dilluns, 20 de gener del 2020


OSEAS 13:6

“En sus pasos se saciaron, y repletos, se envaneció su corazón, por esta causa se olvidaron de mí”
El hombre sin Dios es el más pobre de las personas. En su alma existe un vacío que tiene que llenarse sea como sea. Como a Dios no lo tiene en cuenta en sus caminos  el vacío tiene que llenarlo con el dios del materialismo que, al no saciar las necesidades del alma se siente impulsado cada vez más a desear bienes materiales que terminan ahogándolo.
La invitación que se hace al consumo responsable para frenar el temible cambio climático que trastorna el funcionamiento de la naturaleza con sus diluvios, sequías, incendios forestales, el de Australia es un ejemplo, y la mano del hombre que contribuye a la contaminación del aire, las aguas fluviales y marinas debido al despilfarro. El crecimiento insostenible del consumo nos ha llevado a la trágica situación medioambiental de nuestros días.
Esclavizado el hombre por el libre albedrío y apoyándose en la supuesta libertad de poder hacer lo que le dé la gana, se recrea en sus posesiones y repletos su almacenes  se corazón se vanagloria del  éxito alcanzado. El orgullo de poseer tantas cosas, la mayoría inservibles, fomenta el consumo desaforado de bienes materiales que no favorecen nuestra calidad de vida ya que la degradan
Algo a lo que hace tiempo le doy vueltas. ¿Por qué se soportan los inconvenientes en los aeropuertos: largas horas de espera, perdidas de equipajes, overbooking, cancelación de vuelos…A pesar de todo ello se reincide y se vuelve a planificar otro viaje para soportar los mismos inconvenientes? El profeta Amós nos muestra la causa. “En sus pasos se saciaron, y repletos, se envaneció su corazón”. la consecuencia de ir en pos de saciar  la insaciable sensualidad, “por esta causa se olvidaron de mí”. El profeta nos viene a decir que por habernos olvidado de Dios  nos dejamos arrastrar por el materialismo que nos destruye. Si persistimos en adorar a dioses que no son Dios, sufriremos porque incumplen las promesas que nos ofrecen. Lo más terrible es que al final del trayecto descubriremos, sin posibilidad de dar marcha atrás en vez de encontrarnos en el paraíso eterno en el que fluye el río de agua, viva, despertaremos en el infierno en donde nadie mojará su dedo en agua para apagar la ardiente sed que los consumirá.


SALMO 71: 18

“Aun en la vejez y las canas, oh Dios, no me abandones”
Aun cuando nuestro padre y nuestra madre puedan abandonarnos, la fidelidad de Dios no le permitirá hacerlo con nosotros. El creyente en Cristo tiene garantizada la protección del Señor de por vida. Si es así, ¿por qué el salmista escribe “Aun en la vejez y en las canas, oh Dios, no me abandones?” No es que el salmista dude de la fidelidad de Dios, lo que muestra es la dependencia con respecto a Él. El salmista, como cualquier otra persona no es merecedor del favor de Dios, aun sin merecerlo, lo recibe. En todo momento depende de Él. Las bendiciones que el salmista ha recibido de Él no las considera propias. Admite que son un regalo de Dios y que únicamente a Él tiene que dar gracias.
“No me abandones” dice el salmista al Señor. Esta petición pone sobre la mesa una necesidad muy acentuada en nuestros días: la soledad en que se encuentran muchas personas  ancianas. La soledad de los ancianos es un  problema social que las autoridades intentan resolver poniendo a disposición de los ancianos que viven solos servicios de tele asistencia, verdaderamente muy útiles, debiendo ser ello motivo de agradecimiento a Dios por haberlos provisto. Asimismo, las autoridades ponen a disposición de los ancianos centros de atención de día, servicio que es muy necesario para aquellos ancianos que debido a la edad han perdido facultades físicas que les obligan a la dependencia de otros.
En el tiempo del salmista  no existía la asistencia social que disfrutan los ancianos de nuestros días. Sí que había médicos que de alguna manera representaban la ayuda social de hoy. Ante los problemas de movilidad y otros achaques propios de la vejez, ¿qué deben hacer los ancianos? 2 Crónicas 12. 12 nos enseña lo que no deben hacer: “Asa enfermó gravemente de los pies, y en su enfermedad no buscó al Señor, sino a los médicos? El texto no niega la utilidad de los servicios del médico ante la enfermedad. La mujer con flujo de sangre acudió a los médicos. Jesús no dijo que hubiese obrado mal. El caso es que no pudieron curarla. La vida física tiene un límite. El pecado del rey Asa fue no tener en cuenta a Dios en su enfermedad. Este es el pecado en que caen muchísimos ancianos. Dependen exclusivamente de la ayuda humana y de sus corazones no brota. “Oh Dios, no me abandones”. El problema de la soledad de los ancianos no lo resuelven los servicios asistenciales que prestan las autoridades, sino la incapacidad de clamar: “Oh Dios, no me abandones”




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