LEVÍTICO 20:23
“Y
no andéis en las prácticas de la naciones que yo echaré de delante de vosotros,
porque ellos hicieron todas estas cosas, y los tuve en abominación”
¿ ¿Cuáles son las cosas que el Señor
abomina? El lector debería leer todo el capítulo 20 de Levítico porque las
detalla. Deberían ser rechazadas por
todos los cristianos que verdaderamente desean glorificar a Dios viviendo en
santidad. Todos los cristianos sin excepción alguna tenemos la obligación de andar
en santidad. ¿Cómo lo conseguiremos?
Ayudará a conseguirlo si tenemos presente este texto: “Todos los caminos
del hombre son limpios en su propia opinión, pero el Señor pesa los espíritus”.
(Proverbios 16:2).
No conseguiremos andar en santidad si
somos nosotros, quienes nos consideramos cristianos quienes redactamos los
reglas de conducta. El texto de Proverbios es clarísimo en este sentido:
Creemos que nuestros razonamientos son correctos, los defendemos a capa y
espada, pero, “el Señor pesa los espíritus”, es decir, el Señor es quien avala
la validez de nuestras opiniones.
Si somos verdaderos creyentes en Cristo,
si hemos nacido de nuevo, somos ciudadanos del reino de Dios. A la vez, pero,
somos ciudadanos de un reino de este mundo, lo cual implica que debemos
convivir con personas que no lo son, lo cual implica que tienen conceptos
distintos en lo que respecta a la moral y la ética. La convivencia con
ciudadanos que desde el punto de vista humanos se los puede considerar
excelentes personas, en el fondo pertenecen al reino de las tinieblas cuyo rey
es Satanás. Mientras andaremos aquí en la tierra en las circunstancias actuales
es inevitable que la luz y las tinieblas convivan. Ahí está el peligro. Juntos
pero no revueltos. El aviso del Señor: “No andaréis en las prácticas de las
naciones que yo echaré de delante de vosotros, porque ellos hicieron todas
estas cosas, y yo los tuve en abominaciin”. ¿Cuáles son las cosas que el Señor
abomina y que no desea que sus hijos las practiquen?
Gracias
a la misericordia de Dios se nos permite vivir en un país de influencia
cristiana. El problema de sacrificar niños a los dioses, de momento no nos
afecta. No nos detendremos en ello. El incesto, las relaciones sexuales con
familiares próximos, de momento es una conducta sexual prohibida por Dios que
por ser poco practicada de momento parece ser que no va a perjudicar a nuestra
santidad. Lo que sí debe preocuparnos como cristianos que aspiramos a vivir
santamente es el ocultismo en sus diversas ramas. La adivinación, consultar a
los muertos con las diversas técnicas, horóscopo y otras, son prácticas muy
habituales en nuestro entorno. Ello sí ejerce influencia en nosotros y si no
queremos que nos habituemos a ellas debemos rechazarlas del todo. El texto de
Levítico que sirve de base de esta meditación también se refiere a la
homosexualidad, práctica sexual muy extendida en nuestro entorno y que por su
amplia difusión por haber sido legalizada se ha llegado a considerar sexo
legítimo. Puede hacernos pensar que Dios
la aprueba. Pero no. Los homosexuales no entrarán en el reino de los cielos. Es
muy peligroso jugar con la santidad: “Seguid… la santidad, sin la cual nadie
verá al Señor” (Hebreos 12:14).
GÉNESIS 3: 8
“Y
oyeron la voz del Señor que se paseaba en el huerto, al aire del día, y el
hombre y la mujer se escondieron de la
presencia del Señor”
Génesis, el libro que trata de los
orígenes, comienza con esta dogmática declaración: “En el principio creó Dios
los cielos y la tierra. Esclarece los enigmas que el hombre es incapaz de
develar. Uno de ellos: ¿Cómo se formó el universo y todo lo que se encuentra en
él? Por la palabra de Dios existe todo lo que hay visible e invisible. Génesis
también nos ayuda a entender la Filosofía humana. El nihilismo con su negación
a toda creencia, toda autoridad y toda organización social. El texto que
comentamos creo que sirve para dar respuesta a una pegunta tan vital cómo saber
el origen y el destino del ser humano.
Lo que describe el texto que
comentamos sigue a la caída en pecado de
Adán. Génesis 3: 8 por deducción entendemos cómo era la relación de Adán y Eva
con Dios. El Señor se paseaba por el huerto y conversaba con ellos. Pero desobedecieron a Dios y la
amistad con Él se rompió. Se abrieron sus ojos y se dieron cuenta de que iban desnudos.
Se avergonzaron de su desnudez y se hicieron unos delantales con hojas de
higuera. Siguieron avergonzándose de su fealdad, tanto física como moral.
Física porque percibieron que la gloria de Dios que los cubría había
desaparecido y moral porque la santidad de sus pensamientos la habían perdido.
Los delantales que se hicieron con hojas de higuera no les devolvieron la
gloria perdida. La vergüenza se había apoderado de ellos.
Vayamos a nuestro texto. Al oír Adán y Eva los pasos del Señor que se acercaban
hacia ellos “se escondieron de su presencia”. ¿Qué es el nihilismo sino un
esconderse de la presencia de Dios porque los vestidos que cosen con sus
filosofías no sirven para tapar su desnudez. Se avergüenzan de ello. Su
ateísmo, escepticismo, religiosidad, no sirve para recuperar la gloria que
perdieron en Edén cuando en Adán pecaron. Las obras no sirven para esconder la
fealdad de la desnudez que les provoco el pecado. Pero Dios no deja lanzados en
la cuneta a sus hijos rebeldes.
“Y el Señor Dios hizo al hombre y a su
mujer túnicas de pieles y los vistió” (Génesis 3:21). Es el Ofendido quien toma
la iniciativa para restaurar la virginidad
perdida extramatrimonialmente. Las túnicas de piel anuncian la primera
profecía que sin derramamiento de sangre no hay perdón de los pecados. No
miraban a los sacrificios descritos en la ley de Moisés. Miraban a la sangre de
Jesús que de hecho limpia todos los pecados. “Porque de tal manera amó Dios al
mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no
se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Cuando una persona es cubierta
con la sangre de Jesús no se esconde de la presencia de Dios. Se gira hacia Él
para salir a su encuentro. Lo busca con anhelo para agradecerle el perdón de
sus pecados.
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