HECHOS 16: 34
“Y llevándonos a su casa, les puso la mesa, y
se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios”
Pablo y
Silas están encarcelados en la cárcel de Filipos, magullados por los azotes
recibidos y los pies en el cepo. ¿En qué estado se encontraban los
encarcelados? Se encontraban en una situación inmejorable: “Pero a medianoche,
orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios, y los presos los oían” (v.25). Un
hecho insólito sucedió: “Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de
tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudieron: i al instante se
abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron” (v. 26). El
terremoto afectó únicamente el edificio de la cárcel. El carcelero saltó de la
cama a ver lo que había ocurrido. Al ver
las puertas abiertas pensó que los presos se movían a sus anchas “pensando que
los presos habían huido” (v. 27), decidió suicidarse. Nadie se había movido del
sitio que ocupaba. El comportamiento de Pablo y de Silas impulsó al carcelero a
decirles: “Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? (v.30). La inesperada
respuesta que recibió fue: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú y tu
casa. Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su
casa. Y él tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas,
y en seguida se bautizó él con todos los suyos” (vv. 31-33). La conversión
produce un cambio en las personas que creen en Jesús. Rompe las barreras que
separan al carcelero de los prisioneros, entre judíos y gentiles. El amor
reemplaza al odio.
La
conversión de carcelero y de su familia no fue por obra de magia. El
comportamiento de Pablo y Silas fue el resultado de unas obras que Dios de
antemano había preparado para que
hiciesen. La mano de Dios se manifestó en todo el asunto.
El
salmo 110 nos da la clave de la conversión el carcelero y de su familia: “El
Señor enviará desde Sion el arca de su
poder, domina en medio de tus enemigos. Tu pueblo se te ofrecerá
voluntariamente en el día de tu poder, y en la hermosura de tu santidad. Desde
el seno de la aurora. Tienes el rocío de la juventud. Juró el Señor, y no se
arrepentirá. Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec” (vv.
2-4).
Toda la
escena gira entorno de la salvación de una familia de gentiles. El poder de
Dios hizo que Pablo y Silas magullados por los azotes glorificasen el Nombre de
Jesús. El poder de Dios provocó el terremoto. El poder de Dios hizo que Pablo y
Silas maltratados por los azotes, glorificasen su Nombre. El poder de Dios
preparó los corazones del carcelero y de su familia para que creyesen el
mensaje que transmitían Pablo y Silas.
El poder de hizo que el carcelero y su familia se gozaran por haber creído en
Dios.
¡Pidámosle
al Señor que su poder se manifieste en nuestros días!
PROVERBIOS 14: 13
“Aun en la risa tendrá dolor el corazón, y el
término de la alegría es congoja”
La
tristeza es un sentimiento permanentemente arraigado en lo profundo del
corazón. Con el propósito de espantar este mal que tantos disgustos ocasionan a
no pocas personas, los humanos han inventado los pasatiempos, las comedias…
Todo con el propósito de hacer reír a las personas que están tristes. Es un
negocio muy lucrativo el del espectáculo. Tan necesitado está el ser humano de
ser feliz que alguien tuvo la ocurrencia de inventar la risoterapia. Juntarse un grupo de personas para reír a carcajadas
para expulsar la tristeza. Le sigue torturando el alma.
El
texto que comentamos es claro “aun en la risa tendrá dolor el corazón, y el
término de la alegría es congoja”. Los medios artificiales de espantar la
tristeza fracasan estrepitosamente porque afectan únicamente a los sentidos y
dejan al alma sin curar.
La
tristeza es una de las consecuencias del pecado. El pecado aleja al hombre de
Dios. Crea un abismo infranqueable entre Dios y el hombre. Los medios
artificiales creados por el hombre para unirse con Dios son como pasarelas que
a mitad de camino se rompen. ¡Todo mi gozo en un pozo!
El
hombre es tan insensato que no cesa de golpearse la cabeza contra un muro. Se
comporta como el borracho que a pesar de las alucinaciones que le provoca el
alcohol, al despertar vuelve a ingerir el veneno etílico. Al final acaba siendo
una piltrafa.
El
remedio eficaz contra la tristeza se encuentra en Jesús. La sangre que el Señor
derramó en la cruz del Gólgota limpia todos los pecados y allana el camino para
que el hombre pueda presentase ante Dios y disfrutar del gozo que no se
marchita. Ello no quita que no se vayan a pasar situaciones críticas que
producen tristeza, pero no quitan el gozo del alma. En el momento de escribir
este comentario estamos inmersos en la terrible pandemia del coronavirus. La
congoja embarga los corazones. A los creyentes en Cristo les puede afectar a su
cuerpo, pero no a su alma.
Jesús
es la garantía de que el gozo permanece en la adversidad cuando dice: “Mis
ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna, y
no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano” (Juan 10: 27, 28). Aun
en medio de los temporales que nos abordan, “Jesús es mi Pastor. En lugares de
delicados pastos me hará descansar, junto a aguas de reposo me pastoreará.
Confortará mi alma, me guiará por sendas de justicia por amor a su Nombre”
(Salmo 23: 1-3).
David
en el salmo que entonó al entronizar el arca en Jerusalén, entre otras cosas
dijo: “Gloriaros en su santo Nombre, ALEGRESE el corazón de los que buscan al
Señor” (1 Crónicas 16 10).
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