dilluns, 30 de gener del 2017

SOLEDAD ENFERMIZA

<b>El absurdo de la vida lleva a una soledad angustiosa que en ocasiones acaba en suicidio</b>
Los suicidios doblaron el 2014 las muertes por accidentes de tráfico. Los suicidios son la principal causa de muerte no natural. El <b>Dr. Santiago Durán-Sindreu</b>, psiquiatra especialista en el Hospital Sant Pau de Barcelona, dice: “Parece ser que este fenómeno ha llegado para quedarse. Sea cual sea la causa – y decir que solamente  ha influido la crisis económica  es un argumento muy reduccionista-  el incremento de casos es de suficiente magnitud como para que las instituciones públicas trabajen en planes de prevención”.
Si el promedio de suicidios es especialmente pronunciado en la franja de edad que va de los 85 a los 89 años, el <b>Dr. Durán-Sindreu</b>, explica: “En estas edades son pérdida: pérdida de autonomía, aparición de enfermedades crónicas…Todos estos factores incrementan los síntomas depresivos, que en ocasiones llevan al suicidio”.
Los suicidios que se van extendiendo como una mancha de aceite ponen de manifiesto la incapacidad de las personas de confrontar situaciones adversas. Se han medicalizado los sentimientos y se pretende esconderlos con las pastillas. La industria farmacéutica, aparentemente tiene solución para todos los problemas: padeces insomnio, una pastilla de color verde. Sufres ansiedad, una de coloreada. Estás deprimido, una de blanca. Te sientes decaído, un compuesto vitamínico-mineral, y el mundo será tuyo. Pero los suicidios van en aumento y los planes de prevención fallan.
El filósofo <b>Norbert Bilbeny</b> dice que el suicidio que nos estremece se debe a que “perdemos la capacidad de afrontar la adversidad”. La solución que propone el filosofo: “Somos animales sociales: sin comunicación agonizamos. Enseñemos a los niños a comunicar. El suicidio no es una patología médica, es una patología comunicacional” ¿Qué solución se encuentra a la falta de comunicación? Como nos da miedo el trato directo y nos espanta mirar a los ojos de nuestro interlocutor, para evitar el trato directo con las personas que nos asustan, los amantes de la comunicación, los técnicos en telecomunicaciones, inventan cachivaches cada vez más sofisticados, con más prestaciones que no sabemos utilizar, con el resultado  que las personas no saben comunicarse.
<b>Norbert Bilbeny</b> explica un caso real: “Una señora recibe en su casa la visita de una hija, la joven abre la ventana para expulsar un abejorro que revoloteaba por la habitación. La madre le dice a su hija: “¡Déjalo que me hace compañía!” Con todos los modernos medios de comunicación a su alcance la mujer encuentra compañía en el zum-zum del abejorro que la distrae. Por más que se nos quiera vender el valor terapéutico de las mascotas para vencer la soledad tan perniciosa,  esta solución solamente es un parche en la solución del problema porque no llega a la raíz del mal de la incomunicación y, como el parche no funciona se deben ir innovando las técnicas de comunicación que no funcionan. En tanto se van mejorando las técnicas de comunicación para vencer la soledad el zum-zum del abejorro sigue siendo la medicina.
Vayamos al meollo del la cuestión de la incomunicación: Cuando Dios creó a Adán vio que no era bueno que estuviese solo, que no tuviese una compañía idónea. Los animales con los que alternaba no respondían a sus a sus necesidades psicológicas y espirituales como ser humano. Se encontraba solo y necesitaba una compañía auténtica, no un placebo. De una de las costillas que Dios extrajo de Adán hizo a Eva. A partir de este hecho, el ser humano que ha sido creado para ser un ser social tiene la posibilidad de poder expresar su sociabilidad. Un contratiempo se produce que afecta a las relaciones conyugales y, a medida que la población se multiplica, las sociales. Adán y Eva han perdido la inocencia debido al pecado. Se disparan los reproches mutuos. Se rompió la buena comunicación y el problema persistirá a no ser que se encuentre solución, hasta el final de la Historia.
El problema de la soledad como muy bien dice <b>Norbert Bilbeny</b> “no es una patología médica” que puede resolverse con pastillas. También es más “que una patología comunicacional”. No basta con decir que la gente hablando se entiende. Lo cierto es que la gente no se entiende hablando porque practica un diálogo de sordos. El problema de la incomunicación es de carácter espiritual y por lo tanto debe solucionarse de manera espiritual. La soledad humana es de tal envergadura que por falta de solución se contenta con el zum-zum que hace el abejorro revoloteando por la habitación. Pero dicha compañía no es la adecuada para vencer la soledad asfixiante. El pecado de Adán hace que toda su descendencia por generación natural nazca alejada de Dios. El ser humano huérfano de Padre celestial se encuentra solo en medio de la multitud. Este es el grave problema que no se puede solucionar en tanto los que sufren soledad culpen a Dios de su sufrimiento, o nieguen su existencia.
El problema de la soledad se empezará a solucionar cuando quien la padece pueda pronunciar una plegaria de este estilo: “Señor, ayuda a mi incredulidad. Dame fe para que pueda creer en Jesús, que murió por mí en la cruz para borrar con su sangre mi pecado”. Si una oración con este contenido se pronuncia con sinceridad, Dios deja de ser un dios desconocido al hacer sentir su presencia en la intimidad del alma. A partir de este momento, a pesar de que se pueda seguir padeciendo soledad social, ésta deja de ser un problema porque la presencia de Dios en el alma suple con creces todas las carencias humanas porque en Él no le falta nada.
Octavi Preña i Cortina




DANIEL 6: 10

“Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa y abiertas las ventanas que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de Dios como solía hacer antes”
Tal vez no nos encontremos en una situación de peligro de muerte debido a la fe como le ocurrió a Daniel. Pero en muchos lugares del mundo la vida de los cristianos pende de un hilo. Pero sí que nos encontramos en situaciones de menosprecio debido a la fe que profesamos en Cristo Jesús. Daniel nos da un ejemplo de cómo debemos actuar  en situaciones de conflicto debido a la fe.
Daniel, por el alto cargo que ocupaba en la corte del rey Darío tenía muchos enemigos que le odiaban a muerte. Éstos buscaban algún motivo para poder acusarle, pero no lo encontraron “porque él era fiel, y ningún vicio ni falta fue hallado en él” (Daniel 6:4). Es muy probable que el deseo que tenían los gobernadores  y los sátrapas de deshacerse de él se debiese  a que su fidelidad a Dios y al rey fuese un testimonio en contra de ellos. La luz que irradiaba Daniel era la luz que denunciaba la corrupción de sus enemigos.
Jesús nos avisa que no nos fiemos de las alabanzas: “¡Ay de vosotros cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! (Lucas 6:26). Las alabanzas del mundo deben estar bajo sospecha pues es antinatural que las tinieblas alaben a la luz. Si el mundo ensalza a las iglesias y a los cristianos es que algo va mal. Jesús avisa que sus seguidores no serán bienvenidos. Ni serán aplaudidos. Todo lo contrario: “Acordaos de la palabra que yo os he dado: El siervo no es más que su señor: Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán” (Juan 15:20).
La simiente que en la parábola del sembrador cae sobre piedra, Jesús la interpreta así: “Son los que habiendo oído, reciben la palabra con gozo, pero estos no tienen raíces, crecen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan” (Lucas 8:13). Daniel no pertenece a este grupo. Él es de aquellos que reciben la semilla “con corazón bueno y recto, retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia”  (v.15) y con ello, cuando la prueba se presenta no son de los que abandonan la lucha, sino que perseveran con constancia y se arrodillan tres veces al día y oran y dan gracias delante de Dios, como solían hacerlo antes. En la adversidad se fortalecen en el Señor. En la oración refuerzan el poder de las alas que deben remontarlos hacia las alturas. En la adversidad dan gracia al Señor porque es el instrumento que Él utiliza para que la imagen de Jesús que llevamos dentro   se perfeccione para gloria de Dios el Padre.
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dilluns, 23 de gener del 2017

MARCOS 5: 27

“Y cuando oyó hablar de Jesús…”
La mujer que tenía flujo de sangre había gastado todo su patrimonio en médicos sin alcanzar la curación de su dolencia. Pero oyó hablar de Jesús. De en medio de una multitud anónima destaca una mujer enferma. La multitud veía a Jesús. Oía sus palabras. Únicamente una mujer afligida por una larga enfermedad OYÓ. “Porque muchos son los llamados, pero pocos escogidos” (Mateo 20: 16).
El sembrador salió a sembrar y la semilla que es la Palabra de Dios cayó en cuatro tipos de tierra. Pero la semilla germinó y dio fruto sólo en una de ellas. La parábola del sembrador ilustra  que en nuestro  trabajo de evangelización no todos los que oyen el Evangelio se convierten a Cristo. Solamente los escogidos para salvación son buena tierra. El sembrador sale a sembrar y a voleo esparce la semilla sin preocuparse dónde cae la simiente. Si le preocupase lo más probable que se quedaría en casa viendo la televisión.
La gran comisión que Jesús dio a sus seguidores de hacer discípulos a todas las naciones, no era selectiva. Tenían que hacer discípulos en todas las naciones, sin distinción de sexo, clase social, raza, cultura. Los cristianos tenemos la obligación de esparcir la simiente de la Palabra de Dios sin pensar si es o no buena tierra. El campo que debe sembrarse es el mundo. Dejemos que sea el Señor quien decida quién es la buena tierra.
El apóstol Pablo afirma: “Todo aquel que en Él cree, no será avergonzado” (Romanos 10: 11). Después de esta afirmación dice que “no hay diferencia entre judío y griego”, es decir que ante Dios no hay buenos ni malos. Todos son pecadores que necesitan escuchar el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo porque solamente en Él hay vida eterna. No hay otro Nombre que pueda salvarlos. “Todo aquel que invoque el Nombre del señor será salvo” (v.13).
Pablo se hace unas preguntas muy oportunas: “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?” (v.14). La pegunta clave que se hace es: “¿Y cómo predicarán si no son enviados?” (v. 15).
Jesús “al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban desamparadas como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros  a su mies” (Mateo 9: 35-38). Todo el pueblo de Dios debe estar involucrado en la gran comisión. El Señor reparte dones para que la gran comisión pueda realizarse. No todos hemos recibido dones especiales para efectuarla. Pero todos podemos involucrarnos en ella “rogando al Señor de la mies para que envíe obreros a su mies” para que de entre las multitudes muchas mujeres con flujo de sangre puedan tocar el borde del manto de Jesús y ser curadas.


S ALMO 73: 28

“Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien”
En este salmo su autor insiste en mantenerse cerca de Dios. “¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada tengo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen, mas la Roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre” (vv. 25,26),
Dios ha puesto a los hombre en la tierra para “que puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en Él vivimos y nos movemos” (Hechos 17: 27,28). No estamos lejos de Dios, ¿somos conscientes de su proximidad? No. Cuando se hacen largas peregrinaciones para encontrarle no se es consciente de su proximidad. Cuando debe hacerse un recorrido a una iglesia porque se cree que en el sagrario está presente, no se cree que Dios “ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros”.
Jesús certifica la cercanía de Dios cuando dice: ”Mas cuando ores entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora tu Padre que está en secreto, y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mateo 6:6). Según Jesús para hablar con Dios no es necesario hacer cosas especiales y costosas. No tenemos porque desplazarnos del lugar en que vivimos porque Él está allí en donde nos encontramos. Y es más, siendo los verdaderos cristianos morada de la presencia de Dios por el Espíritu Santo, sea donde sea que estemos Él se encuentra en nosotros y podemos hablar con Él por medio de la oración. La pegunta que debemos hacernos es: ¿Creemos en dios de verdad? No me refiero a una creencia intelectual, racional, porque por la maravilla de la creación  no puede existir sin una Inteligencia que la ha diseñado y creado. Esta creencia no sirve para estar cerca de Dios.
Saber que acercarse a Dios es “el bien” como dice el salmista se debe a la experiencia de haberle conocido, no visto personalmente, sino por haberle visto por la fe en la Persona de Jesús. “El que me ha visto a mí ha visto al Padre” (Juan 14: 9). Todavía no ha llegado la hora que a Dios se le pueda ver cara a cara porque los creyentes aun cuando sus pecados han sido perdonados  y lavados por la sangre de Jesús, siguen siendo pecadores. Hasta que el pecado no haya sido extirpado del todo en el día de la resurrección, debemos con tentarnos con su presencia en nuestros corazones por su Espíritu. Reconociendo la condición de pecadores perdonados es la clave para que nos mantengamos cerca de Él y podamos decir con el salmista “¿a quién tengo en los cielos  sino a ti? Si edificamos nuestras vidas sobre Jesús que es la Roca eterna, por fe vemos a Dios.
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¿ÉS FIABLE LA IGLESIA?

<b>¿Merece confianza la iglesia que no está edificada sobre la Roca que es Cristo?</b>
“La Iglesia hoy y aquí no es valorada e incluso podríamos decir que algunos intentan arrinconarla y echarla de las plazas públicas. El mensaje de Jesucristo no interesa y, en todo caso se deja para las sacristías o para el interior de la conciencia individual. Sobre la Iglesia cae una avalancha de críticas que los medios de comunicación airean con mucha efectividad y con toda clase de detalles. Estos hechos nos hacen pensar en el misterio de Belén, el misterio del Hijo de Dios, para quien no había lugar en el mesón a la hora de venir al mundo y que murió en la cruz ”fuera de la ciudad” de Jerusalén rechazado y escarnecido” (<b>Joan Josep Omella</b>, arzobispo de Barcelona). La lectura de este texto de la glosa dominical del 25/12/2016 me ha impulsado a hacer una reflexión. Me da la impresión que refleja una cierta nostalgia del pasado nacionalcatolicismo durante el cual la Iglesia católica ocupaba un lugar preferente en la sociedad española, gozando de la protección del gobierno y exigiendo una práctica religiosa que violaba las conciencias de los españoles. En aquella época no tan lejana los españoles llevaban puesta una careta de religiosidad para evitar represalias instigadas por la misma Iglesia. Hoy, aquel poder sobre las conciencias lo ha perdido, pero se resiste a abandonar la parte del pastel que le corresponde al Cesar. 
¡Casualidad! No creo en las casualidades. Los designios de Dios aparecen por doquiera sin apenas darnos cuenta de su presencia. El mismo 25 de diciembre en que se publica la glosa del arzobispo <b>Omella</b> y en el mismo periódico se divulga la entrevista que la periodista <b>Núria Escur</b> le hace a la escritora irlandesa <b>Lisa Mcinerney</b>, que tal vez el arzobispo de Barcelona considerará que forma parte de “la avalancha de críticas que los medios de comunicación airean con mucha efectividad y con toda clase de detalles”, que no es una condena anticatólica , sino la descripción de una realidad que debería avergonzar para un arrepentimiento sincero y no intentar tapar los hechos para salvaguardar el prestigio de la Iglesia. No debe olvidarse que “desde los cielos miró el Señor,  vio a todos los hijos de los hombres, desde el lugar de su morada miró sobre todos los moradores de la tierra. Él formó el corazón de todos ellos, está atento a todas sus obras” (Salmo 33. 13-15). Cuando se tenga que comparecer ante el tribunal de Cristo cada uno recibirá conforme a sus obras.
En respuesta a las preguntas que <b>Núria Escur</b> le hace a <b>Lisa Mcinerney</b> sobre los abusos sexuales que se cometían en Irlanda, la escritora dice: “Ocurrían cosas horrorosas: hijos de madres solteras arrancados de sus brazos, adolescentes que terminaban de dar a luz y las ponían a trabajar en las llamadas lavanderías como verdaderas esclavas…Por esto la gente ha empezado a distanciarse, por fin de una cosa que durante años ha hecho mucho daño…¿Cómo hemos de confiar en aquella institución después del escándalo que estalló en los años ochenta de miles de abusos sexuales en niños? Esto minó la autoridad moral de la Iglesia. ¿Cómo vamos a  creer nada que venga de ella después del caso de las Magdalenas?”
Pienso que el arzobispo <b>Joan Josep Omella</b> se equivoca cuando pone en el mismo saco el hecho de que no hubiese lugar en el hostal a la hora de venir Jesús al mundo y que cuando murió en la cruz fue fuera de Jerusalén, rechazado, escarnecido, comparándolo con la avalancha de críticas que caen sobre la Iglesia católica. El rechazo y escarnio de Jesús tiene que ver con su condición de Mesías, el Justo cargando con los pecados de los hombres para borrarlos con su sangre. Cuando Jesús compareció ante el Sanedrín y fue abofeteado por uno de los guardias, le dijo: “Si he hablado mal, testifica  en qué está el mal, y si bien, ¿por qué me golpeas? (Juan 18:23).
Vayamos al rechazo y persecución de cristianos. Jesús dijo: “Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros” (Juan 15: 20). El trato que recibió Jesús por ser el Justo, es parecido al que padecen quienes creen en Él por el hecho de hacer buenas obras que acreditan que por la fe en el Nombre del Señor han sido hechos justos. Los impíos no pueden soportar las buenas obras que realizan los justos porque denuncian su maldad. Al inicio de su ministerio público Jesús dijo algo muy interesante respecto a la persecución que padecerán sus seguidores. Pensamiento que no debe olvidarse a la hora de analizar por qué padecen persecución los cristianos: “Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo” (Mateo 5: 11). Jesús está diciendo que por causa de Él sus seguidores serán vituperados y perseguidos, pero no serán bienaventurados y felices si la verdad de las acusaciones está por medio. Si las acusaciones son ciertas, entonces la “avalancha de críticas que los medios de comunicación airean con mucha efectividad” es merecida. Entonces no existe motivo de crítica sino de arrepentimiento y abandono de los pecados que las han provocado. Son muy duras las palabras que Jesús dirige a quienes con sus obras impías impiden que los pecadores vayan a Jesús para perdón de sus pecados: “Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuese que se le cuelgue al cuello una piedra de molino de asno, y que se hunda en lo profundo del mar” (Mateo 18:6). Si se persiste en poner obstáculos que impiden que los pecadores puedan encontrarse en Jesús para  perdón de sus pecados, significa que quienes los ponen no han recibido la absolución de Dios.
Octavi Pereña i Cortina



dilluns, 16 de gener del 2017

LAS ALCANTARILLAS DEL ESTADO

<b>Sin Dios el Estado se convierte en una inmensa alcantarilla que lo corrompe todo</b>
El mensaje gráfico de El Roto: Una asquerosa rata que se mueve por el interior de una tenebrosa alcantarilla. Le acompaña el siguiente texto: <i>Las alcantarillas son un buen lugar para conocer a gente importante</i>, dice mucho sobre el estado de la Nación. Si no me equivoco quien primero se refirió a las alcantarillas  del Estado fue el presidente Felipe González para justificar el terrorismo de Estado en relación con los Gal, al decir: “La democracia se consolida en las alcantarillas”. Con esta declaración se daban por buenos todos los medios para conseguir los fines propuestos. La razón de Estado prevalece sobre la Justicia. Felipe González y todos los que le han seguido en el gobierno de España ignoran que “la justicia enaltece a la nación, pero que el pecado es el oprobio de los pueblos” (Proverbios 14: 34). Se pueden hacer muchas proclamas de que España va bien. Que somos el país con mayor crecimiento económico. Todos los anuncios que se hacen de este estilo no son nada más que afirmaciones narcisistas que manifiestan la pobreza ética de los políticos que los suscriben. Estas declaraciones pomposas desconocen la situación real de España y por lo tanto ignoran intencionadamente la precariedad de muchos españoles.
Permitir que las alcantarillas del Estado jueguen un papel importante en el gobierno del País, es consentir que las decisiones políticas que tienen que ver con la ciudadanía se tomen con el asesoramiento de las tinieblas. La oscuridad impide que se tomen resoluciones correctas porque los corazones y las mentes de quienes las toman les falta discernimiento.
Las alcantarillas del Estado impulsan la corrupción de la Administración Pública. Por un lado aparece la propia corrupción moral del corrupto que le hace pensar que es mejor aprovechar una oportunidad de enriquecerse, que conservar la integridad. Por el otro lado se da la percepción de que con toda probabilidad el delito quedará impune. La justicia, con sus retrasos se encarga que los delitos prescriban, cosa que no debería ser así. Es posible que en algunos casos la justicia no sea justa y dicte sentencias que son burlas a los ciudadanos. ¿Qué ocurre con el dinero que se ha robado y no se recupera? Las alcantarillas del Estado tienen muchos ramales. Si te corrompes, no temas, no te va a pasar nada. Perros con perros no se muerden.  Una pegunta que requiere una respuesta: ¿Quién finanza a los partidos políticos y las campañas electorales? “Si te corrompes no te pasará nada, si no lo haces eres un idiota. Este es el principal mecanismo que opera  en la mente del corrupto español” (<b>Anxo Lugilde</b>). “Si a la avaricia le añadimos un cargo político, tienes la corrupción” (<b>Enrique Urbizán</b>). El amor al dinero es la raíz de muchos males. La corrupción en todos sus niveles básicamente no es un problema ético-moral, es cuestión de si se cree o no en Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo. El salmista indica qué debe hacerse para frenar la corrupción: “Inclina mi corazón a tus estatutos y no a la avaricia” (Salmo 119:36). En la vida se presentan muchas oportunidades de untarse los dedos con aceite. Si Dios no existe o, si existe se desentiende de los asuntos humanos, entonces una súplica como la que hace el salmista no saldrá de nuestros labios. Entonces no existe Ley superior a la que los humanos tengamos que estar sujetos. En donde no existe Ley impera el caos. Existen leyes, sí, pero no Ley. Los labios mentirosos las cambian a placer, por estos los grandes corruptos reciben penas simbólicas y el dinero robado ha volado. Pero al Legislador y su Ley no se le puede manipular como si fuese un títere. Es por esto que los corruptos no quieren saber nada de Dios el Padre de nuestro Señor Jesucristo, “porque sus obras son malas”. La Ley de Dios es luz que ilumina las conciencias es por esto que no desean que Jesús que es la luz del mundo ilumine sus conciencias. Quienes caminan sin Dios y sin Ley les gusta la tenebrosidad del alcantarillado del Estado. “Ojos que no ven, corazón que no siente”, piensan.
La sabiduría popular es muy sabia: “Quien ríe el último ríe mejor”. El adagio popular describe muy bien lo que les ocurre a los corruptos, al final lloran. Llorarán porque el Legislador y Juez dictará sentencia. La paga del pecado es muerte eterna. Aquí no hay soborno que valga. Los corruptos harían muy bien de abandonar su ateísmo y reconocer la evidencia que existe un Juez justo al que no se le puede comprar.
La parábola del rico y del mendigo Lázaro ilustra a la perfección al corrupto. El rico “se vestía de purpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez” (Lucas 16:19). Lázaro, el mendigo “ansiaba saciarse con las migajas que caían de la mesa del rico” (v.21). ¿No ilustra la parábola del rico y lázaro la situación actual? ¿No describe las grandes fortunas de hoy y los desahucios por las hipotecas, de los desamparados que dependen de la asistencia pública y privada? La muerte como es natural llega a ambos protagonistas de la parábola. El rico “fue sepultado y en el infierno, en medio de tormentos” (v. 23) pidió compasión que le fue denegada. En el estado en que uno se encuentre en el momento de fallecer pasará la eternidad. Los corruptos viven hoy rodeados de los lujos y placeres que les proporcionan el dinero mal ganado, pero en la eternidad “lloro y crujir de dientes” (Lucas 13: 28). Aquí no valen las misas ni las oraciones. La sentencia es irrevocable.
Octavi Pereña i Cortina


PROVERBIOS 14: 32

“Mas el justo en su muerte tiene esperanza”
El justo según la Biblia es una persona que por la fe en Jesús sus pecados han sido perdonados, la sangre de Jesús los ha borrado todos. El justo es una persona pecadora a la que Dios no tiene en cuenta su pecado. Con un velo Dios ha cubierto su pecado para no verlo. Lo ha lanzado al fondo del mar atado a una piedra para no acordarse de él. El justo que por la fe en Jesús se ha convertido en un hijo de Dios, “en su muerte tiene esperanza” porque posee la vida eterna. Vida eterna significa esto: que perdura para siempre, que no tiene fin. El justo es alguien que sabe con certeza que la muerte física no es el fin de su existencia, que más allá de la muerte sigue existiendo en una dimensión totalmente diferente a la actual, gozando de la presencia de Dios con su cuerpo glorificado en el día de la resurrección. La esperanza del justo no es como la esperanza de los impíos que se desvanece porque es incierta y que debe irse renovando con nuevas esperanzas que también se esfuman. La esperanza del justo está anclada en Cristo la Roca eterna.
El apóstol Pablo nos advierte del porque la esperanza del justo no se desvanece. Lo hace con el argumento de la resurrección de Jesús. Si Cristo no resucitó “los muertos no resucitan tampoco”. Si Cristo no resucitó “nuestra fe es vana, aún estamos muertos en nuestros pecados. Entonces los que duermen en Cristo perecerán”. “Si en esta vida solamente esperamos en Cristo (que no ha resucitado), somos los más dignos de compasión de todos los hombres” (1 Corintios 15: 19). Pero el apóstol no nos deja en la incertidumbre: “Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos, primicias de los que durmieron es hecho” (v. 20). La evidencia de la resurrección de Cristo Pablo no la da en base a suposiciones dudosas sino de testigos oculares de ella (vv. 4-9).
Si el lector no es un verdadero cristiano, sino uno de los que considero calienta bancos, que son cristianos domingueros, que asisten a los cultos dominicales como si fuese ir a un espectáculo, que lo hacen por costumbre, que solamente conocen de la resurrección de Cristo y de los cristianos de oídas, pero que no es nada experimental, si desean despojar sus dudas sobre el más allá, deben dejar de ser cristianos de tradición para convertirse en cristianos de convicción. De tu corazón debe brotar una sincera oración: “Dame fe, Señor, ayuda mi incredulidad”. El Señor promete: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, halla; y al que llama, se le abrirá” (Lucas 11: 9,10).
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MATEO 11: 28

“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”
Leía que un hombre que conducía una furgoneta se encuentra en la carretera a una mujer que llevaba un pesado fardo. Se detuvo y la invitó a subir. La mujer se lo agradeció y subió a la parte posterior del vehículo. Poco después el hombre se dio cuenta de algo extraño. La mujer estaba sentada con el fardo a cuestas. El conductor asombrado, le dijo: “Señora, descargue su fardo y descanse. Mi furgoneta puede llevarle a usted y a su fardo. Descanse”.
Esta anécdota puede hacernos sonreír la torpeza de la mujer. La actitud de la mujer sentada en la furgoneta llevando a cuestas el fardo debe hacernos pensar en nuestra actitud de llevar cuestas la pesada carga del pecado estando en Jesús.
El profeta Isaías refiriéndose a Jesús dice. “Ciertamente llevó Él nuestras enfermedades” (54:4). La carga que como humanos llevamos es la del pecado. No es una carga material sino moral, espiritual, que son las enfermedades a las que se refiere el profeta. En términos actuales las enfermedades que nos oprimen son el estrés, la depresión, el insomnio, en sus diversas variantes, porque somos incapaces de afrontar las diversas situaciones que la vida nos presenta. No sabemos manejar la climatología. Somos incapaces de afrontar los cambios políticos y sociales que se producen. Somos impotentes para afrontar las incertidumbres que nos depara el futuro. El afán y la ansiedad son pesadas cargas que nos oprimen. Nos preocupamos por lo que comeremos mañana y Jesús tiene que decirnos que nos fijemos en “las aves del cielo que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta, ¿no valéis vosotros mucho más que ellas?” (Mateo 6:26). Para acabar con el tema de la ansiedad Jesús dice: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (vv. 33,349.
En el Padrenuestro Jesús no dice a sus oyentes que pidan al Padre por el pan de mañana. NO, Les dice: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy” (v.11).
Los cristianos que vivimos afanosos por lo incierto, ¿hemos creído verdaderamente en Jesús? ¿O es nuestro cristianismo una práctica religiosa desconectada de Jesús? ¿Podemos decir a Dios Padre nuestro que estás en los cielos y Señor a Jesús? Si no es por el Espíritu Santo: NO. ¿Tenemos la certeza de que el Espíritu Santo guía nuestras vidas? Si no la tenemos debemos dudar de nuestra conversión. Si no tenemos la certeza de nuestra conversión, entonces no podemos hacernos nuestras las palabras de Jesús: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. Seguimos comportándonos  como la mujer que subida en la furgoneta seguía cargando con el pesado fardo.



dilluns, 9 de gener del 2017

ISAÍAS 30: 15

“Porque así dijo el Señor Dios, el Santo de Israel: en descanso y reposo seréis salvos, en quietud y confianza será vuestra fortaleza. Y no quisisteis”
Israel confiaba inútilmente en Egipto y buscaba que los videntes profetizaran contra Dios y su Ley. En definitiva en vez de confiar en el Señor se apoyaban en la violencia y la iniquidad. Buscaba el apoyo de Egipto que era como una caña quebrada que atravesaba la mano de quien se apoya en ella.
El Señor que desde el cielo contempla lo inútil que es el frenesí de buscar ayuda y sabiduría allí donde no la puede encontrar, por medio del profeta Isaías le hace llegar la solución de los graves problemas que afectaban a la nación y que la llevaban a un colapso total.
En nuestras iglesias sucede algo parecido. El mundo ejerce su influencia en ellas y de manera parecida a Israel que pidió un rey para ser como las otras naciones, las iglesias quieren parecerse al mundo y con ello adoptan sus maneras de hacer y de gobernarse. Mucho ajetreo para resolver los problemas: continuas reuniones de diáconos. Nombramientos de comisiones de estudio. Largas y pesadas reuniones de iglesia para consultar a la feligresía. El resultado de todo ello un fracaso rotundo. Al no solucionarse los problemas, estos se agravan y la neurosis aplasta.
Dejad de correr como rebaño en estampida. Abandonad vuestra manera carnal de afrontar las dificultades. La solución que ofrece el Señor: “En descanso y reposo seréis salvos, en quietud y confianza será vuestra fortaleza”. El profeta Jeremías nos insta a la tranquilidad, a no sudar ríos de agua en nuestro frenesí, cuando escribe: “sí dijo el Señor: paraos en los caminos, y preguntad por las sendas antiguas, cual sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma” (Jeremías 6: 16).
Tanto Isaías como Jeremías, hablando en nombre del Señor, desean que dejemos de apresurarnos para no encontrar solución a los problemas. Sin el Señor andamos de fracaso en fracaso. En el Señor está vuestra victoria nos dicen los profetas. Ambos coinciden en la respuesta que Israel da a la invitación de esperar en el Señor: “No quisisteis” y “no andaremos”.
En el Israel de la antigüedad y en la Iglesia de hoy en los labios brota el Nombre del Señor, pero su corazón está lejos de Él. Persistimos en transitar por el camino ancho que conduce a la destrucción. En nuestra obstinación persistimos en no querer andar por el camino estrecho que es Jesús quien guía a la victoria a su pueblo.


ROMANOS 16: 17, 18

“Mas os ruego, hermanos que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que s apartéis de ellos. Porque tales personas no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres, y  con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos”
De la misma manera que Lutero clavó en la puerta de la iglesia del castillo de Wittemberg sus 95 tesis, el apóstol Pablo cuelga un mensaje de alerta en la puerta de la iglesia  en la que nos congregamos y de manera más generalizada en la puerta de la Iglesia en toda la tierra. Cuando una señal de peligro se coloca en algún lugar es para prevenir una muerte. El peligro de muerte del que nos alerta el apóstol Pablo es para tenerlo en cuenta y no considerarlo como una exageración.
“Os ruego hermanos que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que habéis aprendido”. Tened los ojos bien abiertos. Fijaos en quienes atentan contra la doctrina que hemos aprendido. El apóstol se refiere a las enseñanzas proféticas y apostólicas. La doctrina que se encuentra en las páginas de la Biblia. Para fijarnos en los que “causan divisiones y tropiezos” debemos conocer toda la Escritura porque toda ella ha sido inspirada por Dios para nuestra enseñanza. A la Escritura no le podemos añadir ni quitar nada porque en ella y solamente en ella se encuentra la Vida.
Vemos que crean divisiones y tropiezos, entre otras, cuestiones sexuales. Dicen que si hoy se escribiese la Biblia se redactaría de otra manera. Pero lo cierto es que “toda la Escritura es inspirada por Dios”. Si deseamos recibir la bendición de Dios debemos aceptar las cosas tal como están escritas. La Biblia es la plomada que dictamina si las paredes de la iglesia en la que nos congregamos suben verticales o inclinadas. Se debe aceptar el dictamen que da la plomada a no ser que deseemos nuestra condenación eterna.
Son de tanta importancia quienes causan divisiones y tropiezos que el apóstol Pablo da una orden imperativa: “que os apartéis de ellos”. No de los que están fuera de la iglesia, sino de los que están dentro. A los que están fuera ya se encargará Dios de juzgarlos en el momento oportuno. Los que están dentro son los fieles quienes deben juzgar “a quienes causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido”
Una pregunta que debemos hacernos y que merece una serena reflexión: Qué postura debemos tomar respecto a las reuniones ecuménicas de oración en las que entre los asistentes los hay que defienden doctrinas contrarias a la enseñanza de la Biblia? La respuesta nos la da el texto que comentamos: “Que os apartéis de ellos”



PERDÓN FÁCIL

<b>El perdón eclesiástico es una absolución que incita  a seguir pecando</b>
En el siglo XIII el mallorquín Ramón Llull escribió: “Jesucristo no conversa con nosotros en esta vida. Por esto el Espíritu Santo ha ordenado que sea concedido al sacerdote de administrar este sacramento de la penitencia con sus manos y con sus palabras. Él es el instrumento de Jesús que llega con justicia y perdona con misericordia. Por esto el sacerdote exige que el pecador tenga contrición y que haga confesión y satisfacción por sus pecados”.
En el siglo XVI el Concilio de Trento oficializa la confesión auricular al decretar tres puntos al respecto:
·         La confesión es una institución sacramental de Cristo.
·         Los sacerdotes reciben de Dios la facultad de perdonar pecados.
·         La confesión al oído del sacerdote es necesaria para poder recibir el perdón de Dios.
Una declaración del papa Francisco: ”Dios siempre nos perdona, Dios no se cansa de perdonarnos y nosotros no debemos cansarnos nunca de ir a pedirle perdón. El perdón de Dios se nos da en la Iglesia, se nos transmite a través del ministerio de un hermano nuestro, el sacerdote, que es un hombre que, como nosotros, también tiene necesidad de misericordia.  Por esto los sacerdotes tienen que confesarse, y también los obispos: Todos somos pecadores. Incluso el papa se confiesa cada quince días, porque el papa es un pecador. El confesor escucha lo que yo le digo, me aconseja y me perdona, porque todos tenemos necesidad de este perdón”. Estas palabras pueden parecernos muy bonitas porque reflejan humildad, en el fondo, pero, son un pastel envenenado ya que hacen depender el perdón de Dios de la mediación de la Iglesia y del poder que ésta se auto otorga al conceder a sus sacerdotes el poder de perdonar pecados, poder que es exclusivo de Dios.
Las palabras papales no anulan las resoluciones del Concilio de Trento. Aunque las palabras del salmista no se refieren a la confesión auricular, se pueden aplicar perfectamente en aquellos que confían en hombres el perdón de sus pecados: “No confiéis en los príncipes, ni en hijo de hombre porque  no hay en él salvación. Pues sale su aliento, y vuelve a la tierra, en este mismo instante perecen sus pensamientos” (Salmo 146. 3,4). Confiar en el hombre para recibir el perdón de los pecados merece la reprobación de Dios: “Así ha dicho el Señor: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta del Señor” (Jeremías 17:5). La confesión auricular tiene la virtud de desviar la lealtad a Dios y depositarla en los hombres por muy honorables que parezcan ser. “Ningún siervo puede servir a dos señores, porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (al hombre), (Lucas 16:13).
<b>Lluís Martínez Sistach</b, arzobispo de Barcelona, se pregunta: “Pero ¿qué hace que siempre, y hoy más, nos cuesta tanto acercarnos al sacramento de la penitencia  para conseguir la gracia de Dios y reconciliarnos con Él?” La Iglesia en vez de arrepentirse por haber abandonado la Palabra de Dios para seguir filosofías y tradiciones humanas, agrava todavía más su escarrio cuando para facilitar  la confesión auricular apuesta por la confesión digital.
<b>Lucía Ramis</b> en su escrito <i>La redención portátil</i>, es explícita: “El sentimiento de culpa es tan insoportable que al final vacías el buche, con las consecuencias que comporta. Esto tiene los días contados gracias a una nueva aplicación por la cual la santa Iglesia te redime de tus pecados mediante un Tinder de la confesión…El invento parece ser hecho a la medida de antiguos ministros de Interior. Imaginémonos que dejáis ir una mentira de las gordas, y el trabajo te quita tanto tiempo que tienes miedo de no encontrar el momento de arrodillarte ante tu confesor de confianza, en este caso irías directo al Infierno. Ahora con la ayuda del móvil, puedes tener una cita con el cura que te dará el perdón. Da lo mismo si robas unos millones, o injurias, o cometes perjurio, o eres infiel a tu esposa o a tu marido. Ya no tienes que cargar con el peso del pecado. <i>In nomine iPhone, Android et Spiritus Sancti</i>.
El perdón fácil que enseña <b>Lucía Ramis</b> con la aprobación papal, no es el perdón que enseña la Biblia. Pienso que el Salmo 51 que escribió el rey David después de haber sido amonestado – no confesado – por el profeta Natán debido a su adulterio y posterior asesinato del marido de la amante, dirigiéndose a Dios, sin mediación sacerdotal, escribe: “Ten piedad de mí conforme a tu misericordia, conforme a la multitud de tus piedades, borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de ti. Contra ti, contra ti sólo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos, para que seas  reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio” (vv. 1-4).
Jesús que salva al pueblo de Dios de sus pecados le dice a la mujer que había sido sorprendida en adulterio y que sus acusadores querían lapidarla: “Ni yo te condeno, vete y no peques más” (Juan 8: 11). Jesús puede perdonar a la mujer adúltera porque siendo el Mesías y en cumplimiento de las Escrituras fue levantado como la serpiente de bronce en el desierto. Como dice el apóstol Pedro: “Llevó el mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero (la cruz) para que nosotros estando muertos a los pecados vivamos a la justicia, y por cuya herida fuisteis sanados” (1 Pedro 2: 24). En el perdón de Jesús no aparece por ninguna parte a mediación sacerdotal.
Octavi Pereña i Cortina


dilluns, 2 de gener del 2017

EL MENSAJE DE LOS MAGOS

<b>Los magos venidos de Oriente para adorar a Jesús, además del esfuerzo requerido por un viaje tan largo le ofrecieron presentes propios de su dignidad</b>
¿Quiénes eran estos misteriosos magos venidos de Oriente que emprenden un largo y fatigosos camino para adorar a Jesús nacido en el pesebre de una casa campesina de Belén? No se sabe con certeza. De lo que no dudo es que no eran magos como los que adulaban a los monarcas y que con sus hechizos les aconsejaban  en la toma de decisiones de estado. A mi entender eran astrónomos, personas que estudiaban el universo, no astrólogos que creían que los astros ejercían influencia en el destino de los hombres. Los magos de los evangelios bien podían ser personas eruditas, poseedores de un amplio bagaje cultural. No eran especialistas en una materia concreta e ignorantes en el resto que no les concernía. Sus conocimientos abarcaban todos los campos de la cultura.
La deportación de sabios judíos a Babilonia en tiempos de Nabucodonosor hizo que las Escrituras se divulgasen en los ámbitos eruditos entre los cuales se encontraban nuestros <i>magos</i> que sin duda no se limitaban exclusivamente a explorar el universo y a estudiar las filosofías de su tiempo. Bien seguro que debían estar interesados en algo más que pudiese aportar luz  a la confusión existente. Es muy posible que estuviesen familiarizados con textos como: “No será quitado el cetro de Judá, ni el Legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh, y a él se congregarán los pueblos” (Génesis 49:10). “Saldrá estrella de Jacob, y se levantará cetro de Israel” (Números 24:17). “Levántate, resplandece, porque ha venido tu luz,  y la gloria del Señor ha nacido sobre ti. Porque he aquí tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones,  mas sobre ti amanecerá el Señor, y sobre ti será vista su gloria. Y andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento” (Isaías 60:1-3).
El resultado de la influencia que las Escrituras ejercieron en los magos queda reflejada en la  pregunta que hicieron al llegar a Jerusalén pidiendo información: “¿Dónde está el Rey de los judías que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle” (Mateo 2:2). Estos personajes conocedores del protocolo que debe seguirse cuando uno se presenta ante un monarca, aunque fuese un niño, “se postraron, lo adoraron, y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra” (v.11).
¿Qué hay en común entre los magos y nosotros? Nosotros también somos llamados a adorar al Rey de los judíos que es Rey de un reino en el que caben personas de toda raza y cultura. No es un Rey nacional, sino universal. El mensaje que nos transmiten los magos es: Nosotros hemos sabido que ha nacido el Rey de los judíos y hemos hecho un largo viaje para adorarlo. Os hemos dado ejemplo: Si tenéis conciencia de que el Rey  nacido en Belén es el Salvador debéis hacer lo mismo: adorarle.
El profeta Isaías asegura que sería el mismo Señor que daría una señal que identificaría al Mesías que había de venir: “He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará un Nombre Emmanuel” (7:14). Mateo 1: 22,23 relaciona el nacimiento de Jesús con el cumplimiento de la profecía de Isaías. Que el Jesús nacido no era un  niño cualquiera lo afirma Elisabet, la parienta de María cuando al escuchar el saludo de ésta, el niño que llevaba en el vientre saltó y llena del Espíritu Santo dijo. “¿Por qué se me concede a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? Porque tan pronto llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que fue dicho de parte del Señor” (Lucas 1: 43-45).
Los magos hicieron un largo camino para adorar al Rey de los judíos. Cerca de Belén unos pastores velaban de noche a su rebaño. De repente se les presentó un ángel que les dijo: “No temáis, porque he aquí os doy noticias de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, el Salvador, que es Cristo el Señor”  (Lucas 2:10,11). Desaparecida la hueste celestial, los pastores se dirigieron a Belén y descubrieron que el mensaje celestial era cierto. Adoraron al Buen Pastor recién nacido y regresaron a cuidar a su rebaño.
“Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3). El texto no dice que el reino de los cielos pertenezca a los materialmente pobres. Tampoco dice  que no pertenezca a los materialmente ricos. El texto dice que el reino de los cielos  pertenece a los <i>pobres en espíritu</i>. Los espiritualmente pobres pueden pertenecer  tanto en las clases opulentas como en las desfavorecidas. La pobreza en espíritu no depende de circunstancias externas sino del sentimiento que manifiesta la carencia de algo infinitivamente superior a las cosas materiales: la perla única de gran precio que es Jesús el Salvador. Los pobre en espíritu: opulentos o desheredados, rechazan la celebración pagana de la navidad a pesar de que se la recubre de una capa de barniz cristiano. El Rey que adoraron los magos y el Buen Pastor que veneraron los pastores ha sido sustituido por un Jesús despojado de su divinidad que solamente interesa porque promociona la sensualidad y la compra compulsiva.
Octavi Pereña i Cortina


JUAN 12: 32

“Y yo si soy levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo”
La muerte de Jesús para perdón de los pecados es un evento que recorre la eternidad pasada hasta la futura. Antes de la fundación del mundo Dios ya decidió que su Hijo debía morir para salvar  a su pueblo de sus pecados. En la eternidad futura el cuerpo de Jesús glorificado seguirá exhibiendo las señales de los clavos en sus manos y pies y la herida de la lanza a su costado. La muerte de Jesús es el hecho central de la eternidad.
Venido el cumplimiento del tiempo el Hijo de Dios se encarna en Belén en la persona de Jesús. Su venida a este mundo está bañada por su sangre redentora. El ángel que visitó a María para anunciarle la concepción virginal, le dijo: “Y darás a luz un hijo y llamarás su nombre Jesús” (Lucas 1:31). Cuando María fue a visitar a su parienta Elisabet, al saludo de ésta, dijo: “Engrandece mi alma al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador” (Lucas 1: 46).
Transcurridos nueve meses el ángel que se presentó a los pastores les dijo: “Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, el Salvador, que es Cristo el Señor” (Lucas 2:11). Y el ángel que le hace desaparecer a José la vergüenza de pensar que María con quien estaba unido con vínculo matrimonial le había sido infiel, le dijo: “Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús, porque salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1. 21).
Al inicio de su ministerio público, Jesús dialogando con Nicodemo, un principal de entre los judíos, le dice: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado” (Juan 3:14). Estas palabras de Jesús nos hacen retroceder unos mil años en la historia de Israel y nos sitúan en el desierto cuando debido a las murmuraciones contra Dios una plaga de serpientes venenosas asoló el campamento produciendo muchas muertes. El remedio fue una serpiente de bronce  levantada al extremo de un palo. Todo afectado por la mordida de una serpiente, al mirar a la serpiente de bronce curaba de su infección mortal. La serpiente de bronce es un símbolo de Jesús clavado en la cruz para salvación del pueblo de Dios.
En medio de tanto jolgorio carnal que se produce durante la Navidad, los cristianos debemos estar gozosos por la salvación que nos ha dado Jesús nuestro Salvador. La alegría del mundo es efímera y al estar manchada por el pecado no satisface. El gozo de la salvación obtenido por la fe en Jesús el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, es permanente. Las situaciones más adversas que nos podamos imaginar no lo pueden hacer desaparecer. Hemos de decidir entre el jolgorio mundano y el gozo eterno que nos proporciona Jesús con el perdón de nuestros pecados.


ECLESIASTÉS 5: 2

“No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios, porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra, por tanto sean pocas tus palabras”

Con Dios muy a menudo actuamos de la misma manera como lo hacemos con las personas: llevamos la voz cantante. Siempre queremos tener razón. El consejo que nos da el texto es que debemos aprender a escuchar. ¿Por qué este consejo? Muy sencillo: como personas creadas que somos y además pecadores, nuestro conocimiento es limitado y defectuoso. Por esto se nos recomienda: Escuchar. Escuchar, si es a personas buenas y justas se puede aprender mucho. ¡Cuánto más si el interlocutor es Dios!

“No te des prisa con tu boca”. Cierra tus labios con un candado. Permite hablar a Dios. El Señor se lo dijo a Job: “¿Es sabiduría contender con el Omnipotente? El que disputa con Dios responda”. A lo cual Job respondió: “He aquí que yo soy vil, ¿qué te responderé? Mi mano pongo sobre mi boca. Una vez hablé, mas no responderé, aun dos veces, mas no volveré a hablar” (Job 40: 1-5).
Al final del capítulo Job le dice al Señor: “Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti. ¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento? Por tanto, yo hablaba lo que no entendía, cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía. Oye, te ruego, y hablaré, te preguntaré y tú me enseñarás. De oídas te había oído, mas ahora mis ojos te ven, por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza” (42: 1-6).
Salomón declara la sabiduría divina cuando escribe: “ni tu corazón se apresure a profesar palabra delante de Dios, porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra, por tanto sean pocas tus palabras”. ¿Aprendemos la lección? No. Siempre queremos decir la última palabra ante los hombres y lo que es más triste, ante Dios. Nuestra razón ofuscada por el pecado nos hacer lo bueno malo y lo malo bueno. Esta forma de pensar es inevitable dada nuestra condición de pecadores.
“Deje el hombre inicuo sus pensamientos…porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo el Señor. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55. 7-9)
La iglesia de nuestros días tiene graves problemas doctrinales que resolver que no se solucionarán porque los pensamientos y los caminos de los cristianos no son los del Señor. La iglesia tiene graves problemas morales que la destruyen: divorcio, homosexualidad… ¿La causa? Porque los caminos y los pensamientos de los cristianos no son los del Señor. ¿Por qué persisten los problemas? Porque queremos que Dios acepte nuestros pensamientos y caminos inicuos. Arrepintámonos de nuestro narcisismo.
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