PROVERBIOS 28:9
“El que aparta su oído para no oí la Ley, su
oración también es abominable”
El cristianismo
no es una religión de domingueros que se visten con sus mejores galas, aun
cuando puedan ser muy sencillas, para asistir al culto. Dios no mira la
apariencia externa de las personas, sino el corazón. El proverbio que
comentamos es una advertencia para aquellos que entienden la religión como algo
externo que sirve para agradar a aquellos
que se congregan.
Quienes
asisten al culto tienen que hacerlo con el firme propósito de escuchar la
predicación de la Palabra de Dios. Aquí se presentan dos cuestiones que tienen
que tratarse. Primero, que el predicador tiene que ser un verdadero siervo de
Dios. Desgraciadamente, con demasiada frecuencia, los predicadores no son
personas verdaderamente convertidas a Jesús, sino a la religión cristiana. Como
poseen corazones incircuncisos se quedan en las formas del cristianismo y les
falta el Espíritu que inspiró a los siervos de Dios escogidos para escribir las
Sagradas Escrituras. Estos predicadores pertenecen al extenso grupo de
“creyentes” que denuncia el profeta Isaías cuando escribe: “Este pueblo se
acerca a mí con su boca y con sus labios me honora, pero su corazón está lejos
de mí, y su temor de mí no es más que mandamiento de hombres que les ha sido
enseñado” (29: 13). A pesar de que en sus predicaciones utilizan la letra de la
Palabra de Dios lo hacen carentes del Espíritu que vivifica los corazones de
los oyentes. Enseñan letra muerta que no llega a los corazones: se olvidan de
recordar a los asistentes que son pecadores y que únicamente por la fe en el Nombre
de Jesús obtendrán la salvación. Los predicadores tienen que ser sistemáticos
en que los pecadores tienen que arrepentirse a Dios y abandonar los pecados.
Con demasiada frecuencia las iglesias se convierten en clubes sociales a las
que se asiste para pasar un rato agradable.
Sin ningún interés por lo espiritual.
La
iglesia perfecta no existe, pero si la preside un verdadero siervo de Dios que predica la Palabra sin
añadir ni quitar nada de ella, es muy posible que los asistentes no serán de
aquellos que apartan su oído para no oír la Ley, con lo que sus oraciones sean abominables a Dios. Si no se
hace así el texto lo deja bien claro su religiosidad “es abominable” a los ojos
de Dios.
Si no
existe iglesia perfecta tampoco existen creyentes perfectos. Todos tenemos que
arrepentirnos de no tener oídos para oír. Que el arrepentimiento sea sincero
para que se produzca un avivamiento espiritual que vaya seguido de la
conversión de muchos pecadores.
HECHOS 15: 9
“Habiendo purificado sus corazones por la fe”
El
conflicto que tuvo que resolverse en el concilio celebrado en Jerusalén,
persiste en nuestros días: “Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés,
no podéis salvaros” (v.1). Es la eterna discusión: salvación por obras o por
fe. El hombre no puede pagar el precio de su salvación. Es tan elevado su coste
que el pecador no puede hacer méritos suficientes para pagarlo. Ayunos,
peregrinaciones, indulgencias, mortificaciones corporales, confesiones
auriculares, intercesiones de vírgenes y santos, que han acumulado méritos de
sobras que pueden compartirlos con quienes los invocan…La salvación por obras
es un invento satánico con el propósito de desvirtuar la salvación únicamente
por la fe en Jesús. Satanás apela al orgullo humano que le hace pensar que con
sus limitadas fuerzas puede apagar la ira del Dios eterno. Aun cuando se
hiciese un sinfín de obras meritorias no
se podría pagar el precio de la salvación. Es clara la declaración:
“Pero Dios que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun
estando muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo, por gracia sois
salvos…Porque por gracia sois salvos, por medio de la fe, y esto no de
vosotros, pues es don de Dios, no por obras para que nadie se gloríe” (Efesios 8: 4-9).
Esforzarse
en ganar la salvación es un esfuerzo inútil que provoca frustración y no otorga
la paz de Dios que supera la comprensión humana. Sí que tenemos que hacer obras
que acrediten la salvación alcanzada en Cristo: “Porque somos hechura suya,
creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano
para que anduviésemos en ellas” (v.10). Es muy clarificador este texto: si las
obras que se hacen para glorificar a Dios son de fabricación humana, ¿cómo pudo
Dios prepararlas de antemano para que anduviésemos en ellas? En este sentido sí
que tenemos que sudar para hacer buenas obras.
Tenemos
que indagar cuáles son las buenas obras “que Dios preparó de antemano” para que
las realizáramos. Aquí entra en acción la humildad que también es regalo de Dios
para que pacientemente estemos involucrados en el proceso de descubrirlas. La
oración es un requisito imprescindible
que contribuye a localizar las obras que Dios ha preparado de antemano
para que anduviésemos en ellas. Por cierto, ¿cómo está el lector de oración?
Verdad que el lector desayuna, almuerza y cena y en algunos casos añade la
merienda? La oración es una de las buenas obras que Dios ha preparado de
antemano para que el lector ande en ella y le ayude a descubrir todas las obras
que tiene preparadas para ti. Si practicas la lectura y la meditación de la Biblia, Dios te habla.
Si oras, hablas con Él. Así es como se mantiene una comunicación fluida con Él
y recibes las fuerzas necesarias para ir haciendo las buenas obras que el Señor
de antemano ha preparado para ti, a medida que las vayas descubriendo.
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