dilluns, 20 de novembre del 2017


LEVÍTICO 20:23


“Y no andéis en las prácticas de la naciones que yo echaré de delante de vosotros, porque ellos hicieron todas estas cosas, y los tuve en abominación”

¿ ¿Cuáles son las cosas que el Señor abomina? El lector debería leer todo el capítulo 20 de Levítico porque las detalla.  Deberían ser rechazadas por todos los cristianos que verdaderamente desean glorificar a Dios viviendo en santidad. Todos los cristianos sin excepción alguna tenemos la obligación de andar en santidad. ¿Cómo lo conseguiremos?  Ayudará a conseguirlo si tenemos presente este texto: “Todos los caminos del hombre son limpios en su propia opinión, pero el Señor pesa los espíritus”. (Proverbios 16:2).

No conseguiremos andar en santidad si somos nosotros, quienes nos consideramos cristianos quienes redactamos los reglas de conducta. El texto de Proverbios es clarísimo en este sentido: Creemos que nuestros razonamientos son correctos, los defendemos a capa y espada, pero, “el Señor pesa los espíritus”, es decir, el Señor es quien avala la validez de nuestras opiniones.

Si somos verdaderos creyentes en Cristo, si hemos nacido de nuevo, somos ciudadanos del reino de Dios. A la vez, pero, somos ciudadanos de un reino de este mundo, lo cual implica que debemos convivir con personas que no lo son, lo cual implica que tienen conceptos distintos en lo que respecta a la moral y la ética. La convivencia con ciudadanos que desde el punto de vista humanos se los puede considerar excelentes personas, en el fondo pertenecen al reino de las tinieblas cuyo rey es Satanás. Mientras andaremos aquí en la tierra en las circunstancias actuales es inevitable que la luz y las tinieblas convivan. Ahí está el peligro. Juntos pero no revueltos. El aviso del Señor: “No andaréis en las prácticas de las naciones que yo echaré de delante de vosotros, porque ellos hicieron todas estas cosas, y yo los tuve en abominaciin”. ¿Cuáles son las cosas que el Señor abomina y que no desea que sus hijos las practiquen?

Gracias a la misericordia de Dios se nos permite vivir en un país de influencia cristiana. El problema de sacrificar niños a los dioses, de momento no nos afecta. No nos detendremos en ello. El incesto, las relaciones sexuales con familiares próximos, de momento es una conducta sexual prohibida por Dios que por ser poco practicada de momento parece ser que no va a perjudicar a nuestra santidad. Lo que sí debe preocuparnos como cristianos que aspiramos a vivir santamente es el ocultismo en sus diversas ramas. La adivinación, consultar a los muertos con las diversas técnicas, horóscopo y otras, son prácticas muy habituales en nuestro entorno. Ello sí ejerce influencia en nosotros y si no queremos que nos habituemos a ellas debemos rechazarlas del todo. El texto de Levítico que sirve de base de esta meditación también se refiere a la homosexualidad, práctica sexual muy extendida en nuestro entorno y que por su amplia difusión por haber sido legalizada se ha llegado a considerar sexo legítimo.  Puede hacernos pensar que Dios la aprueba. Pero no. Los homosexuales no entrarán en el reino de los cielos. Es muy peligroso jugar con la santidad: “Seguid… la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14).


GÉNESIS 3: 8


“Y oyeron la voz del Señor que se paseaba en el huerto, al aire del día, y el hombre y la mujer se  escondieron de la presencia del Señor

Génesis, el libro que trata de los orígenes, comienza con esta dogmática declaración: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Esclarece los enigmas que el hombre es incapaz de develar. Uno de ellos: ¿Cómo se formó el universo y todo lo que se encuentra en él? Por la palabra de Dios existe todo lo que hay visible e invisible. Génesis también nos ayuda a entender la Filosofía humana. El nihilismo con su negación a toda creencia, toda autoridad y toda organización social. El texto que comentamos creo que sirve para dar respuesta a una pegunta tan vital cómo saber el origen y el destino del ser humano.

Lo que describe el texto que comentamos  sigue a la caída en pecado de Adán. Génesis 3: 8 por deducción entendemos cómo era la relación de Adán y Eva con Dios. El Señor se paseaba por el huerto y conversaba  con ellos. Pero desobedecieron a Dios y la amistad con Él se rompió. Se abrieron sus ojos y se dieron cuenta de que iban desnudos. Se avergonzaron de su desnudez y se hicieron unos delantales con hojas de higuera. Siguieron avergonzándose de su fealdad, tanto física como moral. Física porque percibieron que la gloria de Dios que los cubría había desaparecido y moral porque la santidad de sus pensamientos la habían perdido. Los delantales que se hicieron con hojas de higuera no les devolvieron la gloria perdida. La vergüenza se había apoderado de ellos.

Vayamos a nuestro texto. Al oír Adán  y Eva los pasos del Señor que se acercaban hacia ellos “se escondieron de su presencia”. ¿Qué es el nihilismo sino un esconderse de la presencia de Dios porque los vestidos que cosen con sus filosofías no sirven para tapar su desnudez. Se avergüenzan de ello. Su ateísmo, escepticismo, religiosidad, no sirve para recuperar la gloria que perdieron en Edén cuando en Adán pecaron. Las obras no sirven para esconder la fealdad de la desnudez que les provoco el pecado. Pero Dios no deja lanzados en la cuneta a sus hijos rebeldes.

“Y el Señor Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles y los vistió” (Génesis 3:21). Es el Ofendido quien toma la iniciativa para restaurar la virginidad  perdida extramatrimonialmente. Las túnicas de piel anuncian la primera profecía que sin derramamiento de sangre no hay perdón de los pecados. No miraban a los sacrificios descritos en la ley de Moisés. Miraban a la sangre de Jesús que de hecho limpia todos los pecados. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Cuando una persona es cubierta con la sangre de Jesús no se esconde de la presencia de Dios. Se gira hacia Él para salir a su encuentro. Lo busca con anhelo para agradecerle el perdón de sus pecados.

 

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