LEVÍTICO 18:3
“No haréis como hacen en la tierra de
Egipto, en la cual morasteis, como hacen en la tierra de Canaán, a la cual yo
os conduzco, ni andaréis en sus estatutos”
Israel no vivió nunca
en un ambiente espiritualmente estéril, limpio de contaminación espiritual. En
Egipto convivió con el paganismo propio de la cultura egipcia. En Canaán, la
propia de los pueblos canaanitas.
Israel
fue un pueblo santo, apartado por Dios para serle testimonio en medio de
civilizaciones que le eran contrarias. Porque los israelitas eran distintos
tenían que vivir de manera distinta a la de los pueblos con los que convivían.
Durante su estancia en Egipto la cultura egipcia influyó en ellos. Es por ello
que Moisés tenga que decirles: “No
haréis como hacen en la tierra de Egipto”. Vosotros como pueblo de Dios
estáis reñidos con la cultura egipcia. Ello incluye únicamente a las fantasías
religiosas que son contrarias al único Dios Creador de todo lo existente. “Examinadlo todo, retened lo bueno”. Si actuáis como lo
hicisteis en Egipto os olvidaréis de mí que os saqué con mano fuerte de las
espesas tinieblas espirituales en que se encuentran. Caminad en novedad de
vida.
De
Egipto a Canaán. No deben dejar ni rastro de los canaanitas. No cumplen el
mandato de Señor y dejan supervivientes aunque sea para que hagan tareas
serviles. Estos supervivientes son como aguijones para los israelitas que los
influyen a que sigan las prácticas religiosas que le son abominables al Señor.
El resultado es incontables males que al
final los condujo a su destrucción total como nación. Desatender la Ley de Dios
siempre tiene fatales consecuencias.
El
texto que comentamos no fue escrito para que quede recluido en una Biblia
olvidada en un oscuro cajón de la cómoda del comedor. Fue compuesto para que
nos acordemos de él y lo tengamos en cuenta en nuestra vida diaria. Fue redactado para nosotros los cristianos del
siglo XXI. Dios nos ha escogido para que seamos luz en medio de la cultura pagana de nuestro tiempo y no debemos seguir sus estatutos. Desgraciadamente
en vez de influir para bien de los paganos, el paganismo nos influye a
nosotros, con lo cual nos convertimos en sal que ha perdido sus propiedades,
incapaz de frenar la corrupción moral que amenaza a nuestros pueblos a
convertirse en nuevos Sodomas y Gomorras que deben ser destruidas por el fuego
divino.
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JUAN 7: 15,16
“Y se maravillaban los judíos diciendo:
¿Cómo sabe este letras, sin haber estudiado? Jesús les respondió y dijo: Mi
doctrina no es mía, sino de Aquel que me envió”
Indiscutiblemente
existe una diferencia abismal entre Jesús y nosotros. Jesús es el Hijo
unigénito de Dios encarnado en quien habita el Espíritu Santo sin medida. Los
cristianos comparados con Jesús estamos a miles de años luz de poseer la
plenitud del Espíritu. Si somos personas realmente convertidas a Cristo y que
poseemos el don de la fe que es obra del Espíritu Santo, tenemos el Espíritu
Santo aun cuando sea en escasa medida. Siendo poseedores del Espíritu del
Señor, su presencia nos ayuda a investigar las profundidades de Dios, lo cual
hace posible que cristianos sencillos, sin estudios teológicos de alto nivel
académico, desconocedores de las lenguas originales en que fue escrita la
Biblia, eso sí, poseyendo a mano un ejemplar de ella debidamente traducida, se
podrá llegar a decir de nosotros: “¿Cómo sabe este letras, sin haber estudiado?”.
La
Biblia como libro de texto básico y la ayuda de algunos comentarios realizados
por cristianos de sana doctrina, podemos, eso sí, guardando la debida
distancia, reproducir los que se decía de Jesús: “Crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para
con Dios y los hombres” (Lucas 2:52).
En
el momento de la conversión a Jesús una persona nace de nuevo como hijo de
Dios. En el campo biológico el recién nacido es una persona viva y como ser
vivo que es, crece, se desarrolla, adquiere habilidades, aprende. En el campo
espiritual sucede algo parecido. El recién nacido como hijo de Dios tiene
muchas carencias. Tiene que empezar ingiriendo leche espiritual. Poco a poco va
masticando comida sólida, triturada en un principio, hasta que aprende a coger
el tenedor, la cuchara y el cuchillo. Ha alcanzado la independencia respecto a
sus padres.
El
apóstol Pablo se ve obligado a amonestar
a los cristianos de Corinto por su estancamiento en su crecimiento espiritual,
con estas palabras: “De
manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como
carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, y no vianda, porque aún
no erais capaces, ni sois capaces todavía” (1 Corintios 3. 1,2). Debemos
preguntarnos ¿qué síntoma es el que descubre que permanecemos en la niñez
cristiana a pesar de que llevamos años siendo cristianos? El apóstol Pablo no
da la respuesta: “Porque aún
sois carnales, pues habiendo entre vosotros celos, contiendas, discusiones, ¿no
sois carnales y andáis como hombres? (v.3). Si andamos como hombres carnales, no se podrá
decir de nosotros: “¿Cómo
saben estos letras, si no han estudiado?”
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