HOY ESTARÁS EN EL
PARAISO
<b>Si
la Biblia no es la luz que ilumina, la Iglesia no puede reformarse</b>
Existe
un parecido entre la disciplina de los partidos políticos y la autoridad
eclesiástica. En ambos casos se roba a
las personas el sentido crítico que les permite discernir entre el bien y el
mal. En el caso de los partidos
políticos se prohíbe a los cargos electos ejercer libremente el uso de la razón iluminada por el contraste
entre puntos de vista dispares y por la conciencia que dicta que las cosas no
son como las dictamina la cúpula de los partidos. La disciplina de partido
elimina la discrepancia con lo cual se impide la entrada de aire fresco lo
cual marchita la lozanía del partido produciendo su decadencia por falta de
renovación de pensamiento.
Por lo
que atañe a las iglesias cristianas, la autoridad jerárquica representada por
el magisterio docente censura la discrepancia aplicando el
cortafuegos:<i>doctores tiene la iglesia</i> que menosprecia a los
feligreses que piensan, asemejándose al comportamiento de los fariseos con
aquellos que se ponían al lado de Jesús. Las iglesias cristianas que
oficialmente consideran la Biblia como la autoridad suprema, en la práctica la
desautorizan sometiéndola a la autoridad
de los magisterios docentes. Esta actitud es contraria a la autoridad de las Sagradas Escrituras que
estimulan a los creyentes a meditar diariamente su contenido, interpretándolas
a la luz que difunde el Espíritu Santo. Las autoridades religiosas judías
expulsaban de las sinagogas a las personas que tenían la desfachatez de
cuestionar su autoridad. Algo parecido ocurre en las iglesias cristianas. El
resultado es su decadencia, al hacerse mundanas. En vez de iluminar al mundo
con la luz de la Palabra de Dios que deben ser portadoras, abren las ventanas
para que las doctrinas erróneas que circulan por el mundo entren en su
interior. En vez de luz, tinieblas.
Un
problema que afecta a mucha gente es el de la muerte. Es un misterio para
muchos. Según la Biblia un misterio no es un tema indescifrable, sino algo que
desvela. La luz de la Palabra alumbra y lo que es oscuro se esclarece. En días
previos a Todos los Santos, comentarios de obispos sobre el más allá aportan
más oscuridad que luz porque lo que afirman no está basado en la doctrina bíblica,
sino en tradiciones procedentes de religiones paganas.
Uno de
los dichos que se enseña y que hacer errar el camino a quienes los creen en
<i>rezar por los difuntos</i>, doctrina que está fundamentada en
los libros apócrifos, que como su nombre
indica, no forman parte del Canon de las Sagrada Escrituras cristianas. En
estas no se encuentra ningún indicio que autorice su práctica. “Si oís hoy su
voz, no endurezcáis vuestros corazones como en la provocación, en el día de la
tentación en el desierto” (Hebreos 3: 8,9, porque es tiempo de misericordia.
Producido el deceso es imposible cambiar el estado en que se encuentra la
persona. Si se muere en la condenación, las plegarias por los difuntos para lo
único que sirven es para infundir una esperanza vana. Una esperanza sin
fundamento. Además, rezar por los difuntos está relacionado con la práctica de
consultar a los muertos, claramente prohibida en la Biblia. Un caso bien
evidente de tal prohibición se encuentra en la muerte del rey Saúl, entre otras
cosas por haber consultado a la adivina
de Endor. Una práctica frecuente es implorar a los difuntos en busca de ayuda.
“Supongo que os habrá pasado como a mí cuando escucháis a alguien una frase
explicativa de la muerte de un ser
amado: “Allá en donde estés…míranos, acompaña nuestras vidas, no te olvidaremos
nunca” (Salvaor Giménez, obispo de Lleida).
El
obispo Giménez cita el catecismo de la Iglesia católica: “Quienes mueren en la
gracia de Dios, pero imperfectamente purificados, todo y estar seguros de su
salvación eterna, sufren una purificación después de su muere, a fin de obtener
la santidad necesaria para entrar en el gozo de Dios”. Esto es lo que dice el
catecismo católico. ¿Qué dice la Biblia al respecto? En Romanos 7: 20-25 el
apóstol Pablo no se avergüenza de su incapacidad de hacer el bien de manera
absoluta: Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está
en mí… ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará
de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor
nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas en la carne
a la ley del pecado (vv. 21, 24, 25). Según el catecismo de la Iglesia católica
el apóstol Pablo tiene que sufrir “una
purificación después de su muerte”. Para quienes mueren imperfectamente
purificados, ¿qué significa “sufrir una purificación después de la muerte”?
Según la doctrina, aunque hoy, matizada: El Purgatorio, en donde sus huéspedes
“imperfectamente purificados”, sus pecados son purgados con sufrimiento. El
arzobispo de Barcelona Joan Josep Omella dice que con la plegaria por los
difuntos “los confiamos a la misericordia de Dios…Por el otro lado podemos ser
de ayuda para los difuntos que se encuentran todavía en fase de purificación”.
Esta doctrina es contraria a la
enseñanza bíblica que afirma que “la sangre de Jesucristo su Hijo (de Dios) nos
limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7). Un ejemplo bíblico de la perfecta
purificación que hace la sangre de Jesús se encuentra en el ladrón que
encontrándose colgando en la cruz, le dice a Jesús: “Acuérdate de mí cuando
vengas en tu reino” ¿Qué le responde Jesús? “De cierto te digo que hoy estarás
conmigo en el paraíso” (Lucas 23: 42,43). El ladrón era un delincuente. Tal vez
tenía las manos manchadas de sangre. La fe en Jesús le llevó después de morir a
la presencia de la gloria de Dios. No necesitó pasar por una fase de
purificación de larga duración que puede acortarse con las oraciones de los
vivos. Al instante llegó a su destino.
Antes
hemos dicho que el apóstol Pablo, a pesar que era santo porque la sangre de
Jesús le había limpiado todos sus pecados, a pesar de la imperfección que
confiesa tener estando aquí en la tierra, confiesa: “Para mí el vivir es
Cristo, y el morir ganancia. Mas si el vivir en la carne resulta para mí en
beneficio de la obra, no sé entonces que escoger. Porque de ambas cosas estoy
puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es
muchísimo mejor, pero quedar en la carne es más necesario por causa de
vosotros” (Filipenses 1: 21-24).
Octavi Pereña i Cortina
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