LA EPIDEMIA DE LA
DESESPERACIÓN
<b>Un
pueblo desesperado es un pueblo sin futuro</b>
“La
epidemia de la desesperación. La mortalidad de blancos sin estudios en los
Estados Unidos se dispara por el consumo de medicamentos opiáceos, drogas y
alcohol, y a esto se debe sumar el aumento de los suicidios” ,<b>Andy
Robinson </b>. El sueño americano ha llevado a la muerte de la esperanza.
El sentido de la vida se ha convertido en un absurdo para un creciente sector
de la población que al no conseguir que
los medicamentos que consume curen el dolor del alma opta por el suicidio. La paradoja que se da
es que los países que se considera más felices por el bienestar que proporciona
la prosperidad económica es en donde se dan más suicidios. La luz roja se
enciende alertándonos de que “la primera causa de muerte entre los jóvenes de
entre 15 a 29 años sea el suicidio y duplica el número de víctimas mortales por
accidente de tránsito desde hace varios años”.
La
sociedad gira alrededor del bienestar material. El espíritu <b>Scrooge</b>,
el viejo avaro y codicioso que sólo vivía para poder finalizar el día para
contar los beneficios obtenidos, personaje que <b>Charles
Dickens</b> describe en <i>Cuento de Navidad</i>, persiste en
nuestros días. Todo gira alrededor de “la puta peseta”. Conseguir dinero sea
como sea: Corrupción política. Trabajadores sisando a las empresas. Hijos robando a sus padres. Muchísimas
personas intentando conseguir algunas monedas de donde sea. Debe estarse a la
altura social: ¿Qué dirá la gente si no vamos de vacaciones? ¡Qué vergüenza si
siempre llevo el mismo vestido! Quedamos muy mal si no permitimos que nuestros
hijos hagan viajes extraescolares. El coche tiene tres años y tengo que
cambiarlo. He de substituir el Smartphonde o el iPhone o la Tablet porque
carecen de las prestaciones que ofrecen las novedades. Se firman créditos
personales hipotecando el salario para ir de vacaciones, la primera comunión
del hijo, la boda de la hija…
La
apariencia pesa mucho. Cuando se vive pensando en lo que la gente pueda decir
de nosotros, sin darnos cuenta nos convertimos en sus esclavos. No somos libres
de ir a nuestro aire. Las cadenas del que dirán hacen mucho daño. El orgullo
puede más que la propia satisfacción. La situación da la impresión que funciona
bien en tanto los ingresos sigan engordando la cuenta bancaria. Sin pedir
permiso se presenta la crisis económica. La situación laboral es precaria. Las
empresas reducen plantillas. Los ingresos disminuyen o desaparecen. El crédito
adquirido para poder llevar un estilo de vida superior a las posibilidades no
se puede devolver. El desastre se cierne con fuerza sobre la familia endeudada.
La medicación del estrés, de la angustia, del insomnio se puede neutralizar
hasta cierto punto con pastillas multicolores. Pero, ¿qué debe hacerse con el
dolor del alma?
Mientras
se ha estado viviendo pensando en lo que dirá la gente, para complacerlos, en
cuanto llegue la hora de las vacas flacas, ¿dónde estarán todas estas personas
que reían tus gracias, que presumían ser tus amigos? Te han abandonado. Te has
quedado solo. No tienes a nadie que te escuche. Huyen de ti como si fueses un
poseso. Durante todos los años de prosperidad que has gozado has vivido como si
Dios no existiese. Creías que podías vivir sin Él. Ahora que la crisis
económica enviada por Él porque la humanidad en general no hemos seguido sus
instrucciones, nos ha cogido por sorpresa, ¿a dónde vas en busca de apoyo? ¿En
qué regazo apoyas tu cabeza en busca de consuelo? Te encuentras muy solo en
medio de un desierto a pesar de que
estás rodeado de personas.
A pesar
de que has pasado tu vida dando la espalda a Dios, tal vez burlándote de Él y
menospreciando su Nombre con tu lenguaje soez, viviendo en una falsa opulencia.
Ahora que no tienes a nadie que alargue su mano para ayudarte, a tu alcance
tienes la mano que te tiende Dios. El problema radica en ti: ¿Quieres cogerla?
A pesar de que el rechazo puede ser tu respuesta, el Padre celestial sigue
esperando para que vuelva en sí y dejes de darle la espalda. El profeta Isaías
escribiendo en Nombre de Dios que lo ha enviado para alertar a las personas,
escribe: “A todos los sedientos: Venid a las aguas, y a los que no tienen
dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y
leche. ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo
que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma
con grosura. Inclinad vuestro oído, y venid a mí, oíd y vivirá vuestra alma, y
haré con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes a David” (Isaías 55:
1-3). Pero Dios no tiene bastante con hablarte por medio del profeta. Llegado
el cumplimiento del tiempo Dios, por medio de su Hijo que se encarna en la
persona de Jesús que muriendo en la cruz por ti salda la deuda que tienes con
Él, te dice: “Venid a mí todos los que
estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11: 28). Si al
lector le afecta la epidemia de la desesperación Jesús es el remedio a la
enfermedad de tu alma.
Octavi Pereña i Cortina
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