dilluns, 28 de novembre del 2016

1 REYES 4:20

“Judá e Israel eran muchos como la arena junto al mar en multitud, comiendo, bebiendo y alegrándose”
El texto que comentamos expresa la prosperidad que todo el pueblo disfrutaba durante el reinado de salomón. Indiscutiblemente esta prosperidad no debe entenderse de manera absoluta, pues durante el reinado de Salomón también existió mucho malestar en el pueblo y oposición política como se puso de manifiesto en el caso de Jeroboam. Lo que creo que el texto quiere decirnos es que en tanto Salomón anduvo en los caminos del Señor administrando justicia justa, en la prosperidad nacional quedaba reflejada. Durante la primera etapa del reinado de Salomón se vislumbraba lo que nos dice Proverbios 25: 4,5 “Quita las escorias de la plata, y saldrá alhaja al fundidor. Aparta al impío de la presencia del rey, y su trono se edificará en justicia”. En el momento en que Salomón se apartó del Señor  y su corazón se inclinó a los dioses de sus mujeres paganas, el reino entró en decadencia.
Al final del salmo 144 es salmista escribe: “Bienaventurado el pueblo que tiene esto (prosperidad), bienaventurado el pueblo cuyo Dios es el Señor” (v.15). ¿Qué es lo que tiene el pueblo  que es bienaventurado porque tiene al Señor? He aquí lo que dice el salmista: “Sean nuestros hijo como plantas crecidas en su juventud, nuestras hijas como esquinas labradas como las de un palacio, nuestros graneros llenos de provisiones de toda suerte de grano, nuestros ganados que se multiplican a millares y decenas de millares en nuestros campos, nuestros bueyes están fuertes para el trabajo, no tengamos asalto, ni que hacer salida, ni grito de alarma en nuestras plazas” (vv. 12-14).
La felicidad y la prosperidad que describen estas palabras afirman claramente que las naciones de hoy no tienen a Dios. Allí en donde no hay Dios todo se pervierte. Fíjese el lector en la denuncia que hace Santiago y que describe perfectamente la situación del mundo actual: “¡Vamos ahora, ricos,! Llorad y aullad por las miserias que os vendrán. Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla. Vuestro oro y vuestra plata están enmohecidos, y su moho testificará contra vosotros, y devorará del todo vuestras casas como fuego. Habéis acumulado oro para los días postreros. He aquí clama el jornal de los obreros que han cosechado vuestras tierras, el cual por engaño ha sido pagado por vosotros, y los clamores de los que habían segado han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos. Habéis vivido en deleites sobre la tierra, y sido disolutos, habéis engordado vuestros corazones como en día de matanza. Habéis condenado y dado muerte al justo y él no os hace resistencia” (5. 1-6). 
En una sociedad sin Dios cuyo único objetivo sea saciar la sensualidad, no puede existir ni justicia ni paz por más que se cacaree de ello.


JUDAS 24

“Y aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y preservaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría”
El texto que comentamos parece un contrasentido porque la evidencia pone de manifiesto que los cristianos no somos sin pecado. En ningún lugar de la Biblia encontramos que los creyentes en Cristo hayamos alcanzado la perfección a la que se nos llama  cuando dice Jesús: “Sed perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5: 48). Que estemos “sin mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que seamos santos y sin mancha” (Efesios 5:27), es inalcanzable en el tiempo presente. Es una meta a la que llegaremos con la venida gloriosa de nuestro Señor Jesucristo y con la resurrección de nuestros cuerpos hoy sujetos a la muerte y a la destrucción.
El texto nos habla de preservación: “Y; aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y preservaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría”. Adán fue creado con una perfección condicionada a la obediencia de la prohibición de no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. Desobedeció y sufrió la Caída que ha afectado a toda su descendencia.  En Cristo Jesús, los creyentes somos personas salvadas, nacidas de nuevo, convertidas en hijos de Dios, filiación que no puede perderse. Puede no gozarse de ella paro no puede perderse la condición de hijo. Para quien no tenga claro que la salvación no puede perderse tal vez le ayudará a adquirir la seguridad que carece, un texto como este: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna, y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de la mano de mi Padre” (Juan 10: 27-29). Quien es un verdadero hijo de Dios la Caída individual es imposible que se dé.
Las palabras del apóstol Pablo son muy reconfortantes para el dudoso: “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió, más aun el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?” (Romanos 8: 32-35). La respuesta es no. Nada ni nadie puede separarnos del amor de Dios que es en Cristo Jesús.
Lector, ¿sigues dudando? Pídele al Señor que aumente tu fe y que el Espíritu Santo te convenza para que puedas creer esta gran verdad de la perseverancia de los santos. Ni los engaños de Satanás te podrán separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús. ¿Es que desconoces este texto  maravilloso? “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
                             http://octaviperenyacortina22.blogspot.com


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