dimarts, 29 de març del 2016

1 SAMUEL 15: 22

“Y Samuel dijo: ¿Se complace el Señor tanto en los holocaustos y víctimas, como se obedezca a las palabras del Señor? Ciertamente es mejor que los sacrificios y el prestar atención a la grosura de los carneros”
El Señor por boca del profeta Samuel le ordena al rey Saúl que destruya Amalec: “Y destruye todo lo que tiene y no te apiades de él” (v.3). Saúl no obedeció la orden del Señor y perdonó la vida de Agag, el rey de Amalec y lo mejor del ganado. Pero el Señor vio lo que Saúl había hecho y le pesaba haber puesto a Saúl como rey de Israel. Samuel se “apesadumbró y clamó al Señor toda aquella noche. Madrugó luego Samuel para ir al encuentro de Saúl por la mañana”. Al encontrarle le dijo entre otras cosas  el texto que encabeza este escrito. Samuel le dice al rey que al Señor no le complacen sus muestras de religiosidad. Lo que es de su agrado es que “obedezca a las palabras el Señor” ya que la obediencia a Él es mucho mejor que la religiosidad vacía de contenido.
¿Qué le parece al lector la religiosidad que manifiestan las multitudes durante la llamada Semana Santa? ¿Cree que todo este fervor religioso llega al corazón de Dios?  ¿Le pide a las personas que participen en las procesiones transportando imágenes que no pueden moverse, ni ver, ni oír, acompañadas en algunos lugares de “caballeros legionarios” desfilando marcando el paso con precisión? No amigo, lo que el Señor nos pide es que seamos obedientes a su Palabra sin quitar ni añadir ni una coma a ella. Si desconoces el contenido de la Palabra de Dios tu ignorancia no te exime de tu responsabilidad. Cierto es que los dirigente religiosos por tener un mayor conocimiento de la Revelación escrita tienen mayor responsabilidad que tú y que en su día deberán comparecer ante el tribunal del Señor para dar cuenta de sus hechos realizados en su Nombre. Para desgracia de ellos recibirán de los labios del Señor esta terrible sentencia: “Nunca os conocí, apartaos e mi, hacedores de maldad”  (Mateo 7:3).
Los fieles que participan de las procesiones, que no ignoran del todo la Palabra del Señor porque parcialmente la han oído de lecturas bíblicas, homilías, escritos en los periódicos y en emisiones de radio o televisión, no podrán alegar ignorancia el día que tendrán que presentarse ante el Señor para rendir cuentas de lo que han hecho durante su caminar por este mundo. Les será también muy desagradable tener que oír esta sentencia: “Por cuanto tú desechaste la palabra del Señor Él también te ha desechado” (v.23).  En el Reino de Dios no caben las personas a quienes se les tenga que decir: “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis, ni los idólatras…heredarán el reino de Dios” (1 Corintios 6:9).  ¿Qué le dice el profeta Samuel al desobediente rey Saúl?  “Como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación” (1 Samuel 15:23). Reflexionemos lo que dice el Señor pues de ello depende que  seamos aceptados por el Crucificado que murió y resucitó para vida eterna de quienes creen en Él.


 SALMO 65:4

Bienaventurado el que tú escoges y atraes a ti, para que habite en tus atrios, seremos saciados del bien de tu casa, de tu santo templo”
“Bienaventurado el que tú escoges”, es una persona feliz, no la que escoge a Dios. La que Dios escoge. La tal persona es bienaventurada porque la elección es eterna. Dios no abandona a su suerte a la persona que ha elegido para salvación. El maligno no la podrá arrebatar de la mano del Señor. La elección se inicia antes de la fundación del mundo y perdurará hasta la eternidad futura. Bienaventurado es quien ha sido elegido por Dios para salvación.
La persona que por el amor de Dios es atraída hacia Él es bienaventurada porque por el hecho de que Dios la haya cogido de la mano y atraído hacia su regazo hará que habite en los atrios de Dios. El salmista tiene celos de las aves que anidan en los tejados del templo y de los sacerdotes que ministran en la casa de Dios porque ellos están cerca del Señor. Pero el privilegio de estar cerca del Señor no es exclusivo de los pajarillos y de los sacerdotes, es una oportunidad para todos los bienaventurados que Dios ha escogido para que habiten en los atrios el templo de Jerusalén.
El lenguaje del salmista indiscutiblemente es simbólico. La grandeza infinita de Dios no la puede contener la gloria efímera del templo de Salomón porque su gloria es oscuridad y su magnificencia queda reducida a los límites que puede tener un edificio construido por manos humanas. El salmista simbólicamente transporta a la persona bienaventurada por haber sido escogida por Dios a habitar no fuera del templo sino a su interior en donde simbólicamente reside Dios y  su gloria para que pueda gozar de ello. Si la cosa quedase así en gozar simbólicamente de la presencia de Dios,  el gozo sería muy pobre. El salmista no pretende que disfrutemos de un gozo tan escurridizo como lo es la felicidad que pueda proporcionar un símbolo por excelente que sea. Del símbolo, espera que la persona que es bienaventurada por haber sido escogida por Dios busque refugio en el templo de Dios no construido por manos humanas en el que brilla con todo su esplendor la gloria de Dios. El gozo que produce ser hoy piedras vivas del templo espiritual cuya piedra del ángulo es el mismo Jesucristo no es un gozo que desaparece ante el más ínfimo contratiempo, sino una felicidad permanente que se va perfeccionando en la medida que uno va creciendo en la “unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura  de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:13).

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