2 CRÓNICAS 18: 7
“El rey de Israel respondió a Josafat: Aun
hay aquí un hombre por el cual podemos preguntar al Señor, mas yo le aborrezco,
porque nunca me profetiza cosa buena, sino siempre el mal. Éste es Micaías,
hijo de Imla. Y respondió Josafat: No hable así el rey”
Josafat
estaba emparentado con el impío Acab, rey de Israel (v.1). Tal vez motivado por
este parentesco viaja a Israel para encontrarse con su consuegro. Josafat pecó
emparentando con Acab. La luz y las tinieblas no pueden ir juntas. Acab la
propone a Josafat una empresa bélica. Josafat responde a la proposición,
diciendo. “Yo soy como tú, y mi pueblo como tu pueblo, iremos contigo a la
guerra” (v. 3). Josafat no se comporta como la luz del mundo que era. Tenía que
guardar distancias con su pariente.
Aceptado
el compromiso bélico Josafat le propone a su consuegro: “Te ruego que consultes
hoy la palabra del Señor” (v. 4). Dicho y hecho. Acab llama a los profetas
idólatras establecidos en su reino que siendo serviles al monarca profetizan
victoria. Josafat no queda satisfecho y le dice a Acab: “¿Hay aun aquí algún
profeta del Señor para que por medio de él peguntemos?” (v.6). la respuesta la
da el texto que comentamos: “Aun hay alguno… mas yo le aborrezco, porque nunca
me profetiza cosa buena, sino siempre
el mal”.
Los
enemigos del Dios eterno consideran que son un mal las palabras que hablan los
profetas del Altísimo porque cuando
hablan dicen la verdad y la verdad no gusta a quienes andan en tinieblas.
Actualmente
no hay profetas al estilo de los que había en el Antiguo Testamento. Hoy todo
lo que necesitamos saber de la voluntad de Dios
se encuentra en la Biblia. No hay más revelación porque Dios ya ha dicho
todo lo que necesitamos saber. En la Biblia se encuentra todo el consejo de
Dios. Los predicadores deben ceñirse escrupulosamente al contenido de las
Escrituras. No deben poner ni quitar nada de ellas. Son la verdad de Dios. ¡Qué
decimos! ¿Verdad de Dios? Acab aborrecía a Micaías “porque nunca me profetiza
cosa buena, sino siempre el mal”
En la
feligresía de las iglesias los hay que,
no son verdaderos creyentes y si lo son, pertenecen al grupo de los
carnales. Ambos sectores siempre se quejan de los predicadores que se ciñen a
la verdad de Dios, jamás les dicen cosas buenas, siempre el mal. Los
predicadores de nuestros días tendrían que ser como el apóstol Pablo: “por
tanto yo os testifico en el día de hoy que estoy limpio de la sangre de todos,
porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios” (Hechos 20: 26,27).
Los oyentes tendrán que dar cuenta al Señor de lo que hayan hecho con la verdad
de Dios que sus oídos hayan escuchado.
COLOSENCES 4: 12
“Os saluda Epafras, el cual es uno de
vosotros, siervo de Cristo, siempre rogando encarecidamente por vosotros en sus
oraciones, para que estéis firmes, perfectos y completos en todo lo que Dios
quiere”
El
apóstol Pablo termina su carta reconociendo en Epafras como uno de sus colaboradores y siervo de
Cristo. Todos los cristianos deberíamos considerarnos siervos de Cristo porque
si Él nos ha redimido al precio de su sangre deberíamos reconocerle como
Rey además de Salvador. Siendo siervos
de Cristo nuestras vidas tendrían que reflejar el hecho de que siendo hijos de
Dios somos miembros del Cuerpo de Cristo que es su Iglesia y que como miembros
de su Cuerpo: “De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen
con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros de gozan con él” (1
Corintios 12:12-26).
El
apóstol Pablo destaca de Epafras su espíritu intercesor por los hermanos en
Cristo, resaltando la íntima comunión existente con los otros miembros del
Cuerpo de Cristo: “Siempre rogando encarecidamente por vosotros con sus
oraciones”. Nos lo podemos imaginar humildemente recogido en el interior de su
aposento “y cerrada la puerta orando a su Padre que está en secreto, y su Padre
que ve en lo secreto lo recompensará en público” (Mateo 6: 6). Epafras no se
lisonjeaba públicamente de lo que hacía en lo secreto. Pero de una manera u
otra su labor en la intimidad Pablo la reconoce públicamente.
Epafras
“rogaba encarecidamente” por todos los hermanos para que se mantuviesen
“firmes”. El diablo siempre se encarga de perjudicar a los hijos de Dios. Un
ejemplo de la maldad del diablo lo tenemos en Job. Todos los hijos de Dios de
alguna manera u otra tenemos algo de Job y necesitamos amigos no como los de
Job que hacían leña del árbol caído añadiendo más dolor a su sufrimiento.
Tenemos que orar los unos por los otros para que permanezcamos “firmes,
perfectos y completos en todo lo que Dios quiere”. Ser perfectos como el Padre
celestial quiere decir que lo seamos. No lo vamos a conseguir mientras nos
encontremos en este mundo. Todos somos débiles. Tropezamos a menudo, por lo que
estamos inmersos en una permanente lucha por la perfección. En vez de
dedicarnos a las habladurías y a los cuchicheos el comportamiento de Epafras
sea el nuestro: Rogando encarecidamente por todos los hermanos.
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