dissabte, 5 de setembre del 2020

 

PROVERBIOS 4: 23

“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él mana la vida”

Nos esforzamos en acaparar bienes materiales porque pensamos que ellos van a protegernos en la adversidad. Toda la energía la dedicamos en conseguir bienes que podemos tocar con las manos.  Pero nos olvidamos que los bienes materiales tienen alas y en un abrir y cerrar de ojos han desaparecido, ¡Qué desilusión! La respuesta a la repentina pobreza en que nos encontramos nos impulsa a darnos cabezazos contra la pared.

Es cierto que la Biblia nos enseña a comportarnos como las hormigas que en el estío trabajan incansables almacenando alimentos para el invierno. La Biblia no es partidaria de la holganza. Nos estimula a la laboriosidad. Como consecuencia del pecado de Adán y la maldición que Dios dirigió a la tierra, “con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, pues polvo eres, y al polvo volverás” (Génesis 3: 19).

El apóstol Pablo enterado de que el la iglesia en Tesalónica había algunos que “andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entrometiéndose en lo ajeno”    (2 Tesalonicenses 3: 11), es tajante. “ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma” (v.10). la laboriosidad tiene un límite. Cuando el trabajo se convierte en un Dios y esclaviza el amor al dinero, llega el momento en que nos acordemos de las palabras de Jesús: “Nadie puede servir a dos señores, porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mateo 6: 24).

El texto que comentamos nos previene del amor al dinero. Almacenar benes no tiene que ser el objetivo de nuestras vidas. “Sobre toda cosa guardada guarda tu corazón, porque de él mana la vida”. Salomón, escribiendo siendo inspirado por el Espíritu Santo nos enseña que la prioridad de nuestras vidas debe ser “guardar el corazón. Nutrirlo con las enseñanzas bíblicas que nos dicen que Jesús transforma nuestro corazón de piedra en uno de carne que puede ser moldeado a semejanza de Él. Si nos afanamos en hacernos tesoros terrenales es muy posible que en un momento determinado los ladrones entren en nuestra casa   y la desvalijen a pesar de que hemos contratado a una empresa de seguridad su protección. Hagamos tesoros  en el cielo, es decir, invirtamos en Jesús que es el tesoro escondido que para poderlo disfrutar nos desprendemos de los dioses que nos esclavizan para que Él pueda adueñarse de nuestro corazón y llenarlo  con el tesoro de la vida eterna.

Creyendo en Jesús, en el momento en que traspasemos el umbral de la muerte para acceder a la eternidad, este Tesoro no se quedará en el sepulcro sino que nos acompañara en nuestro viaje a la eternidad. Lo mejor que podemos hacer es invertir en Jesús y hacer todo lo que nuestras fuerzas lo permitan para que cada día que pase, por el Espíritu, Jesús se forme en nosotros. Sobre toda cosa guardada guarda tu corazón.


 

PROVERBIOS 3: 25,26

“No tendrás temor de pavor repentino…Porque el Señor será tu confianza, y Él preservará tu pie de no tropezar”

El contexto inmediato  del texto que comentamos gira entorno a la obediencia a la Ley de Dios: “Hijo mío, no te olvides de mí Ley, y tu corazón guarde mis mandamientos” (v.1). La vida del cristiano tienen que girar entorno de los mandamientos de Dios, no con el propósito de adquirir la salvación siendo estrictos cumplidores de la Ley como lo pretendían los fariseos, sino siendo consecuencia de la gracia de Dios que nos impulsa a hacer “buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2: 10).

El  contexto del texto que comentamos también trata de la sabiduría de Dios. “Bienaventurado el hombre que halla la sabiduría, y que obtiene la inteligencia” (v.13). La sabiduría de Dios no se obtiene memorizando la Biblia. Ello no quiere decir que el creyente no deba esforzarse a hacerlo en la medida de sus capacidades.  No debemos olvidar que  Jesucristo” nos ha hecho  ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del Espíritu, porque la letra mata, mas el Espíritu vivifica” (2 Corintios 3: 6). El mismo apóstol nos saca de Dudas a la hora de entender qué es la sabiduría: “Mas por Él estáis en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría” (1 Corintios 1: 30). Queda claro que cuando nos referimos a la sabiduría de Dios no lo interpretamos como concepto filosófico sino como  una Persona: Jesucristo. Cuando a continuación nos referiremos a la sabiduría debe quedar claro que nos referimos  a Jesús.

Podemos parafrasear el versículo 13 así: “Bienaventurado el hombre que halla a Cristo”. Teniendo en cuenta que Sabiduría es igual a Cristo, leemos. “Porque su ganancia es mejor que la plata y sus frutos más que el oro fino. Mas precioso es que las piedras preciosas, y todo lo que puedes desear, no se puede comparar a Él. Largura de días está en su mano derecha, en su izquierda riqueza y honra, Sus caminos son caminos deliciosos, y todas sus veredas paz.  Él es el árbol de vida a los que de Él echan mano, y bienaventurados son los que lo retienen. Dios con Cristo fundó la tierra, afirmó los cielos con inteligencia” (vv. 14-19).

Cristo la Sabiduría de Dios es el tesoro escondido que merece la pena desprenderse de todo para poseerlo a Él. También es la Perla de gran valor que merece la pena desprendernos de todo  para hacernos con Él.  Que el Espíritu Santo nos enseñe a amar a Jesús, la Sabiduría, sobre todas las cosas.

 

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