PALABRAS INCENDIARIAS
<b>”Aparta de ti la perversidad de
la boca, y aleja de ti la iniquidad de los labios” (Proverbios 4: 24)
</b>
La palabras que <b>José
Zaragoza</b>, diputado del PSC en el Congreso refiriéndose al
president que no debería haber dicho
nunca: “b>Torra</b> citando Petain, el presidente de la Francia
colaboracionista. En su línea xenófoba. Vergüenza que sea presidente”. Poco
después el dirigente socialista dándose cuenta de que había metido la pata,
pidió disculpas.
Desde el momento en que <b>Quim
Torra</b> toma posesión de la presidencia de la Generalitat de Catalunya,
las ha tenido que oír de muy gordas, pretendiendo desprestigiarlo debido a
algunos comentarios poco afortunados escritos hace unos años. Pero no es de
recibo que se le recuerde el error con el insulto por intereses políticos. Hoy
se ha puesto de moda atacar al adversario político con el insulto, pretendiendo
desacreditarlo con acusaciones que aunque puedan ser ciertas, el tono y la
manera como se dicen, descalifican al acusador poniendo al descubierto su
escasa bondad moral y ética. La mala educación verbal pone de manifiesto que la buena educación no sobrepasa la suela
de su zapato. Que el hemiciclo, el espacio en donde deben resolverse los
problemas del país, que por cierto no se han resuelto y esperan solución, en
vez del lenguaje sereno, razonado, sin crispación, exponiendo con educación las
propuestas que se deliberan, los debates se convierten en linchamientos al más
puro estilo <i>western</i>
Los representantes del pueblo elegidos
democráticamente en las urnas para
defender los intereses de todos los ciudadanos, utilizan un lenguaje grosero
que debería hacerlos enrojecer de
vergüenza a quienes utilizan lenguaje tan grosero. Se quedan tan panchos. Y,
los problemas sin solucionar.
En boca de legisladores, jueces salen
disparadas como con ametralladora sentencias condenatorias ante cualquier
crítica a las fuerzas de la seguridad, la Monarquía…, a menudo muy chapuceras,
la acusación “incitación al odio”. Las personas acusadas y condenadas de haber
cometido este delito, por cierto muy impreciso, se encuentran indefensas. En el
hemiciclo y en los medios de comunicación se hacen declaraciones que atentan
contra la honorabilidad de las personas que no deberían pronunciarse porque en
nada benefician a la Democracia.
El ex presidente del Gobierno español
<b>Alfonso Guerra</b> ha dicho refiriéndose al president
<b>Torra</b>: “Tenemos un presidente de la Generalitat que habla
exactamente igual que un nazi, pero decimos que es un supremacista, no sea que
se enfade”.
<b>Pedro Sánchez</b> poco
antes de presentar la moción de censura contra <b>Mariano Rajoy</b>
ha manifestado: “Por primera vez hay un racista en la Generalitat, y por eso
vigilaremos”
<b>Javier Labán</b>,
presidente autonómico de Aragón ha acusado al president
<b>Torra</b> de “fascista” y ha considerado que “un constitucionalista
español no debería sentarse ni un minuto a hablar con los independentistas
catalanes”.
Estas citas son solamente una muestra de
las muchas que se han oído en boca de políticos constitucionalistas que ponen
de manifiesto el odio almacenado en el interior de sus almas. No se puede
soportar que los otros vean las cosas de distinta manera. Desean la existencia
del pensamiento único. Todo el mundo tendría que pensar lo mismo que ellos ya
que se creen poseedores de la verdad absoluta. Ni el papa que presume de ser
infalible, el tiempo manifiesta que no lo es. A todos nos conviene una buena
dosis de humildad para no hacernos daño cayendo de un pedestal tan alto al que
nos ha puesto el orgullo.
No aprenderemos a ser humildes mirándonos
los unos a los otros porque todo el mundo, unos más, otros menos, poseemos
escondido el orgullo que nos hace creer que somos lo que no somos. Si nos
miramos al espejo, la suciedad que refleja la atribuimos a porquería depositada
por el mucho tiempo pasado sin limpiarlo. Pero no es así, lo que contemplan los
ojos es la corrupción del alma que nos hace comportar como verdaderos
imbéciles, aun cuando no se quiera reconocer. Jesús nos enseña en donde debemos
mirar: “Aprended de mí que soy dócil y humilde de corazón, y hallaréis descanso
para vuestras almas” (Mateo 11:29). En el momento en que nos miramos en el
espejo de la santidad de Jesús nos daremos cuenta de la inmundicia acumulada en
nuestra alma. La podredumbre descubierta no la podremos esconder debajo de la
alfombra. Nos sentiremos aguijoneados por la corrupción descubierta que, si le
prestamos atención ira acompañado del dulce susurro de Jesús, diciéndonos: “Ven
a mí y haré de ti una persona nueva. Pensarás de otra manera y dejarás de ver a
los contrincantes políticos como
enemigos que deben ser destruidos a cualquier precio, sino como personas que
poseyendo puntos de vista distintos, combinados con los propios, se puede andar
juntos para empezar en nuestro país, como círculos que se ensanchan, contribuir
a hacer un mundo mejor.
Si nos miramos en Jesús la lengua afilada
que hiere a quienes tenemos enfrente se convertirá en una palabra amable que
construirá. Si dejamos de juzgar al otro por su apariencia externa nos podremos
encontrar con la maravillosa sorpresa de descubrir en él algo que nos permitirá
andar juntos. Jesús será el Autor del milagro de convertir a dos enemigos
ideológicos en políticos que caminando juntos intentando mejorar las
condiciones de vida a la vez tendrán la mirada en las mansiones celestiales en
las que Jesús está preparando lugar para
ellos en donde pasar la eternidad. El trabajo que se hace en el Nombre de Jesús
no es un esfuerzo que se pierde con la muerte: “Bienaventurados de aquí en
adelante los muertos que muren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán
de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen” (Apocalipsis 14: 13). Hacer
política en el Nombre de Jesús no se pierde en el camino, tiene trascendencia
eterna.
Octavi
Pereña i Cortina
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