OSEAS 13:6
“En
sus pasos se saciaron, y repletos, se envaneció su corazón, por esta causa se
olvidaron de mí”
El hombre sin Dios es el más pobre de las
personas. En su alma existe un vacío que tiene que llenarse sea como sea. Como
a Dios no lo tiene en cuenta en sus caminos
el vacío tiene que llenarlo con el dios del materialismo que, al no
saciar las necesidades del alma se siente impulsado cada vez más a desear
bienes materiales que terminan ahogándolo.
La invitación que se hace al consumo
responsable para frenar el temible cambio climático que trastorna el
funcionamiento de la naturaleza con sus diluvios, sequías, incendios
forestales, el de Australia es un ejemplo, y la mano del hombre que contribuye
a la contaminación del aire, las aguas fluviales y marinas debido al
despilfarro. El crecimiento insostenible del consumo nos ha llevado a la
trágica situación medioambiental de nuestros días.
Esclavizado el hombre por el libre
albedrío y apoyándose en la supuesta libertad de poder hacer lo que le dé la
gana, se recrea en sus posesiones y repletos su almacenes se corazón se vanagloria del éxito alcanzado. El orgullo de poseer tantas
cosas, la mayoría inservibles, fomenta el consumo desaforado de bienes
materiales que no favorecen nuestra calidad de vida ya que la degradan
Algo a lo que hace tiempo le doy vueltas.
¿Por qué se soportan los inconvenientes en los aeropuertos: largas horas de
espera, perdidas de equipajes, overbooking, cancelación de vuelos…A pesar de
todo ello se reincide y se vuelve a planificar otro viaje para soportar los
mismos inconvenientes? El profeta Amós nos muestra la causa. “En sus pasos se
saciaron, y repletos, se envaneció su corazón”. la consecuencia de ir en pos de
saciar la insaciable sensualidad, “por
esta causa se olvidaron de mí”. El profeta nos viene a decir que por habernos
olvidado de Dios nos dejamos arrastrar
por el materialismo que nos destruye. Si persistimos en adorar a dioses que no
son Dios, sufriremos porque incumplen las promesas que nos ofrecen. Lo más
terrible es que al final del trayecto descubriremos, sin posibilidad de dar
marcha atrás en vez de encontrarnos en el paraíso eterno en el que fluye el río
de agua, viva, despertaremos en el infierno en donde nadie mojará su dedo en
agua para apagar la ardiente sed que los consumirá.
SALMO 71: 18
“Aun
en la vejez y las canas, oh Dios, no me abandones”
Aun cuando nuestro padre y nuestra madre
puedan abandonarnos, la fidelidad de Dios no le permitirá hacerlo con nosotros.
El creyente en Cristo tiene garantizada la protección del Señor de por vida. Si
es así, ¿por qué el salmista escribe “Aun en la vejez y en las canas, oh Dios,
no me abandones?” No es que el salmista dude de la fidelidad de Dios, lo que
muestra es la dependencia con respecto a Él. El salmista, como cualquier otra
persona no es merecedor del favor de Dios, aun sin merecerlo, lo recibe. En
todo momento depende de Él. Las bendiciones que el salmista ha recibido de Él
no las considera propias. Admite que son un regalo de Dios y que únicamente a
Él tiene que dar gracias.
“No me abandones” dice el salmista al
Señor. Esta petición pone sobre la mesa una necesidad muy acentuada en nuestros
días: la soledad en que se encuentran muchas personas ancianas. La soledad de los ancianos es
un problema social que las autoridades
intentan resolver poniendo a disposición de los ancianos que viven solos
servicios de tele asistencia, verdaderamente muy útiles, debiendo ser ello
motivo de agradecimiento a Dios por haberlos provisto. Asimismo, las
autoridades ponen a disposición de los ancianos centros de atención de día,
servicio que es muy necesario para aquellos ancianos que debido a la edad han
perdido facultades físicas que les obligan a la dependencia de otros.
En el tiempo del salmista no existía la asistencia social que disfrutan
los ancianos de nuestros días. Sí que había médicos que de alguna manera
representaban la ayuda social de hoy. Ante los problemas de movilidad y otros
achaques propios de la vejez, ¿qué deben hacer los ancianos? 2 Crónicas 12. 12
nos enseña lo que no deben hacer: “Asa enfermó gravemente de los pies, y en su
enfermedad no buscó al Señor, sino a los médicos? El texto no niega la utilidad
de los servicios del médico ante la enfermedad. La mujer con flujo de sangre
acudió a los médicos. Jesús no dijo que hubiese obrado mal. El caso es que no
pudieron curarla. La vida física tiene un límite. El pecado del rey Asa fue no
tener en cuenta a Dios en su enfermedad. Este es el pecado en que caen
muchísimos ancianos. Dependen exclusivamente de la ayuda humana y de sus
corazones no brota. “Oh Dios, no me abandones”. El problema de la soledad de
los ancianos no lo resuelven los servicios asistenciales que prestan las
autoridades, sino la incapacidad de clamar: “Oh Dios, no me abandones”
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