dissabte, 6 de juny del 2020


2 CRÓNICAS 18: 7

“El rey de Israel respondió a Josafat: Aun hay aquí un hombre por el cual podemos preguntar al Señor, mas yo le aborrezco, porque nunca me profetiza cosa buena, sino siempre el mal. Éste es Micaías, hijo de Imla. Y respondió Josafat: No hable así el rey”
Josafat estaba emparentado con el impío Acab, rey de Israel (v.1). Tal vez motivado por este parentesco viaja a Israel para encontrarse con su consuegro. Josafat pecó emparentando con Acab. La luz y las tinieblas no pueden ir juntas. Acab la propone a Josafat una empresa bélica. Josafat responde a la proposición, diciendo. “Yo soy como tú, y mi pueblo como tu pueblo, iremos contigo a la guerra” (v. 3). Josafat no se comporta como la luz del mundo que era. Tenía que guardar distancias con su pariente.
Aceptado el compromiso bélico Josafat le propone a su consuegro: “Te ruego que consultes hoy la palabra del Señor” (v. 4). Dicho y hecho. Acab llama a los profetas idólatras establecidos en su reino que siendo serviles al monarca profetizan victoria. Josafat no queda satisfecho y le dice a Acab: “¿Hay aun aquí algún profeta del Señor para que por medio de él peguntemos?” (v.6). la respuesta la da el texto que comentamos: “Aun hay alguno… mas yo le aborrezco, porque nunca me profetiza cosa buena, sino siempre el mal”.
Los enemigos del Dios eterno consideran que son un mal las palabras que hablan los profetas del Altísimo  porque cuando hablan dicen la verdad y la verdad no gusta a quienes andan en tinieblas.
Actualmente no hay profetas al estilo de los que había en el Antiguo Testamento. Hoy todo lo que necesitamos saber de la voluntad de Dios  se encuentra en la Biblia. No hay más revelación porque Dios ya ha dicho todo lo que necesitamos saber. En la Biblia se encuentra todo el consejo de Dios. Los predicadores deben ceñirse escrupulosamente al contenido de las Escrituras. No deben poner ni quitar nada de ellas. Son la verdad de Dios. ¡Qué decimos! ¿Verdad de Dios? Acab aborrecía a Micaías “porque nunca me profetiza cosa buena, sino siempre el mal”
En la feligresía de las iglesias los hay que,  no son verdaderos creyentes y si lo son, pertenecen al grupo de los carnales. Ambos sectores siempre se quejan de los predicadores que se ciñen a la verdad de Dios, jamás les dicen cosas buenas, siempre el mal. Los predicadores de nuestros días tendrían que ser como el apóstol Pablo: “por tanto yo os testifico en el día de hoy que estoy limpio de la sangre de todos, porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios” (Hechos 20: 26,27). Los oyentes tendrán que dar cuenta al Señor de lo que hayan hecho con la verdad de Dios que sus oídos hayan escuchado.


COLOSENCES 4: 12

“Os saluda Epafras, el cual es uno de vosotros, siervo de Cristo, siempre rogando encarecidamente por vosotros en sus oraciones, para que estéis firmes, perfectos y completos en todo lo que Dios quiere”
El apóstol Pablo termina su carta reconociendo en Epafras  como uno de sus colaboradores y siervo de Cristo. Todos los cristianos deberíamos considerarnos siervos de Cristo porque si Él nos ha redimido al precio de su sangre deberíamos reconocerle como Rey  además de Salvador. Siendo siervos de Cristo nuestras vidas tendrían que reflejar el hecho de que siendo hijos de Dios somos miembros del Cuerpo de Cristo que es su Iglesia y que como miembros de su Cuerpo: “De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros de gozan con él” (1 Corintios 12:12-26).
El apóstol Pablo destaca de Epafras su espíritu intercesor por los hermanos en Cristo, resaltando la íntima comunión existente con los otros miembros del Cuerpo de Cristo: “Siempre rogando encarecidamente por vosotros con sus oraciones”. Nos lo podemos imaginar humildemente recogido en el interior de su aposento “y cerrada la puerta orando a su Padre que está en secreto, y su Padre que ve en lo secreto lo recompensará en público” (Mateo 6: 6). Epafras no se lisonjeaba públicamente de lo que hacía en lo secreto. Pero de una manera u otra su labor en la intimidad Pablo la reconoce públicamente.
Epafras “rogaba encarecidamente” por todos los hermanos para que se mantuviesen “firmes”. El diablo siempre se encarga de perjudicar a los hijos de Dios. Un ejemplo de la maldad del diablo lo tenemos en Job. Todos los hijos de Dios de alguna manera u otra tenemos algo de Job y necesitamos amigos no como los de Job que hacían leña del árbol caído añadiendo más dolor a su sufrimiento. Tenemos que orar los unos por los otros para que permanezcamos “firmes, perfectos y completos en todo lo que Dios quiere”. Ser perfectos como el Padre celestial quiere decir que lo seamos. No lo vamos a conseguir mientras nos encontremos en este mundo. Todos somos débiles. Tropezamos a menudo, por lo que estamos inmersos en una permanente lucha por la perfección. En vez de dedicarnos a las habladurías y a los cuchicheos el comportamiento de Epafras sea el nuestro: Rogando encarecidamente por todos los hermanos.


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