1 REYES 4:20
“Judá e Israel eran muchos como la arena
junto al mar en multitud, comiendo, bebiendo y alegrándose”
El
texto que comentamos expresa la prosperidad que todo el pueblo disfrutaba
durante el reinado de salomón. Indiscutiblemente esta prosperidad no debe
entenderse de manera absoluta, pues durante el reinado de Salomón también
existió mucho malestar en el pueblo y oposición política como se puso de
manifiesto en el caso de Jeroboam. Lo que creo que el texto quiere decirnos es
que en tanto Salomón anduvo en los caminos del Señor administrando justicia
justa, en la prosperidad nacional quedaba reflejada. Durante la primera etapa
del reinado de Salomón se vislumbraba lo que nos dice Proverbios 25: 4,5 “Quita
las escorias de la plata, y saldrá alhaja al fundidor. Aparta al impío de la
presencia del rey, y su trono se edificará en justicia”. En el momento en que
Salomón se apartó del Señor y su corazón
se inclinó a los dioses de sus mujeres paganas, el reino entró en decadencia.
Al
final del salmo 144 es salmista escribe: “Bienaventurado el pueblo que tiene esto
(prosperidad), bienaventurado el pueblo cuyo Dios es el Señor” (v.15). ¿Qué es lo que
tiene el pueblo que es bienaventurado
porque tiene al Señor? He aquí lo que dice el salmista: “Sean nuestros hijo como plantas crecidas
en su juventud, nuestras hijas como esquinas labradas como las de un palacio,
nuestros graneros llenos de provisiones de toda suerte de grano, nuestros
ganados que se multiplican a millares y decenas de millares en nuestros campos,
nuestros bueyes están fuertes para el trabajo, no tengamos asalto, ni que hacer
salida, ni grito de alarma en nuestras plazas” (vv. 12-14).
La felicidad y
la prosperidad que describen estas palabras afirman claramente que las naciones
de hoy no tienen a Dios. Allí en donde no hay Dios todo se pervierte. Fíjese el
lector en la denuncia que hace Santiago y que describe perfectamente la
situación del mundo actual: “¡Vamos ahora, ricos,!
Llorad y aullad por las miserias que os vendrán. Vuestras riquezas están
podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla. Vuestro oro y vuestra
plata están enmohecidos, y su moho testificará contra vosotros, y devorará del
todo vuestras casas como fuego. Habéis acumulado oro para los días postreros.
He aquí clama el jornal de los obreros que han cosechado vuestras tierras, el
cual por engaño ha sido pagado por vosotros, y los clamores de los que habían
segado han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos. Habéis vivido en
deleites sobre la tierra, y sido disolutos, habéis engordado vuestros corazones
como en día de matanza. Habéis condenado y dado muerte al justo y él no os hace
resistencia” (5. 1-6).
En una sociedad
sin Dios cuyo único objetivo sea saciar la sensualidad, no puede existir ni
justicia ni paz por más que se cacaree de ello.
JUDAS 24
“Y aquel que es poderoso para guardaros
sin caída, y preservaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría”
El
texto que comentamos parece un contrasentido porque la evidencia pone de
manifiesto que los cristianos no somos sin pecado. En ningún lugar de la Biblia
encontramos que los creyentes en Cristo hayamos alcanzado la perfección a la
que se nos llama cuando dice Jesús: “Sed perfectos, como vuestro Padre que
está en los cielos es perfecto” (Mateo 5: 48). Que estemos “sin mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que
seamos santos y sin mancha” (Efesios 5:27), es inalcanzable en el tiempo presente. Es
una meta a la que llegaremos con la venida gloriosa de nuestro Señor Jesucristo
y con la resurrección de nuestros cuerpos hoy sujetos a la muerte y a la
destrucción.
El
texto nos habla de preservación: “Y; aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y preservaros sin
mancha delante de su gloria con gran alegría”. Adán fue creado con una perfección
condicionada a la obediencia de la prohibición de no comer del árbol del
conocimiento del bien y del mal. Desobedeció y sufrió la Caída que ha afectado
a toda su descendencia. En Cristo Jesús,
los creyentes somos personas salvadas, nacidas de nuevo, convertidas en hijos
de Dios, filiación que no puede perderse. Puede no gozarse de ella paro no
puede perderse la condición de hijo. Para quien no tenga claro que la salvación
no puede perderse tal vez le ayudará a adquirir la seguridad que carece, un
texto como este: “Mis ovejas
oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna, y no
perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de la mano de mi Padre” (Juan 10: 27-29).
Quien es un verdadero hijo de Dios la Caída individual es imposible que se dé.
Las palabras del
apóstol Pablo son muy reconfortantes para el dudoso: “¿Quién
acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que
condenará? Cristo es el que murió, más aun el que también resucitó, el que
además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién
nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o
hambre, o desnudez, o peligro, o espada?” (Romanos 8: 32-35). La respuesta es no. Nada ni nadie
puede separarnos del amor de Dios que es en Cristo Jesús.
Lector,
¿sigues dudando? Pídele al Señor que aumente tu fe y que el Espíritu Santo te
convenza para que puedas creer esta gran verdad de la perseverancia de los
santos. Ni los engaños de Satanás te podrán separar del amor de Dios que es en
Cristo Jesús. ¿Es que desconoces este texto
maravilloso? “Porque
de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito, para que todo
aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
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