LUCAS 13: 23,24
“Y
alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y Él les dijo: Esforzaos
a entrar por la puerta angosta, porque os digo que muchos procurarán entrar y
no podrán”
En este
texto encontramos juntas las dos caras de la salvación: la humana y la divina.
Da el equilibrio necesario, no son antagónicas. La una depende de la otra. En
el momento en que una sobresale por encima de la otra se rompe el equilibrio y,
allí en donde debería haber armonía, desacorde.
La
salvación es obra de Dios. No debe olvidarse nunca. Fuera de Él no hay
salvación posible. Recientemente se ha pasado por 13tv, la televisión de la
Conferencia Episcopal Española, popularmente conocida como la televisión de los
curas, el video del Papa en el que el pontífice afirma que todas las religiones
y todos los dioses llevan a la misma meta: La salvación. La declaración del
Papa contradice el principio de la Iglesia católica que afirma que fuera de la
Iglesia católica no es posible la salvación. Según a Biblia, y esto debería saberlo
el Papa, si es que siguiendo la instrucción actual que se debe fomentar la
lectura de la Biblia entre los fieles católicos, de que no es así, que
solamente existe un camino que conduce a Dios: Jesucristo. Fuera de Cristo
enseña la Biblia no existe salvación posible. Cualquier medio de salvación que
no sea Jesucristo, su autor es Satanàs y
la meta la condenación eterna. Las iglesias si se precian de ser cristianas
deben anunciar a los cuatro vientos que Jesucristo es el único camino de
salvación y que los hombres deben creer en Él y arrepentirse de sus pecados,
pues la fe salvadora que es un don de Dios nace por el oír la Palabra de Dios.
La
Biblia asimismo nos enseña un misterio que no puede entenderse por la razón
exclusivamente, sino creído por fe, de que el hombre es responsable de su
salvación o de su condenación. La responsabilidad del hombre en decidir su
salvación o condenación no puede separarse del hecho de que Dios es el Autor de
la salvación.
Las dos
caras de la moneda de la salvación: la voluntad de Dios y el deseo humano deben
tenerse en cuenta en su debida proporción. A la pregunta del oyente anónimo de
si son pocos los que se salvan, Jesús no responde diciendo: “Dejadlo en las
manos de Dios porque Él es el Autor de la salvación”. Sino que dice: “Esforzaos a entrar por la puerta angosta,
porque os digo que muchos procurarán entrar y no podrán”. Hoy es el día de
tu salvación. Esfuérzate ahora a entrar por la puerta estrecha que es Jesús
pues no sabes si mañana o dentro de unos minutos tendrás una nueva oportunidad
de poder entrar por la puerta angosta que pocos la atraviesan.
MATEO 20: 30, 32, 33
“Y dos
ciegos que estaban sentados junto al camino, cuando oyeron que Jesús pasaba,
clamaron diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!…Y
deteniéndose Jesús les llamó y les dijo: ¿Qué querréis que os haga? Ellos
dijeron: Señor, que nos sean abiertos
los ojos”
Los dos
ciegos que estaban sentados junto al camino nos dan una pista que indica el por
qué los cristianos en general somos tan apáticos y recibimos tan pocas
bendiciones de parte del Señor que en colaboración con el Espíritu Santo está
dispuesto a bendecirnos mucho más de lo que le pedimos.
Los dos
ciegos estaban sentados junto al camino pidiendo limosna a los transeúntes. De
repente, la quietud reinante es sorprendida por el bullicio de una multitud que
se aproximaba. Los dos ciegos no pueden ver el suceso que perturba la quietud
reinante. Sin duda alguna preguntaron qué es lo que estaba pasando. Alguien les
dijo que Jesús, el milagroso se acercaba. A pesar de su invidencia, sus oídos
estaban atentos a lo que sucedía a su alrededor. Sin duda alguna ya habían oído
hablar anteriormente de Jesús y de los portentos que hacía. Dios da el don de
la fe a quien quiere y cuando quiere. No está atado por reglas. Cuando los
ciegos clamaron: “¡Señor, Hijo de David,
ten misericordia de nosotros” , estaban anunciando en voz alta el
sentimiento que nacía en sus corazones de que Jesús de Nazaret era el Mesías
esperado. La fe que estaba naciendo en sus corazones esperaba la oportunidad de
expresarse públicamente. ”De la
abundancia del corazón habla la boca”
La
multitud que eran meros espectadores de un espectáculo intentaban hacer callar
a los ciegos que con sus gritos les distraían del espectáculo. Cuánto más
intentaban hacerles callar, con más fuerza gritaban: “Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros”. Los oídos del
Señor siempre están disgustos a escuchar a aquellos que se acercan a Él con
corazón sincero. “¿Qué queréis que os
haga?”, les dice Jesús. ¿Qué necesitaban los ciegos? ¿Qué era lo más
importante para ellos? VER. Que si túnicas nuevas porque las que llevaban
estaban andrajosas, que si sandalias que no dañaran sus pies, que si una buena
comida porque hacía tiempo que no habían comido caliente. Con respecto a la
vista todas estas necesidades eran superfluas. Sin pensárselo respondieron: “Señor, que sean abiertos nuestros ojos”.
Entonces, Jesús “compadecido, les abrió
los ojos, y en seguida recibieron la vista”.
¿Somos
conscientes de que una venda cubre nuestros ojos que nos impide ver que Jesús
es el Mesías, el Salvador que Dios ha enviado al mundo para salvar a su pueblo
de sus pecados? Si no tenemos necesidad de recibir vista espiritual, Jesús es
únicamente un personaje histórico como lo es José Martí, Washington o cualquier
otro. En este caso, Jesús pasa junto a nosotros y le dejamos marchar sin
pedirle: “Señor abre mis ojos”
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