MIEDO VENCIDO
<b>”Los miedos imaginarios son
peores que los reales” (Shakespeare)</b>
“La vida real es horrible. Mi padre hacía
terror estéticamente bonito, pero el mundo es realmente feo, peor que una
película de terror. He visto cien veces la película de mi
padre<i>Profundo rosso</i> y sigo chillando, pero lo que es
realmente horrífico es hacia dónde va el mundo. Parece que al poder le interese
que la gente tenga miedo, porque paraliza y es una manera de controlarnos”
(<b>Asia Argento</b>, actriz).
Desde la aparición del terrible
coronavirus, el miedo está a flor de piel. El Roto, en una de sus viñetas dice:
“El miedo es un microscopio que lo agranda todo”. En otra viñeta muestra a dos
hombres huyendo de unos negros nubarrones que los persiguen. Uno de ellos dice
al otro. “¡Corre que viene!” “Qué? Pregunta el otro. “¡El miedo!”, responde el
primero.
“Permitidme decir que mi creencia más
firme es que de la única cosa de la que tenemos que tener miedo, es el miedo,
nefasto, no razonable, injustificado temor que paraliza los esfuerzos que se
necesitan para convertir la retirada en un avance” (Franklin D. Roosevelt).
Jesús que luchó contra el miedo que existe desde el principio, que hace ver
fantasmas inexistentes en el horizonte, dijo: “Hombres de poca fe” a su
auditorio. Los incrédulos se preocupan por lo “¿qué comeremos, o qué beberemos,
o con qué nos vestiremos?” (Mateo 6: 31). Vosotros tenéis que saber que si el
Padre celestial se preocupa de que a las aves no les falte comida y viste de
belleza a los lirios, “No os afanéis por el día de mañana, porque el día de
mañana traerá su afán. Baste a cada día su propio mal” (v. 34).
La preocupación desmesurada por el
futuro, prójimo o lejano, se debe a que nos sentimos desamparados, perdidos,
solos, sin punto de referencia al que agarrarnos con fuerza para enfrentarnos
al futuro con tranquilidad y serenidad.
Tenemos que ir al origen de la Historia
para descubrir el inicio del miedo que nos atenaza y que nos impulsa a vivir
con angustia e inquietud permanente.
La primera vez que aparece la palabra
<i>miedo</i> en la Biblia es después de que Adán y Eva hubiesen
comido el fruto del árbol prohibido y se escondiesen de la presencia de Dios.
Éste dirigiéndose a Adán, le dice: “¿Dónde estás?” El hombre le responde: “He
escuchado tu voz en el jardín, y he tenido MIEDO porque estoy desnudo, y me he
escondido” (Génesis 3,10). “El miedo es la emoción más antigua y más fuerte de
la humanidad” (<b>H. P. Lovecraft</b>). El origen del miedo se
encuentra en el hecho de que la relación íntima con Dios se ha roto. Con el
sacrificio que Dios hace de unos animales con las pieles de los cuales cubrió
la desnudez que avergonzaba a nuestros primeros padres, simbólicamente está
anunciando la muerte de Jesús en la cruz y que la sangre derramada limpia todos
nuestros pecados. Ahora Dios deja de ser un Ente irreal, fabuloso, para
convertirse por la fe en Jesús en un Ser real y cercano. Esta proximidad es la
que permite al ser humano invocarle en los momentos de necesidad. Se convierte
en la Roca que es el cimiento para edificar una vida estable y que no se
tambalee en las vicisitudes de la vida, que son muchas.
Testigos de que el perdón de los pecados
lleva a la convicción de que Dios es un Ser real, muy cercano y misericordioso:
“Busqué al Señor, y Él me oyó, y me libró
de todos mis temores” (Salmo 34: 4).
“En el día que temo, yo en ti confio. En
Dios alabaré su palabra, en Dios he confiado, no temeré, ¿qué puede hacerme el
hombre?” (Salmo 56: 3,4).
“Alzaré mis ojos al que habita en los
cielos, ¿de dónde me llega el socorro? Mi socorro viene del Señor, que hizo los
cielos y la tierra” (Salmo 121: 1).
Al Dios del Antiguo Testamento a quien
nadie vio jamás se hace visible en la persona de Jesús que muestra el corazón
misericordioso del Dios Invisible: “La paz o dejo, mi paz os doy, yo no os la
doy como el mundo la da. No se turbe
vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14: 27).
Con el amor propio de Dios
misericordioso, Jesús que vino a la tierra para ser el Camino que conduce al
Padre celestial, invita a todos aquellos a los que el pecado les ha inoculado
el virus del miedo: “venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y
yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy
manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi
yugo es fácil, y ligera la carga” (Mateo 11: 28-30).
Octavi
Pereña i Cortina
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