dilluns, 25 de gener del 2016

LUCAS 13: 23,24

“Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y Él les dijo: Esforzaos a entrar por la puerta angosta, porque os digo que muchos procurarán entrar y no podrán”
En este texto encontramos juntas las dos caras de la salvación: la humana y la divina. Da el equilibrio necesario, no son antagónicas. La una depende de la otra. En el momento en que una sobresale por encima de la otra se rompe el equilibrio y, allí en donde debería haber armonía, desacorde.
La salvación es obra de Dios. No debe olvidarse nunca. Fuera de Él no hay salvación posible. Recientemente se ha pasado por 13tv, la televisión de la Conferencia Episcopal Española, popularmente conocida como la televisión de los curas, el video del Papa en el que el pontífice afirma que todas las religiones y todos los dioses llevan a la misma meta: La salvación. La declaración del Papa contradice el principio de la Iglesia católica que afirma que fuera de la Iglesia católica no es posible la salvación. Según a Biblia, y esto debería saberlo el Papa, si es que siguiendo la instrucción actual que se debe fomentar la lectura de la Biblia entre los fieles católicos, de que no es así, que solamente existe un camino que conduce a Dios: Jesucristo. Fuera de Cristo enseña la Biblia no existe salvación posible. Cualquier medio de salvación que no sea Jesucristo, su autor es Satanàs  y la meta la condenación eterna. Las iglesias si se precian de ser cristianas deben anunciar a los cuatro vientos que Jesucristo es el único camino de salvación y que los hombres deben creer en Él y arrepentirse de sus pecados, pues la fe salvadora que es un don de Dios nace por el oír la Palabra de Dios.
La Biblia asimismo nos enseña un misterio que no puede entenderse por la razón exclusivamente, sino creído por fe, de que el hombre es responsable de su salvación o de su condenación. La responsabilidad del hombre en decidir su salvación o condenación no puede separarse del hecho de que Dios es el Autor de la salvación.
Las dos caras de la moneda de la salvación: la voluntad de Dios y el deseo humano deben tenerse en cuenta en su debida proporción. A la pregunta del oyente anónimo de si son pocos los que se salvan, Jesús no responde diciendo: “Dejadlo en las manos de Dios porque Él es el Autor de la salvación”. Sino que dice: “Esforzaos a entrar por la puerta angosta, porque os digo que muchos procurarán entrar y no podrán”. Hoy es el día de tu salvación. Esfuérzate ahora a entrar por la puerta estrecha que es Jesús pues no sabes si mañana o dentro de unos minutos tendrás una nueva oportunidad de poder entrar por la puerta angosta que pocos la atraviesan.


MATEO 20: 30, 32, 33

“Y dos ciegos que estaban sentados junto al camino, cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaron diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!…Y deteniéndose Jesús les llamó y les dijo: ¿Qué querréis que os haga? Ellos dijeron: Señor, que nos sean  abiertos los ojos”
Los dos ciegos que estaban sentados junto al camino nos dan una pista que indica el por qué los cristianos en general somos tan apáticos y recibimos tan pocas bendiciones de parte del Señor que en colaboración con el Espíritu Santo está dispuesto a bendecirnos mucho más de lo que le pedimos.
Los dos ciegos estaban sentados junto al camino pidiendo limosna a los transeúntes. De repente, la quietud reinante es sorprendida por el bullicio de una multitud que se aproximaba. Los dos ciegos no pueden ver el suceso que perturba la quietud reinante. Sin duda alguna preguntaron qué es lo que estaba pasando. Alguien les dijo que Jesús, el milagroso se acercaba. A pesar de su invidencia, sus oídos estaban atentos a lo que sucedía a su alrededor. Sin duda alguna ya habían oído hablar anteriormente de Jesús y de los portentos que hacía. Dios da el don de la fe a quien quiere y cuando quiere. No está atado por reglas. Cuando los ciegos clamaron: “¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros” , estaban anunciando en voz alta el sentimiento que nacía en sus corazones de que Jesús de Nazaret era el Mesías esperado. La fe que estaba naciendo en sus corazones esperaba la oportunidad de expresarse públicamente. ”De la abundancia del corazón habla la boca”
La multitud que eran meros espectadores de un espectáculo intentaban hacer callar a los ciegos que con sus gritos les distraían del espectáculo. Cuánto más intentaban hacerles callar, con más fuerza gritaban: “Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros”. Los oídos del Señor siempre están disgustos a escuchar a aquellos que se acercan a Él con corazón sincero. “¿Qué queréis que os haga?”, les dice Jesús. ¿Qué necesitaban los ciegos? ¿Qué era lo más importante para ellos? VER. Que si túnicas nuevas porque las que llevaban estaban andrajosas, que si sandalias que no dañaran sus pies, que si una buena comida porque hacía tiempo que no habían comido caliente. Con respecto a la vista todas estas necesidades eran superfluas. Sin pensárselo respondieron: “Señor, que sean abiertos nuestros ojos”. Entonces, Jesús “compadecido, les abrió los ojos, y en seguida recibieron la vista”.
¿Somos conscientes de que una venda cubre nuestros ojos que nos impide ver que Jesús es el Mesías, el Salvador que Dios ha enviado al mundo para salvar a su pueblo de sus pecados? Si no tenemos necesidad de recibir vista espiritual, Jesús es únicamente un personaje histórico como lo es José Martí, Washington o cualquier otro. En este caso, Jesús pasa junto a nosotros y le dejamos marchar sin pedirle: “Señor abre mis ojos”
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ACOSO

<b>Las personas deben reaccionar ante el acoso antes de que sea demasiado tarde para encontrarle solución</b>
El caso de Alan, el adolescente transexual  de 17 años que se suicidó el 24 de diciembre de 2015, pone de nuevo ante la opinión pública el problema del acoso. Las proclamas políticas y sociales se hacen oír. “Pondremos todos los recursos para evitar que vuelva a repetirse”. (<b>Ana María Martínez</b>, alcaldesa de Rubí). “Alan se merecía el homenaje después del menosprecio por parte de la sociedad”, afirmó <b>Natalia Aventin</b>, presidenta de Crysallis, asociación que agrupa familiares de menores transexuales).
Para poder combatir el acoso, sea del tipo que sea, ante todo debe saberse qué es, pues si se desconoce la enfermedad, ¿cómo se podrá recetar el remedio adecuado? “Se considera como tal (el acoso) toda información que se difunda por medio de e-mails, SMS, whatsaaps, redes sociales, como Facebook, Twitter, o cualquier otro, así como por medio de webs o comentarios que se hagan en ellas con el propósito de difamar, vejar, acosar o constreñir a la persona que sea con ataques personales o difundiendo contenidos íntimos no autorizados, en gran parte visuales. Sólo el hecho de seguir enviando e-mails a alguien que ha dicho que no desea seguir recibiendo de alguien en concreto ya se puede considerar acoso en línea” (<b>Esther López</b>, socióloga). El acoso popularmente conocido como <i>bullying</i> puede resumirse en una breve frase: “Falta de amor”, no de un amor abstracto del que se habla con inconsciencia, sino del amor que enseña a buscar el bien del prójimo y no el mal. Los psicólogos que son especialistas en el comportamiento humano dicen que los matones que sacan pecho ante sus compinches que acosan a quienes no les caen bien, se forman en los hogares en que se dan modelos inconsistentes de paternidad o en los que se dan modelos de  comportamiento violento. Lo que se respira en el hogar se reproduce en la calle. El ambiente hogareño hace mucho para que los hijos practiquen o no el acoso. En definitiva, los hijos reproducen en la escuela y entre sus compañeros el comportamiento que ven en sus hogares y como lo huelen desde el nacimiento, lo consideran correcto. No debe extrañarnos, pues, que se conviertan en acosadores.
Siendo la cosa así es imprescindible que el modelo paterno cambie de uno que fomenta el acoso por otro que respete al prójimo en toda su diversidad. Respetar a lo que es distinto no significa de ninguna de las maneras renunciar a las propias convicciones, sino que manteniéndolas inalterables, no actúa en contra de las peculiaridades del otro, sino que las tiene en cuenta  sin impedir su manifestación. El respeto que yo quiero para mí tengo que tenerlo hacia el otro.
El acoso es un atentado contra la integridad del otro que debe penalizare. Desconozco si está especificado como delito en el Código Penal, si no es así debería serlo. Pero la lucha contra el acoso no sólo debe ser de tipo judicial y punitivo, también debe ser educativa. La psicóloga leridana <b>Rosa Jové</b> dice que es preciso asegurarse que las campañas a favor de la tolerancia impacten en los niños y “hacerlas por obligación”. David y Blau, dos adolescentes que han sufrido acoso por su orientación sexual y que han explicado en su entorno como son y cuales son sus preferencias sexuales, añaden: “En la escuela deberían darnos más soporte”. No estoy en contra de la educación, pedro la educación que se limita a decir que la homosexualidad y la transexualidad están presentes en la sociedad y que se deben respetar a las personas a las personas que escogen dichas opciones sexuales sin cambiar los sentimientos que hierven en las profundidades del alma, no resuelven el problema. A pesar de las campañas para fomentar la tolerancia, el Observatorio contra la Homofobia ha detectado que los casos homóficos en Catalunya durante el año 2014 fue de un 5% y que en la demarcación de Lleida fue del 30%.
Antes hemos dicho que lo que se respira en el hogar se reproduce en la calle. A pesar de ser insuficiente, la escuela debe seguir enseñando que la tolerancia a favor del que es diferente debe ser una prioridad. Pero debe ser la Iglesia en su diversidad denominacional la que debe ir más allá de la escuela enseñando el mensaje liberador del pecado por Cristo, sin quedarse en la banalidad de que el mensaje cristiano está presente en las tradiciones populares. El mensaje de la tradición deja a los hombres en sus delitos y pecados. No despierta  las conciencias. Las celebraciones tradicionales como las navideñas, de semana Santa, las romerías con trasfondo religiosos distraen y despiertan sentimientos, pero no llevan a las personas el verdadero arrepentimiento a Dios que es la base del cambo de actitud hacia el prójimo que es distinto, sin excluir ningún factor diferencial.
La Iglesia en su diversidad denominacional debe hacerse suyo el mandato que Jesús dio a la iglesia naciente  antes de su ascensión a los cielos: “Por tanto, íd y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mateo 28: 19,20). Pero si quienes dicen ser cristianos no creen en el Señor de la Iglesia, ¿cómo cumplirán el mandato de enseñar a quienes desconocen la Verdad de Cristo que libera de la esclavitud del pecado que origina el acoso? Si nos consideramos cristianos debemos desterrar el prejuicio y las actitudes incorrectas que escondemos en las profundidades de nuestras almas.
Octavi Pereña i Cortina



dilluns, 18 de gener del 2016

ADICCIÓN AL SEXO

<i>El deseo sexual es uno de los más devastadores. Jamás dice basta. Cuanto más se le satisface, más exige</i>
En <i>Confesiones de un adicto al sexo</i>, su autor <b>Rupert Wolfe-Murray</b>, comenta un escrito publicado en Newsweek que le hizo llegar un amigo suyo. Afirma que su lectura le proporcionó una visión del conjunto del problema muy útil. El autor asegura que la adicción al sexo “destroza matrimonios, arruina carreras, y mina la autoestima”. El artículo incluye un relato de una adicta al sexo: “El sexo es una forma de automedicación para eliminar la ansiedad, desespero y un miedo  paralizante de su intimidad emocional que le han perseguido desde que fui abandonada en mi infancia”.
<b>Rupert Wolfe-Murray</b>que trabaja en una clínica de rehabilitación de adicciones dice que lo que describe el artículo de Newsweek es parecido a lo que observa en la clínica en donde trabaja: “Las personas a menudo se inician en el camino de la adicción con  alcohol, drogas, o determinados comportamientos como sexo, juego, comida para aliviar el dolor que se siente debido a problemas sicológicos no resueltos: abusos en la infancia, traumas e incluso timidez crónica (una causa muy común del alcoholismo es la confianza que el alcohol da a las personas que sin él no encajarían socialmente). Esto implica que la compulsión sexual se parece a las otras adicciones, lo cual implica que los terapeutas  que tratan esta adición pueden curarla”.
Esto habría sido el final de la historia si <b>Wolfe-Murray</b> no hubiese comentado el artículo de  Newsweek en Twitter. Le escribió <b>Stan</b>, un hombre de 69 años que le dice: “Soy adicto al sexo y lo he sido desde la adolescencia”. <b>Wolfe-Murray</b> dice: “A mí esto me ha dado una percepción que he encontrado a faltar en los comentarios que he leído hasta el presente”.
<b>Stan</b> resume así su vida: “Durante 50 años he llevado una doble vida, como casado, padre y católico practicante que ha traicionado a su esposa, su familia, sus creencias religiosas y su ética yendo a los prostíbulos y salones de masajes. Esta vida secreta empezó cuando tenia 19 años con mi primera visita a una prostituta, y continuó hasta los 69 cuando mi segunda esposa lo descubrió y me echó de casa”.
<b>Stan</b> describe la adicción al sexo como “una calamidad de nuestro tiempo”, y dice:”La pornografía en Internet ha acelerado gravemente el problema. La adicción al sexo es un compulsivo y progresivo uso de manera mecánica, degradante y peligroso sexo como una manera de aliviar el dolor interno escondido”.
Refiriéndose a <b>Stan</b>, <b>Wolfe-Murray</b> relata: “Dice que el sexo era su droga preferida, estaba aislado en su obsesión e incapaz de mantener relaciones íntimas, impotente para detener su comportamiento insano a pesar del daño que se hacía a sí mismo y a aquellas personas que le eran cercanas. Como muchos adictos al sexo <b>Stan</b> hasta que no admitió que estaba atrapado no empezó a buscar solución a su enfermedad hasta que tocó fondo, con el naufragio de su matrimonio y su vida hecha pedazos”.
El resultado, dice <b>Stan</b> es que me “he librado de una carga de toda la vida que ha ocasionado la destrucción de dos matrimonios y perjudicado a mis esposas, la familia y a otras personas. Por primera vez en mi vida vivo en paz y al fin estoy aprendiendo a vivir la vida espiritual que siempre he deseado y descubro que me convierto en el hombre que he querido ser”.
La primera anilla de la cadena que convirtió a <b>Stan</b> en un adicto al sexo la colocó en su adolescencia cuando a los 19 años hizo su primera visita a una prostituta. Hace 50 años no era tan fácil iniciarse sexualmente de manera prematura como lo s hoy. Actualmente, con Internet, los niños de 12 ó 13 años ya están familiarizados con el sexo pornográfico y se pasan mucho tiempo ante las pantallas imaginando fantasías con la imágenes que contemplan. Hoy, son muchos los adictos al sexo en línea que “llevan una vida secreta  tal como yo lo veo”, dice Sharon O’Hara, directora médico del Sexual Recovery Institute, “si las mentiras están ausentes no existe auténtica adicción”.
Todas las adicciones son difíciles de abandonar. La adicción al sexo le acompaña una dificultad añadida. Como dice <b>Benoit Denizet-Lewis</b> , periodista y exadicto al sexo:”Puedes dejar una bebida y las drogas para no verlas más, pero no puedes ir a ninguna parte sin tus genitales o tu cerebro. Es cierto. No es verdad que los genitales o el cerebro tengan que dominar obligatoriamente a la voluntad. La fe en Cristo atorga la fuerza para romper las adicciones que destruyen.
Octavi Pereña i Cortina



JEREMÍAS 4: 3

“Porque así dice el Señor a todo varón de Judá y de Jerusalén: Arad campo para vosotros, y no sembréis sobre espinos”
Cuando Jesús relata la parábola del sembrador, la semilla esparcida cae en distintos tipos de terreno. Unas semillas cayeron “entre espinos, y los espinos crecieron, y la ahogaron” (Mateo 13:7). El profeta Jeremías nos da la razón por la que la semilla que es la Palabra de Dios cae entre espinos: No araron el campo y los habitantes de Judá y Jerusalén no se preocuparon de limpiar el terreno de espinos que creciendo con más rapidez  que la buena semilla, la ahogarían. Si la limpieza del terreno de malas hierbas es una práctica habitual en agricultura,  sin lo cual no recogerían abundantes cosechas, debería serlo también entre los hombres, si es que desean que la semilla de la Palabra de Dios sembrada en sus corazones no sea ahogada por los espinos que lo son las enseñanzas de los falsos profetas. La mala salud espiritual de los cristianos en general se debe al hecho de que no aran el campos ni lo limpian de malas hierbas. La Cristiandad en general ha olvidado que para dar fruto abundante, la semilla de la Palabra de Dios debe caer en tierra labrada y limpia de malas hierbas.
Después de amonestar a los ciudadanos de Judá y de Jerusalén: “Arad campo para vosotros, y no sembréis entre espinos”, les dice “Circuncidaos, y quitad el prepucio de vuestro corazón, varones de Judá y moradores de Jerusalén” (v.4). Si los cristianos deben emprender una nueva vida en santidad, deben limpiar sus corazones de malas hierbas: “Adulterio, fornicación inmundicia, lascivia, enemistades, pleitos, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías y cosas semejantes a estas”  (Gálatas 5:19-21). Previamente debe darse la conversión a Cristo, no con una circuncisión del pene, sino con la circuncisión del corazón obrada por el Espíritu Santo. Hoy, nos conformamos con el bautismo de agua que nos limpia la suciedad del cuerpo, pero nos olvidamos del bautismo del Espíritu que nos limpia el corazón de las malas hierbas que lo emponzoñan y nos capacita para dar el fruto espiritual: “Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre templanza” (Gálatas 5: 22,23). Debemos nacer de nuevo, del agua y del Espíritu, para que en nosotros nazca el profundo deseo de arar nuestro corazón y de limpiarlo de malas hierbas  de la carne para que crezca vigorosa la Buena Semilla que da el fruto del Espíritu Santo para gloria de Dios, “no sea que mi ira no salga como fuego, y se encienda, y no haya quien lo apague, por la maldad de vuestras obras” (Jeremías 4:4).
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LUCAS 4:13

“Cuando el diablo hubo acabado toda tentación, se apartó de Él por un tiempo”
Jesús a semejanza nuestra, fue tentado por el diablo pero sus artimañas no dieron resultado y tuvo que alejarse de Él “por un tiempo”. Es decir, no se dio por vencido. De momento abandonó el asedio con el propósito de volver a la carga en momento más oportuno.
Que el diablo no se dé nunca por vencido y que esté siempre dispuesto para repetir el asalto para hacernos caer en tentación debe movernos  a esforzarnos a todos los que esperamos en el Señor y tome aliento nuestro corazón (Salmo31:24). El diablo, con relación a nosotros es infinitamente superior en fuerza. Debido a ello, sería de tontos intentar vencerle con nuestras ínfimas fuerzas. Debemos, pues, considerar nuestra debilidad y plantearnos hacer alianza con el Señor, que es el Hombre fuerte que sobrepasando en poder al Maligno nos capacita para resistirle y se aleje de nosotros.
Dada la desigualdad de fuerzas con el enemigo de nuestras almas, consideremos las palabras del apóstol Pablo: “Por lo demás hermanos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:10-12). Dado lo poderoso que es el enemigo de nuestras almas, el apóstol Pablo vuelve a recordarnos:  ”Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo,  y habiendo acabado todo, estar firmes” (v.13).
Después de repetir el apóstol que debemos vestirnos con toda la armadura de Dios, para que no tengamos ninguna duda en que consiste dicha armadura de Dios que nos protegerá, la describe pieza por pieza (vv. 14-19). No podemos olvidar ninguno de los componentes que forman toda la armadura de Dios porque si nos descuidamos de tan sólo uno de ellos dejamos desprotegida una parte de nuestra persona por la que se introducirá el dardo de fuego que el  Maligno nos lanza. El que nuestras vidas como cristianos dejen tanto de desear, que muestren un aspecto tan harapiento, se debe de que al salir al campo de batalla nos dejemos en el armario al menos uno de los elementos de la armadura de Dios que nos protegen. Velemos y no durmamos porque el diablo, nuestro enemigo jamás duerme y siempre está listo para lanzarnos el mortífero dardo de fuego.


dilluns, 11 de gener del 2016


¿QUIÉN ES SANTO?


<b>Para desespero de muchos, la propaganda católica vende la santidad como un estado que se obtiene después de morir. La Biblia enseña que es un estado de gracia que se disfruta en vida</b>

Los libros <i>Avaricia</i> de <b>Emiliano Fittipald</b>i y <i>Via Crucis</i> de <b>Giaulugi Nuzzi</b>, “dedican largos capítulos a analizar el funcionamiento de la Congregación para las Causas de los Santos…Según el <i>Corriere della Sera</i>, la gendarmería vaticana investiga cuentas del Instituto para Obras de Religión (IOR) – la banca vaticana – a raíz de la sospecha del cobro de sobornos por parte de postuladores de causas de beatificación y canonización para “pilotar” los procesos y agilizarlos (<b>Eusebio Vall</b>. )Los escándalos de las canonizaciones dejan claro que a la sombra de la fastuosidad vaticana se mueve una legión de vividores que sangran a los fieles crédulos. Los libros mencionados denuncian que “el negocio que envuelve la beatificación y canonización de santos, cuyos procesos depende de la cantidad de dinero que se aporte. En este sentido constata que las diócesis más ricas son las que más aportan para el reconocimiento de sus beatos y santos”. Dejando a un lado la corrupción vaticana que hoy ocupa mucho espacio en los medios de comunicación, analizaremos lo que según la Biblia es la santidad.

Lo primero que debe descubrirse es: ¿Quién es santo? El apóstol Pablo escribiendo a los cristianos en Roma, dice: “A todos los que estáis en Roma, llamados a ser santos” (1:7). El apóstol considera santos no a una minoría de cristianos romanos privilegiados con características especiales de santidad, sino que  dice que son santos todos los cristianos romanos, sea cual sea su posición en la iglesia. No distingue entre unos y otros. Sin privilegios, todos son santos.

Escribiendo a la iglesia en Corinto, el apóstol dice: “A la iglesia de Dios , que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el Nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro” (1:2). Aquí el apóstol Pablo amplia la categoría de santos a <i>“todos los que en cualquier lugar invocan el Nombre de nuestro Señor Jesucristo”</i>. No limita la santidad a los residentes en un lugar determinado, Roma o Corinto, la amplía a” todos los que en cualquier lugar invocan el Nombre de nuestro Señor Jesucristo”, es decir, cualquier persona que en cualquier lugar de la Tierra invoque el Nombre de nuestro Señor Jesucristo, es santa. No se da ninguna discriminación por motivo de características personales de quienes invocan el Nombre de nuestro Señor Jesucristo: raciales, culturales, de sexo.

A los cristianos que residían en Colosas el apóstol Pablo les escribe diciendo: “Y vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de Él” (1:21,22). Aquí, el apóstol descubre la procedencia de los santos. No vienen de un entorno en que se respirase bondad. No. Antes de ser santos eran “extraños y enemigos en  vuestra mente, haciendo malas obras”. No fueron llamados a ser santos por ser buenas personas que jamás habían roto un plato. No. Jesús no vino a buscar personas buenas sino que como Médico del alma vino a buscar pecadores al arrepentimiento porque su sangre vertida en la cruz limpia todos los pecados de quienes creen en Él. (1 Juan 1:7).

El lector que ha llegado hasta aquí y que invoca el Nombre de nuestro Señor Jesucristo y que se ve como no siendo sin mancha ni irreprensible, puede preguntarse: ¿Es que no invoco bien el Nombre de nuestro Señor Jesucristo? Si sigue leyendo lo que el apóstol Pablo les dice a los cristianos en Colosas, le desaparecerán las dudas: “Si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del Evangelio que habéis oído,  el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo” (v.23). Ser irreprensible y sin mancha no toca hoy. Nosotros que éramos extraños y enemigos de Dios, por la fe en Jesús su Hijo nos hemos convertido en amigos de Dios, mejor dicho: en hijos suyos. Iniciándose un proceso de santificación que depende de si se permanece firme en la fe. Es cierto que se producen resbalones y caídas, pero quien permanece firme en la fe se levanta y sigue andando con los ojos puestos en Jesús, el Autor de su fe, con lo cual la mochilla que lleva en la espalda va aligerando el peso del pecado que le agobia. Con la perseverancia y la mochilla que aligera su peso, el andar se hace más fácil. La imagen de Jesús de la que es portador el creyente se hace más nítida, exponiendo con más claridad las señales de santidad sin la  cual nadie verá al Señor.

La santidad no pertenece a hombres y mujeres excepcionales a quienes los hombres declaran santos una vez fallecidos y después de un largo proceso de investigación y muy costoso, sino a personas que como tú y yo lamentamos nuestro pecado y a semejanza del salmista le pedimos al Señor Jesús: “Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado” (Salmo 51:2). Santos, según la Biblia, lo son hombres y mujeres que han depositado la fe en Jesús muerto y resucitado que en su caminar diario bregan para ser perfectos como el Padre celestial es perfecto, conscientes de que esta perfección absoluta no la alcanzarán hasta el día de la resurrección que será el momento cuando se presentarán ante Dios sin ninguna mancha ni arruga que los afeen.

Octavi Pereña i Cortina

 

MATEO 27.46

“Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado?
Poco antes de fallecer  Jesús se dirigió a su Padre y le dijo: “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado? Semejantes palabras las dicen los hijos de Dios cuando pasando por duras tribulaciones piensan que Dios los ha olvidado. El autor de Hebreos dice: “Contentos con lo que tenéis ahora, porque Él dijo: No te desampararé, ni te dejaré, de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi Ayudador, no temeré lo que me pueda hacer el hombre” (13: 5,6).
Cuando pasamos por una dura tribulación no debemos pensar como los amigos de Job que creían que la tribulación por la que atravesaba Job se debía a su pecado y que Dios le estaba castigando por ello. Nosotros que conocemos de cabo a rabo la historia de Job sabemos que no era así, todo lo contrario, su amargura le vino precisamente por ser fiel a Dios. A la hora de dictar sentencia contra los que sufren debemos de ser muy cuidadosos pues puede ser que estemos totalmente equivocados.
Del sufrimiento la Biblia habla mucho y lo dice con tanta abundancia porque el hombre es pecador, vive en un mundo manchado por el pecado y porque el dios de este mundo, Satanás, a pesar de que está atado a una cadena que le impide hacer todo el daño que quisiera, que sí tiene dentro de los límites establecidos por Dios de hacer sufrir a los hombres.
Al comienzo de su segunda carta a los Corintios el apóstol Pablo escribe: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Dios de misericordias y Dios de toda consolación” (1:3). A continuación el apóstol explica el motivo por el que Dios permite que la aflicción nos golpee: “El cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar  a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios” (v.4). Dios ha otorgado a su pueblo el ministerio de la consolación. Dicho ministerio no es exclusivo de pastores, diáconos o cualquier otro dirigente en las iglesias, sino de todo el pueblo de Dios sin excepción alguna. Dios en Cristo nos consuela porque en su propia carne sabe lo que es sufrir. Asimismo los cristianos podemos consolar a los desesperados porque sabemos por propia experiencia lo que es ser consolados. Así pues, cuando suframos no lo veamos como algo perjudicial sino como el medio que Dios usa para nuestra purificación y podamos asemejarnos más a su Hijo y pueda por medio de nosotros consolar a tantas personas desesperadas que están a nuestro alrededor.
Los cristianos no debemos ser masoquistas. No debemos buscar el sufrimiento porque en él encontremos placer. De ninguna de las maneras. Pongamos en las manos de Dios nuestras vidas y aceptemos, no con resignación enfermiza el dolor, y aceptando la voluntad de Dios y podamos decir con Cindy Hess Kesper: “Los tiempos difíciles que soportamos son el camino de Dios para prepararnos para un mejor servicio para u gloria”.

1 TESALONICENSES 4:14

“Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron con Él”
1 Tesalonicenses 4: 13-18 es un texto que aporta mucha esperanza en el creyente con respecto a la muerte y su destino después de la muerte. En el texto que comentamos el apóstol Pablo se refiere exclusivamente a lo que les espera a los verdaderos creyentes en Cristo después de la muerte. Los incrédulos no tienen nada que ver con la enseñanza de Pablo. Los creyentes en Cristo no tenemos que entristecernos “como los que no tienen esperanza” porque sabemos con certeza lo que nos aguarda más allá de la muerte. Nuestra esperanza se encuentra en el hecho de que Jesús murió y resucitó y el poder de Dios que levantó a Jesús de entre los muertos, el mismo Poder nos levantará en el día de la resurrección.
El misterio de la resurrección sólo se revela a los creyentes en Cristo. Cuando el apóstol Pablo habló de la resurrección a los atenienses, éstos se burlaron de él. La doctrina apostólica la consideraban una necedad. A quienes Dios nos ha dado el don de la fe podemos creer sin dudar de que dormiremos en Él, Dios que resucitó a Jesús, también nos traerá con Jesús. Cuando el Señor venga en su gloria habrá creyentes cuyos cuerpos  dormirán en el sepulcro y otros que vivirán. Cuando el Señor descenderá del cielo con voz de mando “los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros, los que vivimos, los que hayamos quedado seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor”.
Ante tanta incertidumbre existente con respecto a los muertos, ni la filosofía de la reencarnación puede satisfacer la inquietud con respecto a si hay vida o no más allá de la muerte. Con la garantía que nos da Jesús con respecto a la resurrección de vida  debemos alentarnos unos a otros con estas palabras. La situación caótica en que se encuentra el mundo debido a los graves trastornos ecológicos que nos tienen el corazón en un puño, las guerras y rumores de guerras, las enfermedades variadas y nuevas que nos angustian y provocan desespero, los cristianos si estamos adecuadamente edificados sobre la Roca que es Cristo tenemos el antídoto contra el desespero que invade a un mundo incrédulo. Creer en la resurrección de Jesús es la medicina contra el mal de ignorar lo que realmente hay en la eternidad. En caso de necesidad no nos entristezcamos como los que no tienen esperanza sino alentémonos unos a otros con estas palabras.
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dilluns, 4 de gener del 2016


PROVERBIOS 30:12


“Hay generación limpia en su propia opinión, si bien no se han lavado de su inmundicia”

El espíritu farisaico se ha transmitido desde Adán a todas las generaciones hasta nuestros días. A pesar de la miseria que se esconde en los corazones de los hombres, éstos se creen buenos y capaces de hacer el bien. Esta idea errónea de la propia bondad ha creado el dicho: “Haz el bien y no mires a quien”. La buena voluntad que transmite esta sentencia, a la hora de la verdad resulta impracticable debido a que el ser humano es pecador, predispuesto a hacer siempre el mal.

El texto que comentamos es oportuno tenerlo presente a comienzos de año para que la verdad que encierra vaya con nosotros en el transcurso de todo el año. Dejamos el 2015 con una serie de problemas a los que no se encuentra solución: guerras, declaradas unas y latentes otras, injusticia social que llena infinidad de barcos, desastres matrimoniales que ocupan una catedral, gamberrismo callejero, drogas…Todo ello ocurre en una “generación limpia en su propia opinión”. Nos encargamos de criticar a los otros por su comportamiento inapropiado, pero en nuestra propia opinión estamos limpios de toda culpa. Ya lo dijo Jesús: “Miras la paja en el ojo de tu hermano, y no ves la biga que está en tu propio ojo” (Mateo 7:3). Así es el hombre. No  es consciente de su condición de pecador, de que todos los males sociales que le sacan de quicio, cada uno de nosotros tenemos su parte de culpa. En tanto no se resuelva el problema del pecado no tienen solución los males sociales.

“Una generación limpia en su propia opinión”, es una generación que “no se ha limpiado de su inmundicia”. Cuando alguien dice “haz el bien y no mires a quien” se interpreta en el sentido de que el tal sujeto es una buena persona. Gran error “No hay justo ni aún uno”, no se cansa de repetir la Biblia porque como descendientes de Adán que somos todos, sin excepción alguna, todos somos pecadores. A excepción de Jesús  no existe hombre o mujer que haya sido concebido sin pecado. Todos necesitamos a Jesús con cuya sangre vertida en la cruz del Gólgota nos limpia todos nuestros pecados. Todos deberíamos exclamar: “Señor, ten piedad de mí que soy un pecador”.

Si deseamos en verdad que los males sociales esbozados dejen de existir y la justicia impere en todos los espacios  sociales, debemos  dejar de formar parte de la “generación que no se ha lavado de su inmundicia”. Por ello debemos alzar los ojos hacia el cielo y exclamar con el salmista: “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia, conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, límpiame de mi pecado…Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí” (Salmo 51:1, 2, 10).


LUCAS 2: 7


“Y (Maria) dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón”

¿Mito? ¿Realidad? ¿Qué significa realmente el relato de la encarnación del Hijo de  Dios en la persona de Jesús en el pesebre de una casa campesina de Belén?

John Rutter, director y compositor de música coral nos da una opinión un tanto  confusa que da lugar a equívocos cuando respondiendo a la pregunta de la periodista: ¿Cree que el relato del nacimiento es histórico?, responde: “Sí, a pesar que ciertos pasajes del evangelio parezcan un cuento. Su historia nos habla de gente ordinaria  y oprimida que abre la puerta a los milagros. De todas maneras, lo importante no es tanto si es una historia verdadera, sino si es inspiradora”.

Pienso que lo que opina John Rutter sobre la historicidad del nacimiento de Jesús y de que sea un relato inspirador tiene que ver con la música. Los compositores se inspiran para escribir sus partituras. Las grandes obras musicales son históricas. Ahí las tenemos deleitando a los amantes de la música. También son inspiradas. Inspiran sensualmente, relajan el alma, tranquilizan el espíritu, apartando momentáneamente las influencias negativas provenientes del exterior. El caso de David ilustra el poder de inspirar que tiene la música: “Y cuando el espíritu malo de parte de Dios venía sobre Saúl, David tocaba el arpa y tocaba con su mano, y Saúl tenía alivio y estaba mejor, y el espíritu malo se apartaba de él” (1 Samuel 16:23).

El texto que relata el nacimiento sobrenatural de Jesús es verdaderamente inspirador. Inspira de manera mucho más profunda que la influencia restauradora que la buena música produce en el alma turbada. Cando se cree que el Niño que nació en un pesebre de Belén verdaderamente es el Hijo de Dios encarnado, al que se le puso el nombre Jesús, que significa Salvador, porque redimirá los pecados del pueblo de Dios, la inspiración tan profunda que produce creer esta verdad que la razón no puede entender, pero que la fe, regalo de Dios se la hace suya, es de tal inmensidad que no existen palabras que puedan describirla. ¿Quién puede describir las emociones que se despiertan en el interior del alma  cuando una persona pasa de ser un hijo del diablo a ser un hijo de Dios por la fe en el Niño que es el Salvador del pecador? El poeta más encumbrado no puede describir las emociones inspiradas por el hecho de creer que el relato evangélico del nacimiento de Jesús en verdad describe con toda sencillez el nacimiento del Salvador del mundo.

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