dilluns, 19 d’abril del 2021

 

ECLESIASTÉS 6: 12

“Porque ¿quién sabe cuál es el bien del hombre en la vida, todos los días de su vanidad, los cuales pasa como sombra?” Porque ¿quién enseñará al hombre que será después de él debajo del sol?”

Transcribo una leyenda china que ilustra el texto de Eclesiastés que tenemos como base de esta meditación. Dice así. “Cuando Sai Weng perdió uno de sus caballos, un vecino le manifestó su tristeza por la pérdida del animal. Sai Weng tranquilamente le dijo: “¿Quién sabe si no será bueno para mí? Sorprendentemente el aballo regresó acompañado de otro caballo. Cuando el vecino se alegró al saber la noticia, Sai Weng dijo: “¿Quién sabe si no será malo para mí?” Al poco tiempo su hijo se rompió una pierna cayendo del caballo nuevo que cabalgaba.  Esto pareció ser una desgracia hasta que se presentó el ejército reclutando jóvenes para ir a la guerra. Debido a la lesión del hijo de Sai Weng fue rechazado de ser reclutado lo cual pudo evitar que muriera en combate”. ¿Quién sabe que será mañana?

En el día de bien goza del bien, y en el día de la adversidad considera: Dios hizo tanto el uno como el otro” (7: 14). En las manos del Señor están la salud y la enfermedad, la vida y la muerte. Nada escapa del control de Dios, por lo que el destino del hombre no se encuentra en manos de un azar incierto sino en las manos de un Dios misericordioso que hace que “los que aman a Dios, todas las cosas ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados (Romanos 8: 28). Cuando Dios predestinó antes de la fundación del mundo a quienes tenían que ser su pueblo lo “hizo conforme  a su propósito”, no para dejarlos en manos de un destino incierto que se desconoce a dónde llevará. Dios escogió a los suyos con el propósito de que la imagen de su Hijo unigénito se vaya formando en ellos hasta alcanzar la perfección a que nos ha llamado el Padre celestial. Dios como alfarero moldea el barro que son sus hijos para conseguir el propósito que tiene para cada uno de ellos.

Los impíos buscan saber el futuro por medio de médiums, adivinos, cartas astrales, nigromantes que además de no dárselo a conocer tiene fatales consecuencias para quienes quieren saber el mañana por medios ilícitos. El final desastroso del rey Saúl es un ejemplo de que no se puede jugar con el destino.

Jesús nos enseña a no afanarnos por el mañana “porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (Mateo 6: 25- 34). Aceptemos humildemente el afán de cada día que el Señor disponga para nosotros. Sabe lo que mejor nos conviene.


 

JUDAS 24

“Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría”

La doxología, la alabanza a Dios con la que Judas termina su breve epístola debe tenerse en consideración en unos tiempos en que la sana doctrina no tiene demasiados adeptos. La superficialidad doctrinal es característica de nuestra época. Así les van las cosas a las iglesias que se edifican sobre cimientos de arena  por la falta de solidez que le aporta todo el “consejo de Dios”. ¿Cómo está el lector respecto a su solidez doctrinal? ¿Tiene dudas respecto a su salvación? Con respecto a sus pecados, ¿tiene la certeza de que todos han sido perdonados? La doxología con la que Judas termina su corta carta es un buen resumen de todo el “consejo de Dios”.

“Aquel que es poderoso para guardaros sin caída”. Esta verdad va dirigida a unas personas  que habiendo sido convertidas en santos por la fe en Jesús siguen siendo pecadores y por tanto con muchas debilidades. A pesar de ello, Dios “es poderoso para guardaros sin caída”. ¿No es cosa maravillosa saber con certeza  que a pesar de nuestras debilidades, de nuestros resbalones,  Jesús nos guarda por sus méritos y nos ve como si nunca hubiésemos cometido pecado? 

Si somos verdaderos cristianos, ¡cuán a menudo no tenemos que confesar: “Señor ten piedad de mí que soy un pecador! Pues bien, Jesús el Todopoderoso tiene poder de limpiar con su sangre todos nuestros pecados y así “y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría”. Como dice Apocalipsis: Vestidos con túnicas de lino blanco porque todos nuestros pecados han sido lavados  por la sangre del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. ¿Está triste Jesús por presentar ante su gloria a unos pecadores?  En absoluto lo hace “con gran alegría”. Ha sido el deseo de su Padre enviarlo al mundo para salvar a su pueblo de sus pecados y presentarlo ante sí mismo irreprensibles.

Ahora que sabemos que el propósito de Dios  con nosotros se ha cumplido al pie de la letra, hagámonos nuestra la segunda parte de la doxología con la que Judas finaliza su epístola  y, con corazones agradecidos por el inmenso amor de Dios con nosotros, entonemos en nuestros corazones con alegría: “Y al único y sabio Dios, nuestro salvador, sea gloria, y majestad, imperio i potencia, ahora y por todos los siglos. Amén”.

 

 

 

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