PROVERBIOS 4: 23
“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón,
porque de él mana la vida”
Nos
esforzamos en acaparar bienes materiales porque pensamos que ellos van a
protegernos en la adversidad. Toda la energía la dedicamos en conseguir bienes
que podemos tocar con las manos. Pero
nos olvidamos que los bienes materiales tienen alas y en un abrir y cerrar de
ojos han desaparecido, ¡Qué desilusión! La respuesta a la repentina pobreza en
que nos encontramos nos impulsa a darnos cabezazos contra la pared.
Es
cierto que la Biblia nos enseña a comportarnos como las hormigas que en el
estío trabajan incansables almacenando alimentos para el invierno. La Biblia no
es partidaria de la holganza. Nos estimula a la laboriosidad. Como consecuencia
del pecado de Adán y la maldición que Dios dirigió a la tierra, “con el sudor
de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, pues polvo eres, y
al polvo volverás” (Génesis 3: 19).
El
apóstol Pablo enterado de que el la iglesia en Tesalónica había algunos que
“andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entrometiéndose en lo
ajeno” (2 Tesalonicenses 3: 11), es
tajante. “ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma” (v.10).
la laboriosidad tiene un límite. Cuando el trabajo se convierte en un Dios y
esclaviza el amor al dinero, llega el momento en que nos acordemos de las
palabras de Jesús: “Nadie puede servir a dos señores, porque o aborrecerá al
uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis
servir a Dios y a las riquezas” (Mateo 6: 24).
El
texto que comentamos nos previene del amor al dinero. Almacenar benes no tiene
que ser el objetivo de nuestras vidas. “Sobre toda cosa guardada guarda tu
corazón, porque de él mana la vida”. Salomón, escribiendo siendo inspirado por
el Espíritu Santo nos enseña que la prioridad de nuestras vidas debe ser
“guardar el corazón. Nutrirlo con las enseñanzas bíblicas que nos dicen que
Jesús transforma nuestro corazón de piedra en uno de carne que puede ser
moldeado a semejanza de Él. Si nos afanamos en hacernos tesoros terrenales es
muy posible que en un momento determinado los ladrones entren en nuestra
casa y la desvalijen a pesar de que
hemos contratado a una empresa de seguridad su protección. Hagamos tesoros en el cielo, es decir, invirtamos en Jesús
que es el tesoro escondido que para poderlo disfrutar nos desprendemos de los
dioses que nos esclavizan para que Él pueda adueñarse de nuestro corazón y
llenarlo con el tesoro de la vida
eterna.
Creyendo
en Jesús, en el momento en que traspasemos el umbral de la muerte para acceder
a la eternidad, este Tesoro no se quedará en el sepulcro sino que nos
acompañara en nuestro viaje a la eternidad. Lo mejor que podemos hacer es
invertir en Jesús y hacer todo lo que nuestras fuerzas lo permitan para que
cada día que pase, por el Espíritu, Jesús se forme en nosotros. Sobre toda cosa
guardada guarda tu corazón.
PROVERBIOS 3: 25,26
“No tendrás temor de pavor repentino…Porque
el Señor será tu confianza, y Él preservará tu pie de no tropezar”
El
contexto inmediato del texto que comentamos gira entorno a la
obediencia a la Ley de Dios: “Hijo mío, no te olvides de mí Ley, y tu corazón
guarde mis mandamientos” (v.1). La vida del cristiano tienen que girar entorno
de los mandamientos de Dios, no con el propósito de adquirir la salvación
siendo estrictos cumplidores de la Ley como lo pretendían los fariseos, sino
siendo consecuencia de la gracia de Dios que nos impulsa a hacer “buenas obras,
las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:
10).
El contexto del texto que comentamos también
trata de la sabiduría de Dios. “Bienaventurado el hombre que halla la
sabiduría, y que obtiene la inteligencia” (v.13). La sabiduría de Dios no se
obtiene memorizando la Biblia. Ello no quiere decir que el creyente no deba
esforzarse a hacerlo en la medida de sus capacidades. No debemos olvidar que Jesucristo” nos ha hecho ministros competentes de un nuevo pacto, no
de la letra, sino del Espíritu, porque la letra mata, mas el Espíritu vivifica”
(2 Corintios 3: 6). El mismo apóstol nos saca de Dudas a la hora de entender
qué es la sabiduría: “Mas por Él estáis en Cristo Jesús, el cual nos ha sido
hecho por Dios sabiduría” (1 Corintios 1: 30). Queda claro que cuando nos referimos
a la sabiduría de Dios no lo interpretamos como concepto filosófico sino
como una Persona: Jesucristo. Cuando a
continuación nos referiremos a la sabiduría debe quedar claro que nos referimos a Jesús.
Podemos
parafrasear el versículo 13 así: “Bienaventurado el hombre que halla a Cristo”.
Teniendo en cuenta que Sabiduría es igual a Cristo, leemos. “Porque su ganancia
es mejor que la plata y sus frutos más que el oro fino. Mas precioso es que las
piedras preciosas, y todo lo que puedes desear, no se puede comparar a Él.
Largura de días está en su mano derecha, en su izquierda riqueza y honra, Sus
caminos son caminos deliciosos, y todas sus veredas paz. Él es el árbol de vida a los que de Él echan
mano, y bienaventurados son los que lo retienen. Dios con Cristo fundó la
tierra, afirmó los cielos con inteligencia” (vv. 14-19).
Cristo
la Sabiduría de Dios es el tesoro escondido que merece la pena desprenderse de
todo para poseerlo a Él. También es la Perla de gran valor que merece la pena
desprendernos de todo para hacernos con
Él. Que el Espíritu Santo nos enseñe a
amar a Jesús, la Sabiduría, sobre todas las cosas.
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