JUECES 17:6
“Y
en aquellos días no había rey en Israel, cada uno hacía lo que bien le parecía”
El libro de Jueces termina con las mismas
palabras que el texto que comentamos. La conclusión del libro creo que se
refiere al desbarajuste general
existente en esta etapa tan oscura de la historia de Israel. Pienso que el
texto que comentamos hace diana en la causa que provocó el desorden: La
idolatría.
La idolatría consiste en anteponer al
Dios único dioses de fabricación humana. El contexto se refiere a la madre de
Micaías que de los mil cien siclos de
plata que su hijo le había robado y que se los devolvió, da doscientos “al
fundidor, quien hizo de ellos una imagen de talla i una fundición” (v. 4).
El capítulo 17 de Jueces nos detalla que
un levita, que debería ser un representante del Señor Dios de Israel y que
debería enseñar la Ley al pueblo, incumple sus obligaciones educativas. El
levita estaba en camino buscando un lugar en done establecerse. El destino le
conduce a la casa de Micaía en la que había dioses, efod y terafines con el
agravante de que Micaía había consagrado a uno de sus hijos como sacerdote. Con
la llegada del joven levita el rostro de Micaía resplandeció de satisfacción.
“consagró al levita…Y Micaía dijo. Ahora sé que el Señor me prosperará, porque
tengo un levita como sacerdote” (vv.12, 13).
La satisfacción de Micaía duró poco pues llegaron a su casa unos danitas que iban
buscando un lugar en donde establecerse y se llevaron al joven levita i los ídolos de Micaía. La
idolatría es una mala compañera de viaje. La etapa tan oscura de Israel estaba
tejida de un amplio engranaje idolátrico y la consecuencia fue que los pueblos
vecinos les hicieron pasar las mil y una. Israel no aprendió la lección de las
calamidades enviadas por Dios debido a su infidelidad. La historia posterior de
Israel hasta su destrucción por Nabucodonosor rey de Babilonia, estuvo plagada
de idolatría. En unas épocas más que en otras, pero la idolatría siempre estuvo
presente en los reyes y en el pueblo.
En nuestro tiempo, empezando por la
iglesia, debido a que el Padre de nuestro Señor Jesucristo ha dejado de ser el
único Dios y se rinde culto a ídolos que no necesariamente tienen que ser de
oro o plata tangibles. Los llamados cristianos en compañía de los incrédulos
hacemos lo que bien nos parece. Abandonar al Rey tiene sus consecuencias. El
desbarajuste social que se deja ver por doquier es la consecuencia de haber
abandonado a Dios y seguido a otros dioses. Si no se produce un arrepentimiento
masivo como el que se dio en Asiria con la predicación de Jonás, el desastre
está servido
ROMANOS 8 23
“Y
no sólo ella (la creación) sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del
Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la
adopción, la redención de nuestro cuerpo”
Los efectos del pecado son devastadores.
“Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de
parto hasta ahora”. El pecado de Adán no solamente afectó a las relaciones del
hombre con Dios, también a su entorno físico. La maldición que Dios
pronunció contra la Tierra (Génesis
3:17) tiene efectos devastadores. El Diluvio Universal ha sido el más terrible.
Este evento no volverá a repetirse. El arco iris que aparece en el horizonte le
recuerda a Dios que no volverá a destruir la Tierra con agua (Génesis 9:
12-16). A pesar de que una catástrofe de tal magnitud no volverá a repetirse,
la Tierra sigue estando bajo la maldición de Dios, desastres locales siguen
repitiéndose a lo largo y ancho de la Tierra: inundaciones, terremotos,
volcanes…nos están recordando que la tierra sigue estando maldita y aviando que
el pecado tiene sus consecuencias.
Romanos 8 es el resumen de una clase
magistral sobre geología que nos ayuda a entender la causa de los desastres geológicos
que de cuando en cuando sacuden la rutina
de nuestra existencia. El apóstol Pablo da vida a la materia inerte y la
provee de sentimientos cuando escribe: “Porque el anhelo ardiente de la
creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios” (v.19). Es como
si la creación tuviese emociones y estuviese esperando el día de la
resurrección cuando aparecerán los cielos nuevos y la tierra nueva, momento en
que desaparecerá el pecado y la maldición divina sin efecto. “Porque la
creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del
que la sujetó en esperanza, porque la creación misma será librada de la
esclavitud de la corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios” (vv.
20,21).
Tierra y hombre inseparablemente unidos.
La maldición de Dios nos ha juntado en el sufrimiento y también en la esperanza
de la misericordia de Dios: “Porque sabemos que toda la creación gime a una, y
a una está con dolores de parto hasta ahora, y no sólo ella, sino que también
nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también
gemimos entro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de
nuestro cuerpo” (vv. 22,23).
¿Cuándo sucederá la redención de nuestro
cuerpo que pondrá fin a los dolores de parto del tiempo presente? No lo
sabemos, ni nos toca investigarlo. Lo que es cierto es que el Señor Jesús
vendrá en su gloria para llevarnos con Él y poner fin a la maldición que pea
sobre la Tierra, “por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros,
así como lo hacéis” (1 Tesalonicenses 5: 11). “El Señor viene”. Maran-hata”
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