dissabte, 30 de maig del 2020


SALMO 69: 6

“No sean avergonzados por causa mía los que en ti confían, oh Señor de los ejércitos, no sean confundidos por mí los que te buscan oh Dios de Israel”.
Con el coronavirus haciendo de las suyas por todo el mundo un oleaje de incertidumbre se expande por doquier.  El futuro es tan incierto que ha incrementado la religiosidad popular que consiste en la adoración a santos, vírgenes que como dice la Biblia tienen ojos que no ven, oídos que no oyen, manos que no ayudan, pies que no los acercan a nosotros. Las imágenes que son obra de artesanos no son nada más que obras artísticas de más o menos calidad. Las imágenes diseñadas por los artistas nada pueden hacer para ayudarnos a salir de nuestra incertidumbre. ¿Podemos pensar que las obras que han fabricado los artistas vayan a tener un poder espiritual superior a sus creadores?
El texto que comentamos afirma que los que confían en el Señor no serán “avergonzados ni confundidos”. Es hora de que los que confían en ídolos despierten de su necedad y se vuelvan al Dios vivo.
El profeta Isaías, a los que se sienten avergonzados y confundidos por la inoperancia de los ídolos, les dice: “A todos los sedientos: Venid a las aguas…Inclinad vuestro oído, y venid a mí, oíd y vivirá vuestra alma…Buscad al Señor mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano…” (Isaías 55: 1-13). El profeta Isaías inspirado por el Espíritu santo hace una invitación a “todos los sedientos”, “Inclinad vuestro oído, y mirad a mí, oíd y vivirá vuestra alma”. El amor de Dios clama  que no dejemos pasar la oportunidad de inclinar nuestros oídos a su voz suplicante. Tal vez no volvamos a oírla nunca más y así perdamos la oportunidad de que nuestra alma viva por no haber bebido el agua viva que es Jesús.
El Señor Jesús que conoce a la perfección la condición humana, nos dice: “Así que no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (Mateo 6: 34). Jesús puede darnos este mensaje de ánimo porque el Padre celestial que cuida a las aves del cielo y viste a los lirios con su belleza a pesar de que sea perecedera, sabe todo lo que necesitamos, ¿no cuidará de nosotros hombres de poca fe?


2 CRONICAS 9: 7

“Bienaventurados tus hombres, y dichosos estos siervos tuyos y que están siempre delante de ti, y oyen tu sabiduría”
La reina de Saba oyó la fama de Salomón. Viajó a Jerusalén para conocer al famoso rey la sabiduría del cual se había extendido por todo el mundo. Viendo la reina la gloria que envolvía a Salomón, cuando se entrevistó con él, le dijo: “Verdad es lo que había oído en mi tierra acerca de tus cosas y de tu sabiduría, pero yo no creía las palabras de ellos, hasta que he venido, y mis ojos han visto, y he aquí que ni aun la mitad de tu grandeza, de tu sabiduría me había sido dicha, porque tú superas la fama que yo había oído” (vv. 5,6). La sorpresa que la reina de Saba se llevó cuando comparó lo que había oído sobre Salomón con lo que vio, puede contrastarse con lo que la samaritana contó sobre Jesús a sus conciudadanos y la sorpresa que se llevaron los samaritanos cuando hablaron con Jesús: “Y decían a la mujer: ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído y sabemos que verdaderamente Éste es el Salvador del mundo, el Cristo” (Juan 4: 42). El encuentro con Jesús produjo un gran gozo que no puede compararse con los gozos que producen las cosas temporales, por magníficos que puedan ser.
Cuando Jesús dijo a sus oyentes que no se afanasen y resalta su preocupación por el vestir, les dice: “Considerad los lirios del campo, como crecen, no trabajan ni hilan, pero os digo: que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos” (Mateo 6: 28,29).
Cuando algunos escribas y fariseos le pidieron una señal para que pudieran creer en Él les refirió la historia de Jonás que estuvo “en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches” (Mateo 12: 39,40). Jesús compartía con ellos el corazón del Evangelio que era Él mismo ya que fuera de Él no hay salvación posible porque no hay ningún otro Nombre dado a los hombres en que puedan salvarse. Poniendo Jesús el testimonio de la reina de Saba que se esforzó en ser testigo de la gloria de Salomón, Jesús dice: “La reina del Sur se levantará en el juicio con esta generación, y la condenará porque ella vino de los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y he aquí más que Salomón en este lugar” (v. 42).
Los hombres se sacrifican para poder asistir a los conciertos que dan los ídolos del momento, de gloria muy efímera. A la hora de prestar atención a Jesús, el Salvador del mundo se comportan como el populacho que fue testigo de los milagros que hizo Jesús que testificaban de su poder y gloria eternos.  A la hora de la verdad gritaban enfervorizados: “Crucifícale”, “crucifícale”.


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