Nuevo Testamento tienen la ventaja sobre los del Antiguo que tienen más claro cómo será la eternidad. A pesar de que Marta, hermana de Lázaro, no el de la parábola, creía en la resurrección de los muertos, su creencia era un tanto borrosa. Jesús da conocer cómo era posible que los creyentes del Antiguo Testamento creyesen en la resurrección de los muertos cuando dice: “Pero respecto a que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés cómo le habló Dios en la zarza, diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino Dios de vivos, así que vosotros mucho erráis” (Marcos 12: 26, 27). Estas palabras de Jesús dejan muy claro que con la muerte física el creyente no desaparece. Momentáneamente el cuerpo y el alma se separan. El cuerpo se convierte en pasto para los gusanos. El alma vuela veloz hasta la estancia celestial en donde tiene un lugar reservado.

A pesar que pueda parecernos extraño, el hecho de que el cuerpo del difunto se convierta en pasto de los gusanos, es esencial este hecho para poder comprender la doctrina de la resurrección de los muertos y que el difunto no pierda su identidad. A la resurrección se la pone en cuarentena. En la reencarnación en que el difunto pierde su identidad por las muchas transmigraciones del alma, puede que no se crea en ella, pero o se le ponen  objeciones. 

El apóstol Pablo fue invitado al Areópago ateniense para que explicase la doctrina de que era portador. Cuando habló de la resurrección de los muertos de manera “políticamente educada” se le despachó: “Unos se burlaban, y otros decían: Ya te oiremos acerca de esto otra vez” (Hechos 17: 32). Pero la doctrina de la resurrección de los muertos no es tan absurda como normalmente se cree. El campesinado la ilustra con la labor de la siembra: “Alguien dirá: ¿Cómo puede ser que los muertos sean resucitados? ¿Y con qué cuerpo vienen? Insensato, aquello que siembras no da vida si no muere antes. Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano” (1 Corintios 15: 35-37). El grano de trigo antes de convertiré en espiga debe corromperse. Este proceso de la naturaleza dirigido por Dios aunque o comprendido se acepta. El cuerpo físico que es mortal y corruptible  no puede heredar la vida eterna. Primero tiene que corromperse con la muerte, luego, por el pode de Dios, como en el caso del grano de trigo, sea resucitado en el día final en un cuerpo espiritual, incorruptible e inmortal. Cada año por Pascua la cristiandad recuerda la resurrección de Jesús. No es, pues, una utopía la resurrección de los muertos. Jesús es la primicia de la resurrección de los muertos.

Octavi Pereña i Cortina

 

 

JEREMÍAS 8: 15

“Esperamos paz, y no hubo bien, día de curación, y he aquí turbación”

“Los sabios se avergonzaron, se espantaron y fueron consternados, he aquí que aborrecieron la palaba del Señor, ¿y qué sabiduría tienen?” (v. 9). Si la Palabra de Dios no está presente en la vida privada, en la pública y social todo es confusión. Los sabios, que son quienes tienen que proporcionar dirección, sus oráculos no aciertan ni uno.  Hoy se ha puesto de moda la palabra  influencer, personas que se han convertido en dioses a los que se consulta para salir del laberinto en el que nos hemos metido. Pero, sin Dios no hay lumbrera en el camino que no guie a abandonar el laberinto. Todos quienes se convierten en  influencers, todos sin excepción engañan. Como dice el profeta: “Y curaron la herida de mi pueblo con liviandad diciendo: Paz, paz, y no hay paz” (v. 11). Los influencers que asesoran a los políticos no se dan cuenta que los consejos que dan no ayudan a salir del laberinto en que nos encontramos. Su consejería conduce al fracaso. Se comportan como el borracho que cuando despierta de su borrachera dice: “Me hirieron, mas no me dolió, me azotaron, mas no lo sentí, cuando despierte, aun lo volveré a  buscar” (Proverbios 23: 35). Siempre aprendiendo sin llegar a aprender de sus fracasos. Persisten en utilizar la mentira como instrumento para seguir conservando el cargo que les produce pingües ganancias.

“¿Se han arrepentido de haber hecho abominación? Ciertamente no se han avergonzado en lo más mínimo, ni supieron avergonzarse, caerán por tanto, entre los que caigan, cuando los castigue, caerán, dice el Señor”  (v. 12).

“Esperamos paz, y no hubo bien, día de curación, y he aquí turbación” (v.15). El lenguaje de los políticos siempre es esperanzador. Cuando se refieren a la marcha de las negociaciones, sea para formar gobierno o por algún otro asunto de Estado, siempre ponen demoras. Las conversaciones son duras. Estamos a punto de cerrar un acuerdo que será beneficioso. Si es que llegan a un acuerdo, al poco tiempo lo que tenía que ser un bien para todos se desmorona como un castillo de naipes. Así una y otra vez. Mientras tanto, los consejos de los influencers llevan el mundo de mal a peor. Nos comportamos como el ciego que guía a otro ciego. Ambos caen en el hoyo. Sin Dios las cosas no pueden ir bien. De tropiezo en tropiezo, una y otra vez. Se repite hasta la saciedad: Paz, paz, pero la paz no llega. Todo lo contrario. Inesperadamente llega el conflicto. Como no aprenden la lección, cargan la roca para llevarla a la cúspide de la montaña. Cundo llegan a la cima, la roca se precipita cuesta abajo. Para volver a repetir la dura escalada indefinidamente.

Lo dejó bien claro el profeta: “No hay paz para los impíos”


 

SALMO 64: 6

“Traman iniquidades: Han planeado un complot bien diseñado. Porque el interior del hombre, y el corazón es insondable”

El traductor titula el salmo: “plegaria pidiendo protección contra enemigos ocultos”. El título nos avisa de lo que se va a encontrar en la lectura del salmo. Con la actual pandemia azotando a las personas da la sensación de que quien escribió el título del salmo lo hubiese hecho pensando en nosotros: “Plegaria pidiendo protección contra enemigos ocultos. Nuestros enemigos que a veces son irreales nos los imaginamos desmesuradamente terribles. Agigantados como molinos de viento. Las situaciones amenazadoras reales que se nos presentan, si no sabemos dónde encontrar protección, repercuten en la salud mental.

El secreto para afrontar a los enemigos reales que nos acechan, sean laborales, familiares, económicos  o de cualquier otra índole si no se sabe cómo afrontarlos son funestos para la salud mental. El consumo de ansiolíticos y otros  medicamentos similares pone de manifiesto nuestra fragilidad. Inestabilidad que se ha puesto de manifiesto y reconocido por los sanitarios con la presencia del Covid-19. Nos sentimos solos  ante el peligro. Los políticos no saben cómo hacerle frente. La sanidad se encuentra desconcentrada. Es tal la enormidad del peligro al que nos enfrontamos que nos sentimos impotentes. No sabemos a dónde acudir en busca de la protección necesaria. La indefensión se debe a una sola causa: hemos abandonado a Dios. Tal vez con las vacunas se podrá frenar la expansión de la epidemia y disminuya la mortalidad. Pero surgirán nuevos enemigos que sembrarán miedo y pondrán de manifiesto la impotencia ante ellos. El enemigo número uno que más esfuerzos se hacen para combatirlo y vencerlo es la muerte. La muerte es la sentencia dictada por Dios por nuestro pecado: “Porque la paga del pecado es la muerte” (Romanos 6: 23). El texto no termina con la muerte. Sigue diciendo: “Mas el regalo de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. A pesar de que Cristo ha vencido la muerte y destruido su aguijón que es el pecado, las enfermedades que nos acechan nos recuerdan que el enemigo vencido no está muerto, sigue pataleando poniendo de manifiesto nuestra fragilidad. Ante la evidencia de nuestra debilidad e impotencia ante la existencia de nuestro mayor enemigo, el salmista nos enseña dónde podemos encontrar protección: “Escucha, oh Dios, la voz de mi queja, guarda mi vida del temor del enemigo”  (v.1). “Mi alma está apegada  a ti, tu diestra me ha sostenido” (Salmo 63: 8).