AMÓS 9: 10
“A espada morirán todos los pecadores de mi
pueblo, que dicen: No se acercará, ni nos alcanzará el mal”
Los
falsos pastores con el deseo de mantener vivo el favor real y el interés del
pueblo hacia ellos, anuncian mentiras. Las señales del tiempo que indican que
se avecinan daños irreparables no las entienden. Ante el negro panorama que se
acerca los falsos pastores calman los temores afirmando que Dios está a su lado
y que todo terminará bien. Amós dice todo lo contrario. Afirma: “A espada morirán
todos los pecadores de mi pueblo, que dicen: No se acercará, ni nos alcanzará
el mal”.
Los
falsos pastores de nuestros días, ante el caos que produce la pandemia del
Covid-19 proclaman el mensaje. “Juntos venceremos”. “Vayamos todos a una y el
virus será vencido” y el colapso de la economía mundial será superado. ¡No os
preocupéis que todo saldrá bien. Mensajes parecidos a estos son los que
proclaman los falsos pastores para impedir de que la gente pierda la esperanza
en un futuro mejor que se la ha bautizado con el nombre: “Nueva normalidad”.
“A
espada morirán todos los pecadores de mi pueblo”. Se dan situaciones en que no
existen guerras. ¿Es que no mueren los pecadores? Claro que sí. La paga del
pecado es la muerte. La Biblia dice que todos hemos pecado y que todos
moriremos. No hacen falta terremotos, sequías, diluvios…, para morir. La
sentencia de muerte está dictada. Sólo falta que se ejecute. En el día
establecido por Dios moriremos irremisiblemente. Si antes no viene el Señor en
su gloria a buscar a su pueblo que aún se encuentra sobre la faz de la tierra,
junto con los injustos, también moriremos. Es cierto que nos alcanzará la
muerte. ¿Estamos preparados para cuando llegue este día? Esa es la pregunta a
la que le tenemos que dar una respuesta clara. En este mismo instante en que el
lector lee este comentario. Dentro de
una hora, ¿quién sabe si el lector tendrá otra oportunidad para hacer las paces
con el Creador y Salvador?
No es
un tema para tomarlo en broma el de la salvación. Por muchos intentos que se
hagan para eludir a la muerte, ésta está al acecho para segar nuestras vidas con su guadaña. Los
avances en medicina y una mejora nutricional consiguen que vivamos unos años
más, pero no pueden impedir que cuando
nos llegue la hora no tengamos que presentarnos ante el tribunal de Cristo para
dar cuentas de lo que hemos hecho en esta vida.
Sea por
la espada, por vejez, por enfermedad,
por accidente, todos tendremos que presentarnos ante el Creador. Antes de que
el desenlace se produzca hagamos las paces con Dios por la fe en su Hijo
Jesucristo que pagó el precio de nuestro perdón. Jesucristo es el único Nombre
dado a los hombres para que seamos salvos. Por la fe en el Nombre de Jesús
recibimos la vida eterna. El aguijón de la muerte, que es el pecado, se ha
hecho polvo.
MATEO 7: 14
“Porque estrecha es la puerta, y angosto el
camino que lleva a la vida, y pocos son los que lo hallan”
Jesús
es el experto en parábolas para impartir enseñanzas mediante
visualizaciones terrenales. En este caso
utiliza la imagen de la puerta estrecha y ancha y el camino espacioso y angosto. ¿Por qué utiliza
la amplitud y la estrechez para enseñar el tema de la salvación? Sencillamente
porque no quiere defraudar a quienes den muestras de estar interesados por la salvación
de sus almas.
Un
joven se acercó a Jesús preguntándole. “¿Qué bien haré para tener la vida
eterna?” (Mateo 19: 16). Jesús le responde. “Si quieres entrar en la vida,
guarda los mandamientos” (v. 17). El joven le pregunta: “¿Cuáles?” Con la
pregunta da la sensación de que el joven está verdaderamente interesado en su
salvación. Jesús le cita los mandamientos. El joven le responde: “Todo esto lo
he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta?” (v.20). Jesús le dice: “Si
quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás
tesoro en el cielo, y ven y sígueme” (v. 21). El texto describe la reacción del
joven aspirante a la salvación: “Oyendo el joven esta palabra, se jue triste
porque tenía muchas posesiones” (v. 27). Entonces Jesús dirigiéndose a sus
discípulos les dice: “De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el
reino de los cielos” (v. 23).
De
entrada el joven rico cometió un error al preguntar. “¿Qué bien haré para
recibir la vida eterna? Ni haciendo como los fariseos que se consideraban
estrictos cumplidores de la Ley podría salvarse. Por la sencilla razón de que
nadie puede cumplir las exigencias de la Ley. Santiago esclarece este punto
cuando escribe: “Porque cualquiera que guarde toda la Ley, pero ofende en un
punto, se hace culpables de todos” (Santiago 2: 10). La finalidad de la Ley es
hacer resaltar nuestro pecado para llevarnos a Jesús que cumplió por nosotros
todas las exigencias de la Ley.
Volviendo
al texto que es la base de esta meditación Jesús es el Camino estrecho que nos lleva a Dios y la Puerta angosta que nos da acceso al trono de
la gracia de Dios. Para andar por el camino angosto y atravesar la puerta
estrecha requiere que nos desprendamos de la mochila que contiene todas la
buenas obras que creemos hemos hecho y que reconozcamos que “todos nosotros
somos como suciedad, y todas nuestras
justicias como trapo de inmundicia” (Isaías 64: 6). Con el conocimiento real de
lo que somos podremos hacernos nuestras
las palabras del apóstol Pablo: “Porque por gracia sois salvos, por medio de la
fe, y esto no es de nosotros, pues es regalo de Dios, no por obras, para que
nadie se gloríe. Porque somos obra suya, creados en Cristo Jesús para buenas
obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”
(Efesios 2: 8-10)
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