SALMO 7: 11
“Dios
es juez justo, y Dios está airado contra el impío todos los días”
Un juez justo tiene que juzgar con
justicia. Muchos jueces no dan el ejemplo de juzgar con justicia. Tienen dos
varas de medir y dictan sentencias claramente injustas. La justicia divina
difiere de la de los hombres en que antes
de dictar sentencia espera que los impíos se arrepientan de sus pecados
y, en consecuencia, cambien de
comportamiento. “Si no se arrepiente, Él afilará su espada. Armado tiene ya su
arco, y lo ha preparado. Asimismo ha preparado armas de muerte, y ha labrado
saetas ardientes” (vv. 12,13).
Si el impío no se arrepiente y persiste
en seguir caminando dando la espalda a Dios, su rebeldía tiene sus
consecuencias. El impío por haber sido creado por Dios no tiene excusa por su
impiedad. La Ley de Dios ha sido dispuesta para bien de los hombres. No
obedecerla tiene sus consecuencias desastrosas para el rebelde. El salmista lo
expresa con estas palabras: “He aquí el impío concibió maldad, se preñó de
iniquidad, y dio luz a engaño. Pozo ha cavado, y lo ha ahondado, y en el hoyo
que hizo caerá. Su iniquidad volverá sobre su cabeza, y su agravio caerá sobre
su propia coronilla” (vv. 14-16).
El actor italiano Cosino Fusco interpreta
el papel de un cura italiano. El periodista le pregunta: ¿Un sacerdote bueno o
malo? El actor le responde: ¿Quién sabe dónde está el mal o el bien? La
ignorancia significa que se está en el lado equivocado porque permite que se
sirvan a cuántos señores como parezca bien servir. Servir a varios señores
implica no servir al Creador que es el único Señor legítimo. Los otros señores
son usurpadores que intentan destronar al Creador. Las consecuencias de la
desobediencia contra el Señor legítimo, los versículos 14-16 del salmo que
comentamos, las deja bien claro. Quienes no saben distinguir entre el mal y el
bien, se encuentran en el lado del mal. No compensa disfrutar temporalmente de
los goces del pecado si las consecuencias son las que describe el salmista.
Desconozco si el lector está al lado del
bien o del mal. Si está al lado de Dios persista en ello por el gozo que
produce estar en Cristo. Si está al lado del mal todavía está a tiempo para
ponerse al lado de Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo y gozar de la
esperanza de vida eterna que se empieza a disfrutar en esta vida.
OSEAS 1:2
“Ve,
tómate una mujer fornicaria, e hijos de fornicación, porque la tierra fornica
apartándose del Señor”
El Señor ordena a Oseas que se case con
una mujer fornicaria que tenía hijos concebidos de su prostitución. De este
matrimonio que a nuestros ojos no podía tener un final feliz, el profeta tuvo
tres hijos.
El primero fue un varón, Jezreel,
que significa. Dentro de poco yo
castigaré a la casa de Jehú.
El segundo fue una hija, Lo-ruhama, que significa: No me compadeceré de la casa de Israel, sin
que la quitaré del todo.
El tercero fue otro varón: Lo-ammi que significa: Vosotros no sois mi pueblo, ni yo seré
vuestro Dios
Dios al pedirle a Oseas que se case con
la prostituta Gomer quiere enseñar a Israel la condición espiritual en que se
encontraba. Israel era la esposa mística de Dios que en vez de ser fiel a su
Esposo se ha prostituido sirviendo a los baales. Ha roto la ley del matrimonio
y la infidelidad tiene sus consecuencias. Los nombres que Oseas da a los hijos
que ha tenido con Gomer indican la ira que el pueblo infiel despierta en el
Esposo.
El apóstol Pablo escribiendo a los
romanos les dice que no tienen excusa por darle la espalda a Dios porque la
creación revela las cosas invisibles de Él, su eterno poder y deidad (Romanos
1:20). Los ateos no pueden excusar su ateísmo y “profesando ser sabios se
hicieron necios, y cambiaron la gloria de Dios incorruptible en semejanza de
hombre corruptible…” (v.23). La consecuencia de adorar imágenes: “Dios los entregó a la inmundicia,
en las concupiscencias de sus corazones…” (vv. 24-32).
La iglesia no se escapa de la ira de
Dios. Piensa que porque tiene el Nombre de Dios en sus labios ya puede dormirse
en sus laureles. No lo tiene en su corazón y por lo que cree hace cosas
abominables en los ojos de Dios. Sí, Israel no escapó de la ira de Dios. El
adulterio de Israel con los ídolos lo
llevó a su destrucción. No creamos que seamos mejores que el antiguo pueblo de
Dios. El juicio que cayó sobre él debe despertar en nosotros vigilancia para no
cometer adulterio contra el Esposo. La historia se repite. Hoy que tanto se
habla de recuperar la memoria histórica para no cometer los mismos errores que
cometieron nuestros antepasados, la historia de Israel nos enseña que la ira
del Esposo ultrajado no se apaga con adoración de labios, sino con el
arrepentimiento y volviendo al Dios único y verdadero que en su Hijo Jesús
acoge a los hijos pródigos.
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