LUCAS 16:25
“Pero
Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro
también males, pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado”
Es
posible que la parábola del rico y Lázaro esté basada en un hecho real. Jesús
tenía sus ojos bien abiertos a todo lo que pasaba a su alrededor. Percibía las
injusticias que se daban en la sociedad de su tiempo. Los ricos viviendo en la
opulencia y los pobres en la más triste miseria. Hoy, unas pocas personas
amasan el 90% de la riqueza mundial mientras que una inmensa multitud que
digamos representa el 80% de la población mundial vive en la más inhumana
pobreza. Entre tanto, quienes tienen en sus manos el poder de erradicar la
pobreza mundial banquetean a diario y, para calmar sus conciencias de sus
fabulosas fortunas separan unos céntimos para beneficiencia, las migajas con
las que Lázaro se alimentaba.
Los
ricachos del mundo a pesar de que tienen sus conciencias endurecidas por el
pecado, todavía queda en ellos un poquitín de sentimiento de culpabilidad y
buscan el favor de los líderes religiosos pero, el apoyo de la religión es como
una caña quebrada que atraviesa a quienes se apoyan en ellos. El destino final
llega a todos por igual. No hay privilegios que valgan. Cuando la hora
establecida por Dios llega y llama a la puerta sin respetar privilegios, la
Muerte esgrime su guadaña y siega las
vidas humanas. Se disipan las dudas.
Cuando
te refieres a la justicia divina. Cuando aseguras que Dios pasará cuentas a
todos los hombres, pobres y ricos, en tono dudoso te dicen: “¿Quieres decir?”
La historia del rico y Lázaro a pesar de que no es nada más que un relato,
Jesús la cita con el propósito de que los oyentes recapaciten y se arrepientan
de su incredulidad que es la base de la injusticia social existente. Si no
existe Dios todos los medios para enriquecerse son legítimos.
El
momento de cerrar los ojos definitivamente llega tanto al rico como al pobre.
Ambos los vuelven a abrir en la eternidad. Limitémonos a lo que le sucede al
rico. Los abre abrasándose en las llamas infernales en donde no llega ni el más
leve indicio del la presencia del Espíritu Santo que mitigue su dolor. Suplica
en vano a Abraham que envíe a Lázaro con la punta de su dedo mojado en
agua y con él mitigue el sufrimiento que
le ocasiona su lengua abrasada por la ardiente sed. En vano es la súplica. La
muerte ha sellado su destino eterno de condenación.
¿Quieres
decir que Dios pasa cuentas? Sí. Pero el lector todavía tiene la posibilidad de
abandonar su incredulidad y sustituirla por la fe en Jesús que le perdona sus
pecados y le abre la puerta al Reino de Dios eterno.
JOSUÉ 9:14
Y no
consultaron al Señor”
Era un
asunto de Estado. Todos los pobladores de la Tierra que los israelitas tenían
que ocupar debían morir. Los gabaonitas para poder eludir la sentencia con una
argucia engañan a Josué y a los ancianos. Cayeron en la trampa porque “no consultaron al Señor”. Lo que le
sucedió a Josué fue lo que le ocurriría a Israel a lo largo de toda su
historia: “No consultaron al Señor”. Se
dice que el hombre es el animal que tropieza dos veces con la misma piedra, no
aprende de sus errores. De generación en generación repite las mismas
equivocaciones. Se habla de la memoria histórica. Los registros históricos
conservan los errores cometidos por los antepasados de cada generación. Allí,
los archivos cubiertos de polvo y telarañas se mueren de asco porque nadie los
consulta. Así nos van las cosas. Examinadlo todo y retened lo bueno. Muchas
cosas buenas que conserva la historia no nos lo enseña porque la tenemos
olvidada.
Las
naciones pueden aprender del Libro de la Historia. Los cristianos podemos
instruirnos en la Biblia si dejamos que sus páginas nos hablen. Al igual que
las naciones no aprenden de su historia, los cristianos no aprendemos del Libro
de la Vida que el Señor ha puesto a nuestra disposición para que podamos ser
más sabios que los estudiantes de Filosofía en la universidad.
Un varón
de Dios subió de Judá a Bet-el para
anunciar al rey Jeroboam que el altar sobre el que se ofrecía culto idolátrico
sería destruido. Así sucedió. El rey invitó al profeta a comer en su casa. El
varón de Dios declinó la invitación real con estas palabras: “Aunque me dieras a mitad de tu casa no iría
contigo, ni comería pan ni bebería agua en este lugar. Porque así me ha
ordenado la palabra del Señor, diciendo: No comas pan, ni bebas agua, ni
regreses por el mismo camino que fueres” (1 Reyes 13: 8,9). El profeta que
vino de Judá regresó por otro camino, pero, el hijo de un viejo profeta que
vivía en Bet-el le contó a su padre las palabras que el profeta que vino de
Judá le dijo al rey. El viejo profeta salió en busca del varón de Dios venido
de Judá. Al encontrarlo le dijo: “Yo
también soy profeta como tú, y un ángel me ha hablado por palabra del Señor, diciendo:
Tráele a tu casa contigo, para que coma pan y beba agua” (v.1). Mientras
comían al señor le habló al profeta desobediente, diciéndole: por cuanto has
sido rebelde: “No entrará tu cuerpo en el
sepulcro de tus padres” (v.22). Al ponerse en camino un león le salió al
encuentro y lo mató.
Como
cristianos, si queremos que las cosas nos vayan bien debemos probar si los
espíritus que nos hablan proceden de Dios. Debemos recordar el relato del varón
de Dios que subió a Bet-el. Por muy fiel que sea al Señor la persona que nos
hable no debemos hacerle caso si lo que nos dice contradice la Palabra de Dios.
Debemos ser consecuentes con la fidelidad que le debemos a Él.
http://octaviperenyacortina22.blogspot.com
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