VENCER EL MIEDO
<b>El miedo nos hace ver la
realidad más dura de lo que es</b>
El periodista <b>Fernando
García</b> le hace a la actriz madrileña < b>Belén Rueda</b>
algunas preguntas sobre el miedo. Una de ellas es: ¿El miedo de no poderse
ganar las algarrobas puede ser peor que el que provocan sus películas? La
respuesta que llega: “La idea de perder el trabajo es terrorífica: Pensar que
no llegas a fin de mes y no puedas pagar las facturas…No es tan diferente de lo
que vemos en estas películas, no. La diferencia es que los filmes producen un
sobresalto que pasa, mientras que el miedo laboral es continuo: te levantas a
la mañana con la preocupación, no duermes”
Otra pregunta que el reportero le hace a
la actriz. ¿Vivimos en una época de miedo? Respuesta: “El miedo en una sociedad
no se pierde nunca. Debido a una horrible tradición los gobernantes nos
escatiman información para que haya incertidumbre y, por lo tanto miedo. Porque
gobernar es mucho más fácil con el miedo que con claridad. El resultado final
sería mucho mejor con transparencia. Así todos seríamos partícipes de los
resultados buenos o malos. Pero de esta manera se aseguran mejor el control. La
frase “La información es poder” es muy cierta. Como menos información des más
miedo provocas”. Refiriéndose a los políticos el entrevistador le pregunta.
¿Quiere decir que los políticos atemorizan? Respuesta: “Muchas veces sí, en
unos casos de manera explícita y en otros a través de la inseguridad laboral,
la inseguridad sanitaria, educacional…” La actriz afirma: “Lo que me gusta son
los guiones que exploran la mente humana, que es compleja y reúne muchos
miedos, las represiones, los golpes de la vida y las preocupaciones diarias que
no conseguimos exteriorizar en el momento se convierten después en algo más
oscuro. Estas películas van de esto. Por otro lado, si me preguntan si soy
miedosa respondo que el miedo llega cuando no sabes lo que hay detrás de la
puerta, una vez la abres y compartes los temores, el miedo se marcha”.
<b>H. P. Lowecraft</b>,
escritor de novelas de terror, dice: “El miedo es la emoción más antigua y más
fuerte de la humanidad”. Debe irse a los orígenes de la humanidad para
descubrir el instante en que se presentó el miedo. El hombre no fue creado
teniendo miedo de su propia sombra. Es un sentimiento que se adquiere debido a
la desobediencia de Adán. Mientras no había degustado el fruto del árbol del
conocimiento del bien y del mal, el miedo era un sentimiento desconocido porque
Adán y Eva caminaban con Dios. Mantenían con el Creador una relación íntima,
sin ningún estorbo. Con la ingestión el fruto prohibido el panorama cambió: “Y
oyeron la voz de Dios que se paseaba por el huerto, al aire de día, y el hombre
y su mujer se escondieron de la presencia del Señor Dios entre los árboles del
huerto. Mas el Señor llamó al hombre y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él
respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo,
porque estaba desnudo y me escondí” (Génesis 3. 8-10). El miedo es la
consecuencia directa de haberse roto la relación con el Creador. Dios habría
podido dejar a nuestros primeros padres abandonados a su suerte. Pero no lo
hizo. Les reveló la manera de cómo podrían volver a caminar con Él. Todos los
simbolismos y las profecías apuntan
hacia Jesús que es el camino, la verdad y la vida que conduce al Padre (Juan
14:6).
En concreto el libro de Salmos es un
antídoto contra el miedo. Son las plegarias que hombres de fe dirigen al Señor
especialmente en momentos de tribulación. En ellas encuentran la paz del
alma porque el Señor es su Ayudador. Encuentran
protección bajo las alas protectoras del Todopoderoso. Muchos conocen los
salmos de oídas, pero ignoran el poder curativo que tienen para vencer el
miedo. Los salmos ponen de manifiesto que sus autores caminaban con Dios. Hay
un salmo que no es un desconocido porque a menudo se lee en los funerales, se
lo edita en los recordatorios y se lo recita en los <i>westerns</i> cuando hay algún entierro. Es el Salmo
23 que se reconoce como el <i>El Señor es mi Pastor</i>.
Desgraciadamente se lo recita a menudo dándole un sentido equivocado. Los
difuntos no necesitan el Salmo 23 por la sencilla razón de que cuando alguien
fallece su destino eterno queda sellado para siempre. Ni las misas, ni las
oraciones, ni las bulas papales sirven para alterar el destino de los
fallecidos. Los justos gozando para siempre de la presencia de Dios, los
injustos de la condenación eterna. Ahora no nos interesan los muertos. Lo que
nos preocupa son los vivos y el problema del miedo.
El Salmo 23 lo escribió David que
manifestando la calidad de su fe se dirige al Señor como: <i>El Señor es
mi Pastor nada me faltará</i>. Perseguido y encontrándose en un lugar
inhóspito, sin agua y sin alimentos puede escribir que no le faltará nada
porque el Señor es su Pastor que vela por él en los momentos difíciles. “En
lugares de delicados pastos me hace descansar, junto a aguas de reposo me
pastoreará. Confortará mi alma, me guiará por sendas de justicia por amor de su
Nombre. Aun cuando “ande en valle de sombra de muerte, porque tú estás conmigo.
Tú vara y tu cayado me infundirán aliento”. Como David podemos atravesar
situaciones parecidas a un “valle de sombra de muerte”. Lo cierto es que la fe
en Jesús que es el Buen Pastor, el Dios Todopoderoso nos librará del miedo. Que
Jesús no tenga que decirnos lo que le dijo al apóstol Pedro cuando impidió que
se hundiese en las aguas turbulentas del Mar de Galilea: “¡Hombre de poca fe!
Por qué has dudado?” (Mateo 14: 31).
Octavi
Pereña i Cortina
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