DINERO FACIL
<b>A José Borrell, ex secretario de Hacienda le
han hecho una jugarreta los hackers</b>
“Un
país con 700.000 apostantes” es el título del escrito en que <b>Antonia Laborde</b> trata
el tema de la ludopatía, adicción que engendra muchos problemas personales y familiares por las deudas que
crea. Engancharse al juego puede acaecer de manera accidental como le sucedió a
<b>Francisco José Andrés</b> que haciendo tiempo en un bar insertó
una moneda en la máquina tragaperras y ganó 10.000 pesetas. Esta ganancia
inesperada fue el inicio de una carrera que le condujo a la adicción a las
máquinas tragaperras. Rehabilitado dice: “Al insertar una moneda me cogía una
bombolla y no conocía nada. Me evadía por completo”.
También
puede propiciar iniciarse en la ludopatía escuchar la publicidad que para la
trampa de conseguir dinero fácil con el eslogan: “No tenemos sueños baratos”.
Con la lotería se puede conseguir que lo sueños que no son baratos se hagan
realidad un coche de gama alta, un
lujoso piso, un viaje a la tierra de las mil maravillas…Pero con demasiada
frecuencia los sueños se convierten en pesadillas. Lo lastimoso es que las
pesadillas se producen cada vez más en edad más primerizas. Según<b>José
Jiménez</b> presidente de la Asociación Sevillana de Jugadores de Azar
Rehabilitados, “resulta alarmante la cantidad de jóvenes que se inician en
edades más primerizas en estos tipos de juegos”.
Es
preocupante que los gobiernos con la excusa que todos ganamos fomentan los
juegos de azar diciendo que las ganancias que se obtienen se destinan a
bienestar social. Sean los gobiernos,
sean los ciudadanos, lo cierto es que el dinero está metido en el meollo.
“Porque la raíz de todos los males es el
amor al dinero” (1 Timoteo 6:10). Es una sentencia bíblica que la realidad
confirma su veracidad. Por un lado la adicción que consciente o inconsciente
produce muchos daños personales, familiares y sociales. Por el otro, el amor al
dinero es el causante de la macro corrupción política que creyendo si Dios
existe no se preocupa por lo que pasa en la tierra, con lo cual se creen
exentos de toda responsabilidad. Pero
Dios observa desde los cielos todo lo que pasa en la tierra y nada pasa
desapercibido a sus ojos escrutadores y en su día pasará factura de todo lo que
hayan hecho y no podrán justificar su indigno comportamiento.
Permitamos
que la Biblia nos hable al corazón. Si esto ocurre empezaremos a pensar
sensatamente. El apóstol Pablo escribiendo a su discípulo Timoteo, le dice:
“Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento” (1 Timoteo 6:6).
La piedad a la que se refiere el apóstol Pablo no s la religiosidad de
pandereta. La piedad a la que se refiere es la que nace de la fe en Jesucristo
que hace que el creyente esté contento con lo que tiene, sea poco o mucho lo
que el Señor le da y que se obtiene con el esfuerzo digno. ¿Para qué tanta
codicia si al fin y al cabo lo que se ha conseguido oprimiendo al pobre, hoy
vienen a buscar tu alma y, lo que has almacenado, ¿para quién será? ¿Cuán
necesario es entender que “nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada
podremos sacar” (v.7). Esto lo sabemos pero nos falta el convencimiento de lo
que hay más allá de la muerte física. Evidentemente los cuerpos descansan en el
sepulcro o las cenizas esparcidas se convierten en nutrientes para las plantas.
Mañana, en el día de la resurrección, porque habrá resurrección de los muertos,
dos destinos claramente diferenciados: salvación o condena eterna. Si estamos
convencidos de que la cosa es así no nos comportaremos con la necedad del rico
de la parábola que para poder almacenar los muchos bienes adquiridos tuvo
necesidad de ampliar los almacenes. Tanta codicia, ¿para qué? ¿Para su
perdición eterna? La codicia del rico insensato no fue una buena inversión.
Una
buena filosofía que evitaría caer en la trampa del amor al dinero que conduce a
la ludopatía y a la corrupción política es. “teniendo sustento y abrigo,
estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en
tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los
hombres en destrucción y perdición” (vv. 8,9). No el dinero, sino la codicia es
la trampa que destruye a quienes caen en ella. ¿Para qué amasar fortunas y
convertirse en las personas más ricas del mundo a costa del sufrimiento de los
trabajadores sin los cuales no las podrían amasar? ¿Para qué explotar a mujeres
y niños que trabajan como esclavos en las factorías textiles?¿Qué provecho se
saca no velando por la salud y la seguridad de los mineros si al final no
podrán llevarse nada de este mundo, y lo peor es que les aguarda la condenación
eterna? Los capitalistas que invierten en la explotación del hombre no han
aprendido a invertir sobre seguro. Jesús les dice donde se han equivocado: “No
os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde
los ladrones minas y hurtan, sino haceos tesoros en el cielo donde ni la
polilla y el orín corrompen, y donde los ladrones no minan ni hurtan. Porque
donde esté vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6:
19-21).
Octavi Pereña i Cortina
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