dilluns, 26 d’abril del 2021

 

GENESIS, 4: 5

“Entonces el Señor dijo a Caín: ¿Por qué te has enfurecido, y por qué ha decaído tu semblante?”

El relato de Caín y Abel nos recuerda la parábola del fariseo y del cobrador de impuestos subiendo ambos al templo a orar. A pesar de que el texto no nos dice nada al respecto, da la impresión de que Dios les había dicho a Adán y Eva cómo tenían que adorarle. Es probable que se hubiese construido un altar en donde ofrecer los sacrificios que simbolizaban la muerte de Jesús en la cruz. Caín puede ser el fariseo y Abel el cobrador de impuestos. Puede ser que fuese sábado el día en que ambos hermanos fueron  a adorar a Dios. El día en que Dios descansó de su obra creadora es el día que Dios  instituyó para que el hombre lo dedicase al Creador.

Caín y Abel acicalados para la ocasión, se presentan al lugar del encuentro con Dios. Caín ofrece “del fruto de la tierra”. El texto nos dice que Dios “no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya” (v. 5), tal vez porque lo hizo con el espíritu del fariseo: “Dios te doy gracias porque no soy como los otros hombres”. En cambio Abel “trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró el Señor con agrado a Abel y su ofrenda” (v.4). Podemos suponer que Abel se presentó ante el Señor con el espíritu del cobrador de impuestos: “Dios sé propicio a mí pecador” (Lucas 18: 13), por ello abandonó el lugar el encuentro con Dios “justificado”.

¿Cómo reaccionó Caín al ver que su ofrenda no había sido del agrado de Dios? “Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante” (v.5). La prepotencia no puede soportar que la ofrenda no sea aceptada. Dios no permanece mudo  ante la insolencia de Caín. De la misma manera que Dios fue al encuentro de Adán y Eva después de pecar, lo hace con Caín y le dice: “Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante?” (v. 6). Dios busca que Caín se arrepienta de su pecado y que se le acerque con el espíritu humilde y arrepentido de su hermano Abel. Pero no quiere escuchar. Odiar a su hermano es lo mismo que asesinarlo. Dios juzga los pensamientos. Caín es culpable de asesinato.

Con rostro sonriente y amistoso Caín invita a su hermano a dar un paseo por el campo. Cuando están solos y aparentemente nadie los ve: “Caín se levanta contra su hermano Abel y lo mata” (v. 8). Pero Dios ve lo que el hombre no ve. Sin dejar Dios de tender la mano hacia el asesino y en busca de reconciliación, le pregunta a Caín: “¿Dónde está Abel tu hermano?” Y él respondió: “No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?” (v.9). El Señor no deja de hablarle. Quiere despertarle el reconocimiento de culpa para poder perdonarle. “¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra” (v. 10). No hay respuesta. Caín prosigue su camino llevando cuestas la pesada carga de la sangre de su hermano. A pesar de los amorosos avisos de Dios al arrepentimiento, Caín prosigue su camino hacia la condenación eterna.


 

COLOSENCES 2: 23

“Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario en humildad y en duro trato del cuerpo, pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne”

El apóstol Pablo lanza un aviso: “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (v. 8). Este texto contiene una palabra clave: Tradiciones. No nos dejemos engañar por las tradiciones religiosas por antiguas que sean si no se han construido sobre la piedra del ángulo, el cimiento sobre el que se edifica la Iglesia de Dios que es Jesús. Todas las tradiciones que no se levantan sobre la piedra del ángulo que es Cristo Jesús son huecas sutilezas, es decir, carecen de valor para edificar una vida espiritual que dé gloria a Dios.

El apóstol menciona dos palabras: circuncisión y bautismo. Ambas describen acciones iniciáticas para entrar a formar parte de la iglesia judía o de la cristiana. La circuncisión efectuada por mano de hombre si no iba precedida por la circuncisión efectuada por el Espíritu Santo  no tiene valor alguno a los ojos de Dios. (v. 11). Los judíos circuncidados podían ser descendencia de Abraham según la carne, pero no lo eran según la fe. Podían pertenecer a la iglesia judía pero sus nombres no estaban inscritos en el Libro de la Vida.

Habiendo muerto y resucitado Jesús, la circuncisión efectuada por la mano del hombre no tiene sentido. Los judíos que la practican siguen una tradición que es hueca sutileza. La circuncisión que practicaban los judíos antes de la muerte y resurrección de Jesús no tenía valor alguno si no iba precedida por la fe. Tampoco tiene valor el bautismo si la inmersión no va precedida por la fe en Jesús el Salvador.

Preste atención el lector en lo que escribe el apóstol Pablo: “Sepultados con Él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con Él, mediante la fe en el poder de Dios que lo levantó de los muertos. Y vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con Él, perdonándoos todos los pecados” (vv. 12, 13). El bautismo que tiene efecto regenerador cuando el bautizado se sumerge en el agua bautismal creyendo que Jesús murió por él. Salir del agua significa que resucita con Cristo. El bautismo significa una unión mística con Jesús en su muerte y resurrección. Si el bautismo no va acompañado de fe no es nada más que una hueca sutileza.

 

 

 

DESIERTO METAFÓRICO

<b>El silencio se ha convertido en un enemigo que debe vencerse permaneciendo continuamente conectados a una fuente de sonidos</b>

<b>Joan Planella</b> arzobispo de Tarragona  comienza su escrito <i>El móvil y el desierto</i> con este párrafo: “Oí en cierta ocasión en boca de un profesor de Esade que la búsqueda  de información antes de la era digital se parecía a un beduino del desierto, porque costaba mucho encontrarla, y los medios eran escasos, ahora, en cambio, se parece más a una jungla porque de tanta que tenemos se hace difícil saber cuál debe escogerse”. El mundanal ruido, metafóricamente la jungla, situación que nos impide concentrarnos y así saber separar el trigo de la paja para  quedarnos con la información verdaderamente importante. Metafóricamente tenemos que salir de la jungla para adentrarnos en el desierto, también metafórico, que nos aleja del mundanal ruido, para rodearnos de silencio tan necesario para poder encontrar la información que es esencial para encontrar el camino de la vida.

Las lianas trepadoras tan abundantes en la jungla, dificultan el paso. Es necesario salir de la jungla metafórica en que se ha convertido la sociedad actual. ¿Por qué? <b>James Williams</b> que fue ingeniero de Google nos dice el motivo: “La digitalización compulsiva de nuestras opiniones empobrece el debate público y nuestro cerebro. Juzgue lo que se publicaba en Twitter y lo que se publica hoy…Lo que leemos y lo que escribimos a golpe de tuits instantáneos, hoy tiene menos sentido que lo que leíamos y reflexionábamos antiguamente sobre el papel con más tiempo”. Dirigiéndose a su entrevistador <b>James Williams</b> le dice: “¿Negará la evidencia?”

El que fuera ingeniero de Google le dice al periodista que el ritmo frenético digital en que estamos inmersos degrada el cerebro.  El reportero no se lo cree y le dice. “¿Y si resulta que agiliza nuestra mente? El ingeniero le responde. “Para hacer cualquier cosa que merezca la pena en tu vida se necesita prestar atención y la digitalización  -pantallas ubicuas a todas horas- nos la roba. No nos deja tiempo para  pensar”.

“Para hacer cualquier cosa que merezca la pena en tu vida se necesita prestar atención”. El vértigo que nos impone la manera de vivir hoy no deja tiempo para hacerlo. El estilo de vida moderno nos marca  un ritmo apresurado que nos hace sacar un palmo de lengua. El <i>Take away</i> que ofrecen la mayoría de cafeterías y bares, ilustra el ritmo de vida trepidante de hoy. Urge adentrarse en el desierto metafórico para dejar atrás también la estremecida  jungla metafórica que nos lleva a ninguna parte.

En momentos puntuales, encontrándonos en situaciones incómodas, nos preguntamos: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? A estas preguntas que tienen que ver con nuestra esencia como personas no se les puede dar respuesta satisfactoria a golpes de Twitter. Tenemos que sentarnos. Tenemos que desconectar cualquier chisme tecnológico de la comunicación y convertir el lugar en que nos encontramos en un desierto metafórico en el que el único sonido que se oiga sean los latidos del corazón.

Ya hace más de dos mil años que Jesús puso de manifiesto la importancia de abandonar la jungla metafórica para adentrarnos en el desierto de la misma característica cuando enseñó cómo relacionarse con el Padre celestial. Existe algo más importante que saber cómo entrar en contacto íntimo con nuestro Creador y Padre de nuestro Señor Jesucristo y salvador nuestro? 

Los religiosos que se encuentran confinados en la jungla metafórica y se encuentran a gusto en medio del ensordecedor mundanal ruido, lo hacen de la manera desordenada que denuncia Jesús. “Y cuando ores, no seas como los hipócritas, porque ellos aman orar en pie” (como lo hace el fariseo de la parábola), “en las sinagogas, y en las esquinas de las calles, para ser vitos de los hombres, de cierto os digo que ya tienen su recompensa” (Mateo 6: 5). La manera de orar farisaica adentra al orante en la espesura de la jungla en donde en vez de oír los melodiosos sonidos de los pájaros, escucha los ensordecedores aplausos y alabanza de quienes contemplan tan piadosa (?)  devoción. En vez de escuchar el silbo apacible que le susurra al oído, escucha el clamor ficticio de la multitud que alaba su teatral piedad.

Quienes deseen en verdad abandonar la jungla metafórica para aislarse en el silencio del desierto metafórico para encontrarse con el Padre celestial, lo hacen de la manera que enseña Jesús: “Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mateo 6: 6). El Padre que es omnipresente se introduce  en la habitación en la Persona de su Hijo Jesús que le dice: “Al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6: 37). Quien busca a Dios en el silencio metafórico del desierto siempre tiene su recompensa: Sale por la puerta de la habitación con el corazón rebosando gozo.

Octavi Pereña i Cortina

 

 

dilluns, 19 d’abril del 2021

 

EL LIBRO

<b>”Lee menos, estudia menos, pero piensa más” Leon Tolstoi</b>

<b>Nuccio Ordine</b>  comienza  su escrito <i>Paz para el espíritu</i> citando a <b>Federico García Lorca</b>: “No solo de pan vive el hombre. Si yo tuviera hambre, y estuviera desvalido en la calle, no pediría un pan, pediría medio pan y un libro”. Dicha cita comienza con unas palabras que Jesús dijo al diablo cuando hambriento por haber ayunado cuarenta días Satanás intenta desviarle de la misión que había venido a cumplir: “Si eres Hijo de Dios, di a estas piedras que se conviertan en panes”. Jesús le responde: “Está escrito: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4: 2-4). Las palabras de Jesús corrigen a <b>Nuccio Ordine</b>  ya que completan la carencia que existe en la cita de                       <b> García Lorca</b>. Le dan un valor muy superior ya que ponen en su sitio el concepto espiritualidad.

<b> Ordine</b>  citando a <b>Michael de la Montaigne</b> nos recuerda que no es posible educar únicamente el espíritu o solamente el cuerpo: “No se forma una alma ni un cuerpo, sino un hombre: No hay que tratar a los dos por separado. Y como dice Platón, no debe formarse una parte sin la otra, sino considerarlos a la par, como una pareja de bueyes, uncidos al mismo timón”. Es lo que vino a hacer Jesús: salvar al hombre integral: alma y cuerpo.

Debido a la pandemia del Covid-19  los diversos sectores culturales se quejan del abandono a que se somete la cultura. Malas lenguas dicen que el desinterés que los políticos sienten por la cultura se debe a que la ilustración fomenta el espíritu crítico en la ciudadanía que va contra sus intereses. Es por este motivo que se regateen las inversiones en Cultura.. A los poderes políticos no les interesa una sociedad bien educada que cuestione su manera de hacer. <b>Víctor Hugo</b> dijo que si a “los políticos solamente les interesa que las ciudades estén bien iluminadas, para impedir que los malhechores puedan actuar a sus anchas, se corre el peligro de que caiga la noche en el mundo moral”.  Si el poder político se preocupa exclusivamente por el pan que nutre el cuerpo, ¿quién se va a interesar en que se enciendan las antorchas que iluminan la mente? Tal como se enfocan las cosas se corre el riesgo de fomentar una sociedad cada vez menos humana, más egoísta, presa fácil del odio, el racismo el antisemitismo, homofobia, injusta…

Por el hecho de que el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, no fruto de la evolución materialista, está dotado de una racionalidad de la que carecen los animales que se rigen por el instinto. Dada esta peculiaridad   está capacitado para pensar, razonar. Debido a que el hombre es una creación especial de Dios  devora libros, digiere poemas, tiene sed de conocimientos. El hombre debe  saber que el hambre que se esconde en el interior del alma debe estimularse con la verdadera cultura. Actualmente se encuentra en el mercado mucha falsa cultura  que ahoga la sed y el hambre por la auténtica. Mucho de lo que hoy se considera cultura deja mucho que desear y asfixia el sentido crítico que impulsa a examinarlo todo para quedarse con lo bueno.

Ane la pandemia cultural que hace estragos en el ser humano no debemos olvidar las palabras que Jesús le dijo a Satanás cuando le tentaba a que dudase de su divinidad y así abandonase su misión de salvar el hombre del estado en que se encuentra, cuando estando en Adán comió el fruto prohibido: “Está escrito: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”

El poeta <b>Giuseppe Giorchino Bella</b> se imagina un cura reaccionario, anti cultura. Escribe: “Tú coge un libro en ayunas y luego/ de tenerlo en la mano varias horas/ dime si siente hambre o está lleno/ ¿qué predicaba el cura en la Misión?/ que los libros no son para cristianos/ ¡No los leáis por el amor de Dios!”.

La Iglesia Católica se ha especializado a lo largo de los siglos en la quema de biblias, libros que nutren las almas,  manteniéndolas sanas. No contenta con quemar biblias lanzaron a las hogueras  comentarios sobre los textos sagrados escritos por quienes despectivamente catalogaban como luteranos y calvinistas. No tenían suficiente con quemar libros también tenían que hacerlo con sus autores. Y las personas que los tenían en sus bibliotecas privadas  con los que forjaban su pensamiento crítico.

A pesar de la persecución de que fue la Biblia y sus lectores, la Sagrada Escritura sigue editándose, convirtiéndose en el pan de vida y el agua viva que satisface el hambre y la sed del alma de quienes no la atiborrarla de falsa cultura tan prolifera hoy.  A pesar que la Biblia puede adquirirse libremente  sin miedo a encarcelamiento ni a ser torturado en  dependencias inquisitoriales.  A pesar de las apariencias, las autoridades  eclesiásticas frenan la libre interpretación de los textos sagrados guiada por la dirección del Espíritu Santo, al ir acompañados de notas explicativas que condicionan la interpretación del lector.

Sin prejuicios abramos la Biblia. En ella descubriremos a Jesús que es el Pan de vida y el Agua viva que sacia las necesidades del alma. Con la Biblia Jesús derrotó a Satanás. Con la Biblia podemos vencer  al enemigo de nuestras almas y librarnos de su influencia malévola. Las obras maestras de la literatura universal pueden gratificar nuestra sensualidad y, en parte, el afán de saber. Pueden enriquecernos con sus aportaciones éticas que son incapaces de cambiar nuestro comportamiento. “Si alguien está en Cristo nueva criatura es, las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5: 17)

Octavi Pereña i Cortina

 

 

ECLESIASTÉS 6: 12

“Porque ¿quién sabe cuál es el bien del hombre en la vida, todos los días de su vanidad, los cuales pasa como sombra?” Porque ¿quién enseñará al hombre que será después de él debajo del sol?”

Transcribo una leyenda china que ilustra el texto de Eclesiastés que tenemos como base de esta meditación. Dice así. “Cuando Sai Weng perdió uno de sus caballos, un vecino le manifestó su tristeza por la pérdida del animal. Sai Weng tranquilamente le dijo: “¿Quién sabe si no será bueno para mí? Sorprendentemente el aballo regresó acompañado de otro caballo. Cuando el vecino se alegró al saber la noticia, Sai Weng dijo: “¿Quién sabe si no será malo para mí?” Al poco tiempo su hijo se rompió una pierna cayendo del caballo nuevo que cabalgaba.  Esto pareció ser una desgracia hasta que se presentó el ejército reclutando jóvenes para ir a la guerra. Debido a la lesión del hijo de Sai Weng fue rechazado de ser reclutado lo cual pudo evitar que muriera en combate”. ¿Quién sabe que será mañana?

En el día de bien goza del bien, y en el día de la adversidad considera: Dios hizo tanto el uno como el otro” (7: 14). En las manos del Señor están la salud y la enfermedad, la vida y la muerte. Nada escapa del control de Dios, por lo que el destino del hombre no se encuentra en manos de un azar incierto sino en las manos de un Dios misericordioso que hace que “los que aman a Dios, todas las cosas ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados (Romanos 8: 28). Cuando Dios predestinó antes de la fundación del mundo a quienes tenían que ser su pueblo lo “hizo conforme  a su propósito”, no para dejarlos en manos de un destino incierto que se desconoce a dónde llevará. Dios escogió a los suyos con el propósito de que la imagen de su Hijo unigénito se vaya formando en ellos hasta alcanzar la perfección a que nos ha llamado el Padre celestial. Dios como alfarero moldea el barro que son sus hijos para conseguir el propósito que tiene para cada uno de ellos.

Los impíos buscan saber el futuro por medio de médiums, adivinos, cartas astrales, nigromantes que además de no dárselo a conocer tiene fatales consecuencias para quienes quieren saber el mañana por medios ilícitos. El final desastroso del rey Saúl es un ejemplo de que no se puede jugar con el destino.

Jesús nos enseña a no afanarnos por el mañana “porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (Mateo 6: 25- 34). Aceptemos humildemente el afán de cada día que el Señor disponga para nosotros. Sabe lo que mejor nos conviene.


 

JUDAS 24

“Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría”

La doxología, la alabanza a Dios con la que Judas termina su breve epístola debe tenerse en consideración en unos tiempos en que la sana doctrina no tiene demasiados adeptos. La superficialidad doctrinal es característica de nuestra época. Así les van las cosas a las iglesias que se edifican sobre cimientos de arena  por la falta de solidez que le aporta todo el “consejo de Dios”. ¿Cómo está el lector respecto a su solidez doctrinal? ¿Tiene dudas respecto a su salvación? Con respecto a sus pecados, ¿tiene la certeza de que todos han sido perdonados? La doxología con la que Judas termina su corta carta es un buen resumen de todo el “consejo de Dios”.

“Aquel que es poderoso para guardaros sin caída”. Esta verdad va dirigida a unas personas  que habiendo sido convertidas en santos por la fe en Jesús siguen siendo pecadores y por tanto con muchas debilidades. A pesar de ello, Dios “es poderoso para guardaros sin caída”. ¿No es cosa maravillosa saber con certeza  que a pesar de nuestras debilidades, de nuestros resbalones,  Jesús nos guarda por sus méritos y nos ve como si nunca hubiésemos cometido pecado? 

Si somos verdaderos cristianos, ¡cuán a menudo no tenemos que confesar: “Señor ten piedad de mí que soy un pecador! Pues bien, Jesús el Todopoderoso tiene poder de limpiar con su sangre todos nuestros pecados y así “y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría”. Como dice Apocalipsis: Vestidos con túnicas de lino blanco porque todos nuestros pecados han sido lavados  por la sangre del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. ¿Está triste Jesús por presentar ante su gloria a unos pecadores?  En absoluto lo hace “con gran alegría”. Ha sido el deseo de su Padre enviarlo al mundo para salvar a su pueblo de sus pecados y presentarlo ante sí mismo irreprensibles.

Ahora que sabemos que el propósito de Dios  con nosotros se ha cumplido al pie de la letra, hagámonos nuestra la segunda parte de la doxología con la que Judas finaliza su epístola  y, con corazones agradecidos por el inmenso amor de Dios con nosotros, entonemos en nuestros corazones con alegría: “Y al único y sabio Dios, nuestro salvador, sea gloria, y majestad, imperio i potencia, ahora y por todos los siglos. Amén”.

 

 

 

dilluns, 12 d’abril del 2021

 

GENESIS, 4: 5

“Entonces el Señor dijo a Caín: ¿Por qué te has enfurecido, y por qué ha decaído tu semblante?”

El relato de Caín y Abel nos recuerda la parábola del fariseo y del cobrador de impuestos subiendo ambos al templo a orar. A pesar de que el texto no nos dice nada al respecto, da la impresión de que Dios les había dicho a Adán y Eva cómo tenían que adorarle. Es probable que se hubiese construido un altar en donde ofrecer los sacrificios que simbolizaban la muerte de Jesús en la cruz. Caín puede ser el fariseo y Abel el cobrador de impuestos. Puede ser que fuese sábado el día en que ambos hermanos fueron  a adorar a Dios. El día en que Dios descansó de su obra creadora es el día que Dios  instituyó para que el hombre lo dedicase al Creador.

Caín y Abel acicalados para la ocasión, se presentan al lugar del encuentro con Dios. Caín ofrece “del fruto de la tierra”. El texto nos dice que Dios “no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya” (v. 5), tal vez porque lo hizo con el espíritu del fariseo: “Dios te doy gracias porque no soy como los otros hombres”. En cambio Abel “trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró el Señor con agrado a Abel y su ofrenda” (v.4). Podemos suponer que Abel se presentó ante el Señor con el espíritu del cobrador de impuestos: “Dios sé propicio a mí pecador” (Lucas 18: 13), por ello abandonó el lugar el encuentro con Dios “justificado”.

¿Cómo reaccionó Caín al ver que su ofrenda no había sido del agrado de Dios? “Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante” (v.5). La prepotencia no puede soportar que la ofrenda no sea aceptada. Dios no permanece mudo  ante la insolencia de Caín. De la misma manera que Dios fue al encuentro de Adán y Eva después de pecar, lo hace con Caín y le dice: “Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante?” (v. 6). Dios busca que Caín se arrepienta de su pecado y que se le acerque con el espíritu humilde y arrepentido de su hermano Abel. Pero no quiere escuchar. Odiar a su hermano es lo mismo que asesinarlo. Dios juzga los pensamientos. Caín es culpable de asesinato.

Con rostro sonriente y amistoso Caín invita a su hermano a dar un paseo por el campo. Cuando están solos y aparentemente nadie los ve: “Caín se levanta contra su hermano Abel y lo mata” (v. 8). Pero Dios ve lo que el hombre no ve. Sin dejar Dios de tender la mano hacia el asesino y en busca de reconciliación, le pregunta a Caín: “¿Dónde está Abel tu hermano?” Y él respondió: “No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?” (v.9). El Señor no deja de hablarle. Quiere despertarle el reconocimiento de culpa para poder perdonarle. “¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra” (v. 10). No hay respuesta. Caín prosigue su camino llevando cuestas la pesada carga de la sangre de su hermano. A pesar de los amorosos avisos de Dios al arrepentimiento, Caín prosigue su camino hacia la condenación eterna.


 

COLOSENCES 2: 23

“Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario en humildad y en duro trato del cuerpo, pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne”

El apóstol Pablo lanza un aviso: “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (v. 8). Este texto contiene una palabra clave: Tradiciones. No nos dejemos engañar por las tradiciones religiosas por antiguas que sean si no se han construido sobre la piedra del ángulo, el cimiento sobre el que se edifica la Iglesia de Dios que es Jesús. Todas las tradiciones que no se levantan sobre la piedra del ángulo que es Cristo Jesús son huecas sutilezas, es decir, carecen de valor para edificar una vida espiritual que dé gloria a Dios.

El apóstol menciona dos palabras: circuncisión y bautismo. Ambas describen acciones iniciáticas para entrar a formar parte de la iglesia judía o de la cristiana. La circuncisión efectuada por mano de hombre si no iba precedida por la circuncisión efectuada por el Espíritu Santo  no tiene valor alguno a los ojos de Dios. (v. 11). Los judíos circuncidados podían ser descendencia de Abraham según la carne, pero no lo eran según la fe. Podían pertenecer a la iglesia judía pero sus nombres no estaban inscritos en el Libro de la Vida.

Habiendo muerto y resucitado Jesús, la circuncisión efectuada por la mano del hombre no tiene sentido. Los judíos que la practican siguen una tradición que es hueca sutileza. La circuncisión que practicaban los judíos antes de la muerte y resurrección de Jesús no tenía valor alguno si no iba precedida por la fe. Tampoco tiene valor el bautismo si la inmersión no va precedida por la fe en Jesús el Salvador.

Preste atención el lector en lo que escribe el apóstol Pablo: “Sepultados con Él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con Él, mediante la fe en el poder de Dios que lo levantó de los muertos. Y vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con Él, perdonándoos todos los pecados” (vv. 12, 13). El bautismo que tiene efecto regenerador cuando el bautizado se sumerge en el agua bautismal creyendo que Jesús murió por él. Salir del agua significa que resucita con Cristo. El bautismo significa una unión mística con Jesús en su muerte y resurrección. Si el bautismo no va acompañado de fe no es nada más que una hueca sutileza.

 

 

DESIERTO METAFÓRICO

<b>El silencio se ha convertido en un enemigo que debe vencerse permaneciendo continuamente conectados a una fuente de sonidos</b>

<b>Joan Planella</b> arzobispo de Tarragona  comienza su escrito <i>El móvil y el desierto</i> con este párrafo: “Oí en cierta ocasión en boca de un profesor de Esade que la búsqueda  de información antes de la era digital se parecía a un beduino del desierto, porque costaba mucho encontrarla, y los medios eran escasos, ahora, en cambio, se parece más a una jungla porque de tanta que tenemos se hace difícil saber cuál debe escogerse”. El mundanal ruido, metafóricamente la jungla, situación que nos impide concentrarnos y así saber separar el trigo de la paja para  quedarnos con la información verdaderamente importante. Metafóricamente tenemos que salir de la jungla para adentrarnos en el desierto, también metafórico, que nos aleja del mundanal ruido, para rodearnos de silencio tan necesario para poder encontrar la información que es esencial para encontrar el camino de la vida.

Las lianas trepadoras tan abundantes en la jungla, dificultan el paso. Es necesario salir de la jungla metafórica en que se ha convertido la sociedad actual. ¿Por qué? <b>James Williams</b> que fue ingeniero de Google nos dice el motivo: “La digitalización compulsiva de nuestras opiniones empobrece el debate público y nuestro cerebro. Juzgue lo que se publicaba en Twitter y lo que se publica hoy…Lo que leemos y lo que escribimos a golpe de tuits instantáneos, hoy tiene menos sentido que lo que leíamos y reflexionábamos antiguamente sobre el papel con más tiempo”. Dirigiéndose a su entrevistador <b>James Williams</b> le dice: “¿Negará la evidencia?”

El que fuera ingeniero de Google le dice al periodista que el ritmo frenético digital en que estamos inmersos degrada el cerebro.  El reportero no se lo cree y le dice. “¿Y si resulta que agiliza nuestra mente? El ingeniero le responde. “Para hacer cualquier cosa que merezca la pena en tu vida se necesita prestar atención y la digitalización  -pantallas ubicuas a todas horas- nos la roba. No nos deja tiempo para  pensar”.

“Para hacer cualquier cosa que merezca la pena en tu vida se necesita prestar atención”. El vértigo que nos impone la manera de vivir hoy no deja tiempo para hacerlo. El estilo de vida moderno nos marca  un ritmo apresurado que nos hace sacar un palmo de lengua. El <i>Take away</i> que ofrecen la mayoría de cafeterías y bares, ilustra el ritmo de vida trepidante de hoy. Urge adentrarse en el desierto metafórico para dejar atrás también la estremecida  jungla metafórica que nos lleva a ninguna parte.

En momentos puntuales, encontrándonos en situaciones incómodas, nos preguntamos: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? A estas preguntas que tienen que ver con nuestra esencia como personas no se les puede dar respuesta satisfactoria a golpes de Twitter. Tenemos que sentarnos. Tenemos que desconectar cualquier chisme tecnológico de la comunicación y convertir el lugar en que nos encontramos en un desierto metafórico en el que el único sonido que se oiga sean los latidos del corazón.

Ya hace más de dos mil años que Jesús puso de manifiesto la importancia de abandonar la jungla metafórica para adentrarnos en el desierto de la misma característica cuando enseñó cómo relacionarse con el Padre celestial. Existe algo más importante que saber cómo entrar en contacto íntimo con nuestro Creador y Padre de nuestro Señor Jesucristo y salvador nuestro? 

Los religiosos que se encuentran confinados en la jungla metafórica y se encuentran a gusto en medio del ensordecedor mundanal ruido, lo hacen de la manera desordenada que denuncia Jesús. “Y cuando ores, no seas como los hipócritas, porque ellos aman orar en pie” (como lo hace el fariseo de la parábola), “en las sinagogas, y en las esquinas de las calles, para ser vitos de los hombres, de cierto os digo que ya tienen su recompensa” (Mateo 6: 5). La manera de orar farisaica adentra al orante en la espesura de la jungla en donde en vez de oír los melodiosos sonidos de los pájaros, escucha los ensordecedores aplausos y alabanza de quienes contemplan tan piadosa (?)  devoción. En vez de escuchar el silbo apacible que le susurra al oído, escucha el clamor ficticio de la multitud que alaba su teatral piedad.

Quienes deseen en verdad abandonar la jungla metafórica para aislarse en el silencio del desierto metafórico para encontrarse con el Padre celestial, lo hacen de la manera que enseña Jesús: “Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mateo 6: 6). El Padre que es omnipresente se introduce  en la habitación en la Persona de su Hijo Jesús que le dice: “Al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6: 37). Quien busca a Dios en el silencio metafórico del desierto siempre tiene su recompensa: Sale por la puerta de la habitación con el corazón rebosando gozo.

Octavi Pereña i Cortina

 

dimarts, 6 d’abril del 2021

 

SANTA  CENA O EUCARISTÍA

<b>La Cena del Señor es recuerdo o sacramento, ambas cosas no</b>

Cada año al llegar la popular Semana Santa tenemos que refrescar la memoria para pensar de qué manera se tiene que celebrar el recuerdo del sacrificio expiatorio de Jesús para salvar al pueblo de Dios de sus pecados. Jesús estableció la manera de recordar se sacrificio durante la cena que compartió con sus discípulos la noche en que fue detenido, la víspera de su muerte en la cruz. La versión que da del evento el evangelio de Lucas, lo hace así: “Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió, y les dio diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado, haced esto en memoria de mí. De igual manera, después de haber comido, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama” (Lucas 22: 19, 20).

La manera como la deben conmemorar los cristianos la establece el apóstol Pablo cuando escribiendo a los cristianos en Corintio, les dice: “Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la  noche que fue entregado, tomó pan, y habiendo dado gracias, lo partió y dijo: Tomad, comed, esto es mi cuerpo que por vosotros es partido, haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, haced esto todas las veces que la bebáis en memoria de mí” (1 Corintios 11. 23-25). Las instrucciones son precisas y no dan lugar a la duda: la congregación en su totalidad, sin hacer distinción entre pastor y fieles, participa de los dos elementos. El pan y el vino. Es interesante saber el porqué de la participación sin distinciones.

¿Qué significa el pan y el vino que se utilizan en la Santa Cena y si se prefiere en la Eucaristía? Con claridad meridiana el apóstol de los gentiles expone: “Así pues, todas las veces que coméis este pan, y bebéis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que Él venga” (v. 26). Es muy importante retener en la memoria el significado de la conmemoración: El pan y el vino recuerdan a  los asistentes al acto el cuerpo maltrecho de Jesús y su sangre derramada para perdón de los pecados de los participantes. Pero dice algo más, recuerda “la muerte del Señor hasta que Él venga”. Esta humilde celebración recuerda que la fe no sirve únicamente para el tiempo presente para hacer frente a las dificultades del día a día. Nos transporta al fin del tiempo cuando Jesús glorificado vendrá a buscar a su pueblo para pasar la eternidad con Él. Pero tiene más contenido: “De manera que cualquiera que coma este pan y beba esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así el pan y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados, entre vosotros, y muchos duermen” (vv.27-30). Cada participante  al acto debe entonar su <i>mea culpa</I>, no da lugar a la presunción. Cada participante tiene que fijarse en la biga que tiene en su ojo y olvidarse de la paja que hay en el ojo del hermano. Bastante trabajo se tiene co pedir perdón por los propios pecados.

El apóstol Pablo escribiendo a dos pastores,  al uno le dice. “Oh Timoteo, guarda lo que se te ha confiado” (2 Timoteo 6: 20), y a Tito le recuerda: “Pero tú habla de las cosas que son conforme a la sana doctrina”” (Tito 2:1). Lo que el apóstol encarga a sus discípulos es algo que no debe pasarse por alto. Su palabra tiene autoridad apostólica porque la ha recibido de Jesús que es la Cabeza de la Iglesia. En el caso que nos afecta es que debe conservarse la sencillez  de la celebración de la Cena del Señor  que es el recuerdo del sacrificio de Jesús realizado una sola vez, que basta para el perdón de los pecados del pueblo de Dios de todos los tiempos: “Donde hay remisión de estos (los pecados), no hay más ofrenda por el pecado” (Hebreos 10: 18). El autor de Hebreos interpretando el significado de los sacrificios indicados en la Ley de Moisés, escribe: “Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios que nunca pueden quitar los pecados” (Hebreos 10: 11).

Ahí se encuentra la gran diferencia que existe entre el significado que tiene la Cena del Señor que describe el apóstol Pablo y la Eucaristía católica. Los evangélicos  recordamos el sacrificio de Jesús efectuado una sola vez y que es suficiente para perdonar los pecados de los creyentes en Él. Los católicos cuando celebran la Eucaristía repiten, según ellos, de manera incruenta el sacrificio de Jesús.  Los sacrificios de animales instituidos por el mismo Dios no podían borrar los pecados porque únicamente simbolizaban la muerte de Jesús. Los sacrificios incruentos que se repiten día a día que enseña la doctrina católica que se instauró en el Concilio Lateranense en el año 1215 que es cuando se instauró lo doctrina de la transustanciación, tampoco pueden. ¿En qué situación se encuentran los fieles católicos? ¡Qué desengaño no se van a llevar cuando comparezcan ante el tribunal de Cristo y oigan de sus labios: No os conozco”!

Octavi Pereña i Cortina

 

EZEQUIEL 28:2

“Por cuanto se enalteció tu corazón, y dijiste: Yo soy un dios”

El profeta Ezequiel personifica la ciudad de Tiro otorgándole sentimientos humanos. La ciudad no tiene sentimientos como tampoco los tienen las ciudades de hoy. Pero sí sus ciudadanos. Cuando el profeta le dice que naciones extranjeras “desenvainarán sus espadas contra la hermosura de tu sabiduría, y mancharán tu esplendor. Al sepulcro te harán descender, y morirás con la muerte de los que mueren en medio de los mares” (vv. 7,8), en nombre de Dios  el profeta juzga y condena al rey y a los ciudadanos de aquella esplendorosa ciudad que en su orgullo se consideraban dioses.

El orgullo que condujo a la destrucción de Tiro por el ejército de Nabucodonosor rey de Babilonia fue el mismo que a su vez ocasionó la destrucción de Babilonia. Es el mismo que conduce a la destrucción de las naciones de nuestro tiempo. El corazón de Tiro se enalteció hasta el punto de decir: “Yo soy un dios”.

Cuando en nuestro tiempo besamos las banderas que representan a las naciones y hacemos el ridículo al intentar negar la existencia de naciones que no se las reconoce como tales, ¿no estamos rindiendo unos honores que únicamente se le debe rendir a Dios?

La sentencia que Dios dicta contra Tiro es: “De la muerte de los incircuncisos morirás por mano de extranjero, porque yo he hablado, dice el Señor” (v. 10). Por la historia sabemos que las naciones han ido cambiando de manos sucesivamente a medida que la iniquidad iba colmando el vaso y Dios dice: ¡Basta! ¿Cómo terminarán las actuales? No lo sabemos. Indiscutiblemente Dios ha dictado ya sentencia y les concede un margen para que puedan arrepentirse de sus pecados. Recordemos el caso de Nínive. Dios le concedió un plazo de cuarenta días antes de destruirla. En su misericordia le envió al profeta Jonás para que le hablara un mensaje de arrepentimiento. El orgullo nacional del profeta le impedía obedecer el mandato de Dios, pero el Señor lo humilló manteniéndolo tres días y tres noches en el vientre de un gran pez. Cuando el gran pez lo vomitó en tierra firme, a regañadientes, Jonás predicó el mensaje de arrepentimiento que se la había encargado. La ciudad, los ciudadanos, escucharon el mensaje de Dios y se arrepintieron. Los cuarenta días de plazo se convirtieron en unos tres cientos años. Cuando Nínive llegó al punto de no retorno, una confederación de naciones pusieron fin a su esplendor.

Desconocemos el plan de Dios para las naciones de hoy. Desconocemos el plazo que les concede antes de ser destruidas. Lo hará “con la muerte de los que mueren en medio de los mares”. La hora fatídica llegará a su tiempo. Tal vez no se producirá un arrepentimiento colectivo como ocurrió con Nínive. Sí puede darse el arrepentimiento individual que permite que Dios envíe un ángel que nos  coja de la mano y nos saque de la destrucción de la misma manera como lo hizo con Lot para sacarlo de la destrucción de Sodoma y Gomorra.


 

SALMO 50: 15

“E invócame en el día de la angustia, te libraré, y tú me honrarás”

El corazón humano tiende a enaltecerse. ‘Cuan poco han influido en nosotros las palabras de Jesús “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”! (Mateo 11: 29). ¡Cuánto  nos parecemos al fariseo que en pie en el templo oraba de esta manera: “Dios te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este cobrador de impuestos” (Lucas 18: 11). Ni tan siquiera la religión es capaz de frenar el impulso de frenar el orgullo que nos impulsa a exhibir públicamente nuestra religiosidad.

“Oye pueblo mío, y yo hablaré, escucha Israel y yo testificaré contra ti” (Salmo 50: 1). ¿Qué es lo que tiene que decir contra la iglesia judía? No tiene nada que decir de los holocaustos y sacrificios que se ofrecían en el templo. Los sacrificios de animales que en aquella época se ofrecían y que simbolizaban la muerte de Jesús en la cruz del Gólgota eran aceptados de no ser que se ofreciesen animales defectuosos. Eso sí que no era permitido porque la imperfección no representaba la triple santidad de Jesús el “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.

Cuando el salmista Scribe: “Sacrifica a Dios alabanza, y paga tus votos al Altísimo” (v. 14), parece indicar que a los sacrificios que se ofrecían en el templo les faltaba la actitud correcta que tenía que darse en el corazón de quienes los ofrecían. En el Nuevo Testamento cuando Jesús se entrega a morir en la cruz como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, lo hace una sola vez. Con un solo sacrificio hace perfectos a todos los que creen en Él. Su muerte se recuerda con el pan y el vino que simbolizan el cuerpo y la sangre de Jesús. De la misma manera que los sacrificios cruentos podían ofrecerse sin la disposición correcta del corazón, sucede con los que participan en la celebración de la Cena del Señor. El hecho de comer el pan y beber la copa no significa a los ojos escrutadores del Señor van a dar su visto bueno. Para que esto no sea esto  nuestro caso nos advierte con las palabras del apóstol Pablo: “De manera que cualquiera que come este pan y bebe de esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y  bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio como y bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen” (1 Corintios 11: 27-30). Participando a la ligera en la Cena del Señor tiene sus consecuencias. No se recupera o se mantiene la salud espiritual porque los símbolos no lo hacen. Sin probarse cada uno a sí mismo es ser hipócrita. El resultado puede ser la enfermedad o la muerte prematura. Con del Señor no se juega. ¿Qué le ocurrió a Ananías y Safira, el matrimonio que pretendió engañar al Espíritu santo? Fallecieron fulminantemente (Hechos 5: 1-11).