dilluns, 27 d’agost del 2018

INMORTALIDAD

<b>La esperanza que no está depositada en Jesús defrauda</b>
El gerontólogo <b>Aubrey de Grey</b> y el director de campaña de Google <b>Ray Kuzweil</b> han puesto en marcha una campaña para resolver el misterio de la muerte. <b>De Grey</b> cree que en el año 2050 quien posea un cuerpo y una cuenta bancaria igualmente sana tendrá una elevada posibilidad de ser inmortal, engañando a la muerte por medio de la renovación del cuerpo cada diez años  en clínicas que regenerarán tejidos y rejuvenecerán órganos, cita <b>Màrius Carol</b>, director de La Vanguardia. Según  <b>de Grey</b> solamente quienes tengan una cuenta bancaria sana, es decir, bien forrada de dólares podrán obtener la esperanza de inmortalidad, que no es segura. La esperanza que no esté depositada en un cimiento firme conduce al desengaño.
El director de cine <b>Woody Allen</b>, ha dicho: “La inmortalidad es una ilusión. Solamente puedes ser inmortal el tiempo en que lo crees antes de morirte. Creer que viviré a mis películas después de morir es tan ingenuo como esperar que me envíen un talón con los derechos de autor en el paraíso…Hombre, sería interesante que la vida tuviese algún sentido, pero te mueres, te marchas, desapareces y ya está y no tienes ninguna conciencia del mundo. Y si otras personas pueden disfrutar de tu trabajo, pero tú no lo sabes, quizás…¿sabes? tal vez, el universo sigue expandiéndose eternamente o contrayéndose para siempre, pero a ti te da lo mismo”. Nihilismo puro. Pero el ser humano no tiene por qué vivir en un estado e incertidumbre vital. En este caso la existencia se convierte en un estado de angustia permanente, de tortura perenne.
El ateísmo, el agnosticismo son los canales del nihilismo filosófico que a la vez revierten en una vida sin sentido, que no vale la pena vivirla y que en algunos casos conduce al suicidio. En la lucha estéril para encontrar sentido a la vida fuera de Jesús el hombre cae exhausto en la cuneta.
Al hombre nacido de mujer no le va buscar a Dios. Perseguirá dioses, eso sí, que no le liberarán  del nihilismo que enturbia la razón. Pero existe otro factor que contribuye  a que no se quiera salir del pozo en que se ha caído por falta de fe en el único Dios, creador de todo lo existente que en su Hijo Jesús que perdona los pecados que ahogan la esperanza: El comportamiento que deja mucho que desear de quienes dicen ser cristianos. Aporta luz en este aspecto una viñeta de El Roto en la que aparece el Papa de espaldas levantando con una mano un crucifijo., acompañada de un texto que dice: “Evangelizar el Vaticano. ¡Menuda tarea!” A pesar de que a los obispos no les guste que los medios de comunicación aireen la corrupción que se da en el seno de la Iglesia católica, deberían estar agradecidos de ello porque si tuvieran ojos para ver y oídos para oír, podrían arrepentirse de sus pecados y convertirse a Cristo. A partir de su conversión podrían comenzar a andar en santidad, dejando así de ser piedras de tropiezo para muchas personas que no quieren saber nada del Padre ni de su Hijo Jesucristo, por el mal comportamiento de quienes dicen ser los verdaderos representantes de Dios en la Tierra. Dicho esto, volvamos a la inmortalidad.
Si fuese posible que los progresos en biotecnología  y la regeneración periódica de tejidos y órganos llevasen a la inmortalidad, ¿qué importancia tendría cargar eternamente las miserias del tiempo presente? Que no tengan miedo quienes pueden pagar los elevados costes de reparar tejidos y rejuvenecer órganos. Es una utopía inalcanzable porque la paga del pecado es la muerte y como todos hemos pecado más pronto o más tarde todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo para responder de nuestras acciones hayan sido estas buenas o malas.
La inmortalidad corporal bíblica está basada en la resurrección de Jesús. Todo el mundo resucitará en el día final, pero no todos de la misma manera. Existe resurrección de vida y resurrección de muerte. Unos cuerpos revestidos de inmortalidad para dos destinos claramente diferenciados. El destino eterno de los cuerpos depende de un acto de voluntad hoy. La iglesia cristiana tiene la obligación de evangelizar al mundo. Tiene la responsabilidad de proclamar de mensaje de salvación que se encuentra en Jesús que murió por los pecados del mundo y de manera muy concreta por los del lector. “Y en ningún otro (Jesús) hay salvación, porque no hay otro Nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12). Toda persona que cree en Jesús es salvada por la fe. Ha pasado de muerte a vida. ¿Cuánto tiempo durará el peregrinaje por esta tierra la persona redimida por la sangre de Jesús? No se sabe. Lo que sí es cierto es que un día morirá físicamente. En el mismo instante en que se produzca el fallecimiento el alma abandonará el cuerpo yendo directamente a la presencia de Dios porque la sangre de Jesús le ha lavado todos sus pecados. No ha dejado ni tan sólo uno por borrar. El cuerpo duerme bajo tierra esperando el día de la resurrección, que no es una fábula. Es una realidad certificada por la resurrección de Jesús. Esta es la esperanza de la inmortalidad cristiana. La resurrección será efectiva el día en que Jesús glorioso regrese aquí en la Tierra a buscar al pueblo de Dios. En este instante el cuerpo mortal que ha sido manjar para los gusanos será revestido de inmortalidad y el cuerpo sujeto a la corrupción de incorrupción. El alma que goza de la presencia de Dios se unirá a su cuerpo resucitado. En aquel instante la salvación realizada por Jesús se habrá completado. La esperanza cristiana realizada.
Los incrédulos, los ateos, los agnósticos, los adoradores de divinidades falsas seguirán el mismo proceso: cuerpos resucitados unidos a sus respectivas almas para siempre en el infierno lejos de la presencia de Dios en condiciones miserables como aquí den la tierra pero infinitamente agravadas por la absoluta ausencia de la presencia de Dios. Hoy aún se está a tiempo para escoger la vida eterna que es Jesús.
Octavi Pereña i Cortina


dilluns, 20 d’agost del 2018

DIOS ES GRANDE

<b>Sin la presencia del Padre de nuestro Señor Jesucristo las mujeres violadas difícilmente superarán el trauma de la fechoría cometida contra ellas</b>
<b>Edward T. Welch</b> en su libro <i>Cuando la gente es grande Dios es pequeño</i>, cita el testimonio de dos mujeres violadas: “Me siento como si llevara un anuncio de neón en la frente que dice que fui violada por mi tío”, dice una de ellas. La otra víctima afirma: “Tengo miedo de abrir la boca cuando estoy con otras personas. Si la abro saldrá vil inmundicia”. Estas dos dolorosas  expresiones declaran claramente que sienten vergüenza de haber sido violadas, como si hubiesen sido ellas las culpables de la violación. Además se añade el estigma social de ser consideradas culpables de la violación.
Las secuelas de la violación como sucede con las víctimas del terrorismo o de un cataclismo, se intentan paliar sus efectos con tratamiento sicológico. La intención puede ser muy buena, lo cierto es que las cicatrices que dejan la herida no se borran de la memoria.
¿Qué lugar ocupa Dios en la mujer violada? Creer en Dios no significa que libere de situaciones indeseadas como puede ser la violación. La fe en Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo da la fuerza que impide hundirse y arrastrar a lo largo de la vida el recuerdo de un suceso que se desea no hubiese sucedido. Muchos se preguntan: ¿Dónde estaba Dios en el momento en que una mujer  era violada? ¿Dios estaba presente en el momento de cometerse el acto criminal. ¿Por qué lo permitió Dios? No lo sé. Ahora que tenemos un conocimiento muy limitado de los hechos debemos enmudecer y no acusar a Dios cuando desconocemos toda la verdad. Nos guste o no, lo cierto es que vivimos en un mundo que Dios maldijo debido al pecado de Adán. Por eso se dan situaciones tan indeseadas como las que <i>La Manada</i> representan.
El violador,  con su locuacidad hace creer que la víctima es la culpable de la violación. Que ella se lo ha buscado. Esta culpabilidad que no es tal persigue a la víctima a lo largo de los años. No puede olvidar el terror que sintió en el momento que víctima del ataque indecente. Cuando  el violador a los ojos de la víctima es GRANDE Dios es pequeño o inexistente. Cuando la víctima ve al violador como un gigante y Dios como un enano no podrá olvidar fácilmente el trauma por el que ha pasado porque se encuentra indefensa. No sabe dónde ir a buscar ayuda. Los depredadores sexuales existen porque han tergiversado el sentido que tiene el sexo. Además de la procreación sirve para que un hombre y una mujer sean uno en el matrimonio. Es un misterio que Dios ha revelado. Debido a que no se tiene en cuenta el propósito de Dios respecto al sexo, ocurre lo que ocurre. El sexo en lugar de ser una fuente de gozo se convierte en un manantial de dolor. Aun cuando los jueces juzguen correctamente los casos de violación y dicten la sentencia que merece la fechoría, a pesar de las manifestaciones anti, las violaciones persistirán porque el pecado ha hecho perder el sentido de decoro. Una vez perdido todo es posible.
Las palabras del profeta Jeremías que comentaremos pueden hacer desaparecer el sentimiento de culpabilidad, de suciedad, en la mujer violada si por la fe en Jesús que es la máxima expresión del amor de Dios, las cree. El título de este escrito <i>Dios es grande</i>, no tiene nada que ver con “Alá es grande”. >Alá es un dios de fabricación humana incapaz de purificar a la mujer ensuciada por la violación.
El profeta escribe: “Así ha dicho el Señor: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta del Señor. Será como la retama en el desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morará en los secadales del desierto, en tierra despoblada y deshabitada” (17: 5,6). Cuando el Dios Padre de nuestro Señor Jesucristo se convierte en un enano, la gente se hace grande. Esto es lo que ocurre en la violación. Si la violada no tiene una fe firme en Jesús que revela al Padre celestial, el violador es como un gigante que la somete a su poder a placer. Emocionalmente se somete a la supremacía machista. No puede quitarse de la cabeza la afrenta que le persigue como si fuese su propia sombra. Dondequiera que vaya allí se encuentra con su violador. Este recuerdo que no puede borrar la consume. La descripción que hace el profeta Jeremías de la persona que confía en el hombre es perfectamente aplicable a la mujer violada que no puede borrar la imagen del violador.
Pero el profeta no se queda con la imagen del hombre que confía en el ser humano. Sigue escribiendo: “Bendito el varón que confía en el Señor, cuya confianza es el Señor. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que al lado de la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde, y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto” (vv. 7,8). La imagen de la persona que confía en el Señor es totalmente distinta de la del que confía en el hombre. Esta describe un desierto. La otra un jardín bien regado, todo el año verde. El profeta no se olvida decir que la vida del creyente no siempre es felicidad plena. “En el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto”. El año de sequía bien puede significar violación. En este caso la mujer violada es como el árbol plantado junto a las aguas. La fechoría cometida contra ella no quebranta su fe en el Señor. Dios es GRANDE para ella y el violador se convierte en un enano que ha perdido el poder que tenía sobre ella. El espectro de la violación se ha esfumado con la misma facilidad con que la neblina matinal desaparece al calor del sol naciente. Pase lo que pase, el gozo del Señor siempre acompaña a la persona para quien Dios es GRANDE
Octavi Pereña i Cortina


dilluns, 13 d’agost del 2018

ÉTICA O VIDA

<b>La ética cristiana tiene buenos propósitos pero no proporciona fuerza para cumplirlos</b>
<b>Juan Cruz</b> entrevista a <b>Iñaki Gabilondo</b>, uno de los periodistas más prestigiosos en  nuestro país: “el hombre que ha hecho de la entrevista su mayor contribución al periodismo sigue peguntando por el futuro a personas que han sido decisivas para crear lo que hoy llamamos presente”.
El periodista le pregunta a <b>Gabilondo</b>: ¿Por qué aun busca gente con la que hablar? Respuesta: “Porque la magnitud de mi ignorancia es inmensa. Y para aprender, para tratar de entender y entenderme”. Con su respuesta el periodista deja claro que no tiene claro el futuro.
Como no puede ser de otra manera, en una entrevista a un periodista tan prestigioso no puede faltar la pregunta sobre el progreso. ¿Con qué preguntas viene de estas conversaciones? Respuesta: “Sobre todo con una de las novedades que están surgiendo, de todas las extraordinarias novedades que se anuncian y que se pueden concretar en un tiempo relativamente breve, ¿se beneficiarán unos pocos o toda la sociedad? ¿Será un buen negocio para unos o una bendición para todos? La pegunta se la hacen todos aquellos que entrevisto” ¿Y la respuesta?, le pregunta el entrevistador. La contestación es elocuente: “La respuesta es no. La única convicción que tienen es que en los próximos años vamos a tener que revisar nuestra arquitectura jurídica y ética. No tenemos respuestas éticas para algunas de las cuestiones que se van a ir planeando ni arquitectura jurídica para afrontarlas”. Yo añadiría: No existen respuestas éticas ni arquitectura jurídica para afrontar los problemas actuales a los que no se encuentra solución. Y no es que no se puedan resolver, es que se busca solucionarlos por caminos equivocados.
Las filosofías políticas sobre el papel diseñan la solución a todos los problemas que afectan al hombre, en la práctica, pero, falla el hombre que tiene que solucionarlos. En el día a día descubrimos que falla el binomio que es clave para la solución de conflictos: “Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo” (Marcos 12: 30,31). La primera parte de la solución es Dios. No en un Dios filosófico creado por el racionalismo humano, sino en el Dios eterno, el Invisible, cuyo rostro jamás lo han visto ojos humanos y que su Hijo en la persona de Jesús da a conocer su naturaleza moral. Este Dios único es celoso de su gloria que no comparte con nadie, exige que se le ame con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda la mente y con todas nuestras fuerzas. Con este Dios único no queremos tratos porque consideramos que su exigencia es un atentado a nuestra libertad personal, lo marginamos. Ello no lo hace desaparecer: “¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas? Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos, contra el Señor y su Ungido, diciendo: Rompamos sus ligaduras, y echemos de nosotros sus cuerdas. El que mora en los cielos se reirá, el Señor se burlará de ellos. Luego hablará a ellos en su furor, y los turbará su ira” (Salmo 2: 1-5). Pero Dios que junto con la justicia es amor, suaviza su tono para con los rebeldes: “Ahora, pues, oh reyes, sed prudentes, admitid amonestación jueces de la tierra. Servid al Señor con temor, y alegraos con temblor. Honrad al Hijo, para que no se enoje y perezcáis en el camino, pues se inflama de pronto su ira” (vv.10-12). A lo largo de los tres años del ministerio público, Jesús fue el blanco el odio de la casta sacerdotal judía que no se mitigó ni  cuando colgaba de la cruz. A pesar de ello,  dirigiéndose al Padre, Jesús  pronunció aquellas palabras que destilan el perfume del infinito amor que sentía por los hombres, pagando con su vida el precio del pecado: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). 
La segunda parte del binomio que aporta felicidad al hombre: “Amarás al prójimo como a ti mismo”, no es un principio ético de cumplimiento imposible, sino la vida de Jesús morando en el corazón humano por su Espíritu que afecta todos los aspectos de la existencia humana.
La política, la economía, las relaciones humanas, todo lo que atañe al hombre, todo está infectado de pecado. La corrupción brota allí en donde se encuentra el hombre. El imperio de la ley no lo extermina. Todo lo contrario,  cuanto más estricta es la ley más prolífera la corrupción. Parece una contradicción: cuanto más estricta sea la ley, cuando todo gira al entorno del imperio de la ley, el legalismo actúa como abono que da lozanía a la corrupción.
Una noche Jesús recibe la visita de Nicodemo, un principal entre los judíos. “De cierto, de cierto te digo”, le dice Jesús, “que el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios” (Juan 3.3). Asombrado, el fariseo le pregunta al Maestro: “¿Cómo puede un hombre nacer siendo  viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?” (v.4). Jesús esclarece el misterio del nuevo nacimiento cuando le dice al fariseo inquieto por la religión: “Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (v.6). El contexto inmediato hace referencia a la crucifixión de Jesús (vv.13-15).
La solución de los problemas políticos, económicos, sociales que nos afectan de pleno no se encuentra en un Jesús folclórico aclamado por multitudes enfervorizadas como si fuese un ídolo del deporte o del espectáculo, sino Jesús muerto y resucitado que derrama su Espíritu en quienes creen en Él, dándoles poder de empezar a amar al prójimo con el amor que les ha dado.
Octavi Pereña i Cortina


MATEO 16: 11

“¿Cómo es que no entendéis que no fue por el pan que os dije que os guardaseis de la levadura de los fariseos y de los saduceos?”
El hecho de que los discípulos se hubiesen olvidado de llevar pan con ellos fue una oportunidad que tuvo Jesús para advertirles que se guardasen “de la levadura de los fariseos y de los saduceos” (v.6). No entienden lo que Jesús quiere decirles. Piensan que se refiere a que no han puesto pan en las alforjas.  Jesús les recuerda que con cinco panes y dos pececillos comieron hasta saciarse cinco mil personas y se llenaron varias cestas con las sobras.
“¿Cómo es que no entendéis que no fue por el pan que os digo que os guardés de la levadura de los fariseos  y de los saduceos? Entonces entendieron que no les había dicho que se guardasen de la levadura del pan, sino de la doctrina de los fariseos y de los saduceos”(vv.11,12). Los discípulos antes de la resurrección de Jesús y de la venida del Espíritu Santo en Pentecostés tenían un conocimiento muy limitado de las Escrituras, necesitaban que les abriese el entendimiento para comprenderlas. (Lucas 24: 45). A pesar que el texto no lo dice fue Jesús quien les abrió el entendimiento para que entendieran el significado de la levadura en el campo del espíritu. Significa: pecado. De la misma manera que un poco de levadura leuda toda la masa, así un error doctrinal echa a perder a una comunidad o a una persona. Jesús avisa a sus discípulos y a nosotros del tipo de doctrina que ingerimos. Los fariseos y los saduceos por su implantación social parecía que fuesen portadores de sana doctrina. Jesús que es la Verdad y que conoce lo que realmente hay en el corazón del hombre sabía que la doctrina de los fariseos y de los saduceos era veneno mortal.
Jesús nos alerta de los fariseos y saduceos de nuestros días. Se encuentran en todas las iglesias cristianas. La única manera de descubrir la levadura que se esconde detrás del disfraz de la religiosidad y de la apariencia de piedad es conocer la verdad que se encuentra en la Biblia. Es por ello que el salmo 119, para citar un texto, nos alienta a escudriñar las Escrituras porque en ellas encontramos el antídoto que nos protege de la doctrina venenosa de muchos predicadores que anuncian otro evangelio que no es la Palabra de Dios.



SALMO 119:100

“Más que los viejos he entendido, porque he guardado tus mandamientos”
Según Baltasar Gracián los ancianos “son maestros de prudencia y catedráticos de experiencia”. En la antigüedad los pueblos y las ciudades eran gobernados por consejos de ancianos escogidos por su sabiduría y prudencia adquiridas a lo largo de la vida. El texto que comentamos rompe el concepto que se tiene de tiene de la ancianidad como pozo de sabiduría.
El caso de Jesús cuando tenía 12 años es excepcional por ser quien era, pero ilustra lo que estamos meditando: La sabiduría que se adquiere con el conocimiento de las Sagradas Escrituras. José y María encuentran a Jesús en el templo de Jerusalén “sentado en medio de los doctores de la Ley”. No me lo puedo imaginar discutiendo sobre temas políticos y deportivos. Por ser quienes eran y por encontrarse en el lugar en que se encontraban lo más lógico era que tratasen temas teológicos y asemejándose a su primo Juan que se nos dice que “crecía y se fortalecía en espíritu” (Lucas 1. 80). “Todos los que le oían se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas” (Lucas 2: 47). Dos niños que crecían y se fortalecían es espíritu cuando llegaron a adultos fueron dos grandes hombres de Dios. Juan como precursor del Señor contribuyó a presentar al Mesías en sociedad. Jesús como el Mesías presentado por Juan, a realizar la obra de salvación que le había encomendado el Padre.
Dejando a Juan y a Jesús por lo irrepetible de sus vidas, el texto que comentamos dice algo muy útil para nosotros que somos personas corrientes que carecemos de estudios superiores y que nos hemos educado en la escuela pública podemos llegar a ser más entendidos que los viejos porque hemos guardado los mandamientos de Dios. Desde el momento de nuestra conversión a Jesús por el estudio persistente de las Escrituras y por la obediencia a sus enseñanzas dejamos atrás la infancia espiritual convirtiéndonos en adultos maduros en la fe. Por nuestra condición podemos pensar que es imposible que lleguemos a ser más entendidos que los viejos, pero el texto nos dice que ello está a nuestro alcance si meditamos en las Sagradas Escrituras a lo largo de todos los días de nuestra vida.
¿Quiénes fueron los apóstoles Pedro y Juan? Fueron humildes pescadores, ciudadanos anónimos del Imperio romano, que sus enemigos se vieron obligados a reconocer: “Viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban, y les reconocían que habían estado con Jesús” (Hechos 4:13). Esta alabanza la pronunciaron los sumos sacerdotes Anás y Caifás y el resto de la clase sacerdotal. La fe en Jesús y guardar sus mandamientos  hace que personas vulgares e ilustradas sean más sabias que los más entendidos de este mundo.


dilluns, 6 d’agost del 2018


DEPREDADORES SEXUALES

<b>Los depredadores sexuales son una plaga que calienta los ánimos de la sociedad</b>
El caso de <i>La Manada</i> ha sido el más sonado de violación múltiple por la trama judicial que le ha acompañado y por la posterior libertad condicional, todo ello acompañado por multitudinarias manifestaciones por todo el Estado. Pero  <i>La Manada</i> no ha sido el último caso que se ha producido de este tipo de agresiones. El 19 de mayo de 2018 cuatro hombres de entre 20 y 23 años fueron detenidos por violar a una joven de 20 años. Después de la fechoría la introdujeron en el maletero de un coche y la abandonaron en las cercanías de la estación del ferrocarril de Sant Boi de Llobregat. Durante la verbena de San Juan del mismo año, dos adolescentes de 14 y 15 años violaron a una joven de 15. La lista de agresiones de este tipo no tiene fin.
<b>Màrius Serra</b> escribe que en la escuela Heura, de incierta localización, durante este final de curso colgó una pancarta que dice: “Aquí se enseña a pensar y no qué pensar”. El comentarista redacta: “La única posibilidad que tenemos de ser libres es por medio del pensamiento articulado por el lenguaje. Y la escuela debe ser la principal impulsora. Pensar y no qué pensar, he ahí la clave”, ¿para erradicar los asedios sexuales en el metro, en los lugares de trabajo, <i>Las Manadas</i>, sea cual sea el nombre que tomen, la violencia machista en el hogar? No señor <b>Serra</b>, el pensamiento articulado por el lenguaje no es la solución para extirpar de raíz los delitos sexuales. <b>Viviana Weisman</b>, presidenta de <i>Women’s Link</i> en respuesta a la pregunta que le hace Lluís Amiguet: ¿Cómo pueden evitarse otros clichés, dice: ”Con formación, reflexión crítica y conocimiento. Son necesarios para evitar que se produzcan procesos como el de <i>La Manada</i>. El periodista sigue diciendo: Parece que alguna cosa no funciona. <b>Weisman</b> responde: “Es que además de las reformas penales hacen falta reformas mentales…Queda mucho camino por recorrer, pero no basta con reformar la justicia, también tenemos que generar debate público, como hacemos aquí y ahora, porque todos mejoremos nuestros marcos mentales”
<b>Màrius Serra</b> propone que sea la escuela la principal impulsora del cambio de pensamiento por lo que atañe al tema de las agresiones sexuales y .<b>Viviana Weisman</b>, las reformas mentales. Cambio de pensamiento o reforma mental es lo mismo. De acuerdo. Se tiene que cambiar el concepto que el hombre tiene de la mujer. La manera de pensar del macho le hace creer que es superior a la mujer y que ella es objeto de placer sexual y que a las buenas o a las malas tiene que someterse a sus caprichos. Ya hace años que en las escuelas se enseña educación sexual desde el punto de vista biológico y sesgado que rompe con el concepto clásico de la sexualidad. No, la escuela no puede ser el motor impulsor de un concepto masculino que dignifique a la mujer. La escuela, tanto la pública como la privada no está en condiciones de enseñar aquello que dignifica a la mujer. ¿Es capaz de enseñar: “Vosotros, maridos, igualmente vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como vaso más frágil, como coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo” (1 Pedro 3: 7).No. Seguirá fracasando porque deja de lado el alma. Pretende cambiar marcos mentales, pero se olvida de la fuente en donde nacen los pensamientos. Pretende, inútilmente, conseguir que el árbol malo dé frutos buenos. Que la zarza dé peras. Utopía inalcanzable. El fracaso del sistema educativo en lo que concierne a la ética se debe a que enseña como doctrina mandamientos de hombres (Mateo 15: 9). Los mandamientos de los hombres por venir de done vienen no son fiables e incapaces de transformar la zarza en peral de frutos exquisitos.
Dirigiéndose a la multitud, Jesús les dice: “No lo que entra por la boca contamina al hombre, mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre” (v.11). Los discípulos no entienden el significado de estas palabras por lo que le piden que las explique. Jesús les dice: “También vosotros aun estáis sin conocimiento? ¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al vientre y es echado en la letrina? Pero lo que sale de la boca, del corazón sale, y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre, pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre” (vv. 16-20).
El cerebro no fabrica los pensamientos, es el puente que permite la circulación de los pensamientos que genera el corazón hasta el mundo exterior por medio de la lengua que articula el lenguaje. Conociendo los pensamientos que se originan en lo profundo del alma, según Jesús, el mero mirar a una mujer para codiciarla ya se ha cometido adulterio con ella en el corazón (Mateo 5: 28). No podemos decir que seamos buenas personas. Todos sin excepción tenemos que reconocer que somos pecadores. En un sentido despectivo los sacerdotes y los fariseos apodaban a Jesús “amigo de los cobradores de impuestos y pecadores” (Lucas 7: 34). La casta sacerdotal de la época veía a Jesús de mal ojo porque mantenía contacto con la plebe inculta y pecadora. Al ciego de nacimiento a quien Jesús le dio la vista y que le defendía por el milagro que había obrado en él se lo quitaron  de encima de malas maneras: “Tú naciste del todo en pecado, ¿y nos enseñas a nosotros? Y le expulsaron (Juan 9: 34).
Aquella clase religiosa que se vanagloriaba de una pureza de la que carecía, los alejaba de la misericordia de Jesús al decirles: “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar justos, sino pecadores” (Marcos 2: 17). En tanto no se reconozca a Jesús como el Médico del alma, los machos son candidatos a convertirse en depredadores sexuales.
Octavi Pereña i Cortina



SALMO 118: 19,20

“Abridme las puertas de la justicia, y entraré por ellas, alabaré al Señor. Esa es la puerta del Señor, por ella entrarán los justos”
El salmo 118 es un cántico de alabanza al Señor “porque Él es bueno, porque para siempre es su misericordia” (v.1). El salmista expresa que desde  “la angustia invocaré al Señor y me responderá el Señor poniéndome en lugar espacioso”(v.5). En todas las circunstancias adversas el salmista encuentra consuelo. Incluso cuando la mano del Señor está sobre él para reprenderle, el salmista encuentra protección en el Señor: “Me empujaste con violencia para que cayese, pero me ayudó el Señor. Mi fortaleza y mi cántico en el Señor, y Él me ha sido por salvación” (vv. 13,14). Para el salmista no hay nadie que no sea el Señor. Todo gira en torno a Jesús.
¿Cómo puede el pecador ser justificado ante Dios, es decir, que Dios le vea como una persona que jamás hubiese cometido pecado alguno? Este es el gran dilema que subyace en el alma. ¿Cómo puede ser que el árbol malo se convierta en uno bueno que dé frutos que glorifiquen a Dios? A esta pregunta le da respuesta el salmista cuando escribe: “abridme las puertas de la justicia, entraré por ellas,  alabaré al Señor, esta es la puerta del Señor, por ella entrarán los justos”. Este texto nos transporta a Juan 10 en donde Jesús relata la parábola del redil y nos presenta a Jesús como el Buen Pastor, describiéndolo como: “Yo soy la puerta, el que por mí entre, será salvo” (v.9). Para alcanzar la salvación, es decir, obtener el favor de Dios sólo existe una manera: Creer en Jesús como Señor y Salvador, En el llamado Sermón de la Montaña Jesús insta a sus oyentes a “entrar por la puerta estrecha… porque estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7: 13,14). El camino de la salvación es muy estrecho. No da pie a muchas opciones. Jesús le dice a Tomás: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida, nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14.6). Jesús, únicamente Él es el camino angosto que lleva a la puerta  estrecha que da acceso a la presencia del Padre. Las multitudes que transitan por el camino ancho que conduce a la puerta amplia, yerran el camino. Cuando atraviesan la puerta no se encuentran con el Padre dándoles la bienvenida sino con Jesús el Juez supremo que los juzgará según sus obras. Serán merecedores de oír la sentencia inapelable: “No os conozco, apartaos de mí hacedores de maldad” (Mateo 7: 23). Trágico destino para aquellos que confiando en la iglesia institucional, en santos y vírgenes tengan que sufrir “pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria  de su poder” (2 Tesalonicenses 1: 9).


MATEO 15:3

Respondiendo Él, les dijo: ¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición?”
Unos escribas y fariseos se acercan a Jesús y le dicen: “Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de los ancianos?” ((v.2). Esta pregunta con la respuesta que les da  Jesús que es el texto que motiva este comentario, pone sobre la mesa el dilema que siempre se ha dado. La posición que deben ocupar en la práctica religiosa dos tradiciones. La autoridad de las tradiciones humanas y la de la Palabra de Dios. Pienso que las tradiciones humanas básicamente no son dañinas, se hacen perjudícales cuando adquieren una autoridad que no les corresponde al interponerse entre la autoridad de Dios y de su Palabra que es absoluta.
En la controversia con los escribas y fariseos Jesús saca a relucir la honra que debe darse a los padres cuando les dice: “Honra a tu padre y a tu madre, y el que maldiga al padre o a la madre muera irremisiblemente” (v. 4). Según la tradición de los ancianos cuando un hijo negaba la ayuda a sus padres porque parte de sus bienes los había dedicado a Dios, llegado el caso de que los padres necesitasen la ayuda filial “ya no ha de honrar a su padre y a su madre (v.6)”). Ante semejante injusticia Jesús dice a los tradicionalistas: “Así habéis invalidado el mandamiento de Dios  por vuestra tradición” (v. 6). La tradición jamás debe suplantar la autoridad de la Palabra de Dios. Las tradiciones nacen de la costumbre de hacer las cosas. Llegado a cierto punto las costumbres se convierten en ley. Llegada esta situación la tradición suplanta la autoridad de Dios y de su Palabra lo cual conduce a situaciones tan anómalas como dejar de honrar al padre y a la madre en sus necesidades, contraviniendo el mandamiento (Éxodo 20:12).
Llegado a este punto en que la tradición prevalece por encima de la Palabra de Dios, Jesús citando al profeta Isaías dice a los tradicionalistas: “Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí, pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres” (vv. 8,9). Jesús desaprueba la tradición convertida en ley que suplanta a la Palabra de Dios. Dada la facilidad con que se produce dicha alteración de prioridades debemos tomarnos muy seriamente descubrir en qué damos más importancia: a la tradición  o a la Palabra.






dimecres, 1 d’agost del 2018

DIARREA VERBAL

<b>”Gastadas gastadas, vacías, las palabras se han convertido en fantasmas en las que nadie cree” (<b>Adanov</b>
Esto es un párrafo del escrito <i>¿Se puede curar la diarrea verbal?</i>  de <b>Josep Maria Espinàs</b>que da pie a tratar el tema de la “diarrea verbal” que denuncia el escritor: “Lo diré de entrada, pero sin contundencia: somos unos habladores que corremos el riesgo de convertirnos en cotorras. Un parlanchín es quien habla mucho sin substancia, dice el diccionario. E inmediatamente surge el primer problema. ¿Quién decide que nuestras palabras carecen de substancia? El charlatán está convencido  muy a menudo que aquello que está diciendo o explicando es importantísimo, fundamental, imprescindible para poder ser entendido”. El conocido periodista se hace esta pregunta: “¿Quién decide que nuestras palabras carecen de substancia?”
Parece ser que quien debería dar substancia a nuestras palabras tendría que ser la Reeligión porque ata al hombre con el Trascendente. La realidad nos dice que no. La plegaria que tendría que ser un espacio en el que dominen las palabras con substancia, Jesús avisa a los creyentes con estas palabras: “Y cuando ores, no seas como los hipócritas, porque ellos aman orar en pie en las sinagogas, y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres, de cierto os digo que ya tienen su recompensa” (Mateo 6:5).
 Jesús pone como ejemplo de este comportamiento narcisista al fariseo de la parábola. Dos hombres subieron al templo a orar: un fariseo y un cobrador de impuestos. El fariseo oraba de esta manera: “Y el fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este cobrador de impuestos, ayuno dos veces a la semana, doy el diezmo de todo lo que gano” (Lucas 18: 11,12). ¿Quién decide que nuestras palabras no tienen substancia?  La respuesta es Jesús. El fariseo se creía justo y exaltando su religiosidad. Contrastaba su bondad con la condición  de pecador del cobrador de impuestos que “estando lejos no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios sé propicio a mí, pecador” (v.13). Pocas las palabras del cobrador de impuestos pero cargadas de substancias.
Jesús se opone a la “diarrea verbal” que denuncia <b>Espinás</b> cuando dice: “Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no, porque lo que es más de esto, del mal procede” (Mateo 5:37). Jesús descubre que el origen de la “diarrea verbal” procede del maligno. Es el diablo quien hace que el narciso se enaltezca, que le hace presumir de supuestas cualidades que le distinguen de la plebe inculta. No existen palabras suficientes para enaltecer sus muchas supuestas perfecciones. Se dispara la “diarrea verbal”.
<b>Espinàs</b> concluye su escrito citando el título: “¿Se puede curar la diarrea verbal?” Cerrándolo con este interrogante da a entender que para él la “diarrea verbal” es incurable. ¿Es posible que nuestra palabra sea sí, cuando es sí; no cuando es no? Cuando el narciso deposita la fe en Jesús entiende lo que realmente es, se le abre el camino de la curación de su “diarrea verbal”.
Jesús cierra la parábola del fariseo y el cobrador de impuestos con estas palabras: “Os digo que éste” (el cobrador de impuestos), “descendió a su casa justificado” (Dios escuchó su plegaria y lo bendijo), “antes que el otro” (el fariseo salió del templo peor de lo que entró porque Dios no soporta a los orgullosos y deja que sigan sus caminos tortuosos). Dios desea bendecirlos, pero antes deben humillarse y confesar con el cobrador de impuestos: “Dios se propicio a mí pecador”. Dios que conoce la intimidad de los orantes  no le pueden dar gato por liebre pone punto final a la parábola con estas palabras: “Porque cualquiera que se enaltece, será humillado, y el que se humilla será enaltecido” (v. 14).
Termino este escrito con esta afirmación: Sí, puede curarse la diarrea verbal.
Octavi Pereña i Cortina