MARCOS 5: 27
“Y cuando oyó hablar de Jesús…”
La mujer que
tenía flujo de sangre había gastado todo su patrimonio en médicos sin alcanzar
la curación de su dolencia. Pero oyó hablar de Jesús. De en medio de una
multitud anónima destaca una mujer enferma. La multitud veía a Jesús. Oía sus
palabras. Únicamente una mujer afligida por una larga enfermedad OYÓ. “Porque muchos son los llamados, pero pocos escogidos” (Mateo 20: 16).
El sembrador
salió a sembrar y la semilla que es la Palabra de Dios cayó en cuatro tipos de
tierra. Pero la semilla germinó y dio fruto sólo en una de ellas. La parábola
del sembrador ilustra que en
nuestro trabajo de evangelización no
todos los que oyen el Evangelio se convierten a Cristo. Solamente los escogidos
para salvación son buena tierra. El sembrador sale a sembrar y a voleo
esparce la semilla sin preocuparse dónde cae la simiente. Si le preocupase lo
más probable que se quedaría en casa viendo la televisión.
La gran
comisión que Jesús dio a sus seguidores de hacer discípulos a todas las
naciones, no era selectiva. Tenían que hacer discípulos en todas las naciones,
sin distinción de sexo, clase social, raza, cultura. Los cristianos tenemos la
obligación de esparcir la simiente de la Palabra de Dios sin pensar si es o no
buena tierra. El campo que debe sembrarse es el mundo. Dejemos que sea el Señor
quien decida quién es la buena tierra.
El apóstol
Pablo afirma: “Todo aquel que en Él cree, no será avergonzado” (Romanos 10:
11). Después de esta afirmación dice que “no hay diferencia entre judío y
griego”, es decir que ante Dios no hay buenos ni malos. Todos son pecadores que
necesitan escuchar el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo porque solamente en
Él hay vida eterna. No hay otro Nombre que pueda salvarlos. “Todo aquel que
invoque el Nombre del señor será salvo” (v.13).
Pablo se hace
unas preguntas muy oportunas: “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han
creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber
quien les predique?” (v.14). La pegunta clave que se hace es: “¿Y cómo
predicarán si no son enviados?” (v. 15).
Jesús “al ver
las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban desamparadas como
ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la
mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que
envíe obreros a su mies” (Mateo 9:
35-38). Todo el pueblo de Dios debe estar involucrado en la gran comisión. El
Señor reparte dones para que la gran comisión pueda realizarse. No todos hemos
recibido dones especiales para efectuarla. Pero todos podemos involucrarnos en
ella “rogando al Señor de la mies para que envíe obreros a su mies” para que de
entre las multitudes muchas mujeres con flujo de sangre puedan tocar el borde
del manto de Jesús y ser curadas.
S ALMO 73: 28
“Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios
es el bien”
En
este salmo su autor insiste en mantenerse cerca de Dios. “¿A quién tengo yo en
los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada tengo en la tierra. Mi carne y mi
corazón desfallecen, mas la Roca de mi corazón y mi porción es Dios para
siempre” (vv. 25,26),
Dios
ha puesto a los hombre en la tierra para “que puedan hallarle, aunque
ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en Él vivimos y nos
movemos” (Hechos 17: 27,28). No estamos lejos de Dios, ¿somos conscientes de su
proximidad? No. Cuando se hacen largas peregrinaciones para encontrarle no se
es consciente de su proximidad. Cuando debe hacerse un recorrido a una iglesia
porque se cree que en el sagrario está presente, no se cree que Dios
“ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros”.
Jesús
certifica la cercanía de Dios cuando dice: ”Mas cuando ores entra en tu
aposento, y cerrada la puerta, ora tu Padre que está en secreto, y tu Padre que
ve en lo secreto te recompensará en público” (Mateo 6:6). Según Jesús para
hablar con Dios no es necesario hacer cosas especiales y costosas. No tenemos
porque desplazarnos del lugar en que vivimos porque Él está allí en donde nos
encontramos. Y es más, siendo los verdaderos cristianos morada de la presencia
de Dios por el Espíritu Santo, sea donde sea que estemos Él se encuentra en
nosotros y podemos hablar con Él por medio de la oración. La pegunta que
debemos hacernos es: ¿Creemos en dios de verdad? No me refiero a una creencia intelectual,
racional, porque por la maravilla de la creación no puede existir sin una Inteligencia que la
ha diseñado y creado. Esta creencia no sirve para estar cerca de Dios.
Saber
que acercarse a Dios es “el bien” como dice el salmista se debe a la experiencia
de haberle conocido, no visto personalmente, sino por haberle visto por la fe
en la Persona de Jesús. “El que me ha visto a mí ha visto al Padre” (Juan 14:
9). Todavía no ha llegado la hora que a Dios se le pueda ver cara a cara porque
los creyentes aun cuando sus pecados han sido perdonados y lavados por la sangre de Jesús, siguen
siendo pecadores. Hasta que el pecado no haya sido extirpado del todo en el día
de la resurrección, debemos con tentarnos con su presencia en nuestros
corazones por su Espíritu. Reconociendo la condición de pecadores perdonados es
la clave para que nos mantengamos cerca de Él y podamos decir con el salmista
“¿a quién tengo en los cielos sino a ti?
Si edificamos nuestras vidas sobre Jesús que es la Roca eterna, por fe vemos a
Dios.
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