dilluns, 13 de gener del 2020


SALMO 7: 11

“Dios es juez justo, y Dios está airado contra el impío todos los días”
Un juez justo tiene que juzgar con justicia. Muchos jueces no dan el ejemplo de juzgar con justicia. Tienen dos varas de medir y dictan sentencias claramente injustas. La justicia divina difiere de la de los hombres en que antes  de dictar sentencia espera que los impíos se arrepientan de sus pecados y, en consecuencia, cambien  de comportamiento. “Si no se arrepiente, Él afilará su espada. Armado tiene ya su arco, y lo ha preparado. Asimismo ha preparado armas de muerte, y ha labrado saetas ardientes” (vv. 12,13).
Si el impío no se arrepiente y persiste en seguir caminando dando la espalda a Dios, su rebeldía tiene sus consecuencias. El impío por haber sido creado por Dios no tiene excusa por su impiedad. La Ley de Dios ha sido dispuesta para bien de los hombres. No obedecerla tiene sus consecuencias desastrosas para el rebelde. El salmista lo expresa con estas palabras: “He aquí el impío concibió maldad, se preñó de iniquidad, y dio luz a engaño. Pozo ha cavado, y lo ha ahondado, y en el hoyo que hizo caerá. Su iniquidad volverá sobre su cabeza, y su agravio caerá sobre su propia coronilla” (vv. 14-16).
El actor italiano Cosino Fusco interpreta el papel de un cura italiano. El periodista le pregunta: ¿Un sacerdote bueno o malo? El actor le responde: ¿Quién sabe dónde está el mal o el bien? La ignorancia significa que se está en el lado equivocado porque permite que se sirvan a cuántos señores como parezca bien servir. Servir a varios señores implica no servir al Creador que es el único Señor legítimo. Los otros señores son usurpadores que intentan destronar al Creador. Las consecuencias de la desobediencia contra el Señor legítimo, los versículos 14-16 del salmo que comentamos, las deja bien claro. Quienes no saben distinguir entre el mal y el bien, se encuentran en el lado del mal. No compensa disfrutar temporalmente de los goces del pecado si las consecuencias son las que describe el salmista.
Desconozco si el lector está al lado del bien o del mal. Si está al lado de Dios persista en ello por el gozo que produce estar en Cristo. Si está al lado del mal todavía está a tiempo para ponerse al lado de Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo y gozar de la esperanza de vida eterna que se empieza a disfrutar en esta vida.


OSEAS 1:2

“Ve, tómate una mujer fornicaria, e hijos de fornicación, porque la tierra fornica apartándose del Señor”
El Señor ordena a Oseas que se case con una mujer fornicaria que tenía hijos concebidos de su prostitución. De este matrimonio que a nuestros ojos no podía tener un final feliz, el profeta tuvo tres hijos.
El primero fue un varón,  Jezreel, que significa. Dentro de poco yo castigaré  a la casa de Jehú.
El segundo fue una hija, Lo-ruhama, que significa: No me compadeceré de la casa de Israel, sin que la quitaré del todo.
El tercero fue otro varón: Lo-ammi que significa: Vosotros no sois mi pueblo, ni yo seré vuestro Dios
Dios al pedirle a Oseas que se case con la prostituta Gomer quiere enseñar a Israel la condición espiritual en que se encontraba. Israel era la esposa mística de Dios que en vez de ser fiel a su Esposo se ha prostituido sirviendo a los baales. Ha roto la ley del matrimonio y la infidelidad tiene sus consecuencias. Los nombres que Oseas da a los hijos que ha tenido con Gomer indican la ira que el pueblo infiel despierta en el Esposo.
El apóstol Pablo escribiendo a los romanos les dice que no tienen excusa por darle la espalda a Dios porque la creación revela las cosas invisibles de Él, su eterno poder y deidad (Romanos 1:20). Los ateos no pueden excusar su ateísmo y “profesando ser sabios se hicieron necios, y cambiaron la gloria de Dios incorruptible en semejanza de hombre corruptible…” (v.23). La consecuencia de adorar  imágenes: “Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones…” (vv. 24-32).
La iglesia no se escapa de la ira de Dios. Piensa que porque tiene el Nombre de Dios en sus labios ya puede dormirse en sus laureles. No lo tiene en su corazón y por lo que cree hace cosas abominables en los ojos de Dios. Sí, Israel no escapó de la ira de Dios. El adulterio de Israel  con los ídolos lo llevó a su destrucción. No creamos que seamos mejores que el antiguo pueblo de Dios. El juicio que cayó sobre él debe despertar en nosotros vigilancia para no cometer adulterio contra el Esposo. La historia se repite. Hoy que tanto se habla de recuperar la memoria histórica para no cometer los mismos errores que cometieron nuestros antepasados, la historia de Israel nos enseña que la ira del Esposo ultrajado no se apaga con adoración de labios, sino con el arrepentimiento y volviendo al Dios único y verdadero que en su Hijo Jesús acoge a los hijos pródigos.



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