dilluns, 18 de gener del 2016

JEREMÍAS 4: 3

“Porque así dice el Señor a todo varón de Judá y de Jerusalén: Arad campo para vosotros, y no sembréis sobre espinos”
Cuando Jesús relata la parábola del sembrador, la semilla esparcida cae en distintos tipos de terreno. Unas semillas cayeron “entre espinos, y los espinos crecieron, y la ahogaron” (Mateo 13:7). El profeta Jeremías nos da la razón por la que la semilla que es la Palabra de Dios cae entre espinos: No araron el campo y los habitantes de Judá y Jerusalén no se preocuparon de limpiar el terreno de espinos que creciendo con más rapidez  que la buena semilla, la ahogarían. Si la limpieza del terreno de malas hierbas es una práctica habitual en agricultura,  sin lo cual no recogerían abundantes cosechas, debería serlo también entre los hombres, si es que desean que la semilla de la Palabra de Dios sembrada en sus corazones no sea ahogada por los espinos que lo son las enseñanzas de los falsos profetas. La mala salud espiritual de los cristianos en general se debe al hecho de que no aran el campos ni lo limpian de malas hierbas. La Cristiandad en general ha olvidado que para dar fruto abundante, la semilla de la Palabra de Dios debe caer en tierra labrada y limpia de malas hierbas.
Después de amonestar a los ciudadanos de Judá y de Jerusalén: “Arad campo para vosotros, y no sembréis entre espinos”, les dice “Circuncidaos, y quitad el prepucio de vuestro corazón, varones de Judá y moradores de Jerusalén” (v.4). Si los cristianos deben emprender una nueva vida en santidad, deben limpiar sus corazones de malas hierbas: “Adulterio, fornicación inmundicia, lascivia, enemistades, pleitos, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías y cosas semejantes a estas”  (Gálatas 5:19-21). Previamente debe darse la conversión a Cristo, no con una circuncisión del pene, sino con la circuncisión del corazón obrada por el Espíritu Santo. Hoy, nos conformamos con el bautismo de agua que nos limpia la suciedad del cuerpo, pero nos olvidamos del bautismo del Espíritu que nos limpia el corazón de las malas hierbas que lo emponzoñan y nos capacita para dar el fruto espiritual: “Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre templanza” (Gálatas 5: 22,23). Debemos nacer de nuevo, del agua y del Espíritu, para que en nosotros nazca el profundo deseo de arar nuestro corazón y de limpiarlo de malas hierbas  de la carne para que crezca vigorosa la Buena Semilla que da el fruto del Espíritu Santo para gloria de Dios, “no sea que mi ira no salga como fuego, y se encienda, y no haya quien lo apague, por la maldad de vuestras obras” (Jeremías 4:4).
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LUCAS 4:13

“Cuando el diablo hubo acabado toda tentación, se apartó de Él por un tiempo”
Jesús a semejanza nuestra, fue tentado por el diablo pero sus artimañas no dieron resultado y tuvo que alejarse de Él “por un tiempo”. Es decir, no se dio por vencido. De momento abandonó el asedio con el propósito de volver a la carga en momento más oportuno.
Que el diablo no se dé nunca por vencido y que esté siempre dispuesto para repetir el asalto para hacernos caer en tentación debe movernos  a esforzarnos a todos los que esperamos en el Señor y tome aliento nuestro corazón (Salmo31:24). El diablo, con relación a nosotros es infinitamente superior en fuerza. Debido a ello, sería de tontos intentar vencerle con nuestras ínfimas fuerzas. Debemos, pues, considerar nuestra debilidad y plantearnos hacer alianza con el Señor, que es el Hombre fuerte que sobrepasando en poder al Maligno nos capacita para resistirle y se aleje de nosotros.
Dada la desigualdad de fuerzas con el enemigo de nuestras almas, consideremos las palabras del apóstol Pablo: “Por lo demás hermanos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:10-12). Dado lo poderoso que es el enemigo de nuestras almas, el apóstol Pablo vuelve a recordarnos:  ”Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo,  y habiendo acabado todo, estar firmes” (v.13).
Después de repetir el apóstol que debemos vestirnos con toda la armadura de Dios, para que no tengamos ninguna duda en que consiste dicha armadura de Dios que nos protegerá, la describe pieza por pieza (vv. 14-19). No podemos olvidar ninguno de los componentes que forman toda la armadura de Dios porque si nos descuidamos de tan sólo uno de ellos dejamos desprotegida una parte de nuestra persona por la que se introducirá el dardo de fuego que el  Maligno nos lanza. El que nuestras vidas como cristianos dejen tanto de desear, que muestren un aspecto tan harapiento, se debe de que al salir al campo de batalla nos dejemos en el armario al menos uno de los elementos de la armadura de Dios que nos protegen. Velemos y no durmamos porque el diablo, nuestro enemigo jamás duerme y siempre está listo para lanzarnos el mortífero dardo de fuego.


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