dilluns, 9 de gener del 2017

ISAÍAS 30: 15

“Porque así dijo el Señor Dios, el Santo de Israel: en descanso y reposo seréis salvos, en quietud y confianza será vuestra fortaleza. Y no quisisteis”
Israel confiaba inútilmente en Egipto y buscaba que los videntes profetizaran contra Dios y su Ley. En definitiva en vez de confiar en el Señor se apoyaban en la violencia y la iniquidad. Buscaba el apoyo de Egipto que era como una caña quebrada que atravesaba la mano de quien se apoya en ella.
El Señor que desde el cielo contempla lo inútil que es el frenesí de buscar ayuda y sabiduría allí donde no la puede encontrar, por medio del profeta Isaías le hace llegar la solución de los graves problemas que afectaban a la nación y que la llevaban a un colapso total.
En nuestras iglesias sucede algo parecido. El mundo ejerce su influencia en ellas y de manera parecida a Israel que pidió un rey para ser como las otras naciones, las iglesias quieren parecerse al mundo y con ello adoptan sus maneras de hacer y de gobernarse. Mucho ajetreo para resolver los problemas: continuas reuniones de diáconos. Nombramientos de comisiones de estudio. Largas y pesadas reuniones de iglesia para consultar a la feligresía. El resultado de todo ello un fracaso rotundo. Al no solucionarse los problemas, estos se agravan y la neurosis aplasta.
Dejad de correr como rebaño en estampida. Abandonad vuestra manera carnal de afrontar las dificultades. La solución que ofrece el Señor: “En descanso y reposo seréis salvos, en quietud y confianza será vuestra fortaleza”. El profeta Jeremías nos insta a la tranquilidad, a no sudar ríos de agua en nuestro frenesí, cuando escribe: “sí dijo el Señor: paraos en los caminos, y preguntad por las sendas antiguas, cual sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma” (Jeremías 6: 16).
Tanto Isaías como Jeremías, hablando en nombre del Señor, desean que dejemos de apresurarnos para no encontrar solución a los problemas. Sin el Señor andamos de fracaso en fracaso. En el Señor está vuestra victoria nos dicen los profetas. Ambos coinciden en la respuesta que Israel da a la invitación de esperar en el Señor: “No quisisteis” y “no andaremos”.
En el Israel de la antigüedad y en la Iglesia de hoy en los labios brota el Nombre del Señor, pero su corazón está lejos de Él. Persistimos en transitar por el camino ancho que conduce a la destrucción. En nuestra obstinación persistimos en no querer andar por el camino estrecho que es Jesús quien guía a la victoria a su pueblo.


ROMANOS 16: 17, 18

“Mas os ruego, hermanos que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que s apartéis de ellos. Porque tales personas no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres, y  con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos”
De la misma manera que Lutero clavó en la puerta de la iglesia del castillo de Wittemberg sus 95 tesis, el apóstol Pablo cuelga un mensaje de alerta en la puerta de la iglesia  en la que nos congregamos y de manera más generalizada en la puerta de la Iglesia en toda la tierra. Cuando una señal de peligro se coloca en algún lugar es para prevenir una muerte. El peligro de muerte del que nos alerta el apóstol Pablo es para tenerlo en cuenta y no considerarlo como una exageración.
“Os ruego hermanos que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que habéis aprendido”. Tened los ojos bien abiertos. Fijaos en quienes atentan contra la doctrina que hemos aprendido. El apóstol se refiere a las enseñanzas proféticas y apostólicas. La doctrina que se encuentra en las páginas de la Biblia. Para fijarnos en los que “causan divisiones y tropiezos” debemos conocer toda la Escritura porque toda ella ha sido inspirada por Dios para nuestra enseñanza. A la Escritura no le podemos añadir ni quitar nada porque en ella y solamente en ella se encuentra la Vida.
Vemos que crean divisiones y tropiezos, entre otras, cuestiones sexuales. Dicen que si hoy se escribiese la Biblia se redactaría de otra manera. Pero lo cierto es que “toda la Escritura es inspirada por Dios”. Si deseamos recibir la bendición de Dios debemos aceptar las cosas tal como están escritas. La Biblia es la plomada que dictamina si las paredes de la iglesia en la que nos congregamos suben verticales o inclinadas. Se debe aceptar el dictamen que da la plomada a no ser que deseemos nuestra condenación eterna.
Son de tanta importancia quienes causan divisiones y tropiezos que el apóstol Pablo da una orden imperativa: “que os apartéis de ellos”. No de los que están fuera de la iglesia, sino de los que están dentro. A los que están fuera ya se encargará Dios de juzgarlos en el momento oportuno. Los que están dentro son los fieles quienes deben juzgar “a quienes causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido”
Una pregunta que debemos hacernos y que merece una serena reflexión: Qué postura debemos tomar respecto a las reuniones ecuménicas de oración en las que entre los asistentes los hay que defienden doctrinas contrarias a la enseñanza de la Biblia? La respuesta nos la da el texto que comentamos: “Que os apartéis de ellos”



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