EL VIRUS DEL MIEDO
<b>Los miedos imaginarios son
peores que los reales</b>
La periodista <b>Sara
Sans</b> le pregunta a <b>Asia Argento</b>, actriz: ¿Qué le
hace más miedo una película de terror o la vida real? <b>Asia</b>:
“La vida real es horrible. Mi padre hacía terror estéticamente bueno, pero el
mundo es realmente feo, peor que una película de terror. He visto cien veces la
película de mi padre: <i>Profundo rosso</i> y continuo chillando
pero lo que es realmente terrorífico es hacia dónde va el mundo. Parece que al
poder le interesa que la gente tenga miedo, porque paraliza y es una manera de
controlarnos”.
Con la aparición del coronavirus el miedo
se apodera de nosotros. Los medios de comunicación se encargan de que este
sentimiento no decaiga. El goteo constante en los medios de noticias sobre la
pandemia estimula suposiciones sobre su origen. ¡Ay Del corazón cuando alguien
cercano a nosotros tiene fiebre!. El pensamiento se dispara, generalmente para
mal.
Si el lector sigue mis escritos se habrá
dado cuenta de que utilizo las viñetas de El Roto como base para tratar un
tema. Sus viñetas son muy incisivas. Hurga en los miedos sociales para
denunciarlos. En este escrito utilizo una que se refiere al tema del miedo. Un hombre
bien vestido está sentado de lado junto a una mesa de despacho mirando el
televisor. En la pantalla el morro de una bestia feroz mostrando los dientes
ensangrentados. El televidente piensa: “Quien controla los medios controla los
miedos”. ¿Una alusión al coronavirus? La primera reacción ante un evento
calamitoso es acusar agresivamente a quienes consideramos culpables de su
presencia. Tenemos que ir más allá de las manos que causan los perjuicios para
descubrir quién es el que mueve los hilos que hace que los hombres se
conviertan en marionetas haciendo el
mal. Si en verdad se desea saber por qué las cosas son tal como son tenemos que
ir a la Biblia. Si tenemos oídos para oír y ojos para ver, entenderemos lo que dice
Jesús al respecto. Describe una relación muy íntima entre el hombre y el
diablo. Como padre de mentira que es enmascara su personalidad maléfica
haciendo que nos lo imaginemos como este bufón que acompaña los pasacalles de
los días feriados vestido de rojo, con cuernos, cola, tridente en la mano y
vomitando fuego. Este demonio sí que es inofensivo. El real, Jesús nos vincula
muy íntimamente con él, al decir: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y
los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el
principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando
habla mentira, de suyo habla, porque es mentiroso y padre de mentira” (Juan 8:
44). Tal vez el lector le dará la razón a Jesús cuando después de describir la
catadura moral del diablo, dice: “Y a mí, porque digo la verdad, no me creéis”
(v. 45). A pesar de que el ser humano no convertido a Cristo sea una marioneta
en las manos del diablo, la Biblia no le niega su condición de ser moral
responsable de sus actos perversos.
La tierra maldecida por Dios debido al
pecado de Adán a menudo produce cataclismos que ponen en peligro la vida de
muchas personas. Si a ello le añadimos la maldad humana, no debe extrañarnos
que se produzcan situaciones verdaderamente angustiosas. ¿Qué tenemos que decir
con lo que ocurre con los emigrantes? ¿Y tantas otras situaciones que hacen que
se nos ericen los pelos? Toda esta diversidad de situaciones verdaderamente
preocupantes las podemos concentrar en la escena que se presenta cuando Jesús y
sus discípulos surcaban en barca el Mar de Galilea. De repente “se levantó en
el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca. Pero Él (Jesús)
dormía”. En su desespero “vinieron sus discípulos y le despertaron diciendo:
¡Señor, sálvanos, que perecemos! Él les dijo: ¿Por qué tenéis miedo hombres de
poca fe? Entonces levantándose, reprendió a los vientos y al mar, y se hizo
grande bonanza” (Mateo 8. 23-27). Al diablo que es “mentiroso y padre de
mentira” jamás se le ocurrirá decir a sus esclavos que Jesús es quien libera del
miedo. Fíjese el lector en la infinidad de vírgenes, santos, santas, cristos
que se encuentran en el mercado de la religión a los que las personas imploran
cuando tienen miedo. Estos santos, santas, vírgenes, cristos no proporcionan
tranquilidad a quienes los invocan. Son inventos del demonio para que las
personas que los invocan permanezcan atrapadas en los embustes imaginados por
el padre de la mentira.
Moisés poco antes de partir de este mundo
para irse a la presencia de Dios, en el mensaje de despedida que pronunció
incluye estas palabras: “¿Dónde están sus dioses, la roca en que se
refugiaban…Que se levanten, que os ayuden y os defiendan. Ved ahora que yo, yo
soy, y no hay dioses conmigo, yo hago morir, y yo hago vivir, yo hiero y yo
mato, y no hay quien pueda librar de mi mano” (Deuteronomio 32: 37-39).
Jesús que ha vencido al diablo, en su
muerte por nuestros pecados y en su resurrección para darnos vida eterna, nos
dice: “Mi paz os dejo, mi paz os doy, no como del mundo la da. No se turbe
vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14: 27).
Octavi
Pereña i Cortina
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