OBJETIVAR EL CUERPO
<b>La
mujer, u hombre objeto degrada la sexualidad y una vez obtenido el placer se
los humilla publicando imágenes que jamás deberían haberse hecho</b>
Creo
que una mujer como <b>Cristal Huyben</b> piense que “la modestia
siempre ha sido importante para mí, creo que la sexualidad es un don
maravilloso de Dios, algo que debe protegerse, no exponerla para que todos los
ojos la vean”, difícilmente podrá sentirse desolada como <b>Terelu
Campos</b> por la posible comercialización de un video con imágenes
eróticas, o avergonzada como <b>Olvido Hormigos</b> por la
publicación de imágenes suyas que no deberían haberse colgado en Internet.
Según afirma la expareja de <b>Terelu Campos</b> no se trata de
imágenes robadas, sino fotos que le había enviado la misma madrileña hacía unos
años cuando su elación iba viento en popa.
<b>Luís
Izquierdo y Celeste López</b> comentando la moda del
<i>sexting</i> el envío de fotos eróticas hechas por uno mismo,
dicen: “Todo está en la red, su nombre, sus fotos más personales, su visión del
mundo, de sí mismos, sus comentarios cotidianos más banales y también muchos
muy comprometidos. Han crecido con un móvil en las manos y el mundo sin
Internet les parece un mundo de segunda categoría…En la red desnudan su día a día
sin pudor, exhibiendo su rutina o su
estado emocional a través de explicaciones, fotografías o breves secuencias.
Esta realidad no dejaría de tener una mera perspectiva sociológica si no fuese
como el caso del video sexual entre menores difundido esta semana a través de
las redes sociales”.
La
mayoría de los protagonistas de estas imágenes que comprometen que han
terminado viendo millares de personas buscan un minuto de gloria para compartir
en entornos reducidos. Esta puesta en escena delante de una cámara busca
también gozar de un protagonismo que normalmente no se tiene. Sin calcular los
riesgos de una difusión pública, los lamentos llegan cuando el mal es
irreparable y lo peor es que borrar estas imágenes es casi imposible. Que se lo
pregunten a los adolescentes y celebridades que en su insensatez se han dejado
fotografiar por el amor de su vida, el príncipe azul que debería llenarlas de
felicidad. Cuando el amor eterno que habían jurado guardar se ha desvanecido
porque otro amor lo ha sustituido, aparecen públicamente las fotografías que
jamás deberían haberse hecho y, en todo caso se debería proteger la intimidad y
destruirlas.
La
degradación moral a la que se ha llegado ha conducido a banalizar el sexo,
rebajándolo por debajo del sexo animal, convirtiéndolo en una relación de
placer fruto de la objetivación del otro, el cual se convierte en un objeto de
usar y tirar. Convertir a las personas en objetos es la consecuencia de que
dichas personas han abandonado a Dios. La condición de las tales se hace carnal
y la consecuencia de dicha carnalidad es: “Adulterio, fornicación, impureza
lascivia” (Gálatas 5: 19). La voluntad de Dios es nuestra santificación: “Que
nos abstengamos de la fornicación, que cada uno de nosotros sepamos poner
nuestro vaso (cuerpo) en santificación y honor, no en pasión de concupiscencia
como los gentiles que no conocen a Dios” (1 Tesalonicenses 4: 3-5).
El
hombre actual ha perdido el entendimiento. A pesar de las consecuencias
negativas de objetivar a las personas: incremento de enfermedades de
transmisión sexual, rupturas conyugales que causa mucho dolor a familiares e
hijos, que engendran comportamientos como el de la mujer a la que se refiere,
se puede referir también al hombre, Proverbios 30:20: “El proceder de la mujer
adúltera (el hombre también) es así: Come y limpia su boca y dice: no he hecho maldad”. La ducha después
del sexo ilícito no limpia la impureza moral, da pie a seguirlo realizando ante
la creencia de que el agua y el jabón la han limpiado. Se precisa la intervención
divina para que nos haga dar cuenta de que no podemos decir: “No he hecho
maldad” y nos conduzca a reconsiderar nuestros caminos: Arrepentirnos
sinceramente ante Dios por el pecado cometido y no repetirlo. Si no se cambia
de conducta, limitarnos a decir que nos hemos equivocado al objetivar el cuerpo
ajeno no sirve de nada, seguimos alimentando la “concupiscencia como los
gentiles que no conocen a Dios”.
Octavi Pereña i Cortina
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