SANTA CENA O EUCARISTÍA
<b>La
Cena del Señor es recuerdo o sacramento, ambas cosas no</b>
Cada
año al llegar la popular Semana Santa tenemos que refrescar la memoria para
pensar de qué manera se tiene que celebrar el recuerdo del sacrificio
expiatorio de Jesús para salvar al pueblo de Dios de sus pecados. Jesús
estableció la manera de recordar se sacrificio durante la cena que compartió
con sus discípulos la noche en que fue detenido, la víspera de su muerte en la
cruz. La versión que da del evento el evangelio de Lucas, lo hace así: “Y tomó
el pan y dio gracias, y lo partió, y les dio diciendo: Esto es mi cuerpo, que
por vosotros es dado, haced esto en memoria de mí. De igual manera, después de
haber comido, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre,
que por vosotros se derrama” (Lucas 22: 19, 20).
La
manera como la deben conmemorar los cristianos la establece el apóstol Pablo
cuando escribiendo a los cristianos en Corintio, les dice: “Porque yo recibí
del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan, y habiendo
dado gracias, lo partió y dijo: Tomad, comed, esto es mi cuerpo que por
vosotros es partido, haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la
copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi
sangre, haced esto todas las veces que la bebáis en memoria de mí” (1 Corintios
11. 23-25). Las instrucciones son precisas y no dan lugar a la duda: la
congregación en su totalidad, sin hacer distinción entre pastor y fieles,
participa de los dos elementos. El pan y el vino. Es interesante saber el
porqué de la participación sin distinciones.
¿Qué
significa el pan y el vino que se utilizan en la Santa Cena y si se prefiere en
la Eucaristía? Con claridad meridiana el apóstol de los gentiles expone: “Así
pues, todas las veces que coméis este pan, y bebéis esta copa, la muerte del
Señor anunciáis hasta que Él venga” (v. 26). Es muy importante retener en la
memoria el significado de la conmemoración: El pan y el vino recuerdan a los asistentes al acto el cuerpo maltrecho de
Jesús y su sangre derramada para perdón de los pecados de los participantes.
Pero dice algo más, recuerda “la muerte del Señor hasta que Él venga”. Esta humilde
celebración recuerda que la fe no sirve únicamente para el tiempo presente para
hacer frente a las dificultades del día a día. Nos transporta al fin del tiempo
cuando Jesús glorificado vendrá a buscar a su pueblo para pasar la eternidad
con Él. Pero tiene más contenido: “De manera que cualquiera que coma este pan y
beba esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre
del Señor. Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así el pan y beba de
la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del
Señor, juicio come y bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y
debilitados, entre vosotros, y muchos duermen” (vv.27-30). Cada
participante al acto debe entonar su
<i>mea culpa</I>, no da lugar a la presunción. Cada participante
tiene que fijarse en la biga que tiene en su ojo y olvidarse de la paja que hay
en el ojo del hermano. Bastante trabajo se tiene co pedir perdón por los
propios pecados.
El
apóstol Pablo escribiendo a dos pastores,
al uno le dice. “Oh Timoteo, guarda lo que se te ha confiado” (2 Timoteo
6: 20), y a Tito le recuerda: “Pero tú habla de las cosas que son conforme a la
sana doctrina”” (Tito 2:1). Lo que el apóstol encarga a sus discípulos es algo
que no debe pasarse por alto. Su palabra tiene autoridad apostólica porque la ha
recibido de Jesús que es la Cabeza de la Iglesia. En el caso que nos afecta es
que debe conservarse la sencillez de la
celebración de la Cena del Señor que es
el recuerdo del sacrificio de Jesús realizado una sola vez, que basta para el
perdón de los pecados del pueblo de Dios de todos los tiempos: “Donde hay
remisión de estos (los pecados), no hay más ofrenda por el pecado” (Hebreos 10:
18). El autor de Hebreos interpretando el significado de los sacrificios
indicados en la Ley de Moisés, escribe: “Y ciertamente todo sacerdote está día
tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios que nunca
pueden quitar los pecados” (Hebreos 10: 11).
Ahí se
encuentra la gran diferencia que existe entre el significado que tiene la Cena
del Señor que describe el apóstol Pablo y la Eucaristía católica. Los
evangélicos recordamos el sacrificio de
Jesús efectuado una sola vez y que es suficiente para perdonar los pecados de
los creyentes en Él. Los católicos cuando celebran la Eucaristía repiten, según
ellos, de manera incruenta el sacrificio de Jesús. Los sacrificios de animales instituidos por
el mismo Dios no podían borrar los pecados porque únicamente simbolizaban la
muerte de Jesús. Los sacrificios incruentos que se repiten día a día que enseña
la doctrina católica que se instauró en el Concilio Lateranense en el año 1215
que es cuando se instauró lo doctrina de la transustanciación, tampoco pueden.
¿En qué situación se encuentran los fieles católicos? ¡Qué desengaño no se van
a llevar cuando comparezcan ante el tribunal de Cristo y oigan de sus labios:
No os conozco”!
Octavi Pereña i Cortina
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