DANIEL 6: 10
“Cuando Daniel supo que el edicto había
sido firmado, entró en su casa y abiertas las ventanas que daban hacia
Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de Dios como
solía hacer antes”
Tal
vez no nos encontremos en una situación de peligro de muerte debido a la fe
como le ocurrió a Daniel. Pero en muchos lugares del mundo la vida de los
cristianos pende de un hilo. Pero sí que nos encontramos en situaciones de
menosprecio debido a la fe que profesamos en Cristo Jesús. Daniel nos da un
ejemplo de cómo debemos actuar en
situaciones de conflicto debido a la fe.
Daniel,
por el alto cargo que ocupaba en la corte del rey Darío tenía muchos enemigos
que le odiaban a muerte. Éstos buscaban algún motivo para poder acusarle, pero
no lo encontraron “porque él era fiel, y ningún vicio ni falta fue hallado en
él” (Daniel 6:4). Es muy probable que el deseo que tenían los gobernadores y los sátrapas de deshacerse de él se
debiese a que su fidelidad a Dios y al
rey fuese un testimonio en contra de ellos. La luz que irradiaba Daniel era la
luz que denunciaba la corrupción de sus enemigos.
Jesús
nos avisa que no nos fiemos de las alabanzas: “¡Ay de vosotros cuando todos los
hombres hablen bien de vosotros! (Lucas 6:26). Las alabanzas del mundo deben
estar bajo sospecha pues es antinatural que las tinieblas alaben a la luz. Si
el mundo ensalza a las iglesias y a los cristianos es que algo va mal. Jesús
avisa que sus seguidores no serán bienvenidos. Ni serán aplaudidos. Todo lo
contrario: “Acordaos de la palabra que yo os he dado: El siervo no es más que
su señor: Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán” (Juan
15:20).
La
simiente que en la parábola del sembrador cae sobre piedra, Jesús la interpreta
así: “Son los que habiendo oído, reciben la palabra con gozo, pero estos no
tienen raíces, crecen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan”
(Lucas 8:13). Daniel no pertenece a este grupo. Él es de aquellos que reciben
la semilla “con corazón bueno y recto, retienen la palabra oída, y dan fruto
con perseverancia” (v.15) y con ello,
cuando la prueba se presenta no son de los que abandonan la lucha, sino que
perseveran con constancia y se arrodillan tres veces al día y oran y dan
gracias delante de Dios, como solían hacerlo antes. En la adversidad se
fortalecen en el Señor. En la oración refuerzan el poder de las alas que deben
remontarlos hacia las alturas. En la adversidad dan gracia al Señor porque es
el instrumento que Él utiliza para que la imagen de Jesús que llevamos
dentro se perfeccione para gloria de
Dios el Padre.
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