dilluns, 18 de juny del 2018

JUECES 17:6

“Y en aquellos días no había rey en Israel, cada uno hacía lo que bien le parecía”
El libro de Jueces termina con las mismas palabras que el texto que comentamos. La conclusión del libro creo que se refiere al desbarajuste  general existente en esta etapa tan oscura de la historia de Israel. Pienso que el texto que comentamos hace diana en la causa que provocó el desorden: La idolatría.
La idolatría consiste en anteponer al Dios único dioses de fabricación humana. El contexto se refiere a la madre de Micaías que de los mil  cien siclos de plata que su hijo le había robado y que se los devolvió, da doscientos “al fundidor, quien hizo de ellos una imagen de talla i una fundición” (v. 4).
El capítulo 17 de Jueces nos detalla que un levita, que debería ser un representante del Señor Dios de Israel y que debería enseñar la Ley al pueblo, incumple sus obligaciones educativas. El levita estaba en camino buscando un lugar en done establecerse. El destino le conduce a la casa de Micaía en la que había dioses, efod y terafines con el agravante de que Micaía había consagrado a uno de sus hijos como sacerdote. Con la llegada del joven levita el rostro de Micaía resplandeció de satisfacción. “consagró al levita…Y Micaía dijo. Ahora sé que el Señor me prosperará, porque tengo un levita como sacerdote” (vv.12, 13).
La satisfacción de Micaía duró poco  pues llegaron a su casa unos danitas que iban buscando un lugar en donde establecerse y se llevaron  al joven levita i los ídolos de Micaía. La idolatría es una mala compañera de viaje. La etapa tan oscura de Israel estaba tejida de un amplio engranaje idolátrico y la consecuencia fue que los pueblos vecinos les hicieron pasar las mil y una. Israel no aprendió la lección de las calamidades enviadas por Dios debido a su infidelidad. La historia posterior de Israel hasta su destrucción por Nabucodonosor rey de Babilonia, estuvo plagada de idolatría. En unas épocas más que en otras, pero la idolatría siempre estuvo presente en los reyes y en el pueblo.
En nuestro tiempo, empezando por la iglesia, debido a que el Padre de nuestro Señor Jesucristo ha dejado de ser el único Dios y se rinde culto a ídolos que no necesariamente tienen que ser de oro o plata tangibles. Los llamados cristianos en compañía de los incrédulos hacemos lo que bien nos parece. Abandonar al Rey tiene sus consecuencias. El desbarajuste social que se deja ver por doquier es la consecuencia de haber abandonado a Dios y seguido a otros dioses. Si no se produce un arrepentimiento masivo como el que se dio en Asiria con la predicación de Jonás, el desastre está servido



ROMANOS 8 23

“Y no sólo ella (la creación) sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo”
Los efectos del pecado son devastadores. “Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora”. El pecado de Adán no solamente afectó a las relaciones del hombre con Dios, también a su entorno físico. La maldición que Dios pronunció  contra la Tierra (Génesis 3:17) tiene efectos devastadores. El Diluvio Universal ha sido el más terrible. Este evento no volverá a repetirse. El arco iris que aparece en el horizonte le recuerda a Dios que no volverá a destruir la Tierra con agua (Génesis 9: 12-16). A pesar de que una catástrofe de tal magnitud no volverá a repetirse, la Tierra sigue estando bajo la maldición de Dios, desastres locales siguen repitiéndose a lo largo y ancho de la Tierra: inundaciones, terremotos, volcanes…nos están recordando que la tierra sigue estando maldita y aviando que el pecado tiene sus consecuencias.
Romanos 8 es el resumen de una clase magistral sobre geología que nos ayuda a entender la causa de los desastres geológicos que de cuando en cuando sacuden la rutina  de nuestra existencia. El apóstol Pablo da vida a la materia inerte y la provee de sentimientos cuando escribe: “Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios” (v.19). Es como si la creación tuviese emociones y estuviese esperando el día de la resurrección cuando aparecerán los cielos nuevos y la tierra nueva, momento en que desaparecerá el pecado y la maldición divina sin efecto. “Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza, porque la creación misma será librada de la esclavitud de la corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios” (vv. 20,21).
Tierra y hombre inseparablemente unidos. La maldición de Dios nos ha juntado en el sufrimiento y también en la esperanza de la misericordia de Dios: “Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora, y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos entro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo” (vv. 22,23).
¿Cuándo sucederá la redención de nuestro cuerpo que pondrá fin a los dolores de parto del tiempo presente? No lo sabemos, ni nos toca investigarlo. Lo que es cierto es que el Señor Jesús vendrá en su gloria para llevarnos con Él y poner fin a la maldición que pea sobre la Tierra, “por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis” (1 Tesalonicenses 5: 11). “El Señor viene”. Maran-hata



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