1 SAMUEL 15: 22
“Y Samuel dijo: ¿Se complace el Señor tanto en los
holocaustos y víctimas, como se obedezca a las palabras del Señor? Ciertamente
es mejor que los sacrificios y el prestar atención a la grosura de los
carneros”
El Señor por
boca del profeta Samuel le ordena al rey Saúl que destruya Amalec: “Y destruye todo lo que tiene y no te
apiades de él” (v.3). Saúl no obedeció la orden del Señor y perdonó la vida
de Agag, el rey de Amalec y lo mejor del ganado. Pero el Señor vio lo que Saúl
había hecho y le pesaba haber puesto a Saúl como rey de Israel. Samuel se “apesadumbró
y clamó al Señor toda aquella noche. Madrugó luego Samuel para ir al encuentro
de Saúl por la mañana”. Al encontrarle le dijo entre otras cosas el texto que encabeza este escrito. Samuel le
dice al rey que al Señor no le complacen sus muestras de religiosidad. Lo que
es de su agrado es que “obedezca a las
palabras el Señor” ya que la obediencia a Él es mucho mejor que la
religiosidad vacía de contenido.
¿Qué le parece
al lector la religiosidad que manifiestan las multitudes durante la llamada
Semana Santa? ¿Cree que todo este fervor religioso llega al corazón de
Dios? ¿Le pide a las personas que
participen en las procesiones transportando imágenes que no pueden moverse, ni
ver, ni oír, acompañadas en algunos lugares de “caballeros legionarios”
desfilando marcando el paso con precisión? No amigo, lo que el Señor nos pide
es que seamos obedientes a su Palabra sin quitar ni añadir ni una coma a ella.
Si desconoces el contenido de la Palabra de Dios tu ignorancia no te exime de
tu responsabilidad. Cierto es que los dirigente religiosos por tener un mayor
conocimiento de la Revelación escrita tienen mayor responsabilidad que tú y que
en su día deberán comparecer ante el tribunal del Señor para dar cuenta de sus
hechos realizados en su Nombre. Para desgracia de ellos recibirán de los labios
del Señor esta terrible sentencia: “Nunca
os conocí, apartaos e mi, hacedores de maldad” (Mateo 7:3).
Los fieles que
participan de las procesiones, que no ignoran del todo la Palabra del Señor
porque parcialmente la han oído de lecturas bíblicas, homilías, escritos en los
periódicos y en emisiones de radio o televisión, no podrán alegar ignorancia el
día que tendrán que presentarse ante el Señor para rendir cuentas de lo que han
hecho durante su caminar por este mundo. Les será también muy desagradable
tener que oír esta sentencia: “Por cuanto
tú desechaste la palabra del Señor Él también te ha desechado” (v.23). En el Reino de Dios no caben las personas a
quienes se les tenga que decir: “¿No
sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis, ni los
idólatras…heredarán el reino de Dios” (1 Corintios 6:9). ¿Qué le dice el profeta Samuel al
desobediente rey Saúl? “Como pecado de adivinación es la rebelión,
y como ídolos e idolatría la obstinación” (1 Samuel 15:23). Reflexionemos
lo que dice el Señor pues de ello depende que
seamos aceptados por el Crucificado que murió y resucitó para vida
eterna de quienes creen en Él.
SALMO 65:4
Bienaventurado el que tú
escoges y atraes a ti, para que habite en tus atrios, seremos saciados del bien
de tu casa, de tu santo templo”
“Bienaventurado el que tú escoges”, es una persona feliz, no la que escoge
a Dios. La que Dios escoge. La tal persona es bienaventurada porque la elección
es eterna. Dios no abandona a su suerte a la persona que ha elegido para
salvación. El maligno no la podrá arrebatar de la mano del Señor. La elección
se inicia antes de la fundación del mundo y perdurará hasta la eternidad futura.
Bienaventurado es quien ha sido elegido por Dios para salvación.
La persona que
por el amor de Dios es atraída hacia Él es bienaventurada porque por el hecho
de que Dios la haya cogido de la mano y atraído hacia su regazo hará que habite
en los atrios de Dios. El salmista tiene celos de las aves que anidan en los
tejados del templo y de los sacerdotes que ministran en la casa de Dios porque
ellos están cerca del Señor. Pero el privilegio de estar cerca del Señor no es
exclusivo de los pajarillos y de los sacerdotes, es una oportunidad para todos
los bienaventurados que Dios ha escogido para que habiten en los atrios el
templo de Jerusalén.
El lenguaje del
salmista indiscutiblemente es simbólico. La grandeza infinita de Dios no la
puede contener la gloria efímera del templo de Salomón porque su gloria es
oscuridad y su magnificencia queda reducida a los límites que puede tener un
edificio construido por manos humanas. El salmista simbólicamente transporta a
la persona bienaventurada por haber sido escogida por Dios a habitar no fuera
del templo sino a su interior en donde simbólicamente reside Dios y su gloria para que pueda gozar de ello. Si la
cosa quedase así en gozar simbólicamente de la presencia de Dios, el gozo sería muy pobre. El salmista no pretende
que disfrutemos de un gozo tan escurridizo como lo es la felicidad que pueda
proporcionar un símbolo por excelente que sea. Del símbolo, espera que la
persona que es bienaventurada por haber sido escogida por Dios busque refugio
en el templo de Dios no construido por manos humanas en el que brilla con todo
su esplendor la gloria de Dios. El gozo que produce ser hoy piedras vivas del
templo espiritual cuya piedra del ángulo es el mismo Jesucristo no es un gozo
que desaparece ante el más ínfimo contratiempo, sino una felicidad permanente
que se va perfeccionando en la medida que uno va creciendo en la “unidad de la fe y del conocimiento del Hijo
de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:13).
http://octaviperenyacortina22.blogspot.com
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