PROVERBIOS 24: 12
“Porque
si dices: Ciertamente no lo supimos, ¿acaso no lo entenderá el que pesa los
corazones? El que mira por tu alma, Él lo conocerá”
Debido al pecado la tendencia natural es
no ver la biga que tenemos en nuestro ojo y engrandecer la mota que está en el
ojo de nuestro vecino. Queremos negar la realidad de que somos pecadores. Con
ello lo que se consigue es impedir que la luz de Dios alumbre nuestra alma, con
lo que las tinieblas toman posesión de ella. Negar la realidad no invalida la
responsabilidad de nuestros pensamientos y acciones. ¿Quién pesa los corazones?
Dios lo es. El Señor es quien descubre las cosas que no funcionan bien en quien
niega la realidad de que es un pecador.
El salmista se hace una pegunta que todos
deberíamos hacernos: “¿Quién podrá entender sus propios errores?” El salmista
da a entender que podría comportarse como la gran multitud de personas que ante
sus hechos dicen. “Ciertamente no lo supimos”. No. David el autor del salmo 19
no es de estas personas que desea que sus pecados ignorados sigan haciendo su
trabajo de zapa destructivo. Se dirige a Dios y le dice: “Líbrame de los que me
son ocultos? (v. 12). David vivió durante un cierto tiempo con el pecado de
adulterio con Betsabé oculto. Intentó esconderlo matando indirectamente a
Hurías el marido de la mujer ultrajada.
El salmo 51 lo escribió el rey adúltero. El encabezamiento reza así:
“Salmo de David, cuando después que se llegó a Betsabé vino el profeta Natán”.
El profeta se entrevista con el rey adúltero y enuncia el pecado real. “¿Acaso
no lo entenderá el que pesa los corazones?” David a pesar de que había cometido
un grave pecado era un hombre de Dios que en el salmo 19 escribe “Líbrame de
los que me son ocultos”. En el Salmo 51 hace una sincera declaración de
arrepentimiento. Si el lector no ha leído el almo le invito a que lo haga
precedido de una sincera oración al Señor pidiéndole sabiduría para poder creer
lo que dice y aplicar a enseñanza recibida en su propia vida. De nuevo unas
palabras de David: “Dios tú conoces mi insensatez, y mis pecados no te son ocultos”
(Salmo 69:5).
Ananías y Safira, un matrimonio que
ignoraba la insensatez que había en sus corazones. Vendieron una propiedad para
dar a la iglesia el importe de la venta para ayudar a los pobres que había en
ella, pero se quedaron una parte del dinero. El Espíritu Santo que examina los
corazones reveló al apóstol Pedro el fraude cometido por el matrimonio. Ambos
murieron al instante (Hechos 5: 1-11). No se puede jugar con el pecado porque
es muerte, muerte física con la que todos deberemos enfrentarnos en el momento
establecido por Dios, pero lo más terrible es la muerte eterna, ilimitada
separación absoluta de Dios.
Una súplica urgente: ten piedad e mí, oh
Dios, conforme a tu misericordia, conforme a la multitud de tus piedades borra
mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado” (Salmo
51: 1,2).
1 SAMUEL 28: 6
"Y
consultó Saúl al Señor, pero el Señor no le respondió ni por sueños, ni por
Urim, ni por profetas”
El texto nos dice: “Y Saúl había arrojado
de la tierra a los encantadores y a los adivinos” (1 Samuel28:3).No se nos dice
las razones que le motivaron a tomar
esta decisión. Por lo que sabemos de Saúl no podía ser un motivo de obediencia
al Señor. Deduzco que tuvo que ser una razón política, el deseo de aparecer
ante el pueblo y de los representantes religiosos como un fiel servidor del
Señor y así tenerlos a su lado en los momentos difíciles que atravesaba Israel.
El fuego por más escondido que se haga más pronto o más tarde el humo lo
delata. Así fue con el puritanismo legalista de Saúl. Es muy significativo que
el interés por mantener la pureza de la religión al monarca le durase poco.
Pronto apareció el humo que delataba que sus motivos por limpiar a Israel de
las prácticas ocultistas que desagradaban al señor no eran rectos.
Sonaron los tambores de guerra: “Y cuando
vio Saúl el campamento de los filisteos, tuvo miedo, y se turbó su corazón en
gran manera” (28:5). Al contemplar a todo el aparato militar filisteo y no
tener a su lado al profeta Samuel en quien se apoyaba, tuvo mucho miedo.
Consulta al Señor pero no recibe respuesta porque le había desechado como rey
de Israel. La incertidumbre ante un futuro inmediato muy difícil pone al
descubierto que los motivos que le impulsaron a arrojar de la tierra a los
encantadores y adivinos no fueron rectos. El miedo le apremia a ordenar a sus
sirvientes a que le busquen “una mujer que tenga espíritu de adivinación, para
que yo vaya a ella y por medio de ella pregunte” (v.7). Los sirvientes le dicen
que una mujer con tales poderes se encuentra en Endor.
Es de noche, y como Judas sale de noche
en busca de quienes apresarían a Jesús para ser condenado a muerte, Saúl sale
en busca de la mujer que tenía espíritu de adivinación. Fue a peor decisión que
tomó Saúl en su vida, pues le llevó a la muerte. Fue derrotado y herido en la batalla y antes de caer vivo en manos de los
filisteos se suicidó dejándose car sobre su espada. Murió derrotado en el campo
de batalla, pero la verdadera causa de su muerte fue “por su rebelión con que
prevaricó contra el Señor, contra la palabra del Señor, la cual no guardó, y
porque consultó a una adivina, y no consultó al Señor, por esta causa lo mató,
y traspasó el reino a David hijo de Isaí” (1 Crónicas 10:13,14).
Se juega con excesiva ligereza las
diversas técnicas ocultistas. Lo cierto es que no solo se juega con la muerte
física, lo más grave es que con la eterna. No consultar al Señor abre la puerta
a dejarse guiar por los engaños satánicos que tienen consecuencias eternas.
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