dilluns, 23 de gener del 2017

MARCOS 5: 27

“Y cuando oyó hablar de Jesús…”
La mujer que tenía flujo de sangre había gastado todo su patrimonio en médicos sin alcanzar la curación de su dolencia. Pero oyó hablar de Jesús. De en medio de una multitud anónima destaca una mujer enferma. La multitud veía a Jesús. Oía sus palabras. Únicamente una mujer afligida por una larga enfermedad OYÓ. “Porque muchos son los llamados, pero pocos escogidos” (Mateo 20: 16).
El sembrador salió a sembrar y la semilla que es la Palabra de Dios cayó en cuatro tipos de tierra. Pero la semilla germinó y dio fruto sólo en una de ellas. La parábola del sembrador ilustra  que en nuestro  trabajo de evangelización no todos los que oyen el Evangelio se convierten a Cristo. Solamente los escogidos para salvación son buena tierra. El sembrador sale a sembrar y a voleo esparce la semilla sin preocuparse dónde cae la simiente. Si le preocupase lo más probable que se quedaría en casa viendo la televisión.
La gran comisión que Jesús dio a sus seguidores de hacer discípulos a todas las naciones, no era selectiva. Tenían que hacer discípulos en todas las naciones, sin distinción de sexo, clase social, raza, cultura. Los cristianos tenemos la obligación de esparcir la simiente de la Palabra de Dios sin pensar si es o no buena tierra. El campo que debe sembrarse es el mundo. Dejemos que sea el Señor quien decida quién es la buena tierra.
El apóstol Pablo afirma: “Todo aquel que en Él cree, no será avergonzado” (Romanos 10: 11). Después de esta afirmación dice que “no hay diferencia entre judío y griego”, es decir que ante Dios no hay buenos ni malos. Todos son pecadores que necesitan escuchar el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo porque solamente en Él hay vida eterna. No hay otro Nombre que pueda salvarlos. “Todo aquel que invoque el Nombre del señor será salvo” (v.13).
Pablo se hace unas preguntas muy oportunas: “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?” (v.14). La pegunta clave que se hace es: “¿Y cómo predicarán si no son enviados?” (v. 15).
Jesús “al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban desamparadas como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros  a su mies” (Mateo 9: 35-38). Todo el pueblo de Dios debe estar involucrado en la gran comisión. El Señor reparte dones para que la gran comisión pueda realizarse. No todos hemos recibido dones especiales para efectuarla. Pero todos podemos involucrarnos en ella “rogando al Señor de la mies para que envíe obreros a su mies” para que de entre las multitudes muchas mujeres con flujo de sangre puedan tocar el borde del manto de Jesús y ser curadas.


S ALMO 73: 28

“Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien”
En este salmo su autor insiste en mantenerse cerca de Dios. “¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada tengo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen, mas la Roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre” (vv. 25,26),
Dios ha puesto a los hombre en la tierra para “que puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en Él vivimos y nos movemos” (Hechos 17: 27,28). No estamos lejos de Dios, ¿somos conscientes de su proximidad? No. Cuando se hacen largas peregrinaciones para encontrarle no se es consciente de su proximidad. Cuando debe hacerse un recorrido a una iglesia porque se cree que en el sagrario está presente, no se cree que Dios “ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros”.
Jesús certifica la cercanía de Dios cuando dice: ”Mas cuando ores entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora tu Padre que está en secreto, y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mateo 6:6). Según Jesús para hablar con Dios no es necesario hacer cosas especiales y costosas. No tenemos porque desplazarnos del lugar en que vivimos porque Él está allí en donde nos encontramos. Y es más, siendo los verdaderos cristianos morada de la presencia de Dios por el Espíritu Santo, sea donde sea que estemos Él se encuentra en nosotros y podemos hablar con Él por medio de la oración. La pegunta que debemos hacernos es: ¿Creemos en dios de verdad? No me refiero a una creencia intelectual, racional, porque por la maravilla de la creación  no puede existir sin una Inteligencia que la ha diseñado y creado. Esta creencia no sirve para estar cerca de Dios.
Saber que acercarse a Dios es “el bien” como dice el salmista se debe a la experiencia de haberle conocido, no visto personalmente, sino por haberle visto por la fe en la Persona de Jesús. “El que me ha visto a mí ha visto al Padre” (Juan 14: 9). Todavía no ha llegado la hora que a Dios se le pueda ver cara a cara porque los creyentes aun cuando sus pecados han sido perdonados  y lavados por la sangre de Jesús, siguen siendo pecadores. Hasta que el pecado no haya sido extirpado del todo en el día de la resurrección, debemos con tentarnos con su presencia en nuestros corazones por su Espíritu. Reconociendo la condición de pecadores perdonados es la clave para que nos mantengamos cerca de Él y podamos decir con el salmista “¿a quién tengo en los cielos  sino a ti? Si edificamos nuestras vidas sobre Jesús que es la Roca eterna, por fe vemos a Dios.
            http://octaviperenyacortina22.blogspot.com



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